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Del documental de denuncia a la ficción desmesurada: septiembre del 85 en la pantalla

El cine no ha bastado para temer a un terremoto

Septiembre, 2025

La fecha y la hora ya quedaron marcadas —se podría decir: de por vida— en una gran parte de la población mexicana, sobre todo capitalina. El 19 de septiembre de 1985, a las 07:19 horas, un sismo nos movió el piso. Es, hasta hoy, el terremoto más destructivo que ha padecido la Ciudad de México. Al igual que otros sucesos relevantes o fenómenos naturales, el séptimo arte ha tratado de retratar tanto lo vivido como las todas consecuencias de aquellos casi dos minutos hoy imborrables. Ahora que se conmemoran cuatro décadas, el periodista de cine Sergio Raúl López hace un recuento de ello.

Más que visual, la sensación más apremiante durante la agitación de un sismo de gran escala es la del pánico, la del más básico sentido de supervivencia, la huida física, la puesta a salvo, la adrenalina a tope y, sobre todo, la incerteza, la incógnita de si las oscilaciones de la tierra y las tremulaciones corporales devendrán en un desastre mayúsculo o se quedarán en la angustia momentánea, desde la que irán asentándose, serenándose.

No hay, por lo tanto, filme que consiga reflejar la enervante sensación que nos recorre el cuerpo todo y nos electriza de inmediato, por más que nos ofrezca los efectos especiales más caros, profesionales y modernos del planeta, , por más que se reconstruyan edificios, por más que reproduzcan, milésima a milésima, la tragedia física.

Quizás esa es la razón por la que, del terremoto del 19 de septiembre de 1985, si bien nos quedan las pilas de videocintas con que las televisoras —desde las más grandes hasta las independientes— testimoniaron el siniestro con equipo tan lejano de la tecnología digital de alta definición de nuestros tiempos —que parecieran materiales tan borrosos, poco precisos y repletos de ruido visual que semejan lo impreciso de nuestras memorias—, todavía está pendiente en la cinematográfica mexicana la película que sea capaz de reflejar el verdadero poder que tuvo el sismo, para bien y para mal.

¡Ay, chihuahuas!”

Mientras la conductora del matutino Hoy mismo, Lourdes Guerrero, pronunciaba su proverbial “Está temblando un poquito, le doy la hora, siete de la mañana… ¡Ay, chihuahuas!”, la homogeneidad y dominancia televisiva sería interrumpida para dar paso a las ondas radiofónicas, cuya mayor economía le medios le dotaron de una mucho mayor practicidad para reportar daños, desaparecidos y emergencias, al igual que los radios de banda ciudadana (Radio CB) y hasta los teléfonos públicos de monedas que, una vez puestos de nuevo en funcionamiento, se volverían gratuitos y así permanecerían hasta bien entrados los años noventa.

Ni siquiera las superproducciones hollywoodenses como Terremoto (Earthquake,1974), del canadiense Mark Robson, con un elenco multiestelar encabezado por Charlton Heston y Ava Gardner, de la Universal Studios, para la que se empleó por primera vez la tecnología Sensurround que emitía vibraciones de tonos tan graves que hacían vibrar la sala y que formaba parte de la moda de cine de catástrofes de aquella década, tomando como referencia el sismo que en verdad había ocurrido en San Fernando, California, en 1971, y persiguiendo el fenómeno de taquilla que fue Aeropuerto (Airport, 1970, de George Seaton), logró algo más que causar migrañas e incomodidad entre los capitalinos que acudieron a verla.

El pavor real, sin embargo, se despertaría hasta una década después, bien al sufrir en carne propia el sismo o por las noticias amarillistas que pululaban a toda hora y por doquier.

No les pedimos un viaje a la luna (1986), de Maricarmen de Lara.

Del cinedenuncia al melodrama popular

El primer trabajo cinematográfico en producirse, más que lucrar con las imágenes de la ciudad ruinosa y en escombros, se decide por documentar la lucha de las mujeres costureras que sobrevivieron al trabajo semiesclavizado y a factorías en condiciones deleznables que, contradictoriamente, salieron a la luz con la tragedia. Se trata de No les pedimos un viaje a la luna (1986), por parte de la realizadora Maricarmen de Lara, egresada de la escuela de cine de la UNAM —el viejo CUEC ahora ENAC—, y cuyas protagonistas habrían de sumar a la mera lucha por la sobrevivencia otras más por la dignidad, por el respeto a sus derechos laborales en un trabajo de aliento femenino y, por supuesto, feminista.

Un año después, arribaría a la cartelera comercial un dramón que aprovechaba el fatídico acontecimiento —en la mejor tradición del cine de explotación—: Trágico terremoto en México (México, 1987), de Francisco Guerrero con guión y argumento de Reyes Bercini, aprovechando a las figuras del cine popular y las sexicomedias de la época aunque sin albures ni (tantos) desnudos, con un Mario Almada ahora no como mafioso sino convertido en un justo y comedido comandante que pone orden ante la inoperancia de las autoridades, acompañado de Pedro Weber “Chatanuga”, Sergio Ramos el “Comanche”, Alejandra Meyer y Diana Golden como Patricia, una joven embarazada que ha sido cruelmente abandonada por su pareja, el irresponsable Miguel (Miguel Ángel Rodríguez), que será perdonado solo hasta que deba rescatar de los escombros a su recién nacido y su mujer y decida, gracias al melodramático acontecimiento, redimirse y prometer marchar al altar para formar una familia tradicional.

Trágico terremoto en México (México, 1987), de Francisco Guerrero.

El terremoto como metáfora

Será por parte del Nuevo-Nuevo Cine Mexicano que encontraremos películas de ficción más creíbles y con personajes más redondos, comenzando por la accidentada Mariana, Mariana (1987), una producción planificada por José el “Perro” Estrada, cuya repentina muerte le hizo tomar el relevo al director Alberto Isaac. Con guión de Vicente Leñero en la adaptación de la popular y amadísima novela de José Emilio Pacheco, Las batallas en el desierto (1980), reproduce bastante fielmente el retrato de la colonia Roma de post Segunda Guerra Mundial pero introduce como novedad al enamoradizo Carlos (Pedro Armendáriz Jr.), quien reaparece ya adulto para el funeral de su padre pero justo en esa ciudad rota, para charlar entre el tráfico desquiciante, la corrupción rampante, el partido único en el poder de esas, sus memorias, en una metáfora sobre una época ya ida, mirada con nostalgia y cierta duda sobre si en verdad los recuerdos son fieles.

El segundo ejemplo es esa mujer liberal e insatisfecha, roquera y reventada, madre soltera para fines prácticos, que es Lola (1989), debut cinematográfico en largometraje de la ya prestigiada directora María Novaro, con una muy joven y deslumbrante Leticia Huijara como protagonista que sobrevive a todas las crisis posibles propias de una megaurbe a la que se le miran los edificios dañados o derrumbados como parte de la geografía cotidiana y que se debate entre conservar a su pareja, quedarse con su pequeña hija o seguir una vida solitaria con toda la libertad que anhela para acabar mudándose con su hija a la playa. (Así como muchos otros habitantes de la ciudad que decidieron mudarse para habitar localidades más seguras, en términos sísmicos).

7:19. La hora del temblor (2016), de Jorge Michel Grau.

La digitalización y sus efectos

Si la tecnología —y los presupuestos— impedían realizar en México grandes producciones de cine de desastres, la conversión general del cine en celuloide a las herramientas digitales permitió, ahora sí, intentar reconstruir la tragedia, al menos en sus elementos icónicos más conocidos. Aunque ocurre en una sola locación —un edificio gubernamental completamente derrumbado— y con dos actores protagónicos bajo las ruinas —Héctor Bonilla y Demián Bichir—, 7:19. La hora del temblor (2016), de Jorge Michel Grau sobre un guión suyo escrito en conjunto con Alberto Chimal, juega con la lucha de clases entre dos sobrevivientes atrapados entre los restos del inmueble, un conserje y un alto funcionario, que discuten sobre la corrupción, los abusos, las tranzas y que antes de perecer entre las ruinas terminan por descubrir la absoluta fragilidad humana entre ciertos contrapuntos de humor negro que no alcanzan a aligerar la tragedia.

Un par de años después, la estrella televisiva devenida en actor y director de cine, Kuno Becker, intenta reflejar el desastre con una superproducción que nos muestra detalladamente la reproducción de la caída del Hotel Regis, de la Unidad Habitacional de Tlatelolco, del Ángel de la Independencia, así como de otras construcciones emblemáticas caídas en ese 19 de septiembre de 1985; con un elenco coral que reúne ciertas historias individuales de personajes citadinos arquetípicos —que rozan lo caricaturesco— y una reproducción de época con peluquines y ropajes exagerados —que raya en lo desafortunado—, además con patrioteros discursos grandilocuentes, villanos característicos que acaban arrestados, héroes caídos y hasta un padre que da la vida para salvar al hijo que trataba con la mayor irresponsabilidad. Pero el detalle que más desconcierta El día de la unión, es que veremos los puños arriba de rescatistas y voluntarios, cuando eso se popularizó 32 años después, hasta el sismo del 2017.

El día de la unión (2018), de Kuno Becker.

Si con un primer acercamiento Grau había intentado relatar un tema que, por lo que se ve, le resulta muy cercano, en 2024 volvió a abordar el tema pero ahora en formato de serie con Cada minuto cuenta (2024 y 2025), con dos temporadas de diez capítulos cada una, y ahora con la ayuda en la dirección de Moisés Ortiz Urquidi —fallecido prematuramente a los 58 años en 2024— y de Fernando Urdapilleta, además de la escritura de un gran cuarto de escritores: Alfredo Félix-Díaz, Victoria Orvañanos y Venancio Villalobos. De nuevo reproduce escenas de los destrozos más emblemáticos —qué raro: otra vez el Regis, Tlatelolco, el Hospital General, incluso Lourdes Gómez— junto con material de archivo, pero pareciera ahora más enfocado en reivindicar esos lugares comunes que tanto se repiten: corrupción empresarial, inoperancia gubernamental, despertar ciudadano, increíbles historias de sobrevivencia entre éxitos de la radio ochentera y una obsesión por caricaturizar las modas, costumbres y formas de vida previas a la red global, las redes sociales digitales y la inteligencia artificial. Es decir, una nostalgia por la era previa al consumismo digital, el hedonismo como única vía de vida y la absoluta enajenación por las pantallas multiplicadas tan propia de la generación actual, en un formato casi telenovelero y melodramático.

Terremoto de México (2019), de Matías Gueilburt.

Del archivo al etno-terror desbordado

Producida para el History Channel —y disponible en Prime Video—, el documental Terremoto de México (2019), de Matías Gueilburt para Ánima Studios, presenta voces, digamos “oficiales”, que van de Jacobo Zabludovsky a Manuel Camacho Solís, y que si bien no se encuentra exenta de crítica social y política, se acerca más a una versión mucho más conservadora de una tragedia que pareciera haber quedado enterrada no sólo por los años sino por los expedientes empolvados, sin que se haya resuelto ni siquiera el número real de fallecidos. En esa misma plataforma encontramos 1985: Héroes entre ruinas, un trabajo documental de Jeanette Russ que se enfoca mucho más en los protagonistas comunes, la gente de calle que fue la verdadera protagonista de los hechos y que, curiosamente, acusó a Becker de plagio pero sólo en medios de comunicación, asunto que no prosperó.

1985: Héroes entre ruinas, de Jeanette Russ.

Pero quizá las propuestas más frescas y novedosas sean un par de cortometrajes. El primero de ellos, Arkhé (2023), Armando Navarro, un editor de N+ que trabajó largo tiempo con los archivos de la empresa —que, evidentemente, pertenecen a Televisa, que sufrió el derrumbe de sus estudios de Chapultepec—, tras hartarse de revisar minuciosamente el material, redescubrió pequeños detalles en las cintas de videotape que le permitieron armar los cinco minutos de esta historia que acabó en competencia del Festival de Cannes. Es decir, ocupar los residuos de la vieja televisión para armarse una película que resignifica aquella tragedia con pequeños fragmentos muy reveladores.

God of Death (2023), corto de Gigi Saúl Guerrero.

Y quizá la resignificación más peculiar en el cine mexicano recién lo encontremos en la colección de cortometrajes de terror V.H.S./85 (2023), coproducción estadounidense-mexicana en el segmento God of Death, de la actriz, performancer y directora capitalina Gigi Saúl Guerrero, que reproduce muy libremente el estudio de televisión de Televisa con la ya citada transmisión de Lourdes Guerrero, pero con una diva interpretada por Gabriela Roel sorprendida por el movimiento telúrico en plena transmisión matutina. La pieza muestra la devastación general de la televisora —con la conductora despedazada— y los intentos de los empleados por escapar de entre las ruinas sólo para acabar en una antiquísima cueva prehispánica en la que aparece un dios hambriento de corazones, Mictlán, que los obliga a sacrificarse frente a su efigie gigantesca, inserta en un gran tzompantli, sólo para descubrir que la tierra tiembla para cumplir la cuota de cadáveres de un dios hambriento de la vieja Tenochtitlan. Es decir, abordar con humor y desparpajo una idea que circula ampliamente: el panteón de antiguas deidades del Anáhuac suelen cobrarse cuotas sacrificiales recurrentemente por distintos sitios de la urbe, construida encima de las ruinas de la antigua ciudad azteca.

Nota bene: basta una rápida visita a la red mundial para constatar que el material aquí descrito puede consultarse en alguna plataforma en línea, bien sea en renta, por suscripción o de manera gratuita y sin fines de lucro. Los 58 minutos documental No les pedimos un viaje a la luna se encuentran fácilmente en YouTube pues aunque se anuncian en plataformas como Mubi y Docs en línea no están disponibles. Caso similar es el de Trágico terremoto en México, cuyos 96 minutos también se encuentran solamente en la misma plataforma de videos de YouTube. Una opción para mirar en línea Mariana, Mariana es, indudablemente, la plataforma del Estado Mexicano Nuestro Cine Mx (aquí el enlace), donde puede rentarse por 29 pesos durante 48 horas pero también puede mirarse de manera gratuita en la red social de la flecha roja, es decir el YouTube. De igual manera los 95 minutos de Lola se encuentran, esta vez con acceso gratuito, en Nuestro Cine Mx (aquí el enlace), con óptima calidad.

Luego de su amplio estreno en la cartelera mexicana con Cinépolis Distribución los 94 minutos de 7:19. La hora de temblor, puede adquirirse por 49 pesos en Apple TV+ o rentarse por 50 pesos y comprarse por 149 pesos en Prime Video y también en YouTube pero no de manera gratuita sino por 60 pesos en definición estándar o por 80 en alta definición. Caso similar es El día de la unión, pues luego de su estreno con Videocine Distribución formó parte del catálogo de Prime Video pero ahora sólo puede mirarse en renta por Apple TV (49 pesos) y a la compra en YouTube en alta definición (59 pesos) y en esa misma plataforma, en alguna cuenta que se atreve a subirla con acceso libre.

Las dos temporadas de la serie Cada minuto cuenta se encuentran completas, con sus 10 capítulos cada una, en la plataforma Prime Video, misma que también aloja Terremoto de México. Otra plataforma gratuita, pero con autorización legal en su catálogo, es Tubi, que nos permite ver Héroes entre ruinas, misma condición gratuita que en YouTube.

Finalmente Arkhé, pese a ser apenas un cortometraje de cinco minutos, no se encuentra disponible en la red mundial. El largometraje ómnibus V.H.S./85, que incluye “God of War”, también forma parte del catálogo de Prime Video.

Este texto fue actualizado el 17 de septiembre de 2025.

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