Artículos

Nunca cuestiono por qué sigo en esto, tal vez porque la vida está llena de derrotas: Carlos López

Hace una década, la infamia cultural contra la Editorial Praxis

Mayo, 2025

Hace diez años se cometió una mezquindad más contra la actividad cultural en México, esta vez propiciada por el entonces cártel inmobiliario de la Delegación Cuauhtémoc que asaltó, vejó y robó con descaro a la Editorial Praxis que dirige, aún, Carlos López, asestándole un artero golpe. Fue un robo en despoblado, con toda premeditación, alevosía y ventaja. Lo pudieron llevar a cabo gracias a la corrupción. Y sí: también quedaron impunes debido a la corrupción. Al cumplirse una década de aquel penoso incidente, Víctor Roura ha conversado con el editor Carlos López, quien, pese a lo vivido, sigue en la brecha. Como él mismo lo dice: “Hacer libros enriquece. Es, además, una necesidad”.

Mexicano desde hace cuatro décadas y media

El guatemalteco Carlos López (Pajapita, San Marcos, 24 de febrero de 1954), pero mexicano desde los 26 años de edad, decidió fundar en 1981, un año después de su llegada a nuestro país, la Editorial Praxis, hoy, más de cuatro décadas después, con aproximadamente mil títulos diferentes publicados.

La historia de Carlos López cuenta que llegó a México en 1980 luego de atravesar en una balsa el Río Suchiate. No lo hizo por la frontera legal “por temor a ser desaparecido por el ejército de Guatemala, pues era perseguido político por el gobierno del genocida Fernando Romeo Lucas García”.

—Toda mi vida —dice el propio Carlos López—, he luchado por la liberación de mi patria.

Obtuvo las licenciaturas de maestro de educación primaria urbana en el Instituto Normal Mixto Rafael Aqueche, de especialista en lengua y literaturas hispánicas y en estudios latinoamericanos, y el grado de maestro en letras en la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudió, asimismo, derecho y ciencia política en la Universidad de San Carlos de Guatemala e historia en la UNAM.

Hace diez años se cometió una mezquindad más contra la actividad cultural en México, esta vez propiciada por el cártel inmobiliario de la Delegación Cuauhtémoc que asaltó, vejó y robó con descaro a la Editorial Praxis que dirige, aún, Carlos López, asestándole un artero golpe invisibilizándole todas sus propiedades, incluyendo su biblioteca entera y su maquinaria para hacer los libros, de la noche a la mañana con el propósito de anular su protesta social al negarse, Carlos López, a abandonar su residencia, contienda silenciada políticamente en beneficio del empresariado habituado a aniquilar cualquier descontento social gracias a la bendita corrupción que calla las voces íntegras: sin haber recibido un quinto tras su desalojo y el infame robo de todas sus pertenencias (ante el silencio amafiado de la intelectualidad reinante), Carlos López, luego de haber residido más de tres décadas en la colonia Doctores donde tenía su oficina editorial, se mudó de la capital para continuar emprendiendo su oficio en la edición de libros.

Tras una década de aquel penoso incidente, conversamos con él.

El editor Carlos López.

“Me llegó tarde la convicción de la literatura”

—¿Por qué hacer libros en una sociedad que, se supone, no leía? Hace ya más de cuatro décadas, en 1981, en que fue fundada Praxis, los números marcaban que el lector mexicano leía aproximadamente dos libros enteros cada año. Era una loable labor hacer libros, entonces.

—Hacer libros enriquece (en todo, menos en sentido económico) al autor, al editor, al lector, en cualquier época y circunstancia. Es, además, una necesidad. Me llegó tarde la convicción de la edición, de la literatura; como todo, las primeras letras que aprendí también llegaron tarde, tal vez por eso le agarré pasión a lo poco que sigo aprendiendo a hacer.

“Sabíamos que nos estábamos enfrentando con la mafia”

—Hace una década, en 2015, la Editorial Praxis sufrió un violento desalojo de la colonia Doctores donde tenía su oficina por aspectos corruptos, sobre todo, de territorialidad urbana. ¿Cuántos libros llevabas editados entonces y cuál fue la reacción del sector cultural por aquel degradante episodio?

—Alrededor de novecientos. El sector cultural permaneció, como siempre, impávido (cuando no afectan sus intereses, sus becas, ellos siguen en su burbuja), salvo amigos que nada pudieron hacer más allá de expresar su solidaridad. Sabíamos que nos estábamos enfrentando con la mafia y que nuestra vida peligraba y hubo quienes estuvieron, siguen, con nosotros.

“Fue un asalto con alevosía, ventaja, en despoblado, de noche (como actúan los cacos)”

—Te mudaste a otro estado de la República para aligerar un poco las tensiones vividas con aquel exabrupto hecho, ¿pero por qué continuar en la hechura de libros a pesar de la vivencia ocurrida donde te destrozaron no sólo pinturas de colección sino documentos valiosos de escritores, delitos silenciados?

—A la infamia se le responde con trabajo. El gobierno delincuencial de Miguel Ángel Mancera Espinosa y la Delegación Cuauhtémoc de ese entonces, en contubernio con el cártel inmobiliario sionista a quien arroparon, se robaron mis bienes hechos con trabajo de 35 años. Se llevaron originales de mis escritos que estaba pasando del papel a la computadora y de los que no tenía copia, manuscritos de autores, mi biblioteca con todo y libreros de tablón de ocho centímetros, mi pinacoteca. No fue un exabrupto, fue un asalto con alevosía, ventaja, en despoblado, de noche (como actúan los cacos), con patrullas protegiéndolos; se robaron maquinaria para elaborar un libro completo (impresora Miller alemana de dos cabezas, impresora Davison oficio, guillotina Challenge automática, dobladora de papel ocho cartas, dobladora oficio, engrapadora de pie de dos cabezas, retractiladora, dos cámaras de fotolito, computadoras, escritorios, mesas de luz). Se llevaron el fondo editorial, hasta mis trastos de cocina y mi ropa, todo. Para llevarse lo que contenían seis departamentos grandes, de los antiguos, tuvieron que llevar furgones y mecánicos para desarmar la maquinaria pesada, grúas. A veces lloro por mis libros, por mis originales perdidos, pero nunca cuestiono por qué sigo en esto. Tal vez porque la vida está llena de derrotas y la última es la muerte, la única que nos vence. La injusticia de los jueces vendidos que llevaron nuestro caso no nos pudo desanimar, nuestra esencia sigue intacta.

“La fama es como un terrible mal, como dice el primer verso de un poema de Malcolm Lowry”

—Has sido editor de Óscar Chávez, por ejemplo, cantante popular, pero poeta desconocido. ¿Cuántos autores primerizos has tenido que luego han sido valorados por su obra en general?

—Son mayoría, pero prefiero olvidar cuántos y quiénes. También se ha dado, aunque en menor medida, la situación contraria. En el primer caso, los autores ejercieron su legítimo derecho de buscar nuevas editoriales con el fin de hallar más mercado para sus letras, de darse a conocer en públicos masivos. Los autores consagrados que nos confiaron sus textos ya venían de vuelta y sabían que la fama es como un terrible mal, como dice el primer verso de un poema de Malcolm Lowry, de quien tuvimos el original de La mordida, pero no llegamos a un acuerdo económico con quienes tenían los derechos de edición. Visto a la distancia de los 44 años de existencia que tiene Editorial Praxis, creo que el gusto por lo que ha acontecido en ambos casos es mayor; también, la gratitud inconmensurable por quienes han permanecido con nosotros desde su primer libro publicado.

“Nunca he esperado nada de ningún gobierno”

—La ingratitud oficial es reveladoramente lacerante, porque supongo que tampoco ocurrió nada a tu favor (me refiero a cierta devolución de la pérdida editorial a consecuencia de la infamia inmobiliaria) durante el obradorismo. La labor de un editor en México va acompañada de la soledad.

—No hubo ni solidaridad formal, menos material, nada, como es fácil suponer. Pero es que nunca he esperado nada de ningún gobierno. Lo que quiero es justicia, pero ésa reside en un órgano independiente del gobierno, que está en contra de éste. Pero la justicia no sólo es ciega sino puta. No conozco sistema más corrupto que el mexicano. Contra esto luchó Andrés Manuel, mas es tan pesada la pudrición que van a pasar muchos años para que se empiece a ver un cambio, aunque sea leve. La elección de los jueces por primera vez en la historia del país es un paso trascendental, para tener vigilados a esos gángsters de la toga y el birrete. Si ni así se compone algo, significará que nos iremos al barranco.

“Respecto de tu afirmación sobre la soledad del editor, esa hermosa palabra es compañera de toda creación. Editar también es crear, como crean los albañiles, los agricultores que descubren tanta belleza en su trabajo solitario. Estar solo es lo mejor, debería considerarse un don del cielo, sobre todo ahora que se hacen clubes y mafiacitas hasta para conseguir aplaudidores que acompañen a leer tus malos poemas, pero crees que el aplausómetro es lo máximo. Estoy en contra de la creación como show, en contra de las reuniones gremiales o de cualquier tipo”.

Carlos López.

“Me gustan los universos de las palabras, sus misterios, su luz”

—También eres autor, sobre todo creador de conceptos ortográficos o de redacción redentora, de sintaxis provocadora y de analogías escriturales, si bien tus letras nunca están distanciadas del buen humor.

—Agradezco tu percepción. No es algo que me haya propuesto. Que me lo diga el creador de la mejor sección cultural periodística de México, creador y lector comprometido, me fuerza a seguir aprendiendo, a cuidar más mis palabras. Me gustan los universos de las palabras, sus misterios, su luz. No alcanza una vida para aprender una lengua; sólo para aprender de ellas. La filología es una de mis pasiones. Vivo enamorado de la lengua con la que nací; conocerla es una forma de amarla. La tristeza no anida en el amor por las palabras, ni las trapacerías, ni las calumnias, ni las infamias. El lenguaje es todo.

“A los once años fui por primera vez a la escuela y ahí se echó a perder todo”

—Dices que tu formación literaria llegó tarde a tu vida, ¿pero cuáles autores fueron los primeros, los que te revelaron la imaginación posible?

—Tengo una impagable deuda con la literatura escrita en mi país y con la de autores en lengua alemana, sobre todo. Cuando era pequeño recuerdo las carcajadas que me sacaban las aventuras de Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno; era seguidor asiduo de KalimánChanocMemín Pinguín. Por fortuna, no había televisión en mi pueblo, así que los círculos de lectura espontáneos que se formaban para que alguien que podía comprar los chistes y que sabía deletrear nos leyera en voz alta fueron mi primer acercamiento con la literatura. La radio también fue buena entretenedora. Ahí oía La Tremenda CorteKalimán (sin que nos lo echara a perder la imagen). Pero la soledad del campo me enseñó a observar, a estar atento a cuanto se movía, pues de eso dependía mi estancia en este mundo también; oía los sonidos del universo, la cadencia del agua del río en el que me bañaba. El descubrimiento del mundo fue en la soledad más sola, por eso amo y defiendo mi soledad hasta ahora. A los once años fui por primera vez a la escuela y ahí se echó a perder todo.

“El Nobel se ha convertido en el gran negocio de los mercaderes de la edición”

—No sé si Miguel Ángel Asturias, Nobel de Literatura 1967, hubiera podido escribir su obra en la actualidad o sería otra completamente distinta, porque los autores, se subraya, cronican su respectivo tiempo. ¿Lees, o aprecias, la literatura hoy como ayer? A Chanoc, como bien dices, lo desfiguraron cuando Andrés García lo representó en el cine.

—Todos los seres humanos son productos de su tiempo, pero Asturias era un fuera de serie. Su capacidad creativa era de otro mundo. Aprehendió el mundo indígena como nadie y escribió obras únicas memorables. Hasta El señor presidente (que narra la historia del dictador Manuel Estrada Cabrera), con la que renovó la narrativa en español, es un portento de imaginación y trabajo verbal de orfebre. Las obras de Asturias no envejecerán porque vienen de las raíces más profundas, de la gran cultura maya. El mundo de Asturias es atemporal.

“Cada vez que leo algo bueno me deslumbro, me quedo sin palabras, como si fuera el primer libro que leo. Pero, por lo general, leo literatura antigua. De lo contemporáneo, muy poco, casi por necesidad; evito leer premios Nobel, porque esa lotería mayor se ha convertido en el gran negocio de los mercaderes de la edición.

“Sobre cine y literatura hay mucho que decir; para empezar, que son lenguajes distintos. En América Latina no hay buena adaptación de libros al cine (La hora de la estrella es una de las pocas que se salvan, pero Doña Flor y sus dos maridos le restó belleza a la protagonista del libro; hubiera sido mejor dejarla en la imaginación, y eso que Sonia Braga tiene una belleza peculiar). El Chanoc Andrés García, de Rogelio González, es una tomadura de pelo”.

“Desde hace décadas se habla del fin del libro impreso y nunca llega, ni llegará”

—Ahora la juventud está absorbida en la pantalla digital, busca memes para divertirse, se conocen y enamoran en línea, hace sus tareas mediante la internet. El mundo ahora sí ha cambiado, ¿cómo afecta esta modificación el trabajo de un editor?

—No afecta de ninguna forma. Las legiones de internautas provienen de la televisión, que es peor; por eso las televisoras están casi en quiebra y han metido contenido en redes sociales para evitar la debacle. El trabajo editorial tiene más posibilidades con internet, donde a veces se halla algo interesante si se trasciende la banalidad egocéntrica que abunda ahí; hay páginas enciclopédicas, literarias, culturales bien editadas; desde hace décadas se habla del fin del libro impreso y nunca llega, ni llegará. Los agoreros siempre quedan mal. Desde cuándo se presagió el fin de la historia y aquí seguimos haciéndola, escribiéndola de varias formas, editándola.

Related Articles

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button