Abril, 2025
¿Qué influencia tiene el ejército estadounidense en la narrativa de la guerra moderna? La pasada entrega de los Oscar le sirve a la investigadora y analista Ashley Gate para poner los puntos sobre las íes, y hablar sobre algo de lo que poco muy se habla: la injerencia —tanto económica como ideológica— del Departamento de Defensa de Estados Unidos en las producciones que se estrenan en el cine y la televisión norteamericana, muchas de ellas vistas en casi todo el planeta. Detrás de varias de las películas más taquilleras de Hollywood… Están ellos.
Y el Oscar es para… ¡el Pentágono!
El pasado 2 de marzo millones de personas sintonizaron la principal ceremonia de entrega de premios de Hollywood, los Oscar. Todos los ojos estuvieron puestos en la alfombra roja para ver quién se llevaba qué; los espectadores esperaron ansiosos, además, a ver si se desataba algún drama, una bofetada como la de Will Smith o la concesión accidental del Oscar a la mejor película a la cinta equivocada. Lo que no se mencionó, sin embargo, es el hecho de que muchas de las películas que optaron por los premios no habrían llegado a la gran pantalla sin la ayuda del ejército estadounidense.
Así es.
Desde Goldfinger (1964) hasta Captain Marvel [Capitana Marvel] (2019), el Pentágono ha colaborado en la realización de más de 2,500 películas y series de televisión de temática bélica y sigue contribuyendo a una media de siete proyectos de largometrajes y más de 90 proyectos menores de cine y televisión cada año.
Roger Stahl, que dirige el Departamento de Estudios de Comunicación de la Universidad de Georgia y es autor de Militainment Inc., War, Media, and Culture, y del documental Theaters of War sospecha que entre un tercio y la mitad de todas las películas taquilleras en las que aparece el ejército han recibido apoyo militar. “Los Oscar han premiado algunas producciones patrocinadas por el estamento de seguridad a lo largo de los años”, es lo que escribe en un intercambio de correos electrónicos.
Tal como informa Stahl, The Hurt Locker [En tierra hostil], que ganó el premio a la mejor película en 2010, contó con la ayuda del Departamento de Defensa durante la mitad de su producción antes de que la relación se agriase. Argo y sus «coproductores» de la CIA ganaron el premio a la mejor película en 2013, y Top Gun: Maverick, de la Marina, obtuvo nueve candidaturas en 2023.
Los documentos relativos a la producción de las películas de este año aún no están disponibles, ya que a menudo sólo puede accederse a ellos a través de solicitudes de la Ley de Libertad de Información (FOIA), que requieren mucho tiempo. Pero, según Stahl, “si existiera una categoría de los Oscar para las películas con más probabilidades de hacer negocios con el estamento de seguridad, las nominadas serían las nuevas propuestas de franquicias que ya lo han hecho antes: Godzilla, Mission: Impossible [Misión imposible], Planet of the Apes [El Planeta de los Simios] y Captain America [Capitán América]”.
La nueva serie de investigación Consuming War, de The Costs of War, presentada hace unas semanas, destaca las muchas formas en que “los norteamericanos están inundados de proyectos culturales que promueven el militarismo”. El primer artículo de la serie, “La militarización del cine y la televisión”, ofrece una oportuna revisión de la influencia del Pentágono justamente sobre la industria del cine y la televisión. Y resulta que el dinero de los contribuyentes norteamericanos va directamente a las subvenciones de Hollywood.
Tanner Mirrlees, autor del informe y profesor asociado de Comunicación y Estudios de Medios Digitales en la Universidad Tecnológica de Ontario, ilustra de qué modo están ayudando los norteamericanos, sin saberlo, a financiar propaganda militar disfrazada de entretenimiento comercial. El presupuesto de una película bélica típica puede oscilar entre 50 y 150 millones de dólares.
Por otra parte, un solo caza F-35 cuesta más de 80 millones de dólares. Por lo tanto, el coste de adquisición y funcionamiento de aviones, tanques y portaaviones haría que estas armas fueran inaccesibles para los cineastas sin una amplia subvención del Departamento de Defensa.

En busca de una imagen blanqueada e idealizada
Algo es cierto: la asociación con el Pentágono permite a los estudios acceder a las tecnologías y al personal necesario para utilizarlas, a los emplazamientos militares en los que filmar y a los oficiales estadounidenses que pueden actuar como extras financiados por los contribuyentes.
Este modo de asociación tiene un precio. A cambio del uso de personal y equipos militares, los productores de cine deben acatar la estricta política de entretenimiento del Pentágono, que concede al Departamento de Defensa la última palabra sobre el guión de una película.
Estas colaboraciones a menudo requieren cambios en el guión que equivalen a una forma de revisionismo histórico. Spy Culture, “principal medio mundial sobre la implicación del gobierno en Hollywood”, ha utilizado solicitudes de la FOIA para recopilar decenas de miles de borradores anotados de guiones de películas que ofrecen una visión de primera mano de la amplitud de la influencia del Pentágono sobre las películas que conocemos y que nos gustan.
El guión de Godzilla (2014), por ejemplo, se transformó de manera drástica, pasando de ser una película destinada a criticar el uso de armas nucleares por parte del ejército norteamericano a una cinta en la que Godzilla, una monstruosa alegoría de los bombardeos atómicos de los Estados Unidos, se ve reforzado por un misil nuclear y posteriormente ayudado en la batalla por el ejército norteamericano. Las referencias del guión original a las bombas de Hiroshima y Nagasaki también las eliminaron los productores después de que el Pentágono amenazara con retirar su ayuda a la película.
Godzilla es una de las muchas películas creadas por el militainment, el entretenimiento militar, para ayudar al Pentágono a conseguir una imagen blanqueada e idealizada de sí mismo. Tanto Zero Dark Thirty como American Sniper exaltan al ejército y a las agencias de inteligencia norteamericanas estadounidenses, al tiempo que estereotipaban y minimizan la humanidad de los pueblos afgano e iraquí perjudicados por las operaciones encubiertas norteamericanas. Tal como afirma Mirlees, estas películas “enmarcan las guerras de Estados Unidos como necesarias y gloriosas, restando importancia o ignorando la devastación humana, social y medioambiental que causa la guerra, sobre todo a los civiles”.
El Pentágono tiene también la costumbre de negar su ayuda a películas que analizan el coste humano de las guerras norteamericanas o describen crímenes de guerra cometidos por militares estadounidenses, como Jarhead, Platoon, Redacted y En el valle de Elah, que fue candidata al Oscar en 2008.

Falta de transparencia
“Una de mis principales inquietudes respecto al entretenimiento de Hollywood respaldado por el Departamento de Defensa”, explica Mirlees en un correo electrónico, “ es su papel en el mantenimiento de un entorno ideológico en el que un cuestionamiento intencionado del gasto en defensa —y los intereses a los que sirve más allá de la mera ‘defensa’ o ‘seguridad’— resulta políticamente tenso, y a menudo se encuadra como algo antipatriótico o antiamericano”.
Con una propuesta de presupuesto de 850.000 millones de dólares y una séptima auditoría fallida, al Pentágono necesita desesperadamente someterse al examen público. Sin embargo, la gran pantalla sigue pintando una imagen romántica del ejército y su equipamiento. Así, por ejemplo, se prevé que el mediocre avión de combate F-35 del Departamento de Defensa, que ha disfrutado de su parte de protagonismo en las franquicias de Transformers, Superman y Godzilla, le cueste a los contribuyentes más de 1,7 billones de dólares.
Cuando se trata de su papel en las películas, el Pentágono hace todo lo posible por mantener su relación con Hollywood fuera de la pantalla. “El problema es la falta de transparencia”, afirma Stahl. “A medida que los investigadores presentan más solicitudes de información, hemos visto que los militares se vuelven más protectores y herméticos”. Los cineastas también ocultan a menudo el alcance total de su colaboración con el Pentágono, al tiempo que proponen activamente conceptos cinematográficos con los valores del Pentágono en mente.
La Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) exige que todas las emisiones públicas incluyan un aviso de todos los patrocinios comerciales y el uso de productos, lo que podría utilizarse como marco para una legislación que exigiera una divulgación pública de la cooperación entre el Pentágono y los estudios cinematográficos, proporcionando así al público norteamericano la transparencia que merece. Sin embargo, tal y como está ahora, cualquier reconocimiento de la implicación militar en una película de Hollywood está enterrado en lo más profundo de los títulos de crédito, sólo disponible para los espectadores después de haber consumido una película cuyo guión ha sido aprobado por el Pentágono.
Aunque es necesaria una comprensión más profunda de la influencia entre bastidores del Pentágono en la industria cinematográfica, Hollywood es sólo el principio de los esfuerzos del Pentágono por ganarse los corazones y las mentes de los contribuyentes norteamericanos. De los videojuegos y la música hasta la moda y los juguetes, los informes de Consuming War seguirán investigando la influencia de los militares en la vida cultural estadounidense.
Así que, cuando veamos de nuevo los Oscar, recordemos que no sólo estamos viendo a las estrellas; estamos viendo trabajar duro a la industria militar del entretenimiento.