Marzo, 2025
Aunque el griterío mediático sobre sus posturas políticas casi se llevó toda su reputación como la gran ‘conciencia crítica de la Alemania de posguerra’, no hay duda de que Günter Grass sigue siendo, aun a diez años de su muerte, uno de los autores en lengua germana más destacados del siglo XX. Nacido en 1927, el escritor y artista formó parte del Grupo 47, conjunto de intelectuales renovadores de las letras alemanas. Su primer gran triunfo como novelista llegó con la publicación de El tambor de hojalata, una de las cumbres de la literatura europea contemporánea. Esta historia, y en sí el conjunto de su obra, le darían el Nobel de Literatura en 1999. Ahora que se cumple una década de su partida —Grass murió en abril de 2015—, Víctor Roura lo evoca en las siguientes líneas.
Si bien todo libro por sí mismo, como objeto cultural, tiene algo de inesperado porque antes de su salida al mercado librero el autor es el único que conoce su contenido, entonces con mayor razón Günter Grass concibió un libro ya no digamos insospechado sino impredecible: bocetos plásticos acompañados de un breve ejercicio escritural, intitulado Hallazgos para no lectores (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, España, 1997), 18 años antes de su partida de este mundo, ocurrida el 13 de abril de 2015, a los 87 años de edad del Nobel de Literatura 1999.
Reunió 116 acuarelas que evidencian la debilidad pictórica del gran narrador alemán en ambos sentidos: debilidad como sinónimo de pasión, gusto, atrevimiento artístico, pero también en su significado lato que indica vacilación, inseguridad, imprecisión.
Si nos ponemos estrictos con Grass, hemos de reconocer sus trazos imperfectos, la ausencia de técnica pictórica, la impericia en las combinaciones de color, las asombrosas faltas de perspectiva; sin embargo, Grass asumió con dignidad el riesgo: sabía que no era pintor, pero su afición plástica fue irrefrenable. Además, y esto probablemente lo intuyó, el lector que se acerca a este bello libro-objeto no lo va a hacer con el ánimo de un crítico de arte sino conducido por la curiosidad de ver al maestro de las letras sumergirse en un terreno desconocido.
Y, de manera paradójica, a pesar de la obvia debilidad de los cartones, hallamos algo mágico, como un aura inclasificable, en los dibujos probablemente debido a la espontaneidad, que es decir también ingenuidad, en los temas que Grass cuidadosamente eligiera: porque los dibujos no eran si no estaban acompañados de las palabras. Esto es, las pinturas en Grass nacían a partir de la literatura, indisolublemente ligadas a las letras: no existirían fuera de las palabras. Las pinturas no se independizan de las letras. Incluso, sin ellas los dibujos no tendrían ninguna razón de ser.
Grass los tomaba como un delicioso pretexto para jugar con las palabras.

El hacha del cobertizo
estaba antes afilada para el verdugo.
En países remotos,
se sigue cortando hoy
la mano a los ladrones.
Entre tanto me he civilizado,
sólo hago astillas
y parto palabras…

Si mi aliento pudiera
mantener plumas flotando
y hacer subir un plumón
hasta que se lo llevara el viento, no sería mucho,
pero quedaría someramente refutada la fuerza de la gravedad.

Los arenques del Báltico
son más pequeños que los del Mar del Norte;
y también sus historias corren de orilla a orilla del charco contadas de distinta forma.

Sueño viril
Sobre una de las gracias del reino de los insectos, llamada mantis religiosa, recayó virilmente mi sueño. Su cabecita flexible.
Todavía descansan humildes sus garras. Abrazado, exhalo el aliento.

Petrificados
y sólo como hallazgos, daremos con bastante retraso
información:
sobre el progreso en sí
y sobre nuestro caballo de batalla,
llamado amor al prójimo.

Mi vieja Olivetti
es testigo de la diligencia con que miento y, de versión en versión,
me voy acercando a la verdad,
al suprimir una falta mecanográfica.

Sólo cuatro líneas
Todos los lápices afilados.
Palabras a discreción.
Y, sin embargo,
quedará un resto por decir.

Una novela
que no escribiré
podría empezar así: Cuando Maletzke, para atar,
tomó el camino del bosque,
se reconoció en una seta envejecida
cuyo tallo, desarraigado, apuntaba hacia el cielo…

Como despedida
he volcado la tinta.
Que alguien
que venga después de mí llene el tintero
y se manche los dedos.
Escribir destiñe.
Nota bene: publicada originalmente en 2022 en su lengua materna, el sello Alfaguara acaba de editar por primera vez en castellano La estatua, novela inédita de Günter Grass, coincidiendo con el décimo aniversario de su muerte.