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“La desinformación ha jugado un papel crítico para facilitar el genocidio en Gaza”

Richard Sanders, director del documental «October 7th»

Junio, 2024

Con una larga trayectoria en el periodismo de investigación, en la que ha dirigido más de 50 documentales, Richard Sanders acaba de estrenar «October 7th», una cinta importante sobre el ataque del grupo armado palestino Hamás contra Israel el pasado 7 de octubre, y que puede verse gratuitamente en YouTube. En esta conversación, Sanders desenmaraña y echa por tierra varias de las justificaciones que han dado pie al genocidio israelí.


Andy Robinson


Con una larga trayectoria en el periodismo de investigación, en la que ha dirigido más de 50 documentales, la mayoría para el prestigioso canal británico Channel Four, Richard Sanders acaba de estrenar October 7th, una cinta importante sobre el ataque del grupo armado palestino Hamás contra Israel el pasado 7 de octubre.

El documental, de 60 minutos de duración, es el trabajo periodístico que “más cerca llega a la verdad (…) y nada más que a la verdad” de lo ocurrido aquel día, según resumió el columnista de The Guardian Owen Jones. El mes pasado fue emitido como parte de la serie Al Jazeera Investigations. Ahora puede verse gratuitamente con subtítulos en hebreo, alemán, francés o español en YouTube.

Esta entrevista se realizó por teléfono con la oficina de Sanders en Londres.

—Hay una frase en su documental que resume la paradoja de la mayor parte de la cobertura mediática: “Hamás cometió muchos crímenes terribles el 7 de octubre, pero los grandes medios optaron por centrarse en los crímenes que Hamás no cometió”. ¿Puede comentar esto?

—Queda absolutamente claro que Hamás y otros que entraron en Israel aquel día fueron culpables de graves violaciones de derechos humanos y atrocidades. Eso lo documentamos en nuestra investigación. Pero demostramos que muchas historias que han sido difundidas en los medios de comunicación no son ciertas, como que Hamás asesinó y mutiló a decenas de bebés o que utilizó la violencia sexual de forma generalizada y sistemática. Esto es importante, porque esos dos elementos de desinformación han sido utilizados de forma repetida para justificar las atrocidades del asalto israelí a la Franja de Gaza. Han desempeñado un papel crítico a la hora de deshumanizar al enemigo y así facilitar el genocidio.

—Según el documental, 1.154 personas murieron en Israel el 7 de octubre, 256 integrantes del ejército israelí, 53 policías, 63 guardias privados de seguridad y 782 civiles. ¿Cuál fue la metodología usada en la investigación?

—Primero elaboramos una lista de los muertos. En realidad, combinamos dos listas. Una en hebreo, elaborada por el medio israelí Ynet. La otra en inglés, elaborada por otro medio israelí, Haaretz. Juntamos estas dos listas e investigamos mucho para lograr un listado definitivo de los muertos. Eso nos permitió averiguar dónde y cómo murieron. Dicho esto, el elevado número de víctimas y el trabajo caótico de los equipos de emergencia israelíes responsables de los primeros auxilios y la recogida de cadáveres crearon muchas dudas.

El director y periodista de investigación Richard Sanders en una entrevista reciente a propósito de su documental October 7th. / Middle East Eye (captura de pantalla).

—Respecto a los niños y bebés asesinados en el ataque, ¿hay una conclusión contundente?

—Sí, esto es algo que se sabe con absoluta seguridad. 36 niños murieron el 7 de octubre. Trece de ellos eran menores de doce años y dos de ellos eran bebés. Este dato es muy importante, porque quiere decir que todas esas historias sobre el asesinato y la mutilación generalizada de bebés son falsas. Por supuesto, que murieran dos bebés es lamentable, pero esa no es la historia que se contó en los días y semanas posteriores, cuando se informó de que decenas de bebés habían sido decapitados. Eso nos dice algo importante: que la información que procede del Estado israelí y del ejército israelí no es de fiar. Y, aún más importante, los testimonios de los servicios de rescate, como Zaka, así como de los trabajadores de las morgues en Israel, tampoco son de fiar.

—¿Cómo se explica esto?

—Es difícil de entender desde fuera. En la mayoría de los países, un investigador puede confiar en que lo que le cuenten los equipos de primeros auxilios, o los trabajadores de las morgues, va a ser más o menos cierto. ¿Por qué no te lo ibas a creer? Pero en Israel no. En lo que se refiere a la muerte de bebés el 7 de octubre quedó claro que esas fuentes no eran de fiar. En el documental entrevistamos a Yossi Landau, que es uno de los socorristas de Zaka. Es obvio que las historias que cuenta Landau en los días posteriores al ataque son falsas. Y sigue contándolas ahora mismo. Incluso hace giras por diferentes lugares para impartir conferencias. A veces da la sensación de que cuenta lo que cree que los periodistas quieren que les cuente.

—El presidente israelí, Benjamin Netanyahu, aparece en la película felicitando a los voluntarios de Zaka por su apoyo a la hora de influir en la opinión pública en Estados Unidos y Europa…

—Sí. No les felicita abiertamente por desinformar, pero hay que tener en cuenta que Zaka ha estado salpicada de escándalos de corrupción. Su presidente fue acusado de pederastia y se suicidó. Depende de donativos, sobre todo de Estados Unidos, y estaba en la bancarrota antes del 7 de octubre. Desde entonces sus problemas financieros han desaparecido.

—¿Qué descubrió respecto a la violencia sexual de Hamás contra los civiles israelíes?

—Investigamos la afirmación muy extendida de que la violencia sexual, las violaciones, etc. eran generalizadas y sistemáticas. Y cuando investigas esto, es obvio que hay muy pocas pruebas sólidas. No hay pruebas forenses. No hay pruebas visuales. Y hay poquísimos testigos. Y el testimonio de los testigos que sí hay es bastante problemático. Entonces, si lees los artículos que muchos medios publicaron sobre esto, se basan en fuentes como el Gobierno israelí, el ejército y organizaciones como Zaka. Y, como hemos demostrado, no son de fiar.

“No es que no hubiera ningún caso de violencia sexual. Pero no hay pruebas de que se haya usado la violación como un arma. Eso es falso. Hay un caso de una mujer rehén vigilada por un hombre de Hamás y ella da testimonio muy creíble de haber sido abusada sexualmente. Pero eso fue después del 7 de octubre”.

—Volvamos a la cuestión de los bebés. Es muy importante, porque Joe Biden repitió el bulo en una declaración en la que dijo que era la primera vez en su larga carrera política que había visto algo tan atroz como imágenes de bebés decapitados…

—Y Biden sigue haciendo declaraciones que no están basadas en la verdad. Hace unos días dijo que había visto imágenes de una mujer y su hija atadas, rociadas de queroseno y quemadas. Esto es totalmente falso. No existe tal incidente.

—¿Cuál es el mecanismo por el que llega a la opinión pública un bulo como el de los bebés decapitados, que después terminó con las declaraciones de Biden? ¿Por qué surgieron esas mentiras?

—Creo que hubo un elemento de caos. Los equipos de rescate no tienen entrenamiento forense. No sabían qué veían. Pero no es sólo eso. En una de las casas en el kibbutz Kfar Aza murieron doce personas. Esta es la casa donde inmediatamente después del ataque se ve a portavoces israelíes y algunos reporteros en la calle desinformando ya sobre lo que ha pasado. Hay un oficial del ejército israelí que dice que ha sacado ocho bebés muertos de la casa. Pero ya sabemos que no había ni un solo bebé en la casa antes del ataque. Dos o tres días después, se abren los kibbutz a los medios israelíes e internacionales. Los periodistas entran y miran, pero ya han escuchado historias contadas por militares, por portavoces de los equipos de rescate. Y los periodistas no cuestionan lo que les dicen. Añaden sus propias observaciones. Hay una transmisión de la periodista de I-24 en el kibbutz Kfar Aza que dice, ante la cámara, que 40 bebés han sido asesinados, muchos de ellos decapitados. Esa fue la gran historia de atrocidad que saltó a todos los titulares. Y eso que era muy fácil comprobar que no vivían 40 bebés en ese kibbutz, ni mucho menos hubo 40 bebés asesinados.

“Todo eso fue muy útil para el Gobierno israelí. Puedes imaginarte a Netanyahu hablando con Biden por teléfono y repitiendo estas historias de atrocidades. Y Biden sale a repetirlas. Hay algo de histeria, pero también tiene que ver con el interés político de muchos gobiernos en retratar a Hamás como animales, como salvajes”.

—Hay una entrevista impresionante en el documental, que le hace a Yossi Landau, en la que este le enseña una foto de un supuesto bebé muerto y usted, tras mirarla, dice que no hay ningún bebé en la foto…

—Eso se hacía con muchos periodistas. Yossi Landau y otras personas de Zaka anunciaban algo así como: “Tengo una imagen que es demasiado dura para enseñarla al público, pero ustedes pueden verla”. Y los periodistas van a verla y comprueban con gestos de espanto lo que dice. Hay un ejemplo en un documental de Sheryl Sandberg. Y yo tuve la misma oportunidad. Landau me enseñó una foto en la que supuestamente se podía ver a un bebé muerto que había sido arrancado del útero de una mujer embarazada y asesinada en el kibbutz Beeri. Y no había nada que pareciera un bebé muerto en la imagen. Había un trozo de carne quemado, algo que podría ser el cadáver de un ser humano, pero lo que no era con absoluta seguridad es un bebé. Lo que no entiendo es por qué me lo quiso enseñar. El propio kibbutz Beeri ha desmentido esa historia de Landau sobre el bebé arrancado de la mujer asesinada. Pero Landau insiste en que lo ha visto.

—¿Qué pasó con los bebés que sí murieron?

—Un caso fue el de una mujer beduina embarazada, que fue herida durante un ataque a su coche por los combatientes de Hamás. Intentaron practicarle una cesárea y el bebé murió. Otro se registró en el kibbutz Beeri, el asentamiento más grande y donde murió más gente. Como muchas familias en los kibbutz, la de los Cohen se refugió en el búnker de su casa —todos lo tienen en esa zona de Israel— y los combatientes de Hamás intentaron sacarlos de allí. Acribillaron la puerta del búnker. Y un bebé de ocho meses murió.

—Supongo que ese caso es comparable a la muerte de bebés en los bombardeos de Israel, justificados por Tel Aviv en que no hay una intención explícita de matarlos.

—Con la diferencia de que el bebé israelí es uno. En Gaza son cientos de bebés asesinados.

—Respecto a la violencia sexual por parte de Hamás. ¿Cómo se ha cubierto en los grandes medios de comunicación?

—Pongamos, por ejemplo, el New York Times, que centró su artículo titulado “Gritos sin palabras” en una mujer que fue asesinada a unos 14 kilómetros al norte del festival de música. Se analizaron unas fotos post mortem en las que ella no lleva ropa interior. Una tercera parte del texto trata de una supuesta violación por parte de Hamás. Pero cuando se publicó el artículo, la hermana de la mujer protestó. Dijo que era imposible que hubiera sido violada, porque estaba mandando mensajes por SMS minutos antes de morir. Y su marido habló con su hermano después de su muerte durante 40 minutos sin mencionar ninguna violación. Es decir, que está bastante claro que ella no fue violada.

—¿De dónde sacó la información el New York Times?

—Parece ser que de las autoridades israelíes y los equipos de primeros auxilios y rescate de cadáveres. Hay un fenómeno de pensamiento en grupo que hace que todos estén predispuestos a creer lo que dicen las autoridades israelíes, así que se da por cierto que Hamás es un grupo de salvajes.

—Ya sabemos cuáles fueron los civiles asesinados por Hamás, ¿y los asesinados por los propios militares israelíes?

—Es difícil dar una cifra exacta de los que murieron bajo fuego de tanques o helicópteros israelíes. Un periodista israelí informó de que el ejército emitió a mediodía del 7 de octubre una versión del Protocolo Aníbal; es decir, es mejor morir a ser tomado como rehén. Y eso parece bastante probable. En el pasado, Israel ha tenido que intercambiar un soldado secuestrado por un millar de palestinos prisioneros. Nosotros hemos identificado 18 personas en los kibbutz que, con casi toda seguridad, fueron asesinadas por los militares israelíes, y hemos identificado otros seis incidentes en los que los civiles murieron bajo fuego israelí. Doce murieron en el kibbutz Beeri bajo fuego israelí. Eso lo sabemos porque hay testigos que lo han confirmado. Los israelíes destruyeron una casa con la gente dentro. Otros fueron alcanzados por balas israelíes. Hay muchos cadáveres sacados de los escombros de las casas de los kibbutz y no sabemos cómo murieron. O sea, estas son cifras pequeñas, porque la destrucción en los kibbutz fue enorme. Hamás quemó parte de esas casas. Pero muchas de ellas fueron destruidas por armas muy potentes que Hamás no tiene. Tampoco doy mucho crédito a las estimaciones que concluyen que un número mucho más alto de personas fueron asesinadas por los propios israelíes.

El director y periodista de investigación Richard Sanders en una entrevista reciente. / Foto: captura de pantalla.

—En el documental comenta que el daño a las casas no podría ser de armas ligeras como las que llevaba Hamás.

—Sí. Incluso a los periodistas que entran con los militares se les oye decir: “A ver, esto no puede ser cosa de Hamás”. Hamás tiene granadas y armas ligeras. Hamás prendió fuego para sacar a la gente de los búnkeres. Pero muchas casas fueron destruidas por armas pesadas, y esos son los tanques israelíes.

—¿Y qué pasó con los helicópteros Apache que atacaron a los combatientes de Hamás cuando volvían con los rehenes?

—Sabemos con certeza que un vehículo que volvía a Gaza con rehenes dentro fue alcanzado por misiles disparados desde los helicópteros. Había nueve personas en ese vehículo, tres de ellos niños. El helicóptero abrió fuego y, de milagro, murieron todos los combatientes de Hamás pero solo uno de los rehenes. Nosotros hemos identificado a otras 27 personas que fueron secuestradas y murieron en algún punto antes de llegar a la valla que separa Israel de Gaza. Es bastante posible que fuesen asesinados por el fuego desde los helicópteros israelíes. Pero no se puede saber con seguridad. Algunas fuentes han dicho que algunos de los muertos en el festival de música Supernova son atribuibles al fuego desde los helicópteros Apache. Pero yo soy bastante escéptico respecto a eso. No hay testigos que lo digan. Miles de personas que habían ido al festival de música sobrevivieron, y creo que, de haber habido fuego desde helicópteros, alguien habría dicho algo. O sea, que los muertos en el festival de música ocurrieron a manos de Hamás.

—¿Para ti, cuál es el peor crimen de Hamás de aquel día?

—Hay un vídeo espantoso en el que un miembro de Hamás está intentando decapitar a un trabajador tailandés con una azada. Esto, de lejos, es lo peor que he visto. En general hay un desprecio total por la vida de los civiles. Una vez que han secuestrado a la gente no hay tanta crueldad. Sólo se ve alguna ejecución a sangre fría. La mayoría es disparar contra coches, matando a gente a distancia como en el festival. Hay unos búnkeres abiertos (sin puertas antibombas) en la carretera y mucha gente que huye del festival se mete allí porque piensa que se trata de un ataque con misiles. Puesto que el principal objetivo del ataque de Hamás fue coger rehenes, habría sido una oportunidad perfecta para sacar a la gente de los búnkeres de carretera y llevarlos a Gaza. Pero no hacen esto. Se quedan allí y lanzan granadas de mano y los acribillan con ametralladoras. Luego sacan a algunos como rehenes. También hay que tener en cuenta que muchas de las atrocidades fueron cometidas por los que se sumaron a Hamás en la entrada por la valla.

—El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, cuenta que los combatientes de Hamás, tras mutilar y masacrar a una familia que desayunaba, se sientan en la mesa y comen. ¿De dónde sacó esto?

—Esto también viene de Yossi Landau y Zaka, y de otra organización de rescate que repite esa historia. Es fácil comprobar que no ocurrió. Supuestamente ocurrió en el kibbutz Beeri, pero el propio kibbutz lo ha desmentido. No hay un grupo familiar que encaje con esa descripción. Es totalmente falso.

[Andy Robinson: corresponsal de La Vanguardia y colaborador de CTXT. Su último libro es Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina. // Esta entrevista fue publicada originalmente en CTXT; es reproducida bajo la licencia Creative Commons — CC BY-NC 4.0.]

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