Hugh Masekela: leyenda del jazz y de la lucha contra el ‘apartheid’
Abril, 2024
Fue un músico legendario por varias razones, dos sobre todo: fue uno de los padre del jazz sudafricano; y fue, asimismo, uno de los más importantes representantes de la lucha contra el régimen del apartheid. Nació en abril de 1939 y partió de esta tierra en enero de 2018. En su revisión de los sonidos africanos, Constanza Ordaz se detiene en la figura de Hugh Masekela.
Nacido en la ciudad minera del carbón de Witbank, Sudáfrica, en 1939, nuestro personaje de esta nueva entrega de ‘África Recuerda’ es el trompetista, fliscornista, compositor y cantante sudafricano de jazz, Hugh Masekela, cuyas huellas están bien establecidas entre los melómanos africanos y del mundo.
Los coleccionistas más bisoños sólo reconocen a Masekela por su relación marital con la cantante sudafricana y activista por los derechos humanos, Miriam Makeba (1932-2008); sin embargo, la obra de Masekela debe ser retenida y observada por separado, si es que realmente se desea almacenar en la memoria uno de los conceptos musicales más acabados que ha producido un músico sudafricano hasta el momento, según lo afirma el libro: La música es el arma del futuro (Fifty Years of African Popular Music, Frank Tenaille, Editorial Lawrence Books, Chicago, 2002).
De la pandilla a la trompeta
A principios de los años cincuenta, los alborotadores más incorregibles de St. Peter’s School, en Johannesburgo, eran llamados ante el reverendo Trevor Huddleston (quien más tarde, por cierto, se convertiría presidente del Anti-Apartheid Movement, en Inglaterra). Un día le tocó al joven Hugh Masekela comparecer ante él, que así recordaba el encuentro: “Aquel cura gamberro me preguntó: ‘¿Qué quieres hacer realmente, muchacho?’. Y yo le contesté: si pudiera tener una trompeta, ya no molestaría nunca más”.
Huddleston entonces hizo eso, le compró su primer instrumento: una trompeta de segunda mano. Cuando le preguntaron por esos días pasado, el reverendo recordaba a Masekela “sentado fuera del colegio, haciendo unos ruidos horribles con la trompeta”.
En 1959, Masekela ya había adquirido suficiente técnica para encontrar trabajo como músico en la obra teatral King Kong, en la que también participaba su futura esposa, Miriam Makeba.
En 1963 siguió a la cantante en su exilio a Estados Unidos, grabando The Americanization of Ooga Booga, junto a Miriam y Harry Belafonte, y cuatro años después, su single “Grazing in the grass” vendió un millón de copias.
A pesar de su éxito, Masekela estaba poco convencido del sueño americano: “Aunque yo tenía una gran experiencia cultural en Estados Unidos y mi carrera había empezado a cuajar, lo encontraba mucho más deprimente que Sudáfrica, ya que en ese país la situación racial no tiene ninguna esperanza. Siempre habrá una mayoría europea que pensará de la misma manera que ahora”.
Masekela aprovechó su éxito para denunciar las barbaries del apartheid: “Siempre salía en la televisión hablando de Sudáfrica y me odiaban por eso”. Su compañía discográfica puso incluso reparos cuando Masekela compuso canciones de denuncia y censuró una portada donde el trompetista aparecía caracterizado de Abraham Lincoln.
Además, su amistad con militantes del Black Power provocó que el FBI le tuviese vigilado y, tras ser detenido bajo sospecha de tenencia de drogas —aunque fue absuelto—, su carrera se hizo pedazos.
Volver con la frente marchita
Masekela volvió a África. Deambuló entre algunos de los artistas más sobresalientes de la época: la banda Xalam, en Senegal; Franco Luambo, en Zaire; Fela Kuti, en Nigeria, y su exesposa Miriam Makeba, en Guinea, antes de arraigarse en Ghana. Allí se unió a Hedzoleh Soundz y grabó ocho elepés que revelan el lirismo de su trompeta, exultando un rítmico high life con elegancia.
La disolución del grupo en 1978 le encaminó de nuevo hacia Sudáfrica, pero no pudiendo pisar su tierra, se instaló cerca de la frontera, primero en Lesotho, donde organizó un concierto con Miriam Makeba, y luego en Botswana, donde estableció un estudio móvil y una escuela de música. Formó el grupo Kalahari, que le acompañó en el álbum Techno-Bush, una vigorosa revisión de varios estilos urbanos de Sudáfrica. El deseo de Masekela de promocionar mundialmente la música de su pueblo le hizo participar en la gira Graceland, de Paul Simon, que había recibido duras críticas por grabar en Sudáfrica rompiendo así el boicot cultural de la ONU, aunque la presencia de Masekela y Makeba otorgó al proyecto una mayor legitimidad política.
Hugh Masekela volvió a su país en 1990, tras el alzamiento del partido político CNA (Congreso Nacional Africano) y la puesta en libertad de Mandela. Y tres años después revivió con Hope, una especie de grandes éxitos en directo donde los tonos límpidos y elocuentes de su trompeta sirven como guía musical de sus numerosos viajes.
Una obra musical exquisita (y también política)
Varias de las canciones de Masekela hablan de los problemas que padecían la comunidad sudafricana bajo el régimen del apartheid, que comenzó en 1948 y terminó en 1991. Una de ellas, “Soweto blues”, se trata del levantamiento de Soweto, un barrio de Johannesburgo, donde los alumnos protestaron contra una orden del gobierno que establecía que los alumnos tendrían que aprender sólo en afrikaans, el idioma de los opresores, y no en sus idiomas nativos. “Soweto blues” describe a los niños huyendo de la policía mientras las balas vuelan alrededor de ellos.
Masekela también tuvo un enorme éxito con su canción que salió en 1987, “Bring him back home”, que trata de Nelson Mandela, quien se encontraba detenido en la cárcel de Robben Island en la Ciudad del Cabo, donde pasaría 27 años por su lucha en contra del gobierno. La canción se convirtió en un himno durante las marchas contra el apartheid que tuvieron lugar en todo el mundo.
En Hugh Masekela observamos nuevamente el caso de un músico que bebe del drama de su pueblo para expresar sus registros más íntimos en su trabajo de composición y en la ejecución de la trompeta. “Mi mayor obsesión es mostrar a los africanos y al mundo quiénes son realmente los pueblos de África”, era uno de sus lemas. Su obra fue exquisita, sólo asequible a la gente verdaderamente interesada, no obstante el temple político del autor, que soñó en la reivindicación racial y laboral de los habitantes del continente africano.
Bra Hugh (Hermano Hugh), como le llamaban afectuosamente sus seguidores, murió en Johannesburgo el 23 de enero de 2018, a la edad de 78 años.