abril, 2024
Consideraciones previas:
Desde que la conozco, siempre me ha parecido deseable. Innumerables ocasiones he utilizado su imagen en mi imaginación para hacer más deleitosas mis masturbaciones. Me obsesionan, por ejemplo, sus pies, montados regularmente en tacones altos y abiertos; le gustan en particular aquellos que desnudan lo más posible dedos y talones. Tampoco dejo de pensar si ha practicado el sexo anal, si tolera el sabor del semen o cuán rubio será su vello púbico (¿lo usará depilado?). Me pregunto también si en alguna ocasión habrá cogido con las zapatillas puestas… prefiguro la forma completa de su vagina.
Tiempo:
Viernes por la noche, después de las once, luego de cenar y bailar (ella, de hecho) en el Sirocco Club.
Sitio:
Debido a motivos laborales —alejados a kilómetros y kilómetros de nuestros respectivos hogares y familias—, coincidimos en una pequeña ciudad poseedora de un mar y playas soberbios. Ella trabaja en una revista de modas; yo represento a una fundación. Pasamos la noche en su habitación.
Atuendo (ella):
Sandalias de tacón (altura: diez centímetros) en gris metálico, talón volado; traje sastre blanco con falda arriba de la rodilla (blanco nuclear, precisó, y cuya tonalidad nívea resaltaba aún más su naturaleza rubia); blusa a rayas finas de botones extravagantes y mangas volantes; esmalte rojo cadmio oscuro en uñas de pies y manos; el cabello atado a la nuca.
Música:
Recuerdo que cuando comenzamos a besarnos sonaba a bajo volumen la melodía “Hong Kong”, de Gorillaz; ésta continuó durante los momentos en que la había despojado del saco, desabotonado la blusa y abatido las copas del sostén para liberar sus pechos de areolas enormes. Procedí entonces a sentarla sobre la mesilla del teléfono.
Diálogo:
—Antes de empezar, necesito condones —dice.
—Ya los mandé pedir.
Posturas:
Tras un cunnilingus prolongado la penetro por delante hasta venirme. Reposo. La masturbo. Ella me monta. Se viene (creo). La tiendo a cuatro patas; entro por detrás; aprovecho para introducir un dedo en su culo. Me vengo (tarde y con poca eyaculación). Reposo. Mi verga disfruta de su boca. 69. Ahora sentado en una silla (previamente le he pedido se calce de nuevo las sandalias). Ella a horcajadas encima de mí. Su moción es frenética. Poco después me incorporo; sin salirme, la sostengo de las nalgas. Al principio se asusta. Empujo con vigor. Se sujeta de mi cuello, rodeándolo con ambos brazos; siento sus uñas encarnadas en mi espalda. Nos besamos hasta lograr orgasmos (por lo menos yo). Dormimos.
Déjà vu:
Ella estaba de pie, con la espalda vuelta hacia mí y sus manos apoyadas en el borde de la cama. Sujeté ambos pechos desde donde estaba situado y con los dedos comencé a erguir sus pezones. Mientras tanto, hundí mi nariz y lengua en la zona de su nuca, a la altura del nacimiento del cabello, dejando que mi rostro se impregnara de la fragancia de su perfume y recogiera incipientes gotas de sudor de ella. Olisqueé, mordí, besé y acaricié la superficie de su espalda hasta que la punta de mi barbilla alcanzara a rozar los encajes de su tanga. Entonces hice que sus piernas formaran un triángulo. Descendí hasta sus pies, ataviados aún con las sandalias de tacón: mi lengua recorrió los intersticios de sus dedos y probó la textura de sus talones. Lamí después sus pantorrillas y fui subiendo hasta detenerme en las caras internas de sus muslos. Retiré la tanga y libé su sexo desde atrás hasta que ella lograra un orgasmo. Poco después, con la espalda flexionada, el vientre puesto sobre una almohada dispuesta al borde de la cama, las piernas de nuevo en triángulo y sus tacones soportando su peso, la penetré por detrás, primero vaginal, luego analmente… sin embargo, algunas de las acciones anteriores no ocurrieron, y otras ni siquiera sucedieron de la manera y el orden en que acaban de ser expuestas.
Partida:
Durante el desayuno, insinúo mantener todo oculto, hasta donde sea posible. Ella ni siquiera repara en mis palabras. Fuma en silencio, con la mirada puesta en el movimiento de las olas allá abajo. Cubre su desnudez una bata corta (una de sus piernas se mantiene flexionada sobre el asiento de la silla). Su vuelo de regreso está programado para esta tarde.
Aclaración:
En realidad, el encuentro nunca fue del todo casual. Desde hace algunos años yo sabía que ella visitaba regularmente ese lugar a causa de su empleo. En cuanto supe que la fundación participaría en un evento durante las mismas fechas en que ella estaría allí, hice toda clase de arreglos y chantajes con los directores de la fundación para conseguir mi propósito.
Notas al margen:
• No quiso que la penetrara por el culo, pero sí pude lamerlo.
• Como lo imaginaba, su vello púbico es de un rubio intenso. • Está sesgado de modo rectangular y dispuesto verticalmente, justo encima del ápice donde se juntan los labios.
• Reconstrucción de una imagen: los pechos al descubierto sobresalen de la blusa abierta, con el sostén, las piezas del traje sastre y una tanga (azul cobalto con ribete de encaje) a mis pies; ella sentada sobre la mesilla del teléfono, las piernas muy abiertas, el cabello suelto y las sandalias aún puestas. Algunas gotas de sudor humedecen su rostro.
• Ambos pezones lucen un piercing, al igual que el ombligo. Cuatro estrellas ascendentes están tatuadas en la zona del bajo vientre.
• Hubo un momento donde ella estaba encima de mí. Acarició mi cuello y juntó sus pulgares a la altura del hueco de la tráquea. Comenzó a apretar. Dos punzadas agudas sucedieron en la parte superior de mi cerebro y mi vista empezó a nublarse. No logré venirme.