Septiembre, 2023
Las especies exóticas invasoras constituyen una grave amenaza mundial para la naturaleza, la economía, la seguridad alimentaria y la salud humana. Aunque es menos conocida que la crisis climática, la pérdida de biodiversidad es otra de las aristas de un cambio global que se expande a causa de la acción humana. La evidencia científica constata que las actividades antrópicas han introducido más de 37.000 especies invasoras en regiones de todo el mundo, siendo más de 3.500 de ellas nocivas para el entorno que colonizan. Así lo señala el nuevo informe IPBES (Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas), elaborado durante cuatro años por 86 especialistas de 49 países y que fue aprobado a principios de septiembre en Bonn (Alemania) por los 141 gobiernos miembros de la décima sesión plenaria de la IPBES. “Las especies exóticas invasoras suponen una grave amenaza para la biodiversidad y pueden causar daños irreversibles en la naturaleza, incluida la extinción de especies a escala local y mundial, además de amenazar el bienestar humano”, aseguró ese día la catedrática Helen Roy, copresidenta de la evaluación junto con Aníbal Pauchard y Peter Stoett. La conclusión del panel de especialistas es muy clara: la grave amenaza mundial que suponen las especies exóticas invasoras ha sido infravalorada, subestimada y, con frecuencia, ignorada por los gobiernos. Para hablar más sobre estos aspectos, la periodista Tania Alonso ha conversado con Aníbal Pauchard, copresidente del informe.
Si contásemos la historia de las especies exóticas invasoras más extendidas a nivel terrestre, sus protagonistas serían dos plantas y un animal: el jacinto de agua, la lantana (un arbusto muy popular en los jardines) y la rata común. Sin embargo, lo más probable es que esta historia variase de un lugar a otro. Y es que cada rincón del planeta tiene sus propias especies invasoras, que llegaron sin hacer mucho ruido, pero que con el tiempo han tenido un impacto importante y a menudo irreversible en la salud y el equilibrio de su entorno.
De acuerdo con el Informe de la evaluación sobre las especies exóticas invasoras y su control, de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), las actividades humanas han introducido más de 37.000 especies exóticas en todo el mundo. De ellas, más de 3.500 son consideradas especies exóticas invasoras dañinas y suponen una grave amenaza mundial para la naturaleza, la economía, la seguridad alimentaria y la salud humana.
El informe de IPBES, elaborado por 86 especialistas de 49 países durante más de cuatro años y medio, da forma a la evaluación más exhaustiva hasta la fecha sobre las especies invasoras. Hablamos con Aníbal Pauchard, profesor de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción, director del Instituto de Ecología y Biodiversidad de Chile y copresidente del informe para conocer mejor el impacto real de estas cifras.
—El informe nos habla de 3.500 especies que suponen, de un modo u otro, una amenaza. ¿Qué animales y plantas podemos encontrar entre ellas?
—Nuestro informe cubre todo tipo de especies tanto marinas como terrestres, desde plantas y animales hasta microorganismos y hongos. Entre ellos están el jacinto de agua o animales tan emblemáticos como los hipopótamos o las serpientes. También insectos asociados a las enfermedades zoonóticas y otros que afectan a los cultivos, como la avispa chaqueta amarilla, que supone un problema en Chile.
“Ejemplos hay muchos, pero lo más relevante es que en este informe incluimos especies que tienen un impacto directo no sólo en la biodiversidad, sino también en las personas. Es mucho más inclusivo que los publicados anteriormente. También es importante tener en cuenta que el número es bastante incierto. Existen al menos 3.500 especies invasoras, pero el número podría ser mayor, porque no todos los países tienen los mismos mecanismos para identificarlas”.
—Una de las últimas noticias que hemos tenido recientemente es que la hormiga roja de fuego, originaria de América, se ha asentado ya en Europa. Tiene una picadura muy dolorosa y es muy difícil de erradicar.
—Que los técnicos se den cuenta de que una especie ya está establecida significa que ha estado dando vueltas por ahí un buen rato. Probablemente ha habido sucesivas introducciones de la especie durante varios años, hasta que una fue exitosa. No tengo los detalles, pero es probable que haya llegado como contaminante en algún embalaje o en macetas con flores, por ejemplo. Suele suceder con los insectos.
—Los nidos se encontraron en Sicilia, por lo que se sospecha que pudo ser a través de un puerto. En general, ¿de qué forma se introducen estas especies en otros hábitats?
—Está lo que llamamos la introducción de larga distancia, cuando se cruzan continentes o grandes cuerpos oceánicos, y que puede darse mediante el transporte marítimo o el aéreo. Los barcos, por ejemplo, mueven gran cantidad de contenedores y material de embalaje y no sabemos qué entra por ahí. En Chile, por ejemplo, sólo entre el 5 y el 10 % de los contenedores son revisados por nuestro servicio agrícola porque no hay más capacidad.
“Las introducciones pueden ser intencionales o no intencionales. Sería intencional si yo, por ejemplo, quiero traer una mascota o un cultivo nuevo. Uno no intencional se daría en el caso de que existiese un contaminante en los materiales que estoy introduciendo. El ser humano está muy metido en todos estos procesos: una de las cosas más interesantes que debemos entender es que el ser humano se mueve mucho más rápido de lo que normalmente lo hace la biodiversidad”.
—¿De qué manera son nocivas estas especies?
—Los impactos de las especies exóticas invasoras son tan diversos como las especies en sí. Algunas pueden afectar a la salud de las personas y los animales, como los mosquitos que transmiten la malaria y la malaria aviar. En Chile, el abejorro europeo introdujo una enfermedad que afectó al abejorro nativo, que hoy está casi al borde de la extinción en algunos lugares.
“En el estudio concluimos que las especies invasoras están ligadas al 60 % de las extinciones de plantas y animales. Esto no quiere decir que sean el principal responsable, sino que han contribuido junto a otras causas, que pueden ser el cambio climático, los cambios en los usos del suelo o la caza, por ejemplo.
“Otras especies afectan directamente a los ecosistemas, como los árboles, los arbustos y los pastos que alteran el ciclo del fuego. También hay árboles invasores que utilizan más agua que los nativos e influyen en los procesos de sequía.
“Lo más interesante del informe es que se han reunido todos estos impactos en una base de datos muy completa, de más de 1.000 registros, basada en publicaciones científicas. Además, concluimos que las especies invasoras son omnipresentes, están en todos lados. Y, sin embargo, el problema se ha visto a menudo como algo anecdótico.
“Al tener diferentes caras e involucrar diferentes especies, nos cuesta verlo como un único proceso, pero se trata de un fenómeno global, con elementos comunes: todas son transportadas por el ser humano, llegan de un lugar nativo a otro donde van a ser invasoras y pasan por las mismas etapas de establecimiento y dispersión. Es lo que llamamos una invasión biológica”.
—¿Hasta qué punto tiene este problema consecuencias económicas?
—El estudio concluye que los costes anuales superan los 423.000 millones de dólares y que la cifra se ha cuadruplicado cada década desde 1970. Para conseguir este número se sumaron todos los costes reportados por los países, que van desde los relacionados con la salud hasta los ligados a los cultivos agrícolas. Pero hay costes que no han sido registrados o reportados, por lo que esto es como la punta del iceberg.
“Lo más importante no es la cifra concreta, sino entender esta idea de omnipresencia, el hecho de que todas nuestras actividades humanas se han visto afectadas y de que el problema no es anecdótico. Ayuda a que las personas no piensen “si yo no tengo este caracol africano en mi jardín, por qué me voy a preocupar”. Todos nos vemos afectados”.
—¿Hay alguna otra idea o costumbre que debamos desterrar?
—Se podría pensar que, como ya hay tantas especies invasoras nocivas, el problema no va a ir a más, pero sucede todo lo contrario. Imaginemos que en el pasado compraste un caracol, un pez, un alga o un molusco para tu acuario y ahora decides liberarlo en una poza al lado de tu casa. Lo más probable es que se muera, pero existe la posibilidad de que se adapte y cause un impacto. Sin saberlo, tú puedes ser el causante de una invasión biológica.
“Es importante tener en cuenta que no hemos llegado a un tope con este problema. Hoy en día, el comercio electrónico permite a cualquier persona hacer clic y comprar un sobre de semillas de otra parte del mundo. Junto a esas semillas pueden venir otros contaminantes y, lamentablemente, no hay ningún servicio de fronteras que pueda analizar todos los sobres que llegan por correo”.
—A menudo infravaloramos este problema y avisos como los de los aeropuertos, que señalan que no debemos introducir plantas o animales de otros países.
—Para las personas que estamos preocupadas por este tema es obvio que no pueden introducirse especies, pero en Chile se acaba de detectar que estaban introduciendo serpientes y tortugas vivas en maletas y creo que en Europa está pasando lo mismo. Estas especies no se pueden comercializar por lo que rige la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y, además, podrían ser invasoras. Podemos hacer bastante más para concienciar sobre esto.
—Imaginemos que una persona quiere comprar una planta, pero asegurándose antes de que no es una especie invasora. ¿Dónde puede consultarlo?
—Cada país tiene sus iniciativas, pero en general puede consultarse online. Lo más fácil es escribir el nombre de la especie (idealmente, el nombre científico) y a continuación «invasora». De este modo, se podrá consultar si hay registros de esa especie como invasora.
“Lo más importante es comprar solamente aquellas especies que estén registradas de acuerdo a las normativas y regulaciones de cada país. Siempre se puede preguntar a los vendedores qué códigos de control de especies invasoras utilizan. Y hay que tener especial cuidado con el comercio online, porque muchas veces no está bien regulado”.
—¿Estamos hablando de una amenaza subestimada?
—Esa es la conclusión de nuestro equipo de expertos. Hay otros forzantes a los que se presta más atención, como la deforestación o el cambio climático, que a su vez son problemas que afectan a la invasión biológica. El cambio climático puede potenciar que a algunas especies invasoras les vaya mejor, se dispersen, se reproduzcan más y alcancen mayores niveles de tamaño poblacional. Es decir, que sean más exitosas y causen un mayor impacto.
“Tenemos el ejemplo en algunos mosquitos transmisores de enfermedades. Antes se encontraban solo en las regiones tropicales y ahora están llegando a zonas de Estados Unidos y Europa porque hay veranos más cálidos y condiciones más favorables.
“También se ve la relación con los incendios forestales: especies exóticas de pastos, arbustos y árboles generan mucho material combustible, a la vez que las condiciones climáticas asociadas al calentamiento global favorecen grandes incendios. Tras estos, las mismas especies vuelven a regenerarse y a crear una gran cantidad de material combustible, favoreciendo un feedback positivo. Está pasando en Hawái, en Chile, en Australia y también en España y Portugal”.
—¿Cuáles son las soluciones?
—Lo más importante es invertir en prevención, es decir, evitar que la especie llegue. Después, invertir en detección temprana, en equipos que trabajen a nivel nacional y local. El siguiente paso sería la erradicación temprana de la población. Podemos poner como ejemplo la hormiga roja de fuego que comentábamos antes: si no se actúa rápido y se expande por Europa, será imposible eliminarla totalmente. Si la especie ya está presente en diferentes lugares y poblaciones, las soluciones pasan por contenerla y controlarla, para que su impacto sea menor.
“La última parte del informe tiene que ver con las políticas de gestión. Los ejes que se presentan son el multilateralismo, es decir, la coordinación entre distintos países para identificar y frenar las amenazas; y el multisectorialismo, que pasa porque los diferentes ministerios colaboren entre sí.
“Otro eje importante se basa en que los distintos actores sociales, como las empresas, los gobiernos, las ONG y los propios ciudadanos, se involucren, y en que la información fluya entre ellos. Que sea de acceso público, y que todos podamos saber cuáles son las especies invasoras en un determinado país y a cuáles son las a las que debemos estar atentos”.
—¿Eres optimista? ¿Crees que la situación se podrá mejorar en los próximos años?
—Uno siempre tiene las dos visiones. Por un lado, la negativa, al ver que las tendencias van en aumento. Por el otro, la optimista, al comprobar que las herramientas y el conocimiento están ahí. No hace falta reinventar la rueda, sólo perfeccionar y mejorar lo que ya tenemos.
“Soy optimista, pero tenemos que apurar el paso porque hemos sido muy, muy laxos respecto a esto. En los ochenta ya sabíamos que las especies invasoras iban a ser un problema, pero lo dejamos pasar. Ha sucedido lo mismo que con el cambio climático, y ahora nos toca reaccionar”.