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“Lo más sagrado para los pueblos originarios es la naturaleza”

Luh Hernández ha conseguido, entre otras cosas, que las voces de estudiantes de diversos pueblos originarios resuenen al fundar y dirigir «Los caminos del colibrí», un programa de radio de la Universidad Autónoma de Querétaro

Agosto, 2023

Según la ONU, el 47 por ciento de todas las personas indígenas que trabajan en el mundo no tienen educación, frente al 17 por ciento de sus homólogos no indígenas. Esta brecha es aún mayor en el caso de las mujeres. Pero hay persona que desde hace años se dedican a hacer lo posible, lo que está en sus manos, lo que saben para que las desfavorables circunstancias de hoy cambien. Es el caso de Luh Hernández, quien ha conseguido, entre otras cosas, que las voces de estudiantes de diversos pueblos originarios resuenen al fundar y dirigir Los caminos del colibrí, un programa de radio para las comunidades universitarias indígenas de la Universidad Autónoma de Querétaro. Con motivo del Día Internacional de los Pueblos Indígenas —que se conmemora cada 9 de agosto desde 1982— platicamos con Luh Hernández.


QUERÉTARO, Qro.


Después de insistir, insistir e insistir por casi tres años, Luh Hernández finalmente lo consiguió: fundar Los caminos del colibrí, el único programa radiofónico dedicado a la difusión de experiencias, saberes, proyectos y opiniones de estudiantes indígenas en sus diferentes idiomas con el que cuenta la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ).

Fue el sábado 6 de noviembre de 2021 cuando se emitió, en vivo, el primer programa de Ndähi: yá ñuu ar tsu̲t’u̲do̲ni / Los caminos del colibrí, desde Radio UAQ en Cadereyta, 95.9 de FM. Llegar a ese primer programa significó para Luh presentar y acumular durante meses y meses una enorme pila de documentos, oficios, guiones, escaletas, cartas, peticiones, justificaciones y requerimientos a todo tipo de autoridades al interior de la UAQ, pero, sobre todo, significó una prueba de perseverancia. Cuando comenzó con los primeros intentos por crear un programa de radio dedicado a los estudiantes indígenas de la UAQ, la radio universitaria no contaba siquiera con la emisora de Cadereyta. Tampoco existía, por cierto, la Coordinación de Derecho Indígena de la UAQ, área en la que Luh se desempeña actualmente.

—Un año después de haber presentado la primera propuesta para crear el programa en Radio UAQ, finalmente me ofrecieron la posibilidad de lanzar cápsulas informativas de 20 segundos —recuerda Luh—, pero, para nosotros, era muy poquito tiempo, pues la idea era presentarlas en al menos tres idiomas indígenas, sin contar la traducción al español. Así que decidimos esperar. Un año más tarde nos propusieron emitir el programa a las 5:00 de la mañana o, bien, a las 11:00 de la noche. También tuvimos que rechazar este ofrecimiento porque nuestro público objetivo son estudiantes que difícilmente estarían escuchando la radio a esas horas. No fue hasta que inauguraron la radio universitaria en Cadereyta y nos ofrecieron el espacio que ahora tenemos que dijimos que sí.

Es muy importante advertir que para el momento en el que las ondas hertzianas de Los caminos del colibrí se expandían por los aires, el programa ya llevaba alrededor de un par de años circulando por la web en Facebook (Los Caminos del Colibrí UAQ) y en YouTube (@loscaminosdelcolibri6166). Sin embargo, como el aire mismo es el elemento sobre el que se desplaza el colibrí, Luh estaba segura de que tarde o temprano el programa llegaría a la radio.

—El colibrí nos habla sobre la resiliencia de aquellos estudiante que para seguir preparándose tienen que prácticamente dejar su cultura y llegar a lugares distintos donde a veces son discriminados. El colibrí los guía y difunde su palabra —dice Luh.

En el mundo mexica, Huitzilopochtli, el dios de la guerra y cuyo nombre significa “colibrí zurdo o colibrí del sur”, fue quien guío a los hombres y mujeres que fundaron la Gran Tenochtitlan. En “El mito de Huitzilopochtli y los colibríes”, un texto publicado en la revista digital UNAM Global, Michel Olguín Lacunza y Myriam Núñez escriben que, según Huitzilopochtli, “los colibríes son los guerreros que fallecieron en batalla, también son mensajeros de los buenos deseos, atraen el amor y la buena suerte, pero vivos, no muertos […]; son combatientes por naturaleza, y aunque son diminutos tienen una gran fortaleza y siempre pelean para defender su territorio”.

Han transcurrido ya casi dos años desde que Ndähi: yá ñuu ar tsu̲t’u̲do̲ni / Los caminos del colibrí se escucha en la radio, cada sábado, a las 17:00 horas, a través del 95.9 de FM en Cadereyta (estación que, como tantas otras, se puede oír ya por Internet). Durante estos meses, el público ha podido escuchar muy diversas voces expresándose en cerca de 15 lenguas originarias distintas. Si pensamos que en México tenemos alrededor de 65 idiomas originarios, de los que existen, más o menos, unas 365 variantes, podemos darnos cuenta de que el número es, ya, significativo.

Luh Hernández.

Mujeres que inspiran

A ella, a Luh Hernández, le interesa la historia, pero terminó estudiando biología. Su paso por diversas áreas administrativas de la universidad la ha vuelta una experta en elaborar oficios, aunque nada de eso disminuye su interés por todo aquello que tiene que ver con cultura, con alimentación, con lenguas originarias y con trabajar en comunidades. A tal grado que, a petición suya, desde hace unos días se integró a una extensión de la Coordinación de Derecho Indígena de la UAQ para atender, de manera más directa, a los estudiantes indígenas de los diferentes campus que la universidad tiene en la sierra queretana. Por si todo lo anterior fuera poco, Luh es curandera tradicional, lo que no significa que deje a un lado el método científico que aprendió durante su formación como bióloga en la Facultad de Ciencias Naturales de la UAQ.

Además, por si algo le faltara a sus 25 años, ella, Luh Hernández, fue reconocida hace poquito como una de las Mujeres que Inspiran 2023 por parte del Consejo de Ciencia y Tecnología del Estado de Querétaro y el Centro Educativo y Cultural del Estado de Querétaro Manuel Gómez Morín.

Hay algo, sin embargo, que ocupa su atención en este momento: Santa Águeda. Es una pequeña comunidad en Pinal de Amoles, Querétaro, con alrededor de 500 habitantes. Luh quiere poner en juego su gusto por la historia y los conocimientos que adquirió al estudiar biología para contar, en su tesis de licenciatura, las venturas y desventuras de este sitio, al que considera su comunidad.

¿Al que considera su comunidad? ¿Es que, acaso, María Guadalupe Hernández Leal (quien prefiere ser llamada simplemente Luh) no es originaria de Santa Águeda? Pues no. Ella nació en el municipio de Cadereyta de Montes, Querétaro, pero, debido al trabajo de su papá, su infancia la pasó recorriendo el estado viviendo en Peñamiller, en Jalpan de Serra, en Colón, en Pinal de Amoles… hasta que llegó a la capital, Santiago de Querétaro, para estudiar la carrera de Historia en la UAQ.

Su gusto le duró apenas un año, pues al terminar el segundo semestre, y con promedio de 9.9, se vio forzada a abandonar sus cursos en la licenciatura porque el dinero no crece en los árboles y porque, en aquel entonces, optó por atender primero una responsabilidad familiar. Su hermana mayor también dejó la escuela y se dedicaron sólo al mundo laboral.

Por fortuna para ella, una de sus exmaestras de la carrera se enteró de su caso y la orientó para que entrara a trabajar en las oficinas de Rectoría de la UAQ, donde, con la misma dedicación que había puesto antes en sus estudios, aprendió cómo elaborar oficios, cómo organizar carpetas y cuáles son los pasos burocráticos que se deben seguir para echar a andar montones de actividades.

Pero como Luh no se sabe estar quieta, hizo lo necesario para volver a la escuela. Debido a que el reglamento institucional le impedía reinscribirse en Historia, en la Facultad de Filosofía, decidió poner en marcha un plan b: estudiar Biología en la Facultad de Ciencias Naturales. Lo que, finalmente, consiguió.

—Yo quería dedicarme a algo que tuviera que ver con historia, con cultura, con alimentación, con comunidades y con trabajo en comunidades, por eso llegué a Biología —dice Luh con una enorme sonrisa mientras conversamos.

Además, añade con el orgullo de quien ha jugado bien sus cartas, el responsable del eje de Lingüística del área en la que ella trabaja ahora, la Coordinación de Derecho Indígena de nuestra universidad, también es biólogo: el maestro Roberto Aurelio Núñez López.

¿Todo en este universo se puede explicar?

En algún momento, mientras estudiaba historia, Luh se preguntó si existe algo más grande y más hermoso que el mismo ser humano. Y la respuesta fue sí: la naturaleza, la vida y todas las formas en que una y otra se manifiestan. De esta manera llegó a Biología, carrera que recién concluyó y de la que pronto espera graduarse, la cual le ha permitido estudiar, desde las variadas problemáticas sociales y políticas que existen, una parte de las infinitas interacciones entre los seres vivos.

—No podemos estudiar por una parte la biología y por otra la sociedad —dice esta mujer que ha promovido actividades como el Foro Universitario de Sustentabilidad de Sustentabilidad y Agua, que a principios de este año tuvo su segunda edición—. Muchos me preguntan: “¿Qué hace una bióloga en una Coordinación de Derecho Indígena cuando no es experta en leyes?”. La respuesta es muy sencilla: para trabajar con comunidades indígenas es importante entender su cosmovisión, la cual nunca está despegada de la naturaleza. Lo más sagrado para los pueblos originarios está relacionado siempre con la naturaleza, con la vida, y, por lo tanto, con la biología.

—De acuerdo —le digo a Luh—, pero ¿no existe ahí un choque entre dos concepciones distintas de ver y entender el mundo? La Biología, al menos en su concepción científica más pura y radical, considera que la cosmovisión de los pueblos originarios se queda en lo mitológico, en lo cultural, en lo ritual.

—¿Los indígenas hacen ciencia? ¿Su conocimiento es científico? ¿La medicina herbolaria es ciencia? Yo soy curandera tradicional, soy médica herbolaria, y me preparé durante años. Con esta visión de lo que es una sahumadora [una mujer medicina según varias culturas] ingresé a la carrera de Biología y, a la par, entré a un grupo herbolario para profundizar mis conocimiento. Hace un año recibí mi nombramiento como curandera. Todo esto me permitió darme cuenta de que, sí, en efecto, existe una medicina científica occidental, pero no es absoluta. Desde el primer semestre de la carrera lo supe cuando el doctor Juan Manuel Malda Barrera nos dijo una frase muy bonita: “Si ustedes, como científicos, como biólogos, creen que todo en este universo se puede explicar, entonces esta carrera no es para ustedes”.

—¿Hay que dejar de pensar que siempre vamos a encontrar una explicación para todo? —le pregunto.

—Es que esperar una explicación científica para todo es volvernos dogmáticos. Y al volvernos muy dogmáticos les cerramos las puertas a otras visiones. La mayor parte de la historia humana no hemos sido científicos. ¿Los indígenas, con sus conocimientos tradicionales, hacen ciencia? Pues, desde el punto de vista occidental, quizá no. Pero la respuesta, para mí, es que un tipo de conocimiento no tiene por qué pasar por el filtro del otro. Los saberes y la cosmovisión indígenas no necesitan pasar por el filtro de la ciencia occidental para ser aceptados, ni viceversa.

Integrantes de la Coordinación de Derecho Indígena de la UAQ.

Recopilación histórica y biológica

No podía ser de otro modo: el trabajo de tesis que Luh está escribiendo para obtener su título de licenciada en Biología conjuga su amor por la historia, la naturaleza, la comunidad, la cosmovisión de los pueblos indígenas y la ciencia. Se trata de una investigación que busca conocer, recolectar e identificar la agrobiodiversidad en sus diferentes estatus ecológicos en Santa Águeda, Pinal de Amoles, una pequeña comunidad que se encuentra en la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda a unos mil 700 metros sobre el nivel del mar. Como lo apuntó Luh Hernández en un cartel que elaboró para el XII Congreso Mexicano y VII Congreso Latinoamericano de Etnobiología:

“La agrobiodiversidad al norte del estado de Querétaro es preservada por los pueblos indígenas xi’úi (pame), ñañho (otomí) y úzá’ (chichimeca), y también por las comunidades que confluyen entre estos territorios. Los habitantes de Santa Águeda, Pinal de Amoles, resguardan una herencia milenaria reflejada en las prácticas alimenticias y agrícolas”. De vital importancia son, sobre todo, los huertos de traspatio y el medio silvestre, donde se halla la mayor agrodiversidad, integrada por plantas, animales, hongos y microorganismos recolectados, cultivados y domesticados para diversos usos, principalmente la alimentación.

Granada, chilacayote, coyoles, girasoles, hongos blancos, miel de abeja, reses patos y cóconos son apenas algunos ejemplos de esta variedad de recursos de la que disponen los habitantes de esta región.

—Nunca se había escrito algo así sobre Santa Águeda —dice Luh para concluir—. Mi tesis es una recopilación histórica y biológica sobre la riqueza de los alimentos que hay. Y el conocimiento generado es una manera de regresar a mi comunidad parte de todo lo que me ha dado.

[Texto publicado originalmente en Tintas Naturales, el blog de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Autónoma de Querétaro. // Juan José Flores Nava: periodista y editor de Tintas Naturales.]

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