Noviembre, 2022
La cumbre del clima, celebrada en Sharm El Sheikh (Egipto), logra sacar adelante (aunque sin profundizar en los detalles) una reivindicación histórica de los países más vulnerables, pero hasta ahí: no ha habido ni más ambición climática, ni más recortes de emisiones, ni un lenguaje más duro contra los combustibles fósiles. Pero no sólo eso. Si bien nació como un foro de negociación, en los últimos años las COP se han convertido en una mezcla de campamento de verano y feria de turismo con presencia de empresas que contribuyen a la crisis climática. Como apunta aquí Eduardo Robaina: urge reconducirlas por el bien de la acción climática.
La COP27 culmina con un fondo para daños climáticos, pero no avanza en mitigación
La cumbre del clima de Sharm El Sheikh ha concluido tras dos semanas de largas y caóticas negociaciones. Como el listón no estaba muy alto, el acuerdo logrado in extremis podría ser tachado de histórico. Al menos, en un punto: tras treinta años de reivindicaciones, la COP27 ha conseguido cerrar un acuerdo —sin efectos vinculantes— «para hacer frente a las pérdidas y los daños asociados a los efectos adversos del cambio climático».
Este avance es, sin duda, un gran logro y un alivio para los países que más sufren las consecuencias de la crisis climática. No obstante, más allá del titular, no hay nada. El acuerdo, bloqueado durante todo el proceso por Estados Unidos (y la UE al principio) no entra en detalles. Ni en quién recibirá la ayuda financiera, ni cómo, ni cuánto, ni qué países aportarán al fondo. Todas estas cuestiones —que lo son todo— se intentarán resolver durante el próximo año, antes de la siguiente cumbre Emiratos Árabes Unidos, a través de un comité formado por representantes de una veintena de Estados.
“Esta ha sido una noticia agridulce. Si bien esta herramienta permitirá atender las demandas de los países más vulnerables, también deja al comité transitorio para la definición del fondo tareas que se tendrían que haber cerrado en esta cumbre. Las organizaciones ecologistas, las plataformas indígenas, de género y de juventud exigimos que se nos tenga en cuenta en el diseño de los siguientes pasos”, señala Javier Andaluz, portavoz de Ecologistas en Acción.
Uno de las grandes incógnitas será saber si China se beneficiará o si deberá aportar al fondo. Se da el caso de que, a ojos de Naciones Unidas, es un país en desarrollo, lo que le permitiría disfrutar de la ayuda. No obstante, China es actualmente el país que más gases de efecto invernadero expulsa a la atmósfera (en términos absolutos, no per cápita).
“El anuncio ofrece esperanza a las comunidades vulnerables de todo el mundo que luchan por su supervivencia frente al estrés climático”, contó Sherry Rehman, ministra de Cambio Climático de Pakistán. Este año, el país asiático tuvo su agosto más lluvioso desde 1961, lo que dio lugar a inundaciones que dejaron más de 1.700 muertes y al 80 % de la reserva nacional de alimentos afectada.
Otras de las grandes cuestiones, y que hace despertar fantasmas pasados, es si el dinero finamente llegará. Hay que recordar que los países ricos acordaron en 2009 movilizar 100.000 millones de euros al año a partir de 2020 para ayudar a las naciones con menos recursos en el camino a las energías limpias y adaptarse al cambio climático. Sin embargo, ese dinero no termina de llegar: un estudio reciente del medio británico Carbon Brief revelaba que Estados Unidos sólo contribuyó con 7.600 millones en vez de con los 39.900 millones de dólares que le tocan.
La COP27 tenía como objetivo poner en marcha los temas pendientes del Acuerdo de París y el Pacto de Glasgow. Sin embargo, la presidencia de Egipto no ha sabido gestionar una cumbre que para muchos ha sido tachada como la peor organizada y gestionada de todas. La falta de borradores de los documentos negociados y las amenazas de abandono —como la de la Unión Europea— hicieron temer que la cumbre terminara sin acuerdos y emplazando a las partes a una nueva cita, un hecho que sólo ha ocurrido una vez en la historia de las COP.
Este malestar quedó patente en el plenario final, que llegó 36 horas más tarde de lo previsto (algo ya habitual en las cumbres). Varios delegados de países señalaron que no estaban contentos con cómo se había desarrollado el proceso. Incluso denunciaron que una serie de documentos habían sido aprobados sin intervenciones, incluido el texto principal. Debido a que las negociaciones se alargaron, muchas naciones —sobre todo desarrolladas— ya habían abandonado la cumbre y emprendido el camino de vuelta a casa.
La COP27 deja pocas mejoras más
Otras buenas (pequeñas) noticias que deja la cumbre es la mención a los derechos humanos en el preámbulo (la introducción) del texto final. Gracias a la presión de determinados actores políticos y la sociedad civil, se reconoce que «el cambio climático es una preocupación común de la humanidad», por lo que, al adoptar medidas para hacer frente al cambio climático, estas deben «respetar, promover y tener en cuenta sus respectivas obligaciones en materia de derechos humanos, el derecho a un medio ambiente limpio, sano y sostenible, el derecho a la salud, los derechos de los pueblos indígenas, las comunidades locales, los migrantes, los niños, las personas con discapacidad y las personas en situación de vulnerabilidad y el derecho al desarrollo, así como la igualdad de género, el empoderamiento de la mujer y la equidad intergeneracional».
También destacada la puesta en marcha de la Red de Santiago. Este mecanismo, creado durante la COP25 de Madrid, tiene como función ejercer de catalizador de la asistencia técnica en pérdidas y daños a los países en desarrollo «que son particularmente vulnerables a los efectos adversos del cambio climático». Asimismo, se acuerda seleccionar la sede de la secretaría de la red de Santiago para 2023.
Más allá de esto, la COP27 no ha supuesto una mejora real para la acción climática. La gran decepción de esta cumbre es que no ha sabido arrancar una mayor ambición en materia de reducción de emisiones. A pesar de venir de un año con dos nuevos informes demoledores del mayor panel de especialistas en cambio climático (el IPCC), los países se han ido igual que como han venido, y se han limitado a repetir lo ya dicho en la anterior COP.
Con un planeta casi 1,3 ºC más caliente que en la época preindustrial, una de las preocupaciones era que no se debilitara (o directamente eliminara) el ya de por sí débil objetivo de limitar la temperatura en 1,5 ºC. Un bloque de países lo intentaron, pero finalmente el texto definitivo insiste en la idea que se viene repitiendo desde el Acuerdo de París de «mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar la temperatura a 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales».
El responsable principal de este calentamiento y de los impactos del cambio climático son los combustibles fósiles. Y, aun así, las COP se resisten a poner todos los esfuerzos en su erradicación. En este sentido, la cumbre de Sharm El Sheikh ha sido un decepcionado pero no sorprendido. Aunque más de 80 países intentaron que el texto final apostara por la «reducción progresiva de todos los combustibles fósiles», el acuerdo repite el mismo mensaje que la pasada cumbre: se insta a la «eliminación gradual» de los subsidios a los combustibles fósiles «ineficientes» (un concepto que, un año después, sigue siendo descorazonador) y a «reducir gradualmente» (que no eliminar) el uso de «energía del carbón no mejorado» [el llamado unabated coal, no tratado previamente para contaminar menos o no capturado y almacenado por procedimientos tecnológicos].
También se insiste en acelerar la transición «hacia sistemas energéticos de bajas emisiones», lo que abre la puerta a emplear gas, un combustible fósil menos contaminante que el petróleo y el carbón pero que igualmente es responsable de la crisis climática.
Aun así, parece que hay que celebrar quedarse igual que hace un año. Hasta el último momento, los países más dependiente de los hidrocarburos intentaron suavizar aún más el texto hasta el punto de querer eliminar toda referencia a los combustibles fósiles. Esta cumbre, según un análisis —que ha hecho Global Witness junto a Corporate Accountability y Corporate Europe Observatory—, ha contado con más de 600 grupos de presión ligados a los fósiles.
Tampoco se logró recoger en el documento final una mención a que las emisiones mundiales llegaran a su máximo en 2025, año límite marcado por el IPCC en su último gran informe. En ese trabajo, el panel de especialistas ligado a la ONU instaba a una reducción del 43 % de las emisiones para 2030, lo que implica una reducción para 2050 respecto a 2019 del 95 % en el consumo de carbón, del 60 % en el petróleo y del 45 % en el gas. Todo ello, claro, si se quiere tener alguna posibilidad de mantener la temperatura por debajo del grado y medio.
Termina una COP más, la número 27. Se ha dado la casualidad de que la cumbre terminase el mismo día que empieza el mundial de futbol. El primero lo ha albergado Egipto. El segundo, Qatar. Y es buen momento para recordar que los derechos humanos están por encima de cualquier evento, por muy importante que sea.
Las cumbres del clima necesitan un cambio
La COP27 ya es historia. Una cumbre del clima más a la que se le pone el check de completada. A pesar de haber logrado un fondo vital para ayudar a los países más vulnerables, una vez más queda la sensación de que no se ha estado a la altura del reto que hay enfrente. Y esto nos lleva a un tema incómodo, pero necesario: las cumbres del clima necesitan urgentemente un cambio, salir de su zona de confort, que diría el coach motivacional. Porque la crisis climática es, de todo, menos cómoda.
Cuando se celebró la primera cumbre del clima (Berlín, 1995), la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera era de 360 partes por millón y la temperatura era 0,7 ºC más alta que en la época preindustrial (sobre 1850). Este año, la concentración de CO2 atmosférico ronda las 418 ppm y el planeta se ha calentado casi 1,3 ºC. Analizando en frío ambos datos —los cuales nos permiten constatar la evolución del cambio climático—, se puede llegar a la conclusión de que las cumbres climáticas han servido de poco. O, con menos dureza y algo más de justicia: podrían haber sido mucho más productivas de lo que lo han sido.
Es importante dejar claro que un foro internacional como este, que reúne cada año a casi 200 países para hablar sobre cómo mitigar y adaptarse a los efectos del cambio climático, es un hito histórico. Pero, por eso mismo, porque es tan importante, urge replantearse la forma en que se celebra antes de que sea demasiado tarde y se convierta en algo que haya perdido toda utilidad y credibilidad.
En los últimos años, las cumbres han derivado en una mezcla de campamento de verano y una suerte de feria internacional de Turismo. La sensación que deja es la misma: los países cuentan con su propio pabellón, en el que te venden las bondades de su nación, se da alguna charla e incluso te regalan comida y bebida.
Y no sólo eso. Por los pasillos y aledaños de la COP27 uno podía toparse con gente haciendo gimnasia, uno disfrazado de dinosaurio, un oso polar gigante o un Papá Noel a 30 ºC junto al desierto, como ha contado en sus crónicas la compañera Valentina Raffio.
También tienen su espacio las empresas, muchas de las cuales son responsables de que este evento se celebre. Como montar un congreso sobre el cáncer de pulmón y que Philip Morris, la mayor tabacalera del mundo, esté presente. “Estas cumbres climáticas se están convirtiendo cada vez más en ferias comerciales, con acuerdos energéticos, incluidos los acuerdos sobre combustibles fósiles, que se hacen al margen”, cuenta Arthur Wyns, director de políticas de la Alianza Clima y Salud. “Mientras discutimos sobre los detalles del Acuerdo de París, las empresas de combustibles fósiles están ganando miles de millones de dólares al margen”, cuenta el experto, asiduo a las COP.
Esta es una sensación compartida por la mayoría (salvo para los jefazos de los combustibles fósiles o con interés en ellos). Uno de los que no está cómodo con el rumbo que están tomando las cumbres es Javier Andaluz, miembro de Ecologistas en Acción que lleva asistiendo a las COP desde 2013: “Básicamente, es un evento que están usando, sobre todo, organizaciones de carácter empresarial”. Como señala el activista, las cumbres “se usan comunicativamente para posicionar sus reivindicaciones políticas”. En este sentido, considera que los medios hacen publicidad de estas cosas “en vez de centrarse en los temas de discusión para hacer presión”. Esta cumbre es la segunda que más prensa ha reunido (más de 3.000, solo superada por la COP3, donde se pactó el Acuerdo de Kioto). Y lo cierto es que todos los focos suelen ir al líder político de turno, que viene y, con la misma, se va.
¿Pero en qué momento se torció todo? ¿O siempre ha sido así? Aunque es complicado saberlo a ciencia cierta, los especialistas consultados apuntan a un mismo año y lugar. La periodista Tais Gadea Lara, que lleva cubriendo presencialmente las cumbres del clima desde 2014; Anna Pérez Català, investigadora y experta en negociaciones climáticas, y Javier Andaluz señalan como punto de inflexión la histórica COP21 de París (donde nació el Acuerdo de París). Para el experto de Ecologistas en Acción, la COP22, celebrada en Marrakech, fue un antes y un después en cuanto a la fiturización de las cumbres.
La COP27, con una organización cuestionada, bate récords
Gracias a las listas que publica ONU Cambio Climático es posible saber exactamente el número de personas que asisten a cada cumbre, el nombre y la empresa u organización a la que pertenecen. Así, hemos podido saber que para la recién acaba cumbre se han acreditado más de 600 grupos lobbistas de todo el mundo ligados a los combustibles fósiles, batiendo el récord hasta el momento.
A la COP27 se han apuntado 33.449 personas, lo que la hace la segunda más numerosa tras las casi 40.000 que acudieron a la COP26 de Glasgow. Aunque son datos provisionales (los definitivos, que contabiliza las personas que recogieron su acreditación, se publicarán más adelante), demuestra el interés por acudir a este tipo de citas. Del total, 13.981 corresponden a personas que pertenecen a “organizaciones observadoras” (que incluye a órganos de la ONU, organizaciones intergubernamentales, organizaciones no gubernamentales, y empresas). Supone la asistencia más alta de todas las cumbres, aunque no muy lejos de las 13.482 de la COP de Copenhague, en 2009, una cumbre desastrosa en las negociaciones y exitosa en asistencia.
Muchas de las personas que van a las cumbres del clima lo hacen por postureo. O por sacar algún rédito económico o político. O por ambas. Desde la primera cumbre hasta esta última de Sharm El Sheikh (Egipto), han acudido más de 300.000 personas, con su correspondiente impacto climático. El problema es que la mayoría no está interesada en lo verdaderamente relevante, que son las negociaciones. Y, entre quienes sí lo están, suele haber actores que no deberían estar (como grupos de presión).
Anna Pérez Català, que ha asistido a todas las cumbres desde 2014 y a las negociaciones técnicas entremedias que se celebran en Bonn, no se la juega a decir si va demasiada gente, pero sí nota que hay excesivo ruido que distrae de lo importante: “En esta COP daba la sensación de que había más espacio para pabellones que para negociaciones”. Según ella, hay un elevado número de eventos paralelos y, a diferencia de en las primeras cumbres, muchos no tienen gran calidad y se hacen por rellenar.
Una de las principales consecuencias del gran número de asistentes es que no hay alojamiento para todos. Y los que hay están a precios desorbitados, lo que hace que mucha gente no pueda ir. Ya ocurrió en la pasada COP, y en esta cumbre, muchos hospedajes han aprovechado para subir los precios aun con las reservas hechas con antelación.
Otro mal habitual de las COP es que siempre son las mismas voces. Es más fácil escuchar el discurso de un alto cargo de una compañía energética que el de una persona que vive en una isla condenada a desaparecer por la subida del nivel del mar. “La gobernanza global del clima dista mucho de ser inclusiva, justa y democrática; y es precisamente la principal causa de la falta de avances, porque las soluciones existen”, afirma Jesus Iglesias Saugar, embajador del Pacto Climático Europeo en SBNCLIMA. Ha estado presente en las últimas siete cumbres, pero asegura que no irá más de forma presencial a partir de ahora en vista de su deriva.
“Cada vez tenemos ferias más grandes, pero eso no se está traduciendo en la capacidad de alcanzar mejor y más rápido acuerdos de carácter internacional”, reflexiona Javier Andaluz. Según él, todo esto —enfatizando en la presencia de compañías anticlima— “provoca distracción de las demandas y genera una frustración en la población, que percibe que las cumbres se limitan a estas acciones cuando realmente hay más cosas”.
Aún hay tiempo de reconducir las cumbres del clima. Todavía es posible tener un evento anual donde los esfuerzos se centren exclusivamente en limitar el aumento de la temperatura, en adaptarse a los impactos y en ayudar a los países más vulnerables. Sin distracciones. Sin empresas fósiles. Con la gente justa y necesaria, y sin grandes despliegues logísticos. Las fuentes consultadas apuestan por desligar la parte negociadora de la más vistosa, la cual podría darse en un evento y fechas aparte. A fin de cuentas, se trata de actuar contra el cambio climático, no de aparentar que nos importa el cambio climático.