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Toda película es política

Entrevista con Marilina Giménez, directora de «Una banda de chicas»

Mayo, 2022

Desde hace unos meses, ya está disponible en las plataformas Cine Ar y Amazon Prime Latinoamérica el documental argentino Una banda de chicas, el cual muestra los logros y las dificultades de la escena musical under protagonizada por mujeres y diversidades. El filme está dirigido por Marilina Giménez, bajista y exintegrante de Yilet, quien decidió bucear entre escenarios, salas de ensayos y entrevistas a sus colegas mujeres sobre cómo es ser músico en Argentina, en el marco de una tradición marcada por varones. Con ella es la siguiente entrevista…

Marilina Giménez es directora de cine y bajista. Formó parte de Yilet, grupo que de alguna manera le abrió las puertas para descubrir lo que bullía en el circuito alternativo de la música conformado por mujeres y diversidades.

En esta entrevista, ella hace un repaso de cómo fue tomando forma la idea que terminó plasmada en Una banda de chicas, del estreno en el Festival de Cine Internacional de Mar del Plata, del recorrido que tuvo la película por distintos puntos de Europa, de cómo el documental fue alcanzado por la atmósfera del feminismo en su país natal (Argentina), de los nuevos proyectos que se vienen y de cómo el cine también tiene una dimensión política y de militancia, entre otros temas.

—¿Cuánto incidió el haber sido parte del grupo Yilet, como bajista, para el posterior desarrollo de una idea que terminó plasmada en Una banda de chicas (2019)?

—Mucho. Yo tocaba en una banda, como bien decís, que se llamaba Yilet; en un principio era el proyecto solista de Marina La Grasta, a quien conocí haciendo la carrera de Diseño, Imagen y Sonido. Una vez ya siendo dúo, decidimos que debíamos tener una baterista y dejar de tocar sobre pistas, que era lo que hacíamos. Se incorporó al grupo Ani Castoldi. Así, pasamos a ser un trío y con el correr del tiempo y los conciertos empezamos a sentirnos cada vez más profesionales y quisimos empezar a dejar un poco atrás el under y tocar en más y mejores lugares.

Marilina Giménez / Fotos: Noelia Guevara.

—¿Y con qué se encontraron en esa búsqueda de querer dar ese paso que las lleve a ustedes, y al público que las seguía, a mejorar las condiciones donde ofrecer sus conciertos?

—Y empezó a pasar que nos costaba encontrar fechas. Porque en muchos espacios para poder tocar siempre nos incluían solo con otras bandas de chicas. Entonces, por un lado nos encontramos con la grata sorpresa de que había muchas grupos conformados por mujeres de distintos y sorprendentes estilos. Y, por el otro, nos preguntábamos el porqué de querer agruparnos forzadamente a números tan diversos si el criterio muchas veces de armar movidas tiene que ver con compartir un line up con bandas de un mismo estilo musical, para de esta manera convocar más público.

—¿Entonces?

—Cuando empezamos a darnos cuenta de que no éramos las únicas, personalmente me propuse querer registrar esa escena. Porque lo único que venía haciendo era solo grabar nuestras presentaciones. Después, cuando empezamos a compartir grillas con otros grupos se fue armando un archivo audiovisual que en un primer momento no lo pensé como parte de una futura película. Aunque si sabía que algo iba a querer hacer con ese material. Pasó el tiempo y empezó a rondar en mí la idea de un documental, pero nunca lo iniciaba. Hasta que en 2015, una vez que se dio la separación de Yilet, me dije que ahora sí debía ponerme a trabajar con esas imágenes que tenía. Ingresé en una clínica de documentales para luego armar la carpeta y presentarla en el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales). Y, en medio de todo eso, conocí en un rodaje a Florencia Jodorowski , luego productora ejecutiva de la peli, y juntas comenzamos a ver los distintos tipos de financiación que pudiera tener el documental. Porque yo tenía claro que no quería hacer un trabajo que tuviera que cargarme al hombro yo sola filmando, editando, etc.

—Más allá del claro contenido de tu película, ¿qué otras cosas quisiste mostrar y por qué elegiste el nombre Una banda de chicas?

—Respondiendo la primera parte de tu pegunta, no quise contar la trayectoria de mi banda porque la sentía como la historia de un fracaso, aunque con el paso del tiempo tal vez mi mirada haya cambiado un poco al respecto. Porque aquella experiencia me dio la posibilidad de mostrar y conocer a todos los otros grupos que merecían y sí están en la peli. Es decir, me resistí a que Yilet sea el centro del documental porque entendía que había números más importantes. Y, con respecto al nombre, se llama así aclarando que es un juego polisémico, ya que por un lado se pregunta: ¿qué es una banda de chicas?, y, por el otro, te estoy demostrando que Una banda de chicas puede ser también una multitud de mujeres, en este caso músicas y artistas.

—¿Cuál fue el criterio de selección que utilizaste, en cuanto a las artistas que aparecen en el filme?

—El criterio de selección fue lo que llevó a preguntarme: ¿qué recorte hago? ¿Intento cubrir a todas las mujeres músicas, incluyendo las de Latinoamérica? Después, me di cuenta que eso era imposible. El solo pensar en las argentinas ya me resultaba inabarcable. Entonces, empecé a revisar todo el material que tenía, poniendo la mirada en especial en donde había bandas y solistas que querían romper con el estereotipo de lo que se pretendía que fuera música hecha por chicas.

“De esta forma es que van apareciendo a lo largo del documental distintos tipos de feminismos y de rupturas de género. Por ejemplo, Las Kumbia Queers para mí las más destacadas por el solo hecho de venir del punk con She Devils, que hoy tocan cumbia. Y si bien en Una banda de chicas no la menciono, personalmente creo que fue muy importante el factor que trajo consigo a la escena artística la mexicana Ali Gua Gua con su mezcla de estilos”.

Unidas generamos más fuerza

—Se nota en tu trabajo que el contexto y el clima que se comenzó a vivir, con un feminismo más organizado y movilizado, está muy presente…

—Absolutamente. Está muy presente en la peli todo lo que sucedió con los movimientos feministas, sobre todo de 2015 en adelante. Esa sensación de que nosotras podíamos con lo que nos propusiéramos. Lo sentía cada vez que iba a las marchas o a los encuentros de mujeres que se realizan anualmente en distintos puntos del país. Esa idea que al unirnos generábamos una fuerza que en los varones existe desde la cuna; con esa construcción de ir juntos a jugar al fútbol por ejemplo, en cambio para las mujeres pareciera que el mundo siempre fue más individual. Por lo cual nos cuesta un poco más agruparnos. Fíjate sino el caso de Higui, quien hace poco tiempo fue absuelta por asesinar a uno de los hombres que intentó violarla en 2016. Si el colectivo con los distintos feminismos que existen no se levantaba movilizando y luchando en la calle, probablemente Higui seguiría en la cárcel. Porque gran parte de la sociedad no se hubiera enterado o simplemente no les importaría demasiado lo que pueda llegar a sufrir una mujer lesbiana.

—Con esto que decís, entonces, podemos hablar de una dimensión artística y otra política en las cuales se asienta Una banda de chicas.

Una banda de chicas tiene también una parte de política y militancia que acompañé y apoyé por mucho tiempo poniéndole el cuerpo. Porque la idea fue concebida para que la gente se entere que existen estos grupos y todos las que aparecen nombrados al final de la película. Es como una invitación a descubrirlos porque hay un grado muy alto de invisibilización todavía de las mujeres que hacen música. Por eso creo que mi trabajo intentó además verbalizar y escenificar esta cuestión de que si nos ven como chicas, lesbianas o trans no tenemos las mismas posibilidades de acceder a determinados lugares. Y esto es algo que no sólo sucede en el ámbito de la música sino que en todas las esferas de las sociedades del mundo. Porque si en el exterior pedís que te nombren bandas conformadas por chicas surgen de inmediato The Slits, The Runaway o Courtney Love y no los innumerables conjuntos de las escenas alternativas que allí también existen.

—¿Cómo fue recibido el documental, teniendo en cuenta que al momento del estreno José Palazzo, quizás hoy el productor más poderoso de la escena rockera argentina, declaró que en la grilla del festival Cosquín Rock que creó hace más de 20 años, no había tantos números femeninos como para incluirlos en el line up?

—Recuerdo que me causó mucha gracia que al mismo tiempo que mi documental era presentado en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, en donde además Fran Healy, líder de la banda Travis y director de Almost Fashionable (2018) que competía con mi trabajo, al verlo, hizo una gran devolución haciéndose cargo de la desigualdad en la escena inglesa; José Palazzo salió diciendo eso. Un chanta que tendría que haberse guardado y callado, incluso si realmente lo pensara… A mí me parece que tiene la obligación de, primero, al menos hacer un search (búsqueda) de la escena femenina antes de hablar. Y mira que me propuse en su momento que Una banda de chicas pueda ser exhibida en el Cosquín Rock, porque me había enterado por medio de una charla que tuve con el recordado Rodrigo Espina, que parte de su estrategia de promoción como director de Luca (2007) fue poder mostrarla allí. Pero quedó todo en un intento. Después sí pude pasarla en dos “festis” de rock, uno en San Bernardo, y otro que organizó la Radio FM Futurock.

—Tengo entendido que Una banda de chicas fue exhibida también en distintos puntos de Europa ¿Qué nos podés contar de aquella experiencia en cuanto a las repercusiones que tuvo la película?

—Te cuento: la peli tuvo un circuito por Europa que pude acompañar, y que incluyó las ciudades de Nuremberg en Alemania, Estocolmo en Suecia, Lisboa en Portugal (donde además ganó un premio a mejor documental), y Róterdam en Holanda, donde los propios organizadores propusieron que tocara una banda el día del evento. Lo que para mí fue un flash, porque sentí que habían entendido todo lo que tiene que ver con la esencia de Una banda de chicas.

Los siguientes pasos…

—Mirando un poco hacia atrás, con la película estrenada y exhibida en distintas partes del mundo y con una pandemia que interrumpió la vida por lo menos dos años, ¿qué balance podés hacer de lo que pasó con vos desde que irrumpió Una banda de chicas?

—Que todo fue muy difícil, porque cuando te metes en algo como esto tienes que creer mucho en ello pues te puede llegar a cambiar la vida. Y mí me la cambió totalmente. Por eso digo que existe una Marilina antes y otra después de Una banda de chicas, con lo bueno y lo malo también. De repente y casi sin darme cuenta, me transformé en una persona pública. Me encontré dando un montón de entrevistas y cruzándome con gente por la calle que me saluda y no sé quiénes son (risas). Por otro lado, fue costoso el hacerla y muy divertido también y al terminarla, no esperé que tuviera todo ese halo que trajo consigo que hizo que todo no se terminara allí. Porque luego de proyectarla empezó otro proceso que fue el de acompañar la película en su distribución y en que pueda llegar a todos los lugares posibles. Por eso, por el esfuerzo que hay detrás y sobre todo por su contenido es que la quiero tanto.

—Para finalizar, ¿dónde podemos ver la película y cuáles son tus próximos pasos artísticamente hablando?

—Por estos días terminé de dirigir un capítulo para una serie sobre Tehuel, el joven trans que lleva desaparecido más de un año, que se va a llamar Televisión contra las violencias y que cada una de las ocho entregas de la serie tiene una directora diferente. Y con respecto a Una banda de chicas, está disponible para verla tanto en Cine Ar como en Amazon Latinoamérica. Que si bien no estoy muy a favor de las plataformas, debo decir que nos sirvió en medio de la pandemia ya que no pudimos hacer el estreno para Latinoamérica que teníamos pensado…

[Fuente: Agencia Paco Urondo; es reproducido bajo la licencia Creative Commons.]

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