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Don Quijote reencarnado en un Folklorista

Escribe aquí Víctor Roura: nacido en Oaxaca en 1933, el músico y artista plástico René Villanueva, fundador con Rubén Ortiz, Pepe Ávila, Gerardo Tamez y El Negro Ojeda del grupo Los Folkloristas, falleció el 28 de junio de 2001, hace ya dos décadas. Y para recordar a este flautista (“de corazón bien a la izquierda”), quién mejor para rendirle un homenaje que su viuda, la periodista Beatriz Zalce. Ella reconstruye en esta conversación la figura del hombre con quien viviera largos años de su vida.


Nacido en Oaxaca en 1933, el músico y artista plástico René Villanueva, fundador con Rubén Ortiz, Pepe Ávila, Gerardo Tamez y El Negro Ojeda del grupo Los Folkloristas, falleció el 28 de junio de 2001, hace ya dos décadas. Y para recordar a este flautista (“de corazón bien a la izquierda”), quién mejor para rendirle un homenaje que su viuda, la periodista Beatriz Zalce. Ella reconstruye en esta conversación la figura del hombre con quien viviera largos años de su vida.

¿Y tu tesis sobre Elena?

—Beatriz, ¿por qué esa joven estudiante en la carrera de periodismo eligió hacer su tesis sobre Los Folkloristas? ¿Por qué justamente esta agrupación y no, digamos, Silvio o Pablo u Óscar Chávez o Amparo Ochoa? ¿Por qué folclor y nueva canción?

—Para todos fue una sorpresa cuando anuncié que mi tesis sería un gran reportaje sobre el grupo musical Los Folkloristas. Me habían oído decir que quería abordar la relación Periodismo-Literatura en la obra de Elena Poniatowska y de alguna manera ya tenía avances en ese sentido: había leído sus libros y no me perdía una sola de sus colaboraciones en periódicos y revistas. Iba a todas sus conferencias. Fue así como conocí a René Villanueva: él había organizado lo que ahora llamaríamos conversatorio en torno al quehacer de la prensa durante el Movimiento Estudiantil de 1968 en México. Participaban Elena Poniatowska, Luis Suárez, Froylán López Narváez. René fungió como moderador. Era el 26 de agosto de 1988. Al terminar la conferencia le pedí a Elena me dedicara La noche de Tlatelolco. René estaba a su lado. Nos presentó.

“Poco después coincidiríamos René y yo en la marcha del 2 de octubre. Él iba en la descubierta junto a Óscar Menéndez, Raúl Álvarez Garín, Gilberto Guevara Niebla. Tomé muchas fotos de la marcha, pero sólo tres de la descubierta. En las tres aparece René. Nos saludamos de lejitos, yo muy emocionada de tener un conocido entre los sesentayocheros.

“Además de estudiar periodismo en la FES Acatlán, era correctora de estilo en la revista Artes donde propuse que se hicieran ensayos sobre qué había pasado en la música, la literatura y la prensa en los últimos 20 años. René era uno de los colaboradores. La idea le gustó. Escribió el texto, pero no tenía quien se lo pasara a máquina. Ya estaba encima el cierre de edición. Llegué a su casa con mi máquina de escribir portátil y el sobre con las fotos de la marcha del 2 de octubre. Trabajamos, platicamos, reímos, coincidimos en muchas cosas. Me invitó a cenar a casa de Rosalinda Reynoso, La Pretty, también integrante de Los Folkloristas. Al despedirnos, René me regaló el más reciente LP de Los Folkloristas y me prestó un chal porque hacía frío. Esa noche escribí en mi diario: ‘Hoy entré al universo de René Villanueva’ mientras ponía el disco una y otra vez, el lado A, el lado B, el lado A y vuelta a empezar.

“Al día siguiente fui a la Librería Gandhi a comprar otro disco, no me atrevía a pedirle a René que me fuera regalando la colección completa. Pasé a dejarle el chal, nos pusimos a platicar, se hizo de noche, me invitó a cenar, me volvió a prestar el chal. Nos fuimos enamorando.

“En mi diario, sólo escribía de René. Transcribía nuestras conversaciones, hacía la crónica de la comida que él había preparado, la reseña del libro que estaba leyendo. Iba a todos los conciertos de Los Folkloristas. Si en un día daban dos, estaba en los dos. Ya me sabía las canciones y la dotación instrumental. Ya me reía anticipadamente de los chistes que hacían al presentar las piezas.

“Empecé a colaborar en el semanario Punto con don Emmanuel Carballo. Un día me preguntó si no quería escribir de otra cosa que no fuera René Villanueva y Los Folkloristas. Lo miré un poco sorprendida.

“—Es claro que cubres la fuente René Villanueva, pero podría interesarte también escribir sobre pintura —dijo él.

“—Oiga, es que René también es pintor y le aseguro que muy bueno.”

“Sin embargo, el mismo René se desconcertó cuando le anuncié que quería hacer mi tesis sobre Los Folkloristas, desde el Nuevo Periodismo, que lo entrevistaría, pero también a los demás integrantes del grupo y a los exintegrantes, que quería sumergirme en los álbumes que él había hecho con la historia del grupo pues ahí estaba desde la primera nota sobre un concierto del grupo en Casa de la Paz a fines de febrero de 1966.

“Protestó:

“—¿Y tu tesis sobre Elena?

“—Para la obtención del grado de maestría, te lo prometo”.

“El mejor reportero es invisible”

—¿El enamoramiento no obstruyó la objetividad en la periodista que se aproximaba a uno de los iconos sesentayoecheros, como has mencionado? ¿Cómo equilibraste el quehacer periodístico frente a una portentosa figura de la música popular? ¿Qué eran Los Folkloristas en ese entonces para la joven periodista que se sumergía a un mundo completamente opuesto a su intención originaria: música en vez de literatura? ¿Te viste en la necesidad de leer con prontitud libros sobre música para abordar tu tesis?

—“El mejor reportero es invisible”, nos decía en clase el maestro Rafael Rodríguez Castañeda, quien también era jefe de redacción del semanario Proceso. Sólo una Oriana Fallaci se podía permitir referirse a sí misma, hablar en primera persona, considerarse en un plano de igualdad con sus entrevistados…

“Yo no quería que mi trabajo de tesis fuera visto como el maquinazo de una fan de Los Folkloristas. Mi mirada al grupo debía servir de extensión a los ojos de los lectores. Las entrevistas eran conversaciones que se harían públicas, que serían leídas por los mismos Folkloristas (no nada más por René), por los sinodales y, cuando la tesis se convirtiera en libro, por lectores desconocidos a los que les debía el más absoluto de los respetos.

“Me considero mucho muy afortunada de haber podido entrevistar a René desde que nos conocimos hasta el último día de su vida. A la curiosidad de la reportera se sumó la avidez de saber más del hombre amado. Entre más lo conocí, más me enamoré.

Los Folkloristas en una imagen de 1996. / Foto de Beatriz Zalce.

“Para ese entonces tenía todos los discos de Los Folkloristas. Me sabía todas las canciones e iba a todos los conciertos. Si en un día daban dos funciones, le pedía a René poder estar en ambas. Mi presencia se volvió habitual. Y, sin embargo, trataba de ser discreta, no atosigar a nadie; gocé tener el privilegio de poder preguntar todo a todos.

“Al grupo le pareció casi natural cuando les dije que haría mi tesis sobre ellos. Al ‘Ya te sabes la historia del grupo, ¿para qué nos quieres entrevistar?’ le siguió un ‘Te acuerdas mejor tú que yo’. Hace poco Pepe Ávila, el único de los fundadores que sigue en el grupo, me dedicó un disco: ‘Para Beatriz, memoria de Los Folkloristas’.

“René guardó desde la primera nota que salió sobre el grupo, todos los recortes de periódicos mexicanos y extranjeros con entrevistas, crónicas y reportajes sobre ellos; los anuncios de cartelera, los carteles que anunciaban los conciertos, la iconografía completa: fotos de Walter Reuter, de Christa Cowrie… Después se sumaron las fotos que les tomé y que sirvieron incluso de portada de algunos discos. René construyó un archivo de más de 23 tomos que va de 1966 a 1999. Después quien dijo tomaría esa estafeta se quedó con el material. Al abandonar el grupo lo devolvió, pero incompleto. Y de los últimos 20 años ya nadie hizo un seguimiento riguroso…

“Me sumergí en la información con deleite. Tomé fotografías de las fotografías, copié en fichas de trabajo las citas que alimentarían cuestionarios o serían citas textuales. Como siempre me gustó la música folclórica y el canto nuevo, había leído sobre Violeta Parra, sobre Víctor Jara, Atahualpa Yupanqui y Daniel Viglietti; sin embargo, René me acercó a muchos libros sobre folclor, sobre historia de América Latina (el primer libro que me regaló fue el tomo 3 de Memorias del fuego de Eduardo Galeano, uno de nuestros autores favoritos). Me habló mucho de su maestro don Adolfo Sánchez Vázquez a quien yo no conocía y me escribió en la dedicatoria de Las ideas estéticas de Marx: ‘A Don Adolfo y a este libro le debes lo mejor de mí’. La tesis se cocinó a fuego lento”.

“Llevaba a las montañas del sureste mexicano su inseparable quena”

—Toda una vida con René Villanueva. ¿Cómo era la vida de un Folklorista, cómo la del artista plástico que también fue René Villanueva? ¿Cómo la periodista pudo integrarse a la actividad de un músico que se expandía geográficamente hacia distintas brújulas del mundo? ¿Qué representaron René Villanueva y Los Folkloristas en la historia musical de México?

—Eran muchas sus actividades y en cada una ponía el alma. Dos veces por semana Los Folkloristas ensayaban en un pequeño departamento que rentaban en la colonia Del Valle. Años atrás, en 1970, habían fundado La Peña de Los Folkloristas que funcionaba como escuela de música y como foro en el que se presentaron Chabuca Granda, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, los chilenos Víctor Jara, Inti Illimani, Quilapayún; don Arturo Aguirre, Ernesto Cavour, Daniel Viglietti, Silvio, Pablo… Tantos que ahora son leyenda. Óscar Chávez, Amparo Ochoa, Tehua, Gabino Palomares, Chava Flores. De todos René me platicaba anécdotas.

“En los años ochenta Los Folkloristas, como tantos mexicanos, tuvieron que recurrir al bracerismo cultural para poder sobrevivir. Con la entrada de los tecnócratas al poder, de un año a otro pasaron de dar más de 110 conciertos al año en nuestro país a sólo dar diez, si acaso 12, a pesar de seguir en el gusto de la gente. En 1988, además de las frecuentes giras a Estados Unidos, habían realizado una por Europa.

“Entre semana, René dirigía la Fonoteca del INAH a la que había ofrecido, sin ningún éxito, una copia de su propia fonoteca con grabaciones de campo hechas a todo lo largo y ancho de México y de muchos países de América Latina y que incluía también algunas series radiofónicas por él producidas como Fonoteca Hellmer Letra y Música en América Latina además de testimonios y lecturas especiales de Nicomedes Santa Cruz, Juan José Arreola, Eraclio Zepeda, Alejandro Aura, Napoleón Glockner y Ana Ofelia Murguía, sólo por mencionar algunos…

“Los fines de semana René se ponía un overol de mezclilla y pintaba. Pintaba cuadros donde la música estaba presente, era una mujer dormida en cuyo cuerpo se dibujaban partituras, era una cascada que se tocaba como arpa jarocha, era el canto de las aves aleteando junto a un flautista, era la melodiosa arquitectura gótica que tanto le gustaba y el caleidoscopio de los vitrales. A René le encantaba hacer una broma: soy analfamúsico, no sé leer por nota, toco de oídoEn cambio, pintura sí estudié. Y era cierto: había tomado clases con Raúl Anguiano y Santos Balmori. Había asistido a las clases de Justino Fernández y conocía la obra de José Clemente Orozco casi tan bien como el mismo crítico. Tomó todos los cursos que pudo con don Adolfo Sánchez Vázquez y de alguna manera vio cómo se fragua el libro Las ideas estéticas de Marx.

“René pintaba y aprovechaba la luz del día lo más posible: desayunábamos tempranito, ponía música. Bach, Brahms, Sibelius, Telemann, Vivaldi, óperas mozartianas. Hacía una pausa para comer. La víspera había preparado una deliciosa sopa de verduras, arroz y algún guiso que le había enseñado a preparar Maruxa Salas, su compañera por más de una década. La especialidad era el agua de toronja. Terminada la comida, René subía las escaleras y se encaminaba a su estudio, una pieza con muy buena luz, un caballete, un restirador, sus pinceles, sus tubos de pintura bien alineados y limpiecitos, frascos con pigmentos en polvo. En las paredes había un retrato de Rosa Bracho, la foto de una mujer tomada por Pedro Valtierra a la que después se sumó la de las mujeres repeliendo el avance del ejército en las comunidades zapatistas, un póster que mostraba al Prometeo en llamas de Orozco y un cuadro de René, de su primera época: La semilla del hambre.

“René había tenido algunas exposiciones en México y en Francia. Quizás la que mejor sabor de boca le dejó fue una que itineró por varias estaciones del Metro: Con la música por dentro. Contaba que Amparo Ochoa, quien siempre iba a todas sus exposiciones, se plantó frente a un cuadro que representaba una mujer de cuyo telar de cintura salían aves y cantos y le dijo:

“—Éste es mío.

“En cuanto se desmontó la exposición, René se lo regaló. Él decía que era a cambio de tanta amistad.

“Mi papá [el ilustre artista plástico michoacano Alfredo Zalce (1908-2003)] elogió mucho una serie de dibujos a lápiz hechos por René en 1963: Las fuerzas brutas, de clara influencia orozquiana. Le ofreció que nos fuéramos a vivir a Morelia, con él, a su casa.

“—Mientras usted pinta y hace grabados, Beatriz se dedica a escribir —le decía mi padre.

“—Pero, don Alfredo, ¿y la música? Soy Folklorista hasta la médula de los huesos….

“René ya estaba organizando los festejos por los 25 años del grupo celebrados a toda música a lo largo de 1991: conciertos en el Teatro de la Ciudad, en el Palacio de Bellas Artes, ruedas de prensa, programas de radio y de tele, giras al interior de la República y a Estados Unidos, ensayos previos a la grabación de dos discos.

“También quiero hablarte del René militante: el Zapatismo fue una parte fundamental en su vida, en nuestra vida. El 2 de enero de 1994, tras una rápida lectura de las noticias del periódico La Jornada, René me dijo:

“—Mhijita, si resisten quince días será ya un triunfo. Me sumo al ¡Ya Basta! del Ejército Zapatista de Liberación Nacional [EZLN].

“—Nos sumamos —fue mi respuesta.

“Todas las mañanas leíamos La Jornada, la sección cultural de El Financiero dirigida por Víctor Roura, quien invitó a René a escribir una columna quincenal: ‘Arpegios’, y donde me publicaba entrevistas. Hubiéramos querido que Proceso tuviera dos ediciones a la semana. René leía en voz alta los comunicados firmados por el Subcomandante Insurgente Marcos y por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena del EZLN. Yo guardaba todos los recortes de periódico, compraba cuanto libro se publicaba sobre el levantamiento en Chiapas. Sin embargo, para René fue una sorpresa y un honor que los compas zapatistas lo invitaran a formar parte de la Convención Nacional Democrática en agosto de 1994. No se lo esperaba. A mí me pareció de lo más natural dada su trayectoria como luchador social que empezó en 1954 cuando salió a las calles a protestar por el golpe de Estado a Jacobo Árbenz en Guatemala y de ahí pa’l real dio su apoyo a tantas luchas y movimientos sociales, pasó por el Partido Comunista Mexicano.

“René viajó a las montañas del sureste mexicano cargando libros, casetes y cuantos regalos pensó que podían alegrar a quienes nos habían devuelto la esperanza y la dignidad. Llevaba también su quena, su inseparable quena.

“Posteriormente fue invitado a formar parte de los asesores zapatistas en la mesa primera (y única), mesa de diálogo entre los zapatistas y una delegación de funcionarios gubernamentales: Derechos y Cultura Indígena.

“En 1996 Los Folkloristas cumplieron 30 años de trabajo independiente e ininterrumpido, nuevamente festejaron con bombo y platillo. Me emocionó mucho cuando Pepe Ávila me llamó por teléfono para preguntarme si podía tomar las fotos del grupo para el disco y que se repartirían a la prensa. Fue una sesión muy espontánea, de mucha complicidad, no en balde éramos familia. Tantos conciertos, tanto acompañarlos aquí y allá, tanto haber estudiado la historia del grupo y haberlos entrevistado en grupo y a cada uno de los integrantes y a muchos ex integrantes para mi tesis de licenciatura.

“Fuimos a Chiapas muchas veces, primero como parte de la Comisión Especial Promotora para la Creación del Frente Zapatista de Liberación Nacional, luego al Foro Especial para la Democracia y también al Primer Encuentro Intergaláctico por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Cada viaje nos unía más: tomados de la mano mirábamos hacia la misma dirección.

“Nuestro amor nos hizo crecer a cada uno. René escribió cuatro libros: Cantares de la memoria, Música y cantos de la HuastecaMúsica y cantos de Michoacán Música y cantos de Guerrero. Empezó a trabajar la base de datos de su acervo fonotecario y sacó 15 discos con sus grabaciones de campo. Unas con Modesto López en Ediciones Pentagrama, otras con Pepe Ávila en Discos Pueblo, disquera que contribuyó a crear”.

“Vivir muchos años más y llegar a ser un viejo sabio”

—En 2008, siete años después de la partida de René Villanueva, salió a la luz, editado por Pentagrama, el libro Como gotas de ámbar, las memorias de René escritas por ti, un homenaje bibliográfico. ¿Cuánto hay en este libro de la tesis que con tanto esmero escribiste dos décadas atrás? En un esfuerzo sumario, ¿cómo podrías definir al músico, pintor y luchador social René Villanueva que nadie sino tú conoció a fondo?

—Por mi parte me había titulado con mención honorífica, tenía en mente buscar quien editara mi trabajo sobre Los Folkloristas. Había participado en varias antologías con crónicas y poemas. En Colombia, el Museo Omar Rayo había publicado un libro objeto con una entrevista que le hice al autor de intaglios maravillosos. René me apoyó e impulsó para que cursara la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM al tiempo que daba clases en la ENEP Acatlán [antes Escuela Nacional de Estudios Profesionales, hoy convertida en Facultad de Estudios Superiores].

“La vida nos sonreía. René obtuvo los apoyos del Fonca y Conaculta para realizar uno de sus sueños más anhelados: hacer un disco sobre flauta indígena mexicana. Todo era miel sobre hojuelas.

“Nos casamos en diciembre de 1999. Unos días después, en enero de 2000, le diagnosticaron a René un cáncer de pulmón con siembra en la cresta iliaca. La lucha contra la enfermedad nos unió más. René todos los días le agradecía a su muerte catrina la oportunidad de vivir un día más.

“Pudo recibir el cariño y la solidaridad de mucha gente. Los músicos dieron conciertos y le hicieron homenajes que se volvían una transfusión de vida para René. Su anhelo era vivir muchos años más y llegar a ser un viejo sabio. Los zapatistas lo habían llamado y nombrado Hermano en una carta donde le pedían que se curara. Para él no podía haber honor más grande que ése.

“Yo me dediqué a René en cuerpo y alma, con absoluto amor. Poco a poco fui quemando cada una de mis naves. Dejé el periódico. Dejé pendiente mi tesis de maestría. Pedí una licencia en Acatlán y en la Dirección General de Secundarias Técnicas donde trabajaba… y si hubiera tenido cuatro vidas, las cuatro serían para René.

“La única manera de seguir viva después de la muerte de René fue escribir sus memorias. Durante nuestro último año lo había entrevistado a mañana, tarde y noche. Según yo le pregunté todo, todo. Era un bálsamo escuchar su voz en la grabadora, volver a pasar por el corazón sus recuerdos y hacerlos míos. Sin embargo, hubo días en que lo extrañaba tanto que me iba al teléfono público de la esquina y llamaba a la casa únicamente para oír su voz en la contestadora y poderle decir: ya voy para la casa, no me tardo, espérame…

“Me preguntas qué tanto hay de mi tesis sobre Los Folkloristas en Como gotas de ámbar. Nada, casi nada. Memoria viva / Gran Reportaje sobre Los Folkloristas es un reportaje biográfico sobre un grupo que marcó un derrotero en la música de América Latina, que le dio difusión a la música indígena y mestiza de nuestro continente, que ayudó a la cristalización del sueño bolivariano a través de las artes. Como gotas de ámbar es la vida de René contada por él mismo, lo contextualiza en un marco histórico. René no se conformó con ser testigo de lo que acontecía. Participó activamente, es un luchador social, siempre vinculado a las mejores causas.

“Cuando Los Folkloristas celebraron 50 años de vida en el Palacio de Bellas Artes, Rubén Ortiz, cofundador del grupo al igual que René, dijo:

“—A menudo me preguntan si René Villanueva le hace falta al grupo. Yo les digo que René Villanueva no sólo le hace falta al grupo: le hace falta a México.

“Estoy completamente de acuerdo con lo dicho por el querido Rubén. A mí me sigue haciendo falta este hombre alto y delgado, de barbas, que parecía Quijote, que se sabía los nombres de las estrellas, cuyo corazón latía bien a la izquierda, que amaba la vida y siguió una estrella roja de cinco puntas”.

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