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“Es esencial que se pronuncien contra el racismo los deportistas que justamente no lo sufren”

En el último año, de nueva cuenta los insultos racistas han salido a relucir en los campos de futbol. Es cierto: la situación ha mejorado en el más reciente lustro, pero los gestos racistas siguen sin ser erradicados del todo. En este sentido, si hay un futbolista comprometido en la denuncia del racismo desde la década de 1990, es el francés Lilian Thuram, de 49 años, nacido en la isla caribeña de Guadalupe. Tras su paso por la élite futbolística en Parma, Juventus o Barcelona, se retiró de los terrenos de juego en 2008. Desde entonces, se ha consagrado a su militancia por la igualdad a través de la Fundación Lilian Thuram y la publicación de varios libros. El último de ellos, titulado La pensée blanche (“El pensamiento blanco”), llegó a las librerías francesas a finales del año pasado.


Enric Bonet París


Los supuestos insultos racistas del futbolista Juan Cala (Cadiz) hacia Mouctar Diakhaby (Valencia) pusieron de nuevo el racismo en el centro de la actualidad del deporte rey. Este incidente no sólo reflejó cómo esta lacra persiste en los terrenos de juego, sino también una conciencia creciente en deportistas de alto nivel para condenar este tipo de discriminaciones.

En el caso del Cádiz-Valencia, las autoridades españolas de LaLiga no facilitaron que el partido se suspendiese definitivamente. Pero los gestos de estrellas del deporte para denunciar el racismo se han multiplicado tras el asesinato de George Floyd en mayo del año pasado.

Si hay un futbolista comprometido en la denuncia del racismo desde la década de 1990, es el francés Lilian Thuram, de 49 años, nacido en la isla caribeña de Guadalupe. Tras su paso por la élite futbolística en Parma, Juventus o Barcelona, se retiró de los terrenos de juego en 2008. Desde entonces, se ha consagrado a su militancia por la igualdad a través de la Fundación Lilian Thuram y la publicación de varios libros. El último de ellos, titulado La pensée blanche (“El pensamiento blanco”), llegó a las librerías francesas a finales del año pasado.

“En torno al racismo, no se puede aceptar la neutralidad. Uno no puede decirse que al no ser negro ni homosexual, no le interesan este tipo de discriminaciones”, dice Thuram. En una conversación de más de una hora por videoconferencia, el campeón del mundo con Francia en 1998 reconoció que sigue aún con interés el futbol, desde luego al Barça, y defendió que Ousmane “Dembélé es un jugador increíble”. Sin embargo, la charla se centró en el concepto de “pensamiento blanco” que analiza en su ensayo, su militancia por la igualdad más allá del color de piel y el compromiso político de los futbolistas.

—Su último libro se titula La pensée blanche. ¿En qué consiste este “pensamiento blanco”?

—El pensamiento blanco es una ideología política que divide a los seres humanos según supuestas razas y establece jerarquías entre ellas. Esta identidad blanca se construyó bajo la idea de que era superior al resto. Y fue ella la que estableció que había una identidad blanca, una identidad negra y otras en función del color de piel. Hasta la década de 1950 se explicaba a los niños franceses en las escuelas que había una identidad superior, la blanca. Es decir, se les educaba para que se convirtieran en supremacistas blancos. Se les inculcaba el dogma de que “nosotros somos superiores”. Cuando uno se posiciona como superior, se posiciona como norma y esto hace que el resto sean anormales. Entonces, se pide, casi de manera inconsciente, a los otros que se parezcan a ti. Creo que es fundamental que entendamos que todo esto se trata de una construcción histórica.

—¿Cómo empezó esta construcción histórica del “pensamiento blanco”?

—La primera vez que en Francia se utilizó la categoría de “blanco” fue en 1773 en las colonias francesas en las Antillas, donde se prohibió a los blancos tener hijos con los negros. Es decir, hasta ese momento había blancos que tenían hijos con los negros. Desde un inicio, esta construcción identitaria tuvo como objetivo romper con los vínculos de solidaridad entre seres humanos para que una minoría pudiera establecer una política que violentara a algunas personas con un fin lucrativo.

—No se puede disociar el racismo de la explotación económica de unos seres humanos sobre otros…

—Sí, es fundamental entender esto. Para comprender el racismo, siempre se debe cuestionar el sistema económico. Primero, se estableció la esclavitud para que se beneficiara una minoría de personas, luego la colonización que no se terminó hasta los años 1960 y 1970. Ahora debemos preguntarnos sobre la manera en que el sistema económico actual se dedica a dividir a las personas en categorías para explotar mejor al conjunto de la humanidad.

—Durante las últimas décadas, esta explotación y desigualdades económicas se han acentuado. ¿Qué piensa del modelo de capitalismo neoliberal que predomina en el presente?

—La realidad es que siguen habiendo algunos países que explotan a otros. Cuando hablamos de la esclavitud en el siglo XVIII, no podemos entenderla sin la dependencia de las poblaciones europeas del azúcar cultivado en plantaciones en las Antillas. El azúcar del siglo XXI son los minerales fundamentales para fabricar ordenadores, teléfonos móviles, etc. No podemos olvidar que hay guerras por el control de estas materias primas. Actualmente, hay millones de hombres y mujeres encerrados en prisiones a cielo abierto, desde campos de cultivo, explotaciones mineras o en campos de refugiados. Es la violencia del presente y creo que dentro de cincuenta años muchos se preguntarán cómo pudimos dejar que se tratara a personas de esta manera. ¿Es justo? ¿Por qué lo aceptamos? Debemos hacer una verdadera reflexión para extraernos de nuestras identidades del color de piel y mirar el mundo como seres humanos y así cuestionar un sistema económico profundamente injusto.

—En su libro asegura que “el pensamiento blanco ilumina la historia bajo la única perspectiva de los mitos que se construyen para darse un rol ventajoso”. ¿Qué quiere decir con eso?

—¿Es usted español?

—Sí.

—Hace un tiempo leí en un importante diario francés una noticia en la que se hablaba de Cristóbal Colón como “el descubridor de América”. No tiene ningún sentido escribir esto más de 500 años después de la llegada de Colón al continente americano, ya que supone negar la humanidad de los pueblos autóctonos que fueron masacrados. Es decir, seguimos explicando la historia vista desde una perspectiva blanca y obviamos que las sociedades europeas se construyeron a partir de la violencia sobre las no europeas. Muy a menudo los relatos históricos quieren hacernos creer que estos actos fueron cometidos en nombre de una identidad blanca. Pero tenemos que responderles que no, que siempre ha habido hombres y mujeres que denunciaron a Colón, la masacre de los pueblos autóctonos, la esclavitud y la colonización.

—Por ejemplo, usted cita el fraile dominico y pensador humanista del siglo XVI Bartolomé de las Casas.

—Exacto. Durante los años que viví en Barcelona, siempre me sorprendió el monumento a Colón. Soy oriundo de las Antillas y tengo mis dudas sobre la conveniencia de glorificar su figura. Preferiría que hubiera una estatua en homenaje a Bartolomé de las Casas, que denunció las masacres que sufrieron los indios. Siempre he considerado que como francés, e independientemente de mi color de piel, fue injusto que Francia colonizara a otros pueblos y no considero el proceso de descolonización como una derrota de la nación francesa, sino una victoria para la humanidad.

—¿Qué piensa sobre el derrumbe de estatuas de personajes históricos relacionados con la esclavitud y el colonialismo?

—En aquellas personas que piden el derrumbe de estatuas, hay un trasfondo de gran sufrimiento existencial por el hecho de sentir que forman parte de una sociedad en que se reproducen los mismos esquemas de jerarquía de generación en generación. La finalidad de este derrumbe de estatuas es abrirle los ojos a la gente ante el racismo estructural. Si hay algo prohibido en todas las sociedades del mundo, es el hecho de matar a otra persona. Teniendo en cuenta esto, ¿cómo puede ser que estas mismas sociedades que rechazan el asesinato glorifiquen a personajes que favorecieron la masacre de pueblos autóctonos? Es la pregunta que debemos hacernos.

—En anteriores entrevistas defendió que la violencia sufrida por personas racializadas no sólo se trata de una violencia física, como los abusos policiales. ¿En qué consiste la violencia estructural del racismo?

—¿Por qué habla de personas racializadas? En realidad, todos somos racializados y no es cierto que haya personas de color y otras que no tienen color. Dicho esto, es cierto que aquellos que sufren el racismo padecen sobre todo una violencia estructural. Es decir, la sociedad les da constantemente una imagen negativa de ellos mismos, es como si les dijera que no son legítimos. Lo que necesitan las personas, sobre todo durante la infancia, es desarrollar una buena autoestima y así afrontar la vida con confianza. Cuando niños negros ven un partido de futbol y hay insultos racistas por parte de un jugador o del público, estos sienten una violencia emocional. Debemos tomar una mayor conciencia de esta violencia que sigue siendo invisible para algunos.

—Tras la muerte de George Floyd en Estados Unidos, ha habido una mayor implicación del deporte profesional contra el racismo. ¿Qué piensa de este nuevo antirracismo entre deportistas de alto nivel?

—Creo que algunas de las acciones más destacadas, como la amenaza de boicot el verano pasado de los playoffs en la NBA, estuvieron relacionadas con la historia de Estados Unidos. Allí históricamente los atletas y deportistas de alto nivel siempre participaron en la lucha por la igualdad. Creo que es muy importante hablar de lucha por la igualdad y no de antirracismo. Lo que ha emergido en Estados Unidos es muy importante, ya que estamos en un periodo, como ya fue el de Martin Luther King, en que cada vez hay más gente que pide más igualdad y exige que uno se posicione. La neutralidad no exige en este tipo de casos.

—¿Por qué considera que es mejor hablar de lucha por la igualdad en lugar de antirracismo?

—Cuando se habla de Martin Luther King, a menudo se le presenta como alguien que luchó por los derechos civiles de los negros, pero en realidad militó para que la sociedad norteamericana y la humanidad fueran más igualitarias y dignas. Si se dice que defendió los derechos de los negros, algunos mal pensados entenderán que quitó alguna cosa a los blancos. Creo que es muy importante que se entienda que las mujeres, negros u homosexuales, no desean quitarles nada a los hombres, blancos y heterosexuales. Siempre es más fácil criticar a los que dicen luchar contra el racismo que aquellos que lo hacen por la igualdad.

—Volviendo a la denuncia del racismo por parte de deportistas profesionales, ¿considera suficientes los gestos realizados en los últimos meses por estrellas del futbol?

—Creo que es fundamental que se pronuncien contra el racismo aquellos jugadores que no sufren el racismo. Durante mi etapa como futbolista, siempre decía que no se me debía preguntar a mí, sino a los jugadores blancos. Y así saber qué piensan sobre el racismo, por qué siguen jugando cuando se producen insultos de este estilo en el campo. En torno al racismo, no se puede aceptar la neutralidad. Uno no puede decirse que al no ser negro ni homosexual, no le interesan este tipo de discriminaciones. Por encima de todo, somos seres humanos y a partir del momento en que alguien es discriminado, esto me afecta como persona.

—A pesar de su influencia a través de las redes sociales, muchos futbolistas prefieren ponerse de perfil sobre estas cuestiones. ¿Cómo lo explica? ¿Por los intereses económicos de los clubes?

—En parte, sí. A menudo hay equipos que dicen a sus jugadores que mejor que no se interesen por los problemas de la sociedad. Se les repite que deben dedicarse a practicar solo deporte y que no deben hablar de política. Así se insiste en la idea, completamente falsa, que no se debe mezclar futbol y política. Si hay un deporte que es político, es el futbol, por todo el impacto que tiene en la sociedad. Si se pide a los jugadores que hagan publicidad de marcas de ropa, esto significa que se los utiliza para vender el actual sistema económico. Ante esta lógica, los futbolistas deben ser libres y no caer en la trampa de encerrarse únicamente en la práctica del deporte. Como ciudadanos, tenemos que actuar para que nuestras sociedades mejoren.

—Pero muchos periodistas deportivos suelen insistir en que no se debe mezclar futbol y política. ¿A qué se debe esto?

—Quizá para algunas personas no es demasiado conveniente que los futbolistas hablen de política. No sólo disponen de una gran capacidad para influir entre sus seguidores, sino que muchos de ellos proceden de sectores modestos de la sociedad. A menudo aquellas personas que menos escuchamos en el debate público son las más desfavorecidas. Y los futbolistas tienen una capacidad enorme para explicar lo que sucede en los sectores menos favorecidos y así hablar de cosas que se suelen obviar en el debate público. Por este motivo, la clase política prefiere que los deportistas no hablen y les dice que deben dedicarse sólo a jugar al futbol.

“En cambio, creo que hace falta que los deportistas de alto nivel participen en el debate público. Las instituciones no cambian por ellas mismas, sino porque se las obliga a cambiar desde la sociedad. Cuando el jugador de futbol americano Colin Kaepernick puso la rodilla al suelo, esto hizo que se quedara sin equipo. Pero ahora hemos visto a muchos otros jugadores haciendo el mismo gesto. Los deportistas tienen un verdadero poder político, pero no se quiere que lo utilicen”.

—Al decirles a los futbolistas que se deben dedicar sólo a jugar y hacer anuncios, ¿no se les está privando de su libertad como ciudadanos?

—Sí, pero esto no sólo afecta a los futbolistas, sino a toda la sociedad en su conjunto. Se pide a la gente que se encierre en sí misma y que sólo piense en sus intereses y los de su entorno más cercano. Cada vez hay más gente pobre en el mundo, refugiados y migrantes que mueren en el Mediterráneo y nos enfrentamos a un cambio climático, pero nos dicen que las cosas son así y que no podemos hacer nada. Es una gran trampa. Ante ello, creo que hace falta una reflexión sobre el conjunto de la sociedad que ponga en el centro más solidaridad. Y así oponerse a un sistema económico que se ha construido en torno a las jerarquías del color de piel y que nos impide formar parte de la misma humanidad.

Esta entrevista fue publicada originalmente en CTXT / Revista Contexto; es reproducida aquí bajo la licencia Creative Commons.

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