Poesía al servicio de la vida en el siglo XXI
La poesía ha cruzado los umbrales del tercer milenio con más salud que nunca. Sigue siendo una experiencia minoritaria, pero hay más poetas y más lectores que en ningún otro momento de la historia.
Manuel Ángel Vázquez Medel
Vivimos un especial momento para la poesía. Con grandes creadores (y, sobre todo, grandes creadoras) y con muy competentes lectores (también, en su mayoría, lectoras). El acento femenino (también presente en ese arquetipo “anima” que según Jung debe estar en lo masculino, para evitar su desmesura) será uno de los grandes impulsos para la nueva poesía que comienza a esbozarse.
Más allá de nombres y textos concretos, deseamos reflexionar sobre la importancia (también terapéutica) de la poesía en el siglo XXI, en un momento de encrucijada en el que necesitamos más que nunca la palabra. Una palabra que tienda hacia horizontes de verdad, de bondad y de belleza. Que resuene y nos transforme.
Claves: naturaleza, orígenes y evolución
Poiesis (ποίησις, pronunciado “poíesis”) significa en griego “creación” o “producción”, inicialmente con un sentido general (“producir alguna cosa que antes no existía”). Con el tiempo fue aplicándose específicamente a la creación verbal estética (“poesía” en sentido estricto), especialmente en verso, pero también en prosa, como evidenció Emilio Lledó en su libro El concepto “Poíesis” en la filosofía griega.
Así lo entendía Juan Ramón Jiménez, que consideraba la creación poética como el más alto exponente de lo humano, y que se fijó como lema “Amor y poesía cada día”. Lejos de ser una expresión excesivamente exquisita (o “cursi”), el imperativo juanramoniano sitúa el horizonte del sentido de la vida, precisamente, en la creatividad y en la proyección amorosa.
Ahora diríamos, siguiendo al filósofo social Hartmut Rosa que, en efecto, son las dos vías más potentes de resonancia, de una relación significativa con el mundo, que nos permite vivir con motivación, con intensidad, con apertura en nuestras relaciones, que realizan una apropiación transformadora de esa vivencia que nos “toca” y nos “dice” algo.
Los poetas son peligrosos
La poesía, como producto humano y cultural que es, ha ido cambiando con los tiempos, si bien no será posible encontrar ningún colectivo humano en ningún momento que no tenga su propia tradición poética, inicialmente oral y —desde el hallazgo de la escritura— escrita. Para disgusto de Platón, que mantenía una relación peculiar y equívoca con la poesía: el más “poético” de los filósofos creía que, tras recibirles y ungirles, debía expulsarse a los poetas de la República ideal.
Los poetas, en efecto, son peligrosos: intentan decir con palabras lo que no se puede decir con palabras. Y provocan con ello pensamientos y sentimientos que no es posible experimentar fuera de la experiencia poética (esa re-creación que exige una lectura activa y comprensiva).
Explorando los límites
La poesía ha conocido, en el marco del proyecto euro-occidental de la Modernidad, transformaciones muy profundas que la han llevado a sus propios límites de significación y al tiempo la han hibridado con otras expresiones artísticas (plásticas, musicales, etc.). Las vanguardias históricas y sus diversos movimientos marcan ese momento “deconstructivo” de lo poético que alcanza su punto culminante en el surrealismo.
Aunque Theodor Adorno dijera que “escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, la necesidad humana de creatividad poética ha hecho que, tras la barbarie del nazismo, se haya escrito más poesía que en toda la historia anterior de la humanidad. Tal vez por ello, en un tiempo tan crítico como estas décadas iniciales del siglo XXI, sentimos más necesidad que nunca de la experiencia poética.
Poesía en el siglo XXI
La poesía ha cruzado los umbrales del tercer milenio con más salud que nunca. A pesar de que sigue siendo una experiencia minoritaria, hay en la actualidad más poetas y más lectores (especialmente, lectoras) de poesía que en ningún otro momento de plenitud poética (como en los Siglos de Oro o en la Edad de Plata del primer tercio del siglo XX). Incluso la pandemia ha confirmado y potenciado esta tendencia: “En los últimos años, como tendencias incuestionables se consolidan el libro ilustrado o libro álbum, y también el cómic y la poesía”.
Una de las singularidades de la creación poética del presente es que podemos encontrar juntas todas las posibilidades estéticas de los siglos anteriores: hay nuevos clasicismos y poesía neobarroca (conceptista o cultista), poesía simbólica y mística y realismo sucio, hermetismo y poesía comprometida, si bien el momento dominante sigue marcado por la llamada “poesía de la experiencia”, ya mucho más abierta y menos “patrimonializada”.
En un ensayo, M. Ema Llorente marca como principales corrientes actuales “la tendencia hacia lo fantástico, la progresiva disminución y reducción —tanto física como psicológica— del yo poético, y una tendencia hacia la reflexión y la manifestación de preocupaciones existenciales, que deriva en un cierto agonismo”.
Curiosamente, también podríamos indicar las opciones contrarias: un nuevo realismo que casi excluye imaginación y fantasía, una irrupción —a veces desmedida— del yo poético en los textos y una expresión trivial de la existencia, ajena a la dimensión dinámica y agónica de la vida.
Un discurso de lo racional y lo emocional
Aunque nuestro tiempo lo es de polarizaciones y antagonismos, una mirada compleja y abierta a las dinámicas actuales de la creación poética debe ser integradora de opciones no excluyentes (el cuidado del plano de la expresión y el del contenido, por ejemplo; la implicación de lo racional y lo emocional). Incluso debe aprovechar ese campo da batalla que es siempre la palabra para armonizar contrarios o buscar el tercio excluso. Yo mismo he llegado a reformular la duda hamletiana como “Ser y no ser: esa es la cuestión”.
Esta es la gran cuestión de la creación poética del siglo XXI: no seguir echando vino nuevo en odres viejos; impulsar nuevas formas de pensar, nuevas formas de sentir y de actuar para un nuevo horizonte humano, para una nueva civilización planetaria, para un inevitable proceso de transhumanización.
Contaremos para ello con todo el patrimonio del pasado, con toda la imaginación y fantasía del presente, con la atracción utópica del futuro. Hay que ser un excelente lector para aspirar a ser un poeta digno. Y estar abiertos a todas las posibilidades, incluidas las muchas que para la creación poética permite este nuevo tercer entorno digital y en red, con sus nuevos discursos multimodales. Poesía de convergencia de palabra, imagen visual, música y acción (performance).
Manuel Ángel Vázquez Medel. Escritor. Catedrático de Literatura Española e Hispanoamericana, Universidad de Sevilla.
Fuente: The Conversation.