Abril, 2025
Murió en el Vaticano el pasado lunes 21 de abril a la edad de 88 años. Se llamaba Jorge Mario Bergoglio, nacido en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936 y fue el papa número 266 en la historia religiosa. Lo llamaron el ‘Papa comunista’, el ‘Papa rojo’. De lejos, es verdad, parecía ser incluso un hombre de izquierda ultra. Pero la realidad es que en eso lo convirtieron los otros: los Trump, los Milei, los Bolsonaros (¡el más claro ejemplo: Italia, dirigida hoy por la conservadora Giorgia Meloni!). De ahí que, en un mundo cada vez más extremaderechizado, Francisco acabara pareciendo más bien un radical. Sin embargo, hombre de humildad, del lado de los más vulnerables y más frágiles, durante su mandato Jorge Mario Bergoglio llevó a cabo una crítica sin precedentes al sistema capitalista actual, también emprendió varias reformas internas dentro de su iglesia, con resultados desiguales, también desalentadores para su feligresía. Eso sí: Francisco abrió caminos que no estaban marcados; se metió en parcelas en las que nunca se había metido ningún otro papa. Que no es poca cosa. En el siguiente texto, el periodista Víctor Roura resalta además uno de los principales rasgos de su figura, aunque a veces muy poco comentado: su destreza escritural.
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Murió en el Vaticano el pasado lunes 21 de abril a la edad de 88 años. Se llamaba Jorge Mario Bergoglio, nacido en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936 y fue el papa número 266 en la historia religiosa, si bien, y acaso en esto resida su trascendencia, su mandato al frente de la iglesia católica en el mundo se caracterizó, a diferencia de otros papados, en la apertura y la tolerancia contemporáneas, al grado de apoyar, aun sin haber celebrado uniones matrimoniales entre personas del mismo sexo, las relaciones civiles entre homosexuales y lesbianas, asunto que parecía imposible en la curia romana debido al obstinado conservadurismo de los jerarcas católicos: el papa Francisco, como se hacía llamar (en honor al italiano Giovanni di Pietro di Bernardone, conocido como Francisco de Asís fallecido el 3 de octubre de 1226 desconociéndose la fecha de su nacimiento), pertenecía a las estirpes de avanzada ideológica y social.
Tras la renuncia del alemán Joseph Alois Ratzinger, Benedicto XVI, el 28 de febrero de 2013 —fallecido nueve años después, el 31 de diciembre de 2022 a la edad de 95 años—, quien había suplido al polaco Karol Józef Wojtyła —Juan Pablo II, papa número 264 durante 27 años, del 16 de octubre de 1978 hasta su muerte el 2 de abril de 2005 a la edad de 84 años—, aunque ninguno de los dos marcó, como lo hiciera el papa Francisco, algún sobresalto, cambio o modificación en la institución católica… tras la renuncia de Benedicto, fue elegido el 13 de marzo de 2013 el argentino Bergoglio, presidiendo el catolicismo por una docena de años.
El papa Francisco visitó México a partir del viernes 12 de febrero de 2016 desconcertando a propios y extraños sobre todo por su destreza escritural exhibiendo, de esta manera, que la fe religiosa, si quiere perdurar, también debe estar basada en la buena literatura, no en vano Jorge Luis Borges señaló que La Biblia era un insuperable libro de narrativa creíble.
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Y aunque no fuera uno creyente de las premisas católicas, las palabras de Bergoglio, bien apuntadas, superaban incluso al político demagogo, ese que se manifestaba democrático no siéndolo como en los alborozados tiempos priistas y panistas, cuando vino el papa Francisco a México, a dos años de que Morena cambiara ciertas situaciones en el país, situaciones que, al parecer, no tienen fin, como la indestructible corrupción.
El 13 de febrero de aquel 2016, en Palacio Nacional, el discurso del papa fue el siguiente, y lo transcribo íntegro porque pareciera no provenir de un jesuita sino de un izquierdista convencido: “El pueblo mexicano afianza su esperanza en la identidad que ha sido forjada en duros y difíciles momentos de su historia por grandes testimonios de ciudadanos que han comprendido que, para poder superar las situaciones nacidas de la cerrazón del individualismo, era necesario el acuerdo de las Instituciones políticas, sociales y de mercado, y de todos los hombres y mujeres que se comprometen en la búsqueda del bien común y en la promoción de la dignidad de la persona.
“Una cultura ancestral y un capital humano esperanzador tienen que ser la fuente de estímulo para que encontremos nuevas formas de diálogo, de negociación, de puentes capaces de guiarnos por la senda del compromiso solidario. Un compromiso en el que todos nos entreguemos a la construcción de ‘una política auténticamente humana’ (Gaudium et spes, 73) en una sociedad en la que nadie se sienta víctima de la cultura del descarte.
“A los dirigentes de la vida social, cultural y política les corresponde de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino. Esto no es sólo un asunto de leyes que requieran de actualizaciones y mejoras —siempre necesarias—, sino de una urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno, con pleno respeto del otro como corresponsable en la causa común de promover el desarrollo nacional. Es una tarea que involucra a todo el pueblo mexicano en las distintas instancias tanto públicas como privadas, tanto colectivas como individuales”.

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Leer a Bergoglio sin saber que se trataba del papa resultaba nutritivo. Balzaciano acaso sin saberlo, dijo el 14 de febrero de 2016 en el Centro de Estudios de Ecatepec: “Cuántas veces experimentamos en nuestra propia carne, o en la de nuestra familia, en la de nuestros amigos o vecinos, el dolor que nace de no sentir reconocida esa dignidad que todos llevamos dentro. Cuántas veces hemos tenido que llorar y arrepentirnos por darnos cuenta que no hemos reconocido esa dignidad en otros. Cuántas veces —y con dolor lo digo— somos ciegos e inmunes ante la falta del reconocimiento de la dignidad propia y ajena”.
Si se hacían a un lado sus referencias cristianas, no en vano presidía la iglesia católica, Bergoglio razonaba literariamente.
En San Cristóbal de las Casas, el 15 de febrero, pronunció: “Experiencia, realidad que encuentra eco en esa expresión que nace de la sabiduría acuñada en estas tierras desde tiempos lejanos, y que reza en el Popol Vuh de la siguiente manera: el alba sobrevino sobre las tribus juntas. La faz de la tierra fue enseguida saneada por el Sol. El alba sobrevino para los pueblos que una y otra vez han caminado en las distintas tinieblas de la historia.
“En esta expresión hay un anhelo de vivir en libertad, hay un anhelo que tiene sabor a tierra prometida donde la opresión, el maltrato y la degradación no sean moneda corriente. En el corazón del hombre y en la memoria de muchos de nuestros pueblos está inscrito el anhelo de una tierra, de un tiempo donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz”.
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Saber escribir es, muchas veces, ahondar en lo indecible. En Morelia, el martes 16 de febrero, Bergoglio dijo a miles de jóvenes en el Estadio José María Morelos y Pavón: “Todos los que hablaban cuando hablaban de las dificultades dijeron que todos pudieron vivir, pero no pudieron vivir sin esperanza. No se puede vivir la esperanza, sentir el mañana, si primero uno no logra valorarse, si no logra sentir que su vida, sus manos, su historia vale la pena. Sentir eso que Alberto decía, que con mis manos, con mi corazón y con mi mente puedo construir esperanza. Si no siento eso, la esperanza no podrá entrar en mi corazón. La esperanza nace cuando se puede experimentar que no todo está perdido, y para eso es necesario el ejercicio de empezar por casa, empezar por sí mismo. No todo está perdido. No estoy perdido, valgo, y valgo mucho.
“La principal amenaza a la esperanza son los discursos que te desvalorizan, te van como chupando el valor y terminas como caído, como arrugado, con el corazón triste. Discursos que te hacen sentir no de segunda, sino de cuarta. La principal amenaza a la esperanza es cuando sentís que no le importas a nadie o que estás dejado de lado. Esa es la gran dificultad para la esperanza, cuando en una familia, en una sociedad o en una escuela te hacen sentir que no les importas. Eso es duro, es doloroso, pero eso sucede, o no sucede. La principal amenaza a la esperanza es cuando sientes que da lo mismo que estés o que no estés. Eso mata, eso nos aniquila y es puerta de ingreso a tanto dolor. La principal amenaza a la esperanza es hacerte creer que empiezas a ser valioso cuando te disfrazas de ropas, marcas, del último grito de la moda, o cuando te vuelves prestigio, importante por tener dinero pero, en el fondo, tu corazón no cree que seas digno de cariño, digno de amor. Y eso tu corazón lo intuye. La esperanza está amordazada por lo que te hacen creer. No te la dejan surgir”.
Tomo fragmentos de sus palabras para evitar la inclusión, necesaria para él, de los aspectos religiosos. El 17 de febrero de 2016 se reunió Bergoglio, en Ciudad Juárez con presos, mujeres y hombres, en el Centro de Readaptación Social (Cereso) número 3, donde leyó lo siguiente: “Celebrar el Jubileo de la misericordia con ustedes es recordar el camino urgente que debemos tomar para romper los círculos de la violencia y de la delincuencia. Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas. Nos hemos olvidado de concentrarnos en lo que realmente debe ser nuestra preocupación: la vida de las personas; sus vidas, las de sus familias, la de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de la violencia.
“La misericordia divina nos recuerda que las cárceles son un síntoma de cómo estamos como sociedad, son un síntoma en muchos casos de silencios y omisiones que han provocado una cultura de descarte. Son un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida; de una sociedad que ha ido abandonando a sus hijos.
“La misericordia nos recuerda que la reinserción no comienza acá en estas paredes, sino comienza antes, comienza afuera, en las calles de la ciudad. La reinserción o rehabilitación comienza creando un sistema que podríamos llamarlo de salud social; es decir, una sociedad que busque no enfermar contaminando las relaciones en el barrio, en las escuelas, en las plazas, en las calles, en los hogares, en todo el espectro social. Un sistema de salud social que procure generar una cultura que actúe y busque prevenir aquellas situaciones, aquellos caminos que terminan lastimando y deteriorando el tejido social.
“A veces pareciera que las cárceles se proponen incapacitar a las personas a seguir cometiendo delitos más que promover los procesos de rehabilitación que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a determinada actitud. El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado.
“Sabemos que no se puede volver atrás, sabemos que lo realizado, realizado está; por eso he querido celebrar con ustedes el Jubileo de la misericordia, ya que eso no quiere decir que no haya posibilidad de escribir una nueva historia hacia delante. Ustedes sufren el dolor de la caída, sienten el arrepentimiento de sus actos y sé que, en tantos casos, entre grandes limitaciones, buscan rehacer su vida desde la soledad. Han conocido la fuerza del dolor y del pecado, no se olviden que también tienen a su alcance la fuerza de la resurrección, la fuerza de la misericordia divina que hace nuevas todas las cosas. Ahora les puede tocar la parte más dura, más difícil, pero que posiblemente sea la que más fruto genere, luchen desde acá dentro por revertir las situaciones que generan más exclusión. Hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión. Quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir experimentó el infierno, puede volverse un profeta en la sociedad. Trabajen para que esta sociedad que usa y tira no siga cobrándose victimas”.

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Creído uno o no de las sentencias bíblicas, se leía o se escuchaba con atención a Bergoglio por su confianza literaria.
El miércoles 17 de febrero de 2016, ahora ante empresarios y trabajadores también de Ciudad Juárez, Chihuahua, expresó: “Todo lo que podamos hacer para dialogar, para encontrarnos, para buscar mejores alternativas y oportunidades es ya un logro a valorar y resaltar. Obviamente que no alcanza, pero hoy en día no podemos darnos el lujo de cortar toda instancia de encuentro, de debate, de confrontación, de búsqueda. Es la única manera que tendremos de poder ir construyendo el mañana, ir tejiendo relaciones sostenibles capaces de generar el andamiaje necesario que, poco a poco, irá reconstruyendo los vínculos sociales tan dañados por la falta de comunicación, tan dañados por la falta de respeto a lo mínimo necesario para una convivencia saludable.
“Hoy están aquí diversas organizaciones de trabajadores y representantes de cámaras y gremios empresariales. A primera vista podrían considerarse como antagonistas, pero los une una misma responsabilidad: buscar generar espacios de trabajo digno y verdaderamente útil para la sociedad y especialmente para los jóvenes de esta tierra. Uno de los flagelos más grandes a los que se ven expuestos sus jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo sostenible y redituable que les permita proyectarse, generando en muchos casos situaciones de pobreza. Y esta pobreza es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia. Es un lujo que nadie se puede dar; no se puede dejar solo y abandonado el presente y el futuro de México.
“Desgraciadamente, el tiempo que vivimos ha impuesto el paradigma de la utilidad económica como principio de las relaciones personales. La mentalidad reinante propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, a cualquier tipo de costo y de manera inmediata. No sólo provoca la pérdida de la dimensión ética de las empresas sino que olvida que la mejor inversión que se puede realizar es invertir en la gente, en las personas, en sus familias. La mejor inversión es crear oportunidades. La mentalidad reinante pone el flujo de las personas al servicio del flujo de capitales provocando en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos a usar y tirar.
“¿Qué mundo queremos dejarles a nuestros hijos? Creo que en esto la gran mayoría podemos coincidir. Ese es precisamente nuestro horizonte, esa es nuestra meta y, por ello, hoy tenemos que unirnos y trabajar. Siempre es bueno pensar qué me gustaría dejarles a mis hijos; también es una buena medida para pensar en los hijos de los demás. ¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, del techo decoroso y de la tierra para trabajar? ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar alternativas, generar renovación y cambiamiento?
“Sé que lo planteado no es fácil, pero sé también que es peor dejar el futuro en manos de la corrupción, del salvajismo, de la falta de equidad. Sé que no es fácil muchas veces armonizar todas las partes en una negociación, pero sé también que es peor, y nos termina haciendo más daño, la carencia de negociación y la falta de valoración. Sé que no es fácil poder congeniar en un mundo cada vez más competitivo, pero es peor dejar que el mundo competitivo termine determinando el destino de los pueblos. El lucro y el capital no son un bien por encima del hombre, están al servicio del bien común. Y, cuando el bien común es forzado para estar al servicio del lucro, y el capital la única ganancia posible, eso se llama exclusión”.
Ciertamente Jorge Mario Bergoglio, en su vestidura de papa Francisco, tuvo la oportunidad, que no se consigue con facilidad, de hablar ante las multitudes, pero también es cierto, a diferencia de otros papas, que sabía hablar de espectros sociales probablemente debido a sus múltiples lecturas y a su humanismo impostergable.

En su último discurso en México, antes de partir a Roma, Bergoglio se apostó en la frontera entre Estados Unidos y México, en la explanada El Chamizal a escasos metros de la alambrada que separa a Ciudad Juárez de Texas. Dijo entonces —en un brillante planteamiento metafórico aprovechando una escena bíblica— aquel 17 de febrero de 2016: “Nínive, una gran ciudad que se estaba autodestruyendo, fruto de la opresión y la degradación, de la violencia y de la injusticia, la gran capital tenía los días contados ya que no era sostenible la violencia generada en sí misma. Ahí aparece el Señor moviendo el corazón de Jonás, ahí aparece el Padre invitando y enviando a su mensajero. Jonás es convocado para recibir una misión. Ve, le dice, porque dentro de cuarenta días, Nínive será destruida. Ve, ayúdalos a comprender que con esa manera de tratarse, regularse, organizarse, lo único que están generando es muerte y destrucción, sufrimiento y opresión. Hazles ver que no hay vida para nadie, ni para el rey ni para el súbdito, ni para los campos ni para el ganado. Ve y anuncia que se han acostumbrado de tal manera a la degradación que han perdido la sensibilidad ante el dolor. Ve y diles que la injusticia se ha instalado en su mirada.
“Por eso va Jonás.
“Y en este texto nos encontramos frente al misterio de la misericordia divina. La misericordia rechaza siempre la maldad, tomando muy en serio al ser humano. Apela siempre a la bondad dormida, anestesiada, de cada persona. Lejos de aniquilar, como muchas veces pretendemos o queremos hacerlo nosotros, la misericordia se acerca a toda situación para transformarla desde adentro. Ese es precisamente el misterio de la misericordia divina. Se acerca e invita a la conversión, invita al arrepentimiento; invita a ver el daño que a todos los niveles se esta causando. La misericordia siempre entra en el mal para transformarlo.
“El rey escuchó, los habitantes de la ciudad reaccionaron y se decretó el arrepentimiento. La misericordia entró en el corazón revelando y manifestando lo que será nuestra certeza y nuestra esperanza: siempre hay posibilidad de cambio, estamos a tiempo de reaccionar y transformar, modificar y cambiar, convertir lo que nos está destruyendo como pueblo, lo que nos está degradando como humanidad. La misericordia nos alienta a mirar el presente y confiar en lo sano y bueno que late en cada corazón.
“Jonás ayudó a ver, ayudó a tomar conciencia. Acto seguido, su llamada encuentra hombres y mujeres capaces de arrepentirse, capaces de llorar. Llorar por la injusticia, llorar por la degradación, llorar por la opresión. Son las lágrimas las que pueden darle paso a la transformación, son las lágrimas las que pueden ablandar el corazón, son las lágrimas las que pueden purificar la mirada y ayudar a ver el círculo de pecado en el que muchas veces se está sumergido. Son las lágrimas las que logran sensibilizar la mirada y la actitud endurecida y especialmente adormecida ante el sufrimiento ajeno. Son las lágrimas las que pueden generar una ruptura capaz de abrirnos a la conversión.
“Aquí en Ciudad Juárez, como en otras zonas fronterizas, se concentran miles de migrantes de Centroamérica y otros países, sin olvidar a tantos mexicanos que también buscan pasar al otro lado. Un paso, un camino cargado de terribles injusticias: esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son fruto del negocio del tránsito humano, del tráfico de personas.
“No podemos negar la crisis humanitaria que en los últimos años ha significado la migración de miles de personas, ya sea por tren, por carretera e incluso a pie, atravesando cientos de kilómetros por montañas, desiertos, caminos inhóspitos. Esta tragedia humana que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global. Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias. Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. No sólo sufren la pobreza sino que encima sufren estas formas de violencia.
“Injusticia que se radicaliza en los jóvenes, ellos, carne de cañón, son perseguidos y amenazados cuando tratan de salir de la espiral de violencia y del infierno de las drogas. ¡Y qué decir de tantas mujeres a quienes se les ha arrebatado injustamente la vida!
“Como sucedió en tiempo de Jonás, hoy también apostamos por la conversión; hay signos que se vuelven luz en el camino y anuncio de salvación. Sé del trabajo de tantas organizaciones de la sociedad civil a favor de los derechos de los migrantes. Sé también del trabajo comprometido de tantas hermanas religiosas, de religiosos y sacerdotes, de laicos que se la juegan en el acompañamiento y en la defensa de la vida. Asisten en primera línea arriesgando muchas veces la suya propia. Con sus vidas son profetas de la misericordia, son el corazón comprensivo y los pies acompañantes…
“Es tiempo de conversión, es tiempo de salvación, es tiempo de misericordia”.
Pero no todos escuchan estas sabias palabras, no en vano la gente conservadora, por ejemplo de España, despidió con inusual frialdad a Bergoglio. Y no necesito ninguna confirmación sobre la indiferencia de, digamos, Donald Trump ante el deceso de este papa que, sí, se preocupó por los migrantes y su condición inmisericorde de aislamiento social.
Efectivamente, es tiempo, o debía ser tiempo, de conversiones.