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Ignacio Solares, el reportero de los misterios que nos rodean

Vicente Francisco Torres examina «Novelista de lo invisible», libro de conversaciones entre Nacho Solares y Pepe Gordon que brotó sobre todo de la amistad

Febrero, 2024

Escribe aquí Vicente Francisco Torres: “A lo largo de los años, fueron notorias las amistades literarias de Ignacio Solares (1945-2023): José Ramón Enríquez, Javier Sicilia, Sabina Berman, Paco Prieto, Guadalupe Alonso y Mauricio Molina. Sin embargo, ninguna tan cercana como la de José Gordon. Por tal motivo, era previsible que, más tarde o más temprano, tendríamos un libro como Novelista de lo invisible, una larga conversación entre Nacho Solares y Pepe Gordon”. En el siguiente texto, el también narrador e investigador de la UAM desglosa y examina esta obra nacida de la amistad.

A lo largo de los años, fueron notorias las amistades literarias de Ignacio Solares (1945-2023): José Ramón Enríquez, Javier Sicilia, Sabina Berman, Paco Prieto, Guadalupe Alonso y Mauricio Molina. Sin embargo, ninguna tan cercana como la de José Gordon. Por tal motivo, era previsible que, más tarde o más temprano, tendríamos un libro como Novelista de lo invisible (Planeta, 2023), una larga conversación entre Nacho Solares y Pepe Gordon.

Muchos libros se han escrito de esta manera —en América Latina, quizás el escritor que tiene más volúmenes de este tipo sea Jorge Luis Borges. Pero en el caso de Nacho y Pepe, hay una singularidad: no sólo es una obra importante que ha llenado de interrogantes a los lectores, sino tenemos dos escritores afines que comparten intereses. Alguna vez, cuando Ignacio Solares dirigía el suplemento de la revista Siempre!, Francisco Cervantes dijo que este espacio periodístico debería llamarse ‘El Convento’ por la inclinación religiosa de muchos colaboradores.

En Novelista de lo invisible, Solares habla de las grandes interrogantes que nutrieron sus libros: el mal, la trascendencia, el espiritismo, el azar, el destino, las metempsicosis… y las vincula con su vida. Por ejemplo, al hablar de las apariciones, dice que las vivió con frecuencia; escribió Delirium tremens tras las huellas de su padre, quien fue alcohólico y padeció las alucinaciones. Solares mismo se confesó como bebedor y, paradojas de la vida que tanto lo perturbaron, fue su padre quien lo inició en el mundo de la literatura y le dio los primeros libros que leería: Salgari, Verne, Defoe, Víctor Hugo, Tolstoi… También durante su infancia, un tío, Salvador, le mostró el mundo del espiritismo que fue una presencia constante en su vida y material literario de sus libros. De hecho, algunos personajes que fueron objeto de sus novelas históricas le interesaron porque el espiritismo era parte fundamental de sus vidas, como Francisco I. Madero y Francisco J. Múgica. Amistades fuertes y constantes en su vida, de aquí surgieron, como Gutierre Tibón (ambos estuvieron con el mismo médium en distintas épocas). Su admiración por escritores como Conan Doyle, fueron resultado de su interés espírita.

Cuando Nacho habla de la importancia que en su obra tuvieron algunos escritores, no los invoca como influencias literarias, sino como creyentes de lo numinoso: “La dimensión que me dieron de lo religioso escritores como Thomas Mann, Tolstoi, Dostoyevski, Hugo y Huxley es impresionante; yo soy producto de todo ello”.

A pesar de que a Nacho —sobre todo al llegar a Difusión Cultural de la UNAM y cuando dirigía la revista de nuestra Alma Mater— lo rodearon escritores poderosos en el mundo de la cultura, que no se caracterizaban precisamente por su generosidad, él fue un hombre bueno que tuvo detalles asombrosos con gente que no estaba muy cercana a él. Aunque era amigo de Agustín Carstens, el siniestro economista que tanto daño hizo a los mexicanos, creía en la utopía y en el amor al prójimo que le dejaron sus estudios con los jesuitas; también le dejaron una especie de panteísmo que nació en la sierra de Chihuahua. Estas son las fuentes de su novela No hay tal lugar.

El mal, el azar y el destino fueron intereses constantes en el pensamiento y en la obra de Solares, mismas que compartió con Mauricio Molina, un escritor que sólo aparece mencionado una vez en el libro pero que, sin duda, estuvo muy cerca de Nacho, como puede verse en la época en que Solares dirigió la Revista de la Universidad: “Eso quiere decir que estamos determinados para vivir en libertad. García Márquez planteaba que ante la incertidumbre del futuro parece que elegimos nuestro curso de acción, pero a toro pasado es implacable la mano del destino. Cuando se escribe una novela, cuando se examinan las tragedias griegas que tanto estudiaba García Márquez, en retrospectiva estamos hablando de la crónica de un destino anunciado. ¿Hay un margen de libertad?”

En las pocas veces que platiqué con Solares, el humor nunca apareció, pero en unas palabras que dijo al final de sus días, vemos que todo adquiere coherencia en sus convicciones: “El humor no deja de ser una gracia. Dios te da el humor como un paréntesis, ahí tienes una salida, aunque sea momentánea, pero maravillosa. Yo creo que hay muchas enfermedades psicológicas que se curan con el humor y con los pequeños actos generosos y concretos: cuidar a tus seres queridos, a quienes tienes alrededor. Eso es parte de trascender e ir más allá de ti y hacer el bien tocando a otros…”

José Gordón e Ignacio Solares.

Nacho estaba tan consustanciado con sus creencias, que las encuentra en todos sus actos, como el crucial momento en que padre muere:

Cuando mi papá ya estaba muy grave —le había dado un infarto— lo internaron en un hospital del Seguro Social con habitaciones compartidas, divididas por un simple biombo. Lo fui a ver una mañana temprano y su compañero de habitación me dijo: Su papá estuvo platicando toda la noche con su hermana María Luisa. Le hablaba y le hablaba. Yo pensé que María Luisa estaba parada frente a él por la forma en que platicaba, hasta que luego me di cuenta que estaba solo y hablaba consigo mismo. Entonces, me acerqué a mi papá y le pregunté si eso había ocurrido. Nunca olvidaré el brillo entre ausente y angustiado de sus ojos. Me respondió: Sí, vino María Luisa y dijo que me prepare porque me voy a morir mañana y me van a recibir ella y mis hermanos. Esos hermanos ya habían muerto. María Luisa había fallecido hacía más de quince años.

Y efectivamente, al día siguiente murió. Antes de morir le dijo a mi mamá: Sácame el traje gris Oxford que me regaló mi hermano Salvador porque mañana voy a cenar con mis hermanos. Quiero llevar ese traje. Y lo vestimos con ese traje. La primera prueba que tengo de cosas sobrenaturales es mi padre. Imagínate, con todos sus defectos, me dio dos cosas fundamentales: la literatura y lo sobrenatural. Son dos marcas en mi vida. Yo soy producto de eso.

Nacho Solares, que tanto tiempo ejerció el periodismo, hizo con su vida, su obra literaria y sus creencias, un círculo perfecto: “Soy un reportero de los misterios que nos rodean: los busco en todos lados, en la vida cotidiana, en mis lecturas, en nuestras pláticas”.

[Vicente Francisco Torres: ensayista y narrador. Profesor-investigador en la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco.]

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