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‘Odeuropa’ se pone en marcha: en busca de los olores perdidos de Europa

Odeuropa es el primer proyecto internacional de investigación de los aromas del pasado y el presente. Historiadores, museólogos y lingüistas digitales de Holanda, Inglaterra, Alemania, Italia, Francia y Eslovenia explorarán durante tres años referencias olfativas en pinturas, tratados médicos y novelas, con técnicas de inteligencia artificial. En un momento en el que la pandemia de covid-19 ha subrayado la importancia de los olores, el objetivo de la iniciativa es claro: luchar contra el olvido oliendo la historia.


En las manos de cientos de hombres y mujeres adinerados, retratados a partir del siglo XIV, se esconden las fallidas estrategias con las que se lidió con las recurrentes enfermedades y pestes durante siglos en Europa. Las pinturas y grabados no reflejan reinas, príncipes, aristócratas, cortesanas ni burgueses con mascarillas, pero sí sosteniendo pomanders, es decir, pequeñas esferas de orfebrería perforadas, hechas en oro, plata, perlas y demás elementos preciosos, en las que se introducían perfumes, hierbas o especias para aromatizar su entorno.

Los nobles usaban estos amuletos odoríferos también en collares o colgando de una cadena unida a sus cinturas. No se trataba sólo de un indicador de estatus. Por entonces, estaba bien instalada la creencia de que, acercadas a las fosas nasales, estas pequeñas obras de arte —cuyo nombre viene de la expresión francesa pomme d’ambre o manzana de ámbar, aunque venían en todas las formas, de corazones a calaveras— otorgaban alguna clase de protección: además de encubrir los malos olores corporales propios, eran consideradas un antídoto a los olores pútridos o miasmas que desde la antigüedad hasta bien entrado el siglo XIX se pensaba que propagaban las enfermedades.

Como estos dispositivos aromáticos portátiles, las referencias a nuestro pasado olfativo —y los rituales, prácticas e ideas asociados— se encuentran esparcidas en innumerables textos, pinturas y grabados. Desde hace menos de cuatro décadas, historiadores de las ideas y las sensibilidades, antropólogos, perfumistas, museólogos —todos descendientes intelectuales del francés Alain Corbin, cuyo libro El perfume o el miasma: el olfato y lo imaginario social, siglos XVIII y XIX marcó un antes y un después en la historia de la percepción— las rastrean y estudian como parte del patrimonio cultural. Es el patrimonio olfativo de la humanidad.

“Los olores juegan un papel importante en nuestra vida diaria: nos afectan emocional, psicológica y físicamente, dan forma a quiénes somos, a dónde pertenecemos, cómo experimentamos los encuentros con diferentes culturas e influyen en la manera en que nos relacionamos con la historia”, cuenta en entrevista la argentina Cecilia Bembibre, investigadora del Instituto de Patrimonio Sostenible del University College de Londres (UCL). “Pero a nivel académico, a quienes los estudiamos desde una perspectiva histórica o de la conservación se nos mira con cierta curiosidad y sorpresa. Hay una reticencia a tratarnos con seriedad”.

La situación, sin embargo, parece estar cambiando. Por primera vez la Unión Europea financiará por tres años un ambicioso proyecto internacional que explorará los olores perdidos del continente.

Con un presupuesto de 2,8 millones de euros, la iniciativa conocida como Odeuropa utilizará inteligencia artificial para investigar cómo los aromas han moldeado comunidades y tradiciones entre los siglos XVII al presente.

“Los olores dan forma a nuestra experiencia del mundo, pero tenemos muy poca información sensorial sobre el pasado”, cuenta la historiadora cultural holandesa Inger Leemans, líder del proyecto. “Odeuropa se sumergirá en las colecciones del patrimonio digital para descubrir los aromas clave de Europa y las historias que transmiten, y luego traerlos de vuelta a nuestras narices”.

A partir del siglo XIV, aparecen retratados nobles y aristócratas sosteniendo pomanders, pequeñas piezas de orfebrería con especias aromáticas para combatir las enfermedades. Retrato de Isabel I de Inglaterra. c. 1600.

Minería de datos nasales

Formalmente, el proyecto inicia en este mes de enero (2021) y congregará a toda clase de especialistas europeos interesados en la historia del olor pero que hasta el momento trabajaban en solitario, desconectados. El equipo interdisciplinario estará formado por historiadores, lingüistas computacionales, químicos, museólogos, perfumistas y especialistas en aprendizaje automático, reconocimiento de patrones y humanidades digitales.

Todos ellos y ellas, procedentes de Inglaterra, Holanda, Alemania, Italia, Francia y Eslovenia, explorarán referencias olfativas en pinturas, grabados, novelas, libros de cocina, tratados médicos, relatos de viajes, archivos notariales y antecedentes penales —en los que quedaron registros de quejas y peleas por malos olores—. También en los llamados “libros de secretos”, es decir, recopilaciones de fórmulas mágicas y recetas de alquimia, elaboración de perfumes y cosméticos que comenzaron a imprimirse en el siglo XVI y precedieron a las publicaciones científicas.

Durante el primer año, los historiadores del equipo recopilarán fuentes en siete idiomas (inglés e italiano, francés, esloveno, latín, holandés y alemán) con algún tipo de alusión a olores como los perfumes que se usaban para combatir enfermedades, la expansión del tabaco, el hedor de las ciudades y trasformaciones olfativas provocadas por la industrialización.

“Nuestros sentidos son nuestras puertas de entrada al pasado”, señala Leemans, profesora de la Universidad Libre de Ámsterdam. “Mucho más que la vista, el tacto o el oído, el olfato está vinculado directamente a las emociones y recuerdos. Aun así se tiende a pasar por alto la importancia de los olores en nuestra sociedad actual”.

El proyecto aprovechará que en los últimos años instituciones europeas han invertido en la digitalización a gran escala y ahora cuentan con una gran cantidad de datos de objetos, textos e imágenes a la espera de ser analizados con técnicas informáticas de lo que se conoce como data mining o minería de datos.

Para ello, la lingüista computacional Sara Tonelli y la holandesa Marieke van Erp, especialista en humanidades digitales, desarrollarán herramientas de software para la excavación olfativa. “Le enseñaremos a los ordenadores a reconocer en un texto descripciones de olores y experiencias asociadas”, explica Van Erp, del Clúster de Humanidades KNAW. “Entrenaremos a un algoritmo de aprendizaje automático para que identifique fragmentos de texto que contengan las palabras ‘olor’, ‘aroma’, ‘hedor’ o ‘acre’. La cuestión es que para que esto funcione, el ordenador necesita muchos ejemplos”.

Idiomas occidentales como el inglés y el holandés no contienen vocabularios ricos para describir referencias olfativas en comparación con otras lenguas. Por ejemplo, los Jahai, un grupo de cazadores-recolectores nómadas de Malasia, tienen más de una docena de términos para describir olores. En inglés hay menos de 30 palabras, que se usan para hacer referencia a la intensidad de un olor o a sensaciones como fétido y hediondo.

“Nuestros hallazgos iniciales muestran que a menudo utilizamos una construcción que incluye un verbo y una descripción, por ejemplo ‘huele a limón’ —detalla Van Erp—, pero esperamos encontrar muchas más construcciones diferentes, especialmente al retroceder en el tiempo cuando la gente estaba más sintonizada con los sentidos y la olfación jugaba un papel más importante en la vida diaria que ahora”.

Los historiadores del proyecto Odeuropa buscarán en pinturas referencias olfativas como tabaco. Fumadores en una posada. Mattheus van Helmont. 1650.

 

Una ventana al pasado de cada país

Las descripciones de los olores y experiencias olfativas en textos ofrecen una ventana al pasado lejano, a las emociones y supersticiones a las que han sido asociados a lo largo del tiempo. Cada investigador explorará temáticas propias. “Siendo de los Países Bajos —cuenta Inger Leemans—, me interesa conocer referencias al olor del agua fresca o contaminada: los ríos, los canales apestosos de la era moderna. También me interesan mucho las estrategias olfativas: ¿cómo utilizaba la gente los olores para protegerse de las enfermedades?”.

Por su parte, Sara Tonelli, de la Fondazione Bruno Kessler en Trento, espera encontrar en textos de los futuristas italianos menciones al olor de combustible, asociado a industrias y al progreso.

En el caso de pinturas, especialistas en visión por computadora de la Universidad de Erlangen-Núremberg en Alemania recolectarán representaciones visuales relacionadas con el olfato —como flores, tabaco o personas olfateando— y le pedirán a un gran número de individuos que los ayuden a identificarlas y así entrenar a un algoritmo de aprendizaje automático para reconocer objetos de olor similar en nuevas imágenes.

Las guiará Lizzie Marx, historiadora del arte de la Universidad de Cambridge, quien explora la visualización del olfato y sus significados en el arte holandés del siglo XVII. “Trabajaré para identificar y analizar los rastros visuales del olor en las obras de arte a partir de los datos de imágenes recopilados”, explica. “Como pomanders, guantes de cuero perfumados visibles en retratos, flores, comida, relatos que involucran olor, como María Magdalena y su frasco de ungüento fragante, e iconografía olfativa como las alegorías del olfato en la imaginería de los cinco sentidos. Hay todo un universo de olores por explorar”.

En textos, los investigadores buscarán palabras clave que aludan a olores. Descripción de Amsterdam como una “hermosa virgen con un aliento apestoso” encontrada en archivos notariales de 1777. Crédito: Archivo de Amsterdam.

Coordenadas espacio-temporales de aromas

La información olfativa que este grupo de investigadores extraiga de los textos e imágenes las reunirán en lo que denominan un Gráfico de Conocimiento Olfativo Europeo: una gran base de datos online, un atlas con coordenadas temporales y espaciales de olores, comisariado por historiadores culturales como el inglés William Tullett, autor de Smell in Eigh 18th-Century England: A Social Sense. “Un olor que me interesa es el del tabaco porque se vincula a la historia de la sensibilidad, del comercio, de la colonización y de la salud”, destaca este investigador de la Universidad Anglia Ruskin.

“Es, en definitiva, una lucha contra el olvido”, afirma Bembibre, quien ya ha estudiado y desarrollado técnicas para preservar el olor de libros antiguos de la biblioteca de la Catedral de San Pablo en Londres. “Si nadie documenta estos olores, prácticas, ideas y tradiciones, se pierde su recuerdo en una o dos generaciones”.

En la última etapa, químicos y perfumistas recrearán los aromas y hedores explorados y los compartirán con los visitantes de museos en los próximos años, por ejemplo, para promover la conciencia ecológica confrontando al público europeo con el trauma olfativo producido por la industrialización. “Así, las personas podrán oler la historia”, señala la holandesa Caro Verbeek, historiadora cultural de los sentidos, conocida por recorridos olfativos y talleres sensoriales para museos.

“Los ordenadores quizás nos ayuden a descubrir en textos y pinturas referencias olfativas nuevas, desconocidas para los historiadores. Vivimos en sociedades tan oculocéntricas que pensamos que las obras de arte son solo para ver. Pero no es así: nuestros ojos nos dan acceso a una fracción de una experiencia multisensorial propuesta por un artista”, continúa Verbeek.

La pandemia de covid-19 ha subrayado la importancia de los olores: además de la pérdida del olfato como uno de los síntomas de la infección por coronavirus, el aislamiento social afecta a nuestros entornos olfativos. Extrañamos los olores de las personas que amamos, así como los olores de los lugares a los que ya no viajamos.

“Los estímulos olfativos pueden servir como un medio vital para conectar a las personas con su pasado y con otras culturas”, sugiere Leemans. “Los aromas son creadores de conversaciones, pueden tender puentes entre comunidades. Llevar estos olores a los museos, directamente a la nariz del público europeo, ayudará a las personas a conectarse con las colecciones patrimoniales, les permitirá descubrir y oler como nunca mundos que se pensaban perdidos”.

Matija Strlic, profesor de Ciencias del Patrimonio del University College London, oliendo un libro antiguo en los Archivos Nacionales de los Países Bajos. Crédito: Matija Strlic.

Fuente: Agencia SINC.

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