El presidente López Obrador tiene razón al no usar cubrebocas
El cubrebocas se ha vuelto hoy el símbolo más representativo de la lucha contra la pandemia de la Covid-19 a escala global. Casi nadie se atreve a cuestionar su uso riguroso en todas las circunstancias. Quien lo hace, se arriesga a ser considerado una especie de energúmeno, enemigo de la humanidad. El presidente López Obrador, siguiendo las recomendaciones del Dr. Hugo López-Gatell, se niega a usarlo públicamente. Este texto trata de explicar por qué, en contra de todas las apariencias, tiene razón.
Frente a la pandemia provocada por la covid-19, todos quisiéramos una protección inmediata, absoluta, 100% efectiva. Pero no existe. No existe ningún método, ninguna forma, más que un confinamiento del 100%, sin excepciones, que pudiera hacer que el virus desapareciera en alrededor de un mes. Y esto es imposible en cualquier sociedad contemporánea; aún más en aquéllas cuya economía depende, en más de 40%, del sector informal. La gente tiene que salir a trabajar, de lo contrario muere de hambre, antes incluso de ser infectada por el coronavirus. Ésa es la realidad en todas las entidades federativas que conforman nuestro país. Mucha gente que no tenía ninguna otra fuente de ingresos ni ahorros salió durante la Jornada de Sana Distancia y lo seguirá haciendo en el futuro. Y al hacerlo, aquéllos que estén enfermos y no lo sepan seguirán contagiando a otros en mayor o menor medida. Eso es inevitable y tenemos que entenderlo.
¿Qué se puede hacer entonces? Seguir ciertas reglas básicas para disminuir el nivel de transmisión y evitar que el virus se expanda sin control. Estas reglas son simples y fáciles de seguir, como lo ha insistido incansablemente la Secretaría de Salud a lo largo de todos estos meses. Puesto que el virus se transmite a través de partículas microscópicas de saliva (y no por medio del aire que respiramos), las medidas son: 1) guardar una sana distancia de al menos 1.5 metros de distancia con otras personas; 2) lavarse constantemente las manos y mantener medidas de higiene en todos los ámbitos; 3) realizar el estornudo de etiqueta; 4) permanecer en casa si no hay ninguna necesidad de salir a la calle y 5) cuando no se pueda guardar una sana distancia (por ejemplo, en el autobús), hacer uso de cubrebocas. No obstante, aun siguiendo todas estas medidas, no hay nada que nos pueda asegurar al 100% que no habrá más contagios. Lamentablemente, éstos seguirán ocurriendo, hasta que la tasa de transmisión (por múltiples variables) disminuya y desaparezca, o bien hasta que exista una vacuna que nos inmunice contra el virus.
Pero sabiendo esto, y siendo conscientes de la dinámica de la enfermedad y su transmisión, después de más de 4 meses de constante información al respecto, todo se ha centrado (en gran medida, por el patrocinio de los medios de comunicación de derecha y sus consabidos voceros pseudoperiodísticos) en el uso del cubrebocas, como si el sólo uso de esa herramienta sanitaria fuera el método mágico para desaparecer, de una vez por todas, los contagios ocasionados por la covid-19. Si antes se insistió hasta el cansancio en la realización masiva de pruebas para detectar el Sars-Cov-2, aun cuando se explicó mil veces que eso no podía ser eficiente para el control de la pandemia, ahora todo se centra en el uso del cubrebocas. ¿Por qué? Muy simple: porque el Presidente de la República y el Subsecretario de Prevención y Promoción de Salud han explicado que no es necesario usarlo todo el tiempo si se cumplen las primeras 4 medidas señaladas más arriba.
¡Escándalo! ¡Si no se usa cubrebocas, todos nos contagiaremos! No importa el hecho de que cada vez más personas en el mundo usen cubrebocas constantemente y los contagios sigan aumentando sin parar. Para el pensamiento común y corriente, impulsado hasta el cansancio por la derecha mexicana, lo único que podría salvar al mundo de la pandemia es el uso de cubrebocas. De nuevo, como siempre, la búsqueda de una pócima mágica para resolver un problema complejo que necesita de un esfuerzo multidimensional basado en información científica.
Y la información científica, como lo ha aclarado el Dr. Hugo López-Gatell, es que los cubrebocas cumplen una función limitada, si y sólo si se les usa correctamente, sin ninguna desviación. Esto último es lo que hace que su funcionalidad limitada se vuelva casi nula al usarlos. Expliquemos.
¿Cuál es su función limitada? No la de evitar contagiarme si se han expulsado partículas microscópicas de saliva en el ambiente por el que transito, ya que, al ser microscópicas, pueden penetrar por cualquier abertura, ranura o poro del cubrebocas (o, en su caso, por mis ojos), sino la de disminuir mi capacidad de expulsión de saliva, aun cuando tampoco se pueda detener del todo, porque, como ya se dijo, al ser microscópicas las partículas arrojadas, pueden pasar por cualquier pequeña abertura, ranura o poro del cubrebocas (a menos que éste estuviera absolutamente sellado a mi rostro, lo que se traduciría en mi muerte por asfixia).
Ahora bien, para que cumpla dicha función limitada (y sólo dicha función limitada), habría que usarlo correctamente. ¿Cuál es su uso correcto según las autoridades sanitarias? Resumo las indicaciones básicas: 1) lavarse las manos e higienizarlas con gel antibacterial antes de colocarse el cubrebocas; 2) la parte gruesa de las costuras corresponde a la parte interna y debe cubrir boca y nariz (no debe ser empleado como gargantilla ni colocárselo en contacto con el cabello); 3) esta parte interna, que hace contacto con las fosas nasales, no debe ser tocada con las manos, sino que el cubrebocas debe ser sujetado por las correas laterales para ajustarse a las orejas; 4) durante todo el tiempo de su uso, el cubrebocas no debe ser tocado nunca con los dedos; 5) antes de quitarse el cubrebocas, las manos deben ser nuevamente higienizadas; 6) al quitárselo, de ninguna manera se debe tocar la parte exterior, que es la que ha sido expuesta y está potencialmente contaminada; 7) una vez que se ha quitado, si se trata de un cubrebocas quirúrgico (cuya duración, en uso correcto, no rebasa las 4 horas) debe ser inmediatamente desechado, después de ser guardado en una bolsa de plástico; 8) si se trata de un cubrebocas de tela, al retirársele, no se le debe doblar sin cuidado ni colocársele en la bolsa de un pantalón o de una chamarra, pues puede resultar contaminada la parte interna, que es la que cubre directamente nariz y boca; 9) después de ser usado, se le debe lavar y hervir, durante al menos un minuto, y más tarde aplicarle una solución de hipoclorito de sodio para inactivar el virus, enjuagándolo posteriormente para evitar la toxicidad hacia la persona.
Ruego a los lectores que, sin faltar a la honestidad, piensen si acaso alguna vez han empleado el cubrebocas de esa manera, o si acaso han visto a alguno de las personas cercanas o en la calle usarlo así. Si hay honestidad, la respuesta será que no. Probablemente, sólo los trabajadores del sector salud (enfermeras y médicos) lo utilicen de esa manera; pero nadie más. Por ello mismo, el cubrebocas no cumple ni siquiera su función limitada de protección en la sociedad, y su verdadera función es la dar una falsa sensación de seguridad psicológica que cumple las veces de control ideológico de vigilancia y autovigilancia. El cubrebocas se ha convertido hoy en una especie de burka sanitaria.
¿Por qué la derecha y los medios masivos de comunicación impulsan sin cesar el uso del cubrebocas? Por dos razones: 1) como ya dijimos, para contradecir al presidente y al subsecretario de salud, quienes no han basado su estrategia en el uso de ese accesorio sanitario; 2) porque para la derecha neoliberal (a nivel mundial) es esencial aparentar que se tiene la respuesta esencial de contención de la pandemia y que se puede imponer una medida de control a la sociedad que, supuestamente, la proteja definitivamente.
Lo que se ha despertado, en contra de la estrategia del gobierno de la república, es una actitud de vigilancia de los ciudadanos, unos contra otros, para asegurar que todos usen cubrebocas, aun cuando su función contra la pandemia sea auxiliar y limitada o, en la mayoría de los casos, simplemente nula. Esta paranoia, alimentada por varios gobiernos estatales (entre ellos, lamentablemente, el de la Ciudad de México), ha llegado a tal exceso que vemos a gente ejercitándose, o a niños corriendo y jugando en los parques, haciendo uso del cubrebocas, aun cuando la misma OMS, en su página oficial, indique que el uso de cubrebocas está contraindicado para las personas que realicen algún tipo de ejercicio.
La derecha no ha podido demostrar que el uso del cubrebocas sea tan efectivo como señala. El estudio de Mario Molina, Renyi Zhang, Yixin Li, Annie L. Zhang y Yuan Wang, publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), en el que se argumentaba que la transmisión aérea era la ruta principal de transmisión de la covid-19, por lo que se recomendaba el uso extendido del cubrebocas, fue denunciado como fallido por investigadores del Centro de Innovación en Metainvestigación de Stanford (Meta-Research Innovation Center at Stanford, METRICS), quienes pidieron su retiro inmediato de PNAS (“Por errores en metodología, piden retirar estudio de Mario Molina sobre dispersión en covid-19”, El Universal, 19/06/2020).
Toda la estrategia del gobierno federal, encabezada por el Dr. Hugo López-Gatell, con el aval del presidente de la república, ha consistido en no imponer un confinamiento obligatorio ni medidas sumamente restrictivas a la población, justo por la realidad económica y social del país que señalábamos al comienzo de este artículo. Su objetivo, desde el principio, consistió en informar y educar a la población (así como en ampliar y fortalecer la capacidad hospitalaria de la federación y los estados para no quedar rebasados por la pandemia). Ahora, habiendo pasado ya más de 4 meses desde que se inició la Jornada de Sana Distancia, el presidente ha llamado a ir recuperando paulatinamente y con responsabilidad nuestras libertades (mientras que la derecha promueve mayores medidas de control, así como una actitud paranoica de vigilancia y castigo).
En este sentido, el presidente López Obrador, consciente de que la pandemia se superará y de que tendremos que regresar a reconstruir el país después de esta crisis, ha tenido una visión más clara y profunda que la del propio Dr. Hugo López-Gatell. Si bien hay que protegernos y cambiar nuestros hábitos higiénicos y alimenticios (una batalla que se tendrá que ganar), así como fortalecer el deteriorado sistema de salud de nuestra nación, también hay que ir superando el miedo, basando nuestros actos en información científica. Esto es necesario para volver a trabajar y recuperar nuestras libertades y el contacto social (que se podrá restablecer plenamente cuando exista una vacuna y se haya aplicado masivamente). Ello, sin embargo, no podrá suceder si actuamos motivados por el pánico y buscamos salidas de falsa seguridad que promuevan el control ideológico, como es el caso del cubrebocas (cuyo uso debe ser limitado y estratégico). El objetivo es claro: superar la crisis sanitaria con responsabilidad compartida, no imponer medidas exageradas de control y autovigilancia, perder el miedo, recuperar paulatinamente nuestras libertades y el contacto social. Para ello, no hay una respuesta fácil ni única. Se trata de un proceso complejo en el que todos debemos de participar de manera consciente e informada.
Sí, el presidente López Obrador tiene razón al no usar públicamente cubrebocas.
Twitter: @CarlosHF78
Todo esto me recuerda el uso de picos de pájaro rellenos de especies usadas por médicos y curanderos en Europa durante las pestes bubónicas de los siglos XIV y XV. Nadie, ni los expertos, tienen idea, microbiológicamente hablando, de la dinámica del virus con diferentes tipos de cubrebocas. Gracias, Carlos, por poner un poco de sentido común al respecto