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Armand Mattelart (1936-2025)

Noviembre, 2025

Docente, investigador y ensayista, nacido en Bélgica, de dilatada trayectoria en Europa y Latinoamérica, el pasado 31 de octubre se fue de este mundo el sociólogo Armand Mattelart, uno de los teóricos e intelectuales más influyentes del campo de la comunicación contemporánea. Autor prolífico, su obra sigue siendo imprescindible para comprender las relaciones entre medios de comunicación, el poder y la cultura en el mundo actual. Una de sus aportaciones más reconocidas es la obra Para leer al Pato Donald (1971), escrita junto al chileno Ariel Dorfman, en la que denunció la penetración cultural de la industria estadounidense a través de algo aparentemente inofensivo: los cómics de Disney. Catedrático emérito en ciencias de la información y de la comunicación en la Universidad Paris VIII (Vincennes-Saint Denis), y antes en la Universidad de Paris VII (Jussieu) y en la Universidad de Rennes II, Mattelart también abordó y reflexionó en el presente siglo sobre una de sus grandes preocupaciones: el debilitamiento de la reflexión crítica y el progresivo sometimiento de la investigación en comunicación a los intereses industriales. Víctor Roura lo recuerda en estas líneas.

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Para acercarse al mercado de los objetivos, Armand Mattelart escribió el libro La invención de la comunicación (Siglo XXI, 1995), donde indaga desde los orígenes del folletín hasta el nacimiento del marketing y de la mass culture: “A medida que se aleja la galaxia Gutenberg [teoría que dictaminaba el cambio social a partir de la imprenta, tesis que expusiera el canadiense Marshall McLuhan en su libro precisamente denominado La galaxia Gutenberg en 1962, dieciocho años antes de morir, a la edad de 69 años, el 31 de diciembre de 1980] y que se aproxima la era electrónica, la ideología del contenido se convertirá, de hecho, en la de toda una sociedad: orientará la definición del servicio público en su vocación pedagógico-cultural. Así, entre las tres funciones encomendadas por los pliegos de condiciones (informar, educar, entretener), el servicio público de lo audiovisual favorecerá un claro predominio de los dos primeros, en nombre de una democratización de la cultura entendida como puesta a disposición del ciudadano de todas las formas de expresión del patrimonio cultural. Esta idea de democratización cultural remite a una filosofía social implícita, según la cual las formas culturales ocupan distintos niveles de legitimidad, y según la cual, también, la definición de cultura está marcada por la jerarquía alta cultura (o cultura legítima) y baja cultura. Implicará, además, el reconocimiento implícito de una cierta jerarquía en el acceso a la cultura, así definida, y, por lo tanto, la idea de desigualdad frente a los bienes culturales, a la que hay que poner remedio. La irrupción de la lógica comercial, la cual es inseparable de las lógicas de internacionalización del campo mediático en su conjunto, precipitará la crisis de las ideas tutelares del servicio público. La vocación prioritariamente pedagógica y cultural del sector audiovisual competirá entonces con otra concepción de su uso, esencialmente determinada por la función de entretenimiento”.

¡Cuánta razón le asistía al sociólogo belga Mattelart, fallecido en París el pasado 31 de octubre a la edad de 89 años, a sólo sesenta y nueve días de convertirse en nonagenario!

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Luego, Mattelart se introducía en Paul Lafargue (1842-1911) para hablar sobre el derecho a la pereza que otorgaría el uso de mayor libertad: “La cuestión de la liberación frente al trabajo —apuntaba Mattelart— es un componente de todas las ciudades utópicas. Pero allí la pereza, a pesar de todo, es tratada, a menudo, como un vicio. Tomás Moro [Inglaterra, 1478-1535] había reducido la jornada de trabajo a seis horas (o sea la mitad, aproximadamente, de lo que era efectivamente en aquella época para el obrero y el agricultor) al tiempo que lanza un temible dardo contra los perezosos”.

La Ilustración había tomado la ociosidad, “privilegio reservado a gente improductiva, a la inversa. Voltaire [Francia, 1694-1778] en su Candide había llegado incluso a compadecerse del hombre agobiado por el peso de su ocio”.

En su texto-guía intitulado Discours de la servitude volontaire (1574), el francés Etienne de La Boétie (1530-1563) habla de los “pasatiempos” que se transforman en “drogas”, de los medios que tratan de “ablandar y afeminar a los hombres de condición libre mediante placeres, juegos, espectáculos, para hacerlos más dóciles al yugo”.

Mattelart, en efecto, pudo ver, y comprobar, cómo en los tiempos de la digitalización esas formas del ocio han ido compensando esta docilidad humana.

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Decía Mattelart que este amigo de Montaigne (se refería Mattelart a La Boétie), “muerto en la flor de su edad, no sin antes haberle confiado su manuscrito, trae nuevamente a la memoria la primera etimología de la palabra lúdico/a (del latín ludus-i=juego). El término es una deformación de Lydi, o lidios, aquellos habitantes de Lidia a los que Ciro, para culminar su conquista, había corrompido gracias a los juegos, nuevo cebo de la servidumbre. La Boétie añade, no obstante, que ‘mantener ocioso a un pueblo entero, distraer sus ocios, satisfacer sus vicios’ ha llegado a ser, con el transcurso del tiempo, de escasa ayuda para los gobiernos que sólo pueden ocuparse de los placeres de las clases acomodadas”.

Mattelart se sorprendía de la aún vigente guía de La Boétie: “Las lecturas militantes de esta obra —decía— contribuyen a perpetuar la idea de que el entretenimiento de los ocios rima con el embrutecimiento de los súbditos y es una compensación de una libertad raptada, expresiones tomadas, todas ellas, de La Boétie”.

Armand Mattelart. / Foto: editorial Planeta.

El inventario de los medios de sumisión se aplica supuestamente “a un pueblo inerte y pasivo, y se considera al tirano como un sujeto autónomo, omnisciente y omnipresente, el único que tira de los hilos de un juego de marionetas”. Por lo tanto, “el corolario político de todo esto —decía Mattelart— es una concepción del cambio de sociedad: basta con desalojar al tirano o al ocupante de los espacios de poder y con hacer de éstos un uso distinto para trastocar el orden de las cosas”.

Ni Thorstein Veblen (1857-1929), “en quien se suele ver a un precursor de la sociología del ocio”, hizo tampoco nada “por disipar” dicho cuestionamiento. Por el contrario, “refuerza la idea de que el ocio, coto cerrado de una clase rica y ociosa, presa del hedonismo, es una técnica de defensa, encarnada por instituciones a su medida, si no a sus órdenes, de un poder económico destinado a mantener al pueblo en silencio y a impedirle que piense en su condición de explotación”.

Para el norteamericano Veblen, los gentlemen of leisure inducen un modelo de “consumo ostentativo; el consumo de ciertos productos, incluidos los entretenimientos, es un signo de prestigio social y de estatus; es un estilo de vida, un modo de comportamiento a imitar, que se difunde a través de toda la sociedad”.

Y estos teóricos en realidad nada supieron del arribo de la televisión, que, antes de la pantalla digital, vino a ser una especie de heraldo de la ociosidad. Que confirmó efectivamente que, en una sociedad sumida en la sobreexplotación, la pereza y la ociosidad son dos factores que no se vislumbran como tales, sino como elementos de esnobismo, como complementos de una actitud ante la vida, como un signo ciertamente, como afirmaba Veblen, de prestigio social.

¿No incluso la frivolidad, una tercera categoría de la ociosidad, simboliza la contemporaneidad?

¿Quien no es frívolo no está out, no está fuera de los circuitos sociales de moda, no está fuera de la actualidad?

Si ya al mediar el siglo XVI se hablaba de los pasatiempos fútiles como una droga que distraía a los receptores, ¿cómo enfrentarnos o de qué manera entonces abordar estos mecanismos de sumisión, incluso hoy ya institucionalizados por la misma sociedad que los acepta como códigos familiares? ¿No estos espacios de pereza u ociosidad le son ya indispensables al hombre de principios del siglo XXI?

¡Cuánta falta hacen pensadores como Mattelart en esta vida!

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