Octubre, 2025
Actualmente podemos encontrar de amaranto, gomita, chocolate o azúcar. Pero, también, hay calaveritas hechas de palabras. El colega Javier Granados nos ha compartido esta deliciosa ‘calaverita literaria’, dedicada al camaleónico David Bowie.
Este genio excepcional
nunca quiso transigir
con su arte universal:
viajó del zenit al nadir.
Fue el hombre que vendió la Tierra
y emprendió la odisea espacial.
De nuevo cayó a la Tierra
y al vacío existencial.
Se inoculó, en un brebaje,
el germen de siempre mutar:
encarnó mil personajes,
camaleónico rockstar.
En el espacio, Major Tom
Y Ziggy Polvo de Estrellas;
Rey Goblin, de Jim Henson;
Celliers, de Nagisa Oshima.
Fue Héroe por un día.
En Berlín, su trilogía
con “Let’s dance” y “China girl”
ardió en fuego y gasolina.
Halloween Jack y Pierrot,
también Insano Aladino;
Baal, de Bertolt Brecht:
todos ellos y ninguno.
Cuando visitó el Anáhuac
se vio en un mural de Rivera,
abrazó a Teotihuacan
y palpó su calavera.
De Scorsese fue Pilatos,
Duke Blanco muy delgado;
de Schnabel, el Andy Warhol
y, al fin, Lazarus liberado.
Con todos sus personajes
intentó burlar la muerte,
no logró evitar el viaje
hacia aquel espacio inerte.
Pero trascendió con su arte
la existencia material.
Su muerte también fue parte
de esa obra monumental.
