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De las ruinas a la reinvención

19 de septiembre de 1985; 7:19 horas: a 40 años del sismo

Septiembre, 2025

José Emilio Pacheco escribió: “Me acuerdo no me acuerdo: ¿qué año era aquél?” Ahora que se cumplen 40 años del terremoto del 1985, recolectamos un coro de voces a las que les planteamos una pregunta: “Me acuerdo no me acuerdo: ¿en dónde estaba hace 40 años durante el temblor?, ¿qué recuerda de aquel sismo de 1985?, ¿cómo recuerda ese jueves 19 de septiembre, ese minuto y medio (diríamos hoy interminables)?” Esta fue la respuesta de Juan Soto.

Sin Internet, sin social media, sin plataformas publicitarias, sin dispositivos móviles, etc., la vida en 1985 era otra.

Los flujos de información eran más lentos.

La movilidad urbana también.

Las maneras de comunicarnos eran distintas.

El poder político y la corrupción estaban concentrados de otras maneras. El poder que tenía el PRI y los círculos de corrupción que siempre lo han acompañado, después del terremoto del 85, comenzaron a mermar. El poder mediático de Televisa al servicio del partido en el poder, también.

La Ciudad de México, después del terremoto, fue otra.

Con 14 años, el estómago vacío y las monedas contadas en el bolsillo había que levantarse a las 4:30 horas, salir de casa a las 5 de la mañana y caminar hasta el cruce de lo que ahora es Eje 3 Oriente y Fray Servando Teresa de Mier, para después abordar una combi hasta el cruce de Avenida 5 y Ermita Iztapalapa. Y después de eso, para llegar al Centro de Estudios Científicos y Tecnológicos 7 —mejor conocido como Voca 7—, había que hacerlo en un guajolotero, en un Ruta 100 o simplemente de aventón.

Ver el amanecer en el transporte público fue, durante años, un acontecimiento cotidiano. Ese fatídico jueves negro del 19 de septiembre de 1985 a las 7:19 horas, el terremoto arremetió con fuerza provocando el pánico sólo entre algunos cuantos. Los estragos del terremoto en el oriente de la ciudad no fueron los mismos que en otras partes. Sin protocolos de protección civil y suponiendo que se trataba de un temblor más bajamos del edificio. Las clases se cancelaron y de ahí comenzó el éxodo urbano de retorno.

La información llegaba a cuentagotas y de boca en boca.

Los estragos del terremoto comenzaron a ser visibles mientras más cerca estaba el punto de reunión familiar. La Jardín Balbuena. Hasta ahí, sólo banquetas levantadas y la movilidad colapsada. Los que vivimos el terremoto en el oriente de la ciudad fuimos conociendo la magnitud del desastre lentamente. La conciencia social se reconfiguró en millones de nosotros. Y la sociedad civil despertó.

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