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Centenario natal de Mikis Theodorakis

El arte al servicio de la conciencia

Agosto, 2025

Nació en 1925 y se marchó de este mundo en 2021. Sin embargo, en esos 96 años en esta tierra, la vida de Mikis Theodorakis no sólo fue fascinante, también —y sobre todo— fue ejemplar e intachable. Y es que, como artista, revolucionó la canción tradicional griega. Como hombre, como ente político, fue verdaderamente contestatario. Por defender sus ideas sufrió detenciones, persecución, cárcel, tortura y el exilio. En más de una ocasión, casi la muerte. En su centenario natal, recuperamos este ensayo de la poeta y traductora Guadalupe Flores Liera en el que traza un perfil del músico y compositor griego. Originalmente publicado en 2016, decidimos reproducirlo tal cual, pues, para nosotros, el maestro (y su obra) sigue vivo y vigente.

El reconocido compositor Mikis Theodorakis es parte indivisible de la historia de Grecia. Por décadas ha sido protagonista y motor de los hechos que marcaron a su país, pequeño en extensión geográfica e inmenso en sus aportaciones artísticas e intelectuales, de la cuales él mismo ha sido la encarnación.

Nacido el 29 de julio de 1925 en la Isla de Quíos, Mikis Theodorakis desde su infancia comenzó a componer antes de recibir lecciones de música o saber tocar algún instrumento. De hecho, a los trece años ya componía piezas y musicalizaba poesía, tareas que llamaron la atención sobre su incuestionable talento. El contacto desde su edad más temprana con la música eclesiástica bizantina, con la canción popular griega y con la poesía, tanto anónima como culta, marcarían desde entonces su trayectoria. Bebió las creaciones del pueblo ─en el sentido de lo que pertenece a la raíz del éste y a sus tradiciones─ y se dejó fecundar por los ideales de generaciones de griegos. Al mismo tiempo, haber crecido en tiempos de hambre, de ocupación militar germano-italiana, de golpes de Estado, de reivindicaciones sociales, laborales y políticas exacerbaron su vocación por la libertad. Theodorakis considera que el Arte sólo puede ser cabalmente comprendido por individuos libres.

A los diecisiete años escuchó por primera vez música sinfónica. La Novena Sinfonía de Beethoven marcó un parteaguas en su vida y le descubrió una grandeza y una emoción cuyas razones apenas intuyó y pudo teorizar y compartir más adelante. La semilla de una obra al servicio de la hermandad había encontrado tierra fértil en su alma, la «Oda a la Alegría» lo subyugó de tal forma que “decidió convertirse en compositor de sinfonías”.

Theodorakis no es solamente un incansable y fecundo creador, es también un estudioso constante de su arte. Su pensamiento político y sus ideas artísticas, estrechamente relacionadas, han quedado plasmadas en innumerables libros, artículos y entrevistas. El compositor griego pertenece a la casta de creadores que considera que el talento no es un don sino un deber, un imperativo moral que impulsa a trabajar en beneficio de sus contemporáneos. Crea convencido de que en los momentos en que el pueblo manifiesta debilidad y falta de confianza el artista debe trabajar para estimularlo, devolverle la fe en sus potencialidades y contribuir a aglutinarlo. Su fascinante obra es toda ella un mensaje de lucha y de elevación: “Sólo quien es capaz de vencer el miedo y el sentimiento de inseguridad, con el fin de convertirse en un ser verdaderamente libre, está preparado para recibir el don del Arte”.

Su lucha no se enfoca solamente al plano de las ideas, pagó con torturas, cárcel, detenciones y exilio su participación activa en la resistencia contra todos los opresores en turno. Sin embargo, consideró siempre que el verdadero combate es contra la “miseria intelectual”, que no es sino la consecuencia natural de la barbarización progresiva del hombre.

Dos sueños alimentó este compositor universal en su vida: lograr la síntesis de la música popular griega actual con la música sinfónica y demostrar que el pueblo griego estaba maduro para abrazar la forma más alta del arte que es, a su juicio, la unión de la poesía con el sonido sinfónico. Basta, consideró, con que el “matrimonio” se realice entre elementos reconocibles tomados de la propia tradición popular. Uniendo estos dos elementos Theodorakis logró, como han hecho notar sus estudiosos, lo que nadie había conseguido antes que él en la música: que la gran poesía pasara a formar parte indivisible del pueblo y no de las élites, que los griegos cantaran a sus poetas más caros, antes aun de que los descubrieran los académicos, y acompañaran sus reivindicaciones y sus actividades diarias con su aliento. Pero el fin no es únicamente dejarse subyugar por lo bello, sino contagiarse del impulso que empuja a buscar lo mejor y lo más alto.

Su obra más emblemática parte de la unión de dos elementos para él básicos: el helenismo y la herencia musical europea, expresada sobre todo en la música sinfónica. La conjunción de lo anterior está alimentada de sus ideas, de los ideales de su pueblo y las pasiones de su época, que son, simultáneamente, las pasiones de todos los pueblos de la tierra. Todo esto guiado por su fe como ciudadano que cree en la justicia, la libertad y los derechos humanos. Su obra es vista por él mismo como la lucha de un ciudadano combativo y consciente de su responsabilidad en contra de todo lo que condena a las sociedades a la barbarie.

Mikis Theodorakis en la portada del álbum Songs of Life and Struggle.

Para Theodorakis la música, el arte y, en general, toda obra humana positiva surgida del intelecto representan la parte luminosa y positiva del hombre, la parte que refleja y expresa a la Armonía Universal, la cual resulta lacerada por las fuerzas bestiales e inhumanas del caos, de la violencia y de la guerra que imperan en nuestra época. El proceso de inspiración da al compositor la sensación de que se eleva por encima de todas las limitaciones; el arte da al ser humano alas para elevarse por encima de las miserias. “La música”, ha declarado, “tiene el deber de ponerse a la altura de la poesía y de añadir su voz a la voz del poeta, sobre todo tiene el deber de convertirse en el medio para acentuar la esencia más profunda y el valor estético del discurso poético”. Conscientemente se alejó de las modas, eligió textos que respondieran a las necesidades, la sensibilidad, las tradiciones y las experiencias reales de su pueblo; eligió la estructura interna austera, el apego a las normas estéticas, a la calidad que emana del trabajo constante en comunicación con los problemas de su tiempo. Elementos que a su juicio aseguran la perdurabilidad.

Al terminar sus estudios de música en Grecia, estudió durante quince años en otras capitales europeas los secretos de la música sinfónica. Al regresar a su país en 1960 lo hizo guiado por la decisión de crear un movimiento cultural griego en el marco de las tradiciones combativas de su pueblo: “El movimiento musical naciente se convertía en el epicentro de otro más extenso, prácticamente un movimiento político”. Y la comprobación de lo acertado de su intuición la tuvo cuando la oligarquía volvió sus armas contra sus creaciones cada vez con mayor encono. Más tarde, la dictadura de los coroneles (1967-1974) lo encarceló y prohibió la difusión de su obra. Pero todo esto sólo sirvió para inyectarle más fuerza: “Fui amamantado por las ideas de Rigas [Feraios], por la poesía de [Dionysios] Solomós y de [Andreas] Kalvos, por esta razón sentí como una necesidad casi diría fisiológica el clamor nacer dentro de mí y convertirse en un imperativo”.

Fueron los mitos griegos, que señalan la trayectoria humana que va del abismo a la luz, además de los grandes poetas —ha declarado Theodorakis repetidas veces—, quienes lo llevaron a realizar obras maestras y fueron ellos probablemente quienes lo llevaron a tener aspiraciones y el ideal de ver a todos los griegos unidos lanzándose a la calle para luchar entusiasmados por una Grecia libre, independiente, democrática y justa.

El trasfondo para este creador fue siempre el mismo: “libertad y música”. Un doble ideal que resume así: “Consideré a la música sinfónica como el componente cultural imprescindible para la nueva sociedad que anhelábamos crear. […] Deseaba ofrecer al mundo nuevo que íbamos a construir una obra musical suya: la sinfónica”. Una misma idea rigió siempre su quehacer en la sociedad y en el arte: hermanar a los seres humanos, aglutinarlos en pos de un ideal elevado, contribuir a hacerlos libres. Hacer del mundo una sinfonía.

Theodorakis mismo ha resumido así sus ideas: “Entre 1960-1980 me consagré por entero a la canción griega, entonces mi pensamiento se centraba en la total y absoluta Obra Sinfónica-Coral, a la que continúo considerando como única digna de una sociedad totalmente emancipada y responsable con un alto nivel moral, educativo y cultural. De ahí que haya caracterizado a este nuevo intento mío como ‘música popular artística’ en forma de ‘ciclos de canciones’[…]”. Los mejores ejemplos de lo anterior son, entre muchos otros, los ciclos: “Epitafio”, basado en la obra homónima que Giannis Ritsos; “Dignum Est”, basado en la obra homónima de Odysseas Elytis; “Canto General”, basado en la obra homónima de Pablo Neruda, además de muchas obras para tragedia ─Medea, Electra, Antígona─, para orquesta sinfónica, ballet y obras corales. “Con la diferencia de que ahora buscaba que el ‘interlocutor’ y receptor de mi música no fuera la minoría reducida sino, de ser posible, la mayoría del pueblo y sobre todo del griego”.

Mikis Theodorakis en 1971. / Foto: Heinrich Klaffs (Wikimedia).

Acerca de la palabra «popular», que a tantos malos entendidos se presta, Theodorakis aclara: “[Los griegos] consideramos a nuestros compositores populares por excelencia ‘cultivados’ en el terreno de nuestra tradición musical. Sólo digo que el modelo melódico sobre el cual se basó la canción griega actual y la pasada es el himno bizantino del siglo IX, ‘A la Generala [Defensora, / las glorias de la victoria…]. Los griegos conservan hasta hoy su preferencia musical por el canto1, una palabra para la cual no existe en Europa un referente que pueda expresarla. Es una palabra antigua que significa ‘canto al macho cabrío [τράγος]’. El macho cabrío era una de las denominaciones de Dionisos. Estas odas-cánticos llevaron a la creación de la tragedia (la tragedia clásica antigua). Los griegos antiguos consideraban como música el acoplamiento del Logos-Melodía y el Movimiento. Esta tradición continuó hasta Bizancio y de allí pasó a nuestra canción popular y luego al actual canto griego. Así que para los griegos, a diferencia de Europa, donde la música se considera sobre todo música sinfónica instrumental, para nosotros continúa siendo la conjunción de la Poesía con la Melodía, es decir, el tragoudi [canto]. Por eso es que el papel que desempeña en la vida cotidiana de los griegos podemos decir que es catalítico, puesto que sus raíces se hunden en los siglos. Por esta razón, mi música no es otra cosa que el matrimonio entre la gran Poesía, griega y extranjera, y la Música. La singularidad de mi aportación consiste en que con base en el canto traté de avanzar hacia la búsqueda de nuevas formas variadas, como son los Ciclos de Canciones y el Oratorio Popular, tomando préstamos de la música europea, como es la música sinfónica y el coro tetrafónico, tratando siempre de no alejarme de la sensibilidad musical hereditaria de mi pueblo. […] Soy esto y así quiero ser recordado”. Hay que señalar que Theodorakis fue el primero en llevar los instrumentos populares tradicionales griegos ─como el bouzouki y el baglamás─ a los grandes escenarios.

Mikis Theodorakis también representa la cultura combativa, la educación viva que toca los cimientos de la existencia colectiva. Su lucha a través del arte es en sí misma una acción política, porque apunta a la transformación de la sociedad y la liberación de los seres humanos de todo lo que los oprime. Los poemas de Giannis Ritsos, Giorgos Seferis, Odysseas Elytis, Nikos Gatsos, Federico García Lorca, Paul Eluard, Pablo Neruda, Tasos Livaditis y muchos otros, que consiguió poner en boca de la gente llana, lograron unir a los griegos en épocas oscuras y que su voz fuera escuchada en todos los rincones del mundo.

Para Theodorakis, las luchas de sus compatriotas por una vida mejor son equiparables a las de los griegos antiguos contra los persas o contra la opresión de los tiranos, que quedaron inmortalizados en la tragedia, o a las de los salmos bizantinos de la liturgia cristiana frente al yugo otomano. La canción tradicional es la memoria de la vida cotidiana del pueblo, de sus luchas, sus costumbres, sus ideales y son equiparables a las epopeyas de sus seculares guerras independentistas, anticolonialistas y antidictatoriales que han marcado las luchas de su pueblo por su permanencia. Por esta razón, el compositor considera que el quehacer artístico es parte del combate que se hace con la palabra y con la música, ambos elementos aglutinantes, equiparables por tanto a las luchas sociales.

Para Theodorakis el canto, entendido como la conjunción de la poesía y la melodía, puede ser el mejor canal de difusión de los nuevos retos sociales. Para este compositor universal la canción, el poema deben estar al servicio de la conciencia.

Mikis Theodorakis en 2010. / Foto: Aléxis Tsípras (Wikimedia).

Epílogo

Del ciclo de canciones El Sol y el Tiempo, un poema de Mikis Theodorakis con traducción personal:

                          IV

Sobre la tierra seca de mi corazón
brotó un catus
hace más de veinte siglos
que sueño jazmín
mis cabellos olieron a jazmín
mi voz ha tomado algo
de su delicado aroma
mis ropas olieron a jazmín
mi vida ha tomado algo
de su delicado aroma
sólo que el cactus no es malo
aunque él no lo sabe y tiene miedo
observo el catus con melancolía
¿en qué momento pasaron tantos siglos ya?
viviré otros tantos
escuchando a las raíces avanzar
en el interior de la tierra de mi corazón.

(Calle Bouboulinas. Oficinas de la Seguridad, Atenas, celda número 1. | 17 de octubre de 1967.)

En los últimos años de su vida, Mikis Theodorakis sufrió de múltiples complicaciones debido a que padecía del corazón, falleciendo de un infarto en su casa en Atenas el 2 de septiembre del 2021, a los 96 años. Su última voluntad fue que su féretro fuera cubierto por la bandera del Partido Comunista de Grecia, tal y como se hizo.

[1] Τραγούδι [tragoudi] en el original, es decir la «canción», el «canto», que es, en esencia, la composición en verso hecha para ser cantada, el poema cantado, que fue el origen de la tragedia.

Bibliografía:

MikisTheodorakis, Το χρέος [El deber], 2 vols., Εdiciones Τετράδια της Δημοκρατίας, Roma, 1972. / Gail Holst, M. T. Μύθος και πολιτική στη σύγχρονη ελληνική μουσική [M. T. Mito y política en la música griega contemporánea], ed. Andromeda, Atenas, 1980. / página web de Mikis Theodorakis: mikistheodorakis.gr

[Texto publicado originalmente en revista electrónica El Comité 1973, núm. 26, noviembre-diciembre 2016. México.]

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