La gracia y el humor
Enero, 2025
La gracia es el arte de hacer que la materia no pese, dice Pablo Fernández Christlieb en esta nueva entrega de ‘El Espíritu Inútil’. Cuando falta o disminuye, la sociedad en su conjunto, en su política y su cultura y su vida cotidiana, se vuelve más pesada y aplastante. Por eso, a falta de gracia, las sociedades oprimidas, o reprimidas, o presionadas lo remedian con humor, toda vez que la sonrisa es un gesto que eleva los rasgos y los ánimos.
Como los pobres no tienen pan que comer, que coman pasteles.
A María Antonieta la guillotinaron nada más por este chiste tan malo, sin pizca de gracia ni de humor.
En efecto, la derecha política y económica se distingue porque no hace sonreír a nadie, y eso es muy importante, toda vez que la sonrisa es un gesto que eleva los rasgos y los ánimos, como si a las arrugas les salieran alas, y que es lo contrario del bótox que levanta la cara a jalones. Y desde Calígula hasta Trump, la ultraderecha triunfante suelta sus risotadas como de hiena mientras hacen chistes de mal gusto que sólo hacen revolver la panza, sarcásticos —que quiere decir que sacan sangre. Ciertamente, la gracia y el humor son fenómenos políticos.
La gracia es el arte de hacer que la materia no pese, así, tal cual: que las piedras grandotas parezca que levitan, como en algunas esculturas —como las de Brâncuși—; de que ciertos edificios, por su construcción, den la impresión de que se la pueden pasar espigaditos sin cansarse ni apoyarse, como ésos actuales de concreto y vidrio y aluminio, casi transparentes, como si no se hundieran en el suelo. Por eso, al revés de las tumbas —ahí tumbadas—, los barcos y los asteroides traen su gracia integrada. El arte en general, la música y la literatura, por antonomasia, consiste en la tarea —pesada— de hacer que las cosas, los sonidos, los discursos, no pesen.
Quienes hacen las cosas con gracia, sea cargar piedras, meterse al metro, bailar, llevar la mochila, subir las escaleras, usar los cubiertos, jugar tenis, parece que no les cuesta trabajo, aunque sea difícil, ya que tienen que cargar sin que se note el peso que les quitan a sus actitudes, como en la paciencia: los buenos modales parece que son naturales —como congénitos—, pero es lo más artificial que hay (lo natural es ser un animal): en la amabilidad o la discreción, tan leves, uno se traga sus propios impulsos, y ya no se sabe entonces si la gracia es un asunto estético —de verse bien— o si ya directamente es ético, moral, social —de hacer sentir bien a los demás. Y las personas con gracia dan la sensación de que son más bonitas, de que flotan cuando caminan, de que son más esbeltas que su talla, de que su ropa es mandada a hacer, de que alguna luz —que es lo que menos pesa— les brota de la piel, y de que están sanas. La salud es una manera de la gracia, porque no se siente el peso del cuerpo.
En fin, la gracia es una de las sustancias psíquicas de la sociedad, que cuando falta o disminuye, la sociedad en su conjunto, en su política y su cultura y su vida cotidiana, se vuelve más pesada, cargante, aplastante, difícil de sobrellevar, y ya no se miran ni sonrisas ni maneras de caminar ligeras por las calles. Las sociedades oprimidas, o reprimidas, o presionadas o apuradas son las que llevan un peso a cuestas. Y a falta de gracia, lo remedian con humor.
El humor es un líquido antigravitatorio que se le inyecta a la materia para que se alivie (es decir, se haga liviana) por un rato, que viene, como ampolletas, en la forma de comentarios, respuestas, memes, pintas, miraditas, que buscan cómo hacer que las circunstancias se alivianen: la diferencia con la gracia es que no provoca la sonrisa, sino la risa, que es como un shot de sonrisa —como sonrisa en ampolleta—, y tiene la función de avisar a la sociedad que la gracia se ha perdido, y que eso es grave. El humor cambia la situación política: cuando alguien de la derecha empieza a tener sentido del humor, él no lo sabe, pero se está escorando hacia la izquierda, y al revés, cuando la izquierda se empieza a volver solemne y seria (como les pasa a las feministas, a los woke, a los ecologistas), quiere decir que algo se está corrompiendo por dentro, hasta que se les vuelva a ocurrir algo que les dé risa.
Y las ciencias sociales carecen de gracia intrínseca, porque nunca se han dado cuenta de que la mente, la conciencia, la vida de la sociedad, no está hecha de cosas, ni de sujetos, ni de actos, ni de acciones, ni de hechos y otros bultos que tanto pesan y les gustan, sino de modos, estilos, maneras: ondas volátiles que cruzan como ángeles la vida y le dan su forma de ser. El alma de la sociedad está en esos entes intangibles totalmente reales.
Hay cosas bastante desgraciadas, desagraciadas, como la ostentación, el hambre, la apabullante cantidad de mercancías, las faltas de ortografía, o las que Ud. quiera, y hay cosas con gracia, como los peatones, los juegos, el tiempo libre, el solecito en las mañanas, o las que Ud. guste, pero en todo caso en verdad a lo que se podría aspirar como movimiento político es a ir armando una sociedad que esté hecha de gracia y humor, porque la esencia de la sociedad no es la población ni la producción, sino la mente o conciencia colectiva.