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Notas íntimas de una madre creadora

Noviembre, 2026

Sandra Serrano es una artista, promotora de la lectura e ilustradora afincada en Querétaro. Sus historias, de múltiples colores, dan vida a libros como Arriba o animan relatos de otros autores. Después de dedicarse por un par de años al cuidado de sus mellizos, regresó a su estudio para trabajar. A un ritmo diferente, con materiales distintos y con la experiencia de la maternidad, así surge Grafitos bordados. Notas íntimas de una madre creadora, muestra que se expone en El Desenfado, un lugar de vino, café y galería en el Centro Histórico de Querétaro. Juan José Flores Nava ha conversado con la artista e ilustradora mexicana.

A últimas fechas, mientras dibuja, Sandra Serrano escucha unas vocecitas conversando o inventando canciones. Es algo que le encanta. Hace apenas unos cinco años, sin la presencia de esas inquietas vocecitas, todo era diferente: sus ilustraciones tendían a ser muy coloridas y empleaba una extensa variedad de técnicas.

Hoy, sin embargo, su obra, despojada de cromática, atraviesa todos los matices entre el negro y el gris, con destellos dorados, además de una compulsiva necesidad de ordenamiento compositivo, de líneas depuradas y de limpieza rigurosa que emanan de la experiencia más surrealista de su vida: la maternidad.

“Probablemente algo de ese surrealismo permeó en las obras, donde animales, plantas y personajes se transforman o disuelven como un cadáver exquisito unipersonal”, escribe Sandra, quien, guiada por una “luz nocturna femenina”, encontró, tras el nacimiento de sus bebés, un ritmo de expresión más pausado y contenido que la encaminó, grafito en mano, hacia la presencia recurrente de formas circulares: aros de bordado, lunas, globos, ojos penetrantes y atentos, nidos, huevos, laberintos.

Las vocecitas que Sandra escucha cuando trabaja provienen de Natalia y Benjamín, sus hijos, dos mellizos que suelen jugar cerca de ella mientras se encuentra dibujando en el estudio que comparte con su esposo.

La artista e ilustradora Sandra Serrano. / Foto: Armando González.

“Trabajamos mucho en casa”, me dice Sandra, “acondicionamos y compartimos un estudio que siempre ha sido mi lugar favorito y donde pasamos más tiempo. Decidimos criarlos en el corazón espacial de esta familia, así que adaptamos su zona de juegos y su mesa de pintura ahí mismo, para combinar trabajo y crianza, en un lugar donde ellos jueguen y yo pueda dibujar. Están próximos a mis materiales de trabajo, rodeados de papales, lápices y acuarelas”.

Sandra Serrano es una artista, promotora de la lectura e ilustradora afincada en Querétaro. Sus historias, de múltiples colores, dan vida a libros como Arriba (Nostra Ediciones) o animan relatos de otros autores como Gabriel Zorrilla (Chilly Bolly Guacamolly —Don Papel) y José Ignacio Valenzuela (¿De qué color es tu sombra? Alfaguara). Después de dedicarse en cuerpo y sueño por dos años al cuidado de sus mellizos, Sandra volvió a su estudio para trabajar.

Claro, a un ritmo diferente, con materiales distintos y con el espíritu creativo descifrando el laberinto emocional, físico y mental en el que la maternidad la colocó. Así surge Grafitos bordados. Notas íntimas de una madre creadora, una serie de obras en las que Sandra Serrano vuelve a tomar el lápiz para reaprender el oficio y compartir secretos de papel, muestra que se expone en El Desenfado, un lugar de vino, café y galería en el Centro Histórico de Querétaro (5 de Mayo 48).

El grafito “como paciente instrumento que sabe esperar y entender que un cambio de pañal, un biberón, y un largo abrazo sanador de pesadillas se anteponen al dibujo”, escribe Sandra en el texto que acompaña su exposición. Porque, si antes de sus hijos sus obras eran muy coloridas y elaboradas, cuando retomó el dibujo lo que su mano agarró fue el grafito, un material que podía poner en pausa, sin riesgo alguno de deterioro, sin que se secaran los pinceles, sin tener que cerrar botes de pintura cada que ser mamá exigía su presencia. “Al lápiz simplemente lo soltaba y volvía a él hasta que me fuera posible”, me cuenta.

Conocer la obra de Sandra, conversar con ella, escucharla y leerla abrió la posibilidad de adentrarse en algunos de los secretos que guarda la creación. Ella, de la mano de su esposo, decidió entregarse a la crianza por un tiempo, trasladar la creatividad que volcaba en su obra a la creatividad que exige cuidar a los hijos en sus primeros años, exigencia mayor cuando se es madre o padre primerizo.

“La exigencia de la crianza de dos bebés en simultaneo me imposibilitaba trabajar”, me dice, “pero con el tiempo las aguas se van calmando, las jornadas adaptando, y eso que en su momento sentía como parálisis, creo que fue un tiempo necesario para gestar una valentía diferente en mí, que hoy me impulsa a intentar enfoques y producciones nuevas”.

Después de la maternidad, su manera de concebir su trabajo y lo que busca comunicar se transformó. Y mucho. Por un lado, al ser mamá, se apartó de los compromisos con las fechas de entrega que antes le demandaba su trabajo como ilustradora, lo que significa también que por el momento es más libre, ya que su labor en el taller no está subordinada a un texto, a un editor o a un cliente.

“Por primera vez dibujo solo para mí”, me cuenta Sandra, “y estoy muy asombrada de estos nuevos procesos, que quiero seguir explorando, con los riesgos económicos y los aprendizajes necesarios que esto implique. Por otra parte, la maternidad me ha llevado a reflexionar y sanar mi condición de mujer, de madre y de creadora. De conciliar mi linaje femenino y, en términos formales, eso asoma consciente o inconscientemente. No me refiero a que por ser mamá estoy dibujando madres abrazando a sus bebes; mi maternidad no aparece literalmente en los dibujos, pero sí creo que simbólicamente está presente en todos esos elementos lunares, circulares: nidos, huevos, úteros, etcétera. Además, recientemente trabajo en crear mis propias diosas madres, mis mujeres protectoras nutridas de diferentes idiosincrasias”.

Para Sandra Serrano las vocecitas y los cantos seguirán ahí, al lado de ella, por unos años más. Después esas voces y esos cantos irán dando forma ya no al trabajo artístico de Sandra, sino a su propia vida. A ella, mientras tanto, el trance íntimo y silencioso del dibujo y del bordado la ha conectado con todas las madres de su pasado y del pasado colectivo.

Acaso reconectar con el arte siendo madre exija una “determinación obstinada”, como algún vez lo expresó Harriet Beecher Stowe, autora de La cabaña del tío Tom, y mamá de siete hijos. Pero acaso sea también, para Sandra y su esposo, más bien una forma de compartir su manera de ver y de crear al lado de sus hijos: “Cada vez pasa más que, mientras dibujo, alguno de ellos se acerca y hace preguntas sobre lo que estoy trazando o se sienta en un banquito a dibujar junto a mí”.

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