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Saludos

Octubre 2024

Un lugar es aquel espacio donde la gente se saluda. Un saludo es aquello con lo que la gente se hace lugar. Si nadie saluda, eso no es un lugar, sino una tierra de nadie donde sólo hay zombies y enemigos, escribe Pablo Fernández Christlieb en esta nueva entrega. Porque un lugar es el trocito de mundo acogedor al que la gente pertenece y por lo tanto está cómoda y segura. Y es que las personas no se saludan porque se conozcan, sino que saludar las hace conocerse; y con ello se aligeran la carga del día y ayudan a tejer el tejido social con que nos cobijamos.

Un lugar es aquel espacio donde la gente se saluda. Un saludo es aquello con lo que la gente se hace lugar. Si nadie saluda, eso no es un lugar, sino una tierra de nadie donde sólo hay zombies y enemigos; porque un lugar es el trocito de mundo acogedor al que la gente pertenece y por lo tanto está cómoda y segura, por lo común de buen humor.

Hay lugares oficiales, como las casas, las escuelas, las oficinas, los bancos, donde los que están son amigos, conocidos o por lo menos van a tratar de algo, y ahí se ejecutan saludos igualmente oficiales como dar los buenos días o fingir que no se vieron. No tienen mucho chiste porque el saludo es obligado —aunque no hay que hacerlo con todos, sino que basta con una muestra representativa.

Las gentes no se saludan porque se conozcan, sino que saludar las hace conocerse. Los elevadores son sitios indecisos, porque los dos desconocidos que se encuentran no saben si ahí se saluda o no: si no se saludan el tiempo se les hace eterno, y si sí se saludan después ya no saben qué decirse y el tiempo se les hace eterno; por eso mejor se ponen a ver en qué piso van. Y es que los saludos deben hacerse nomás de paso. Hay gente, no muy hábil, que vive con cara de elevador, y que la practica en filas y salas de espera.

Pero en ámbitos como la calle, la esquina, el metro, el mercado, esos espacios mostrencos, sucede que, entonces, la gente se saluda para volverlos lugar, en especial cuando se ven más inhóspitos, cuando ya es de nochecita o pasa poca gente o las tiendas están cerrando, como si con saludos se avisara que no son enemigos ni amenazantes (si uno saluda al que lo va a asaltar, éste titubea y puede que se raje) y que todos los presentes son aliados. En cambio, en momentos más transitados y diurnos, entonces se saluda más o menos a los que ya se ha visto antes, a los que están de planta como los polis o los barrenderos o el que vende tamales, y a los que tienen el aire de que son de por aquí o no traen prisa o traen ropa y accesorios de trabajo como un mandil o un lunch. Los saludos marcan el territorio.

Un saludo es una señal ligera, imprecisa, como de un sí es no es, como la de algún balbuceo semisonriente con inclinación imperceptible de cabeza y chispita en los ojos, que se hacen dos al pasar para indicarse que se vieron y se tomaron en cuenta, y que quedan ambos contentos de haberse saludado, porque con ello se volvieron importantes, se aligeraron la carga del día y ayudaron a tejer el tejido social con que nos cobijamos. Y también que su intento de saludar fue un éxito, ya que no es nada garantizado, toda vez que requiere una buena dosis de tiento y de talento dado que no hay instrucciones (a los niños no les sale muy bien) de a quién se saluda y a quién no, ni cuándo hacerlo, ni cómo, ni quién va primero, así que lograrlo es un triunfo, no exactamente personal, sino, por decirlo así, de la comunidad que una vez más ha logrado seguir unida; y entonces los saludos se planean, dan nervios, se ensayan, y a veces fallan, porque, fundamentalmente, en un lugar no todos son iguales antes de saludarse, ya que lo que los hará iguales es haberse saludado. Y hay que moverse entre las sutilezas de género, de clase y de edad:

Los saludos entre hombres y mujeres son los que más tacto necesitan, porque las mujeres no pueden iniciarlo ya que eso las torna vulnerables, pero en cambio sí deben estar listas para devolverlo si se produce, y si no, hacer como que no pasó nada; pero los hombres no pueden saludar primero si no hay algunos signos milimétricos de que la mujer lo va a aceptar; y entonces ambos tienen que ir fijándose de antemano en lo que está a punto de suceder.

Hay los que tienen educación —dinero, color, mundo— y los que no tanto, y la dignidad del de escaleras abajo no se piensa exponer a ser humillada saludando primero sin que le contesten, así que pasa como ensimismado pero muy al pendiente de responder en caso de que se lo den, de modo que el de escaleras arriba, si le sirve tanta educación y mundo para algo, tiene que ser al que le toca saludar primero, porque la grosería siempre será de él si no lo hace, nunca del otro.

Y por supuesto, los chavitos no se van a prestar a que los ningunee un adulto avinagrado y saben que por derecho de inexperiencia a ellos no les toca saludar primero, sino al de más edad —que lo tiene que hacer con la mayor naturalidad posible, que no siempre sale—; y los chavitos por lo común se quedan un poco sorprendidos de que haya un adulto decente, y por eso nunca les da tiempo de responder.

Y los que no saludan: son los que siempre están fuera de lugar. En efecto, una manera de sentirse superiores es no saludar, como los nuevos ricos recién llegados que sacan a pasear a su perro o los que se creen tan hombrecitos que ser amables les parece demasiado mujeril, aunque todos sabemos que más bien les tiemblan las patitas de inseguridad. También andar en coche es una forma muy apropiada de poder no saludar a nadie, haciendo como si provinieran de paraísos más exóticos y glamorosos.

Los turistas y los extranjeros no saludan, probablemente porque no sabrían cómo hacerlo, y probablemente porque no se creen que alguien los vaya saludar a ellos, tan extraños, tan fuereños; o probablemente porque allá de donde vienen la gente ya no se saluda porque ya terminó de despedirse, y ya sólo saben moverse en espacios estrictamente formales —como si el mundo fuera una oficina— con fines y objetivos puramente prácticos, pero no el de sentirse juntos.

No obstante, puede afirmarse, una sociedad donde la gente aún se saluda todavía tiene compostura.

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One Comment

  1. Gracias por esta reflexión profesor. A lo mejor por eso ponemos en los correos electrónicos “Saludos” como para que se vea más amable lo que escribimos.

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