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Las siete décadas y media de Bruce Springsteen

Un juglar roquero

Septiembre, 2024

Él mismo lo dijo durante un concierto de su reciente gira de 2024: “Llevamos aquí 50 putos años, ¡y no vamos a dejarlo! ¡No vamos a hacer ninguna mierda de gira de despedida! ¡Jesucristo! ¡No hay gira de despedida para la E Street Band! ¿Despedida de qué? ¿De mil personas gritando tu nombre? ¡No, no voy a ninguna parte!”, proclamó Bruce Springsteen con énfasis. Y ojalá que así sea. Convertido ya en una de las figuras más icónicas e influyentes del rock —con más de 50 años en la música y con una veintena de discos de estudio en su haber, casi todos inmejorables—, Springsteen llega a las siete décadas y media de vida grabando música nueva, colaborando con jóvenes y no tan jóvenes músicos, desempolvando su archivo de grabaciones y dando conciertos en medio mundo. Y sí: aquí queremos celebrarlo. Y cómo no, si es El Jefe. Víctor Roura ha redactado las siguientes líneas.

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Poco antes de cumplir los 23 años de edad, Bruce Springsteen (Nueva Jersey, 1949) grababa su primer álbum que vería la luz en 1973: Greetings from Asbury Park, N. J., buscando la identidad sonora (si bien ya denotaba una personalidad muy propia en canciones como “Blinded by the light” que pronto gente como Manfred Mann reproduciría con gran acierto, por ejemplo) que demasiado pronto adquiriría en álbumes posteriores. Para no ir más lejos, ya en el segundo acetato, que saldría el mismo año que el anterior, intitulado The Wild, the Innocent & the E Street Shuffle ya escuchamos al mismo Springsteen tal como lo reconocemos en su treintena de álbumes grabados hasta 2024, año en que cumple las siete décadas y media el 23 de septiembre.

Una década después, el 30 de septiembre de 1982, graba su sexto álbum: Nebraska, acústico, a solas con su guitarra y armónica en una pequeña consola de cuatro pistas y en una sola toma donde el compositor se desangra cronicando bárbaras cotidianeidades en la Norteamérica ruda y angelical, asesina y ensoñadora, desempleada y convocadoramente arbitraria. Nebraska se dio a conocer hace ya casi medio siglo, siete días después de haber cumplido su autor 33 años. Nebraska destila un estilo —y esta no es una reiteración— radiante que continuaría en discos posteriores como The Ghost of Tom Joad (que viera la luz el 27 de febrero de 1995, siendo su undécimo álbum) o Devils & Dust (25 de abril de 2005), su decimotercer acetato en una discografía que hoy comprende, como ya he referido, dos decenas de álbumes de estudio, una docena de producciones en vivo y una decena de recopilaciones.

No en vano Bruce Springsteen es mencionado, junto con Paul Simon, un soberbio cronista de los barrios estadounidenses. Su obra toda es inmejorable, porque Springsteen cuenta historias cuando compone canciones, a la manera dylaniana de fusionar, correctamente, literatura y música.

Bruce Springsteen. La imagen corresponde a la portada de su álbum Best of, publicado en abril de 2024.

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De Springsteen se dicen numerosas cosas que, con el paso de los años, no se sabe si fueron ciertas o mera mitología. Por ejemplo, que ha rechazado, a diferencia de su prócer Bob Dylan, dos millones de dólares por aparecer dos segundos en un comercial automovilístico (lo que refuerza una expresión suya: “Conduces en una limusina la primera vez sintiendo una gran emoción, pero después es solo un auto estúpido”, que lo refleja tal cual es, una persona no materialista); que le ha contestado a Bush hijo cuando el Señor Presidente, reinando en Estados Unidos, declaró que le gustaba Bruce Springsteen causando una conmoción en el guitarrista respondiendo, de inmediato, que él no tenía la culpa de los gustos de “su presidente” (de los norteamericanos, no de Springsteen, quien lo confrontara en diversas ocasiones); que una de sus tarjetas de crédito fue vendida en una casa de subastas por varios millones de pesos, tarjeta que el propio Springsteen había obsequiado, al no tener saldo, a un modesto mesero de un restaurante ubicado en una carretera fantasma; que, en una actitud paradójica, es un líder compositor, autor de unas cuatrocientas piezas, que regaña sin consideración ninguna a sus músicos cuando no logran consolidar el sonido que Springsteen requiere.

Y como Saint-Exupery, el roquero, acaso lector consumado de El Principito, ha declarado: “Lo verdadero es demasiado sencillo, pero siempre se llega a ello por lo más complicado”. De igual forma, siempre se trae a colación acaso su frase más prominente: “A los ocho años, cuando escuché por primera vez a los Drifters, descubrí que había más verdad en una sola canción que en todo lo que me habían enseñado en la escuela”.

Su concepto roquero está encerrado en su frase siguiente: “En la música, Frank Sinatra puso la voz, Elvis Presley puso el cuerpo y Bob Dylan puso el cerebro”, reafirmando a Dylan como punto nodal del rock, evitando, tal vez, a la persona para elogiar al artista, porque justamente Dylan es el antípoda persistente de Springsteen en cuanto a humanismo, no en cuanto a autor lírico: “En cualquier buen rock hay siempre una sombra de Bob Dylan”, asunto que no se le puede reprochar a Springsteen, ese hombre que, según una de sus canciones, nació para correr, no para quedarse detenido.

Bruce Springsteen en una imagen promocional.

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No sé, de golpe, cuál Springsteen escuchar en su prismático colorido roquero, si al acústico o al vibrante guitarrero de piezas básicas del rock fragoroso, como “Born in the USA” que no es una apología a la tierra norteamericana sino todo lo contrario: una visión a favor de los infortunados, una diatriba al candoroso sueño americano, una repulsa a las decisiones políticas guerreras, una lamentable pérdida de aspiraciones juveniles; pero recurro a sus grabaciones acústicas —paradójicamente no a su concierto enchufado de MTV del año 1993 donde tuvo la oportunidad de tocar varias de sus piezas sin electricidad, cosa que se negó a hacer quizás contrariando el objetivo central de la producción—, recurro, digo, a sus grabaciones acústicas una y otra vez porque encuentro en ellas al Springsteen desnudo musicalmente, expresándose casi en solitario, vertiendo serenidad y honorabilidad, dos elementos entrañables en un roquero, que lo mismo ahora los hallamos en grabaciones no precisamente acústicas, como ha sucedido en las últimas sesiones de estudio tanto para su documental como para posteriores álbumes donde hallamos, para nuestra fortuna, al Springsteen juglaresco, trovador, rapsoda, papel que ha dominado como pocos en su ámbito.

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