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‘In memoriam’: John Mayall (1933-2024)

Padre del blues blanco

Julio, 2024

La música británica ha perdido a una de sus figuras más emblemáticas. John Mayall, pionero del blues británico, partió de este mundo el pasado 22 de julio. El anuncio fue hecho público en sus propias redes sociales: “Con pesar informamos que John Mayall falleció pacíficamente en su hogar de California, rodeado de su amorosa familia. Los problemas de salud que obligaron a John a poner fin a su épica carrera de giras musicales finalmente han traído paz a uno de los más grandes guerreros de la carretera de este mundo. John Mayall nos brindó noventa años de incansables esfuerzos para educar, inspirar y entretener”. Nacido en 1933, Mayall se transformó en un referente del blues británico, como guitarrista y, también, tecladista, en la prodigiosa década de los sesenta. Tenía 90 años y una trayectoria notable, principalmente como líder de su emblemático grupo, los Bluesbreakers, el cual fue un semillero de talentos. El cronista musical Víctor Roura lo recuerda.

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Para sintetizar con prontitud, nadie como el británico John Mayall para difundir la música negra del blues atesorándola como propia, porque este tecladista y guitarrista, desde un principio —acaso influenciado por su padre Murray quien fuera un animador del jazz con su guitarra— se involucró, en su Inglaterra natal —donde vio la luz primera el 29 de noviembre de 1933—, a la edad de 22 años (en 1955, ¡apenas cuatro años después de que Alan Freed, el conductor radiofónico blanco, renombrara al rhythm and blues como rock and roll para generar una mayor expectativa en los receptores generalmente de raza blanca!), a reinterpretar las músicas de gente como los estadounidenses Huddie William Ledbetter, conocido como Leadbelly (1888-1949) o Clarence Pinetop Smith (1904-1929, quien viviera sólo 24 años). Así como Mayall resumiera en su personalidad el blues, no habríamos de tener en el olvido al parisino Alexis Korner, fallecido el 1 de enero de 1984 en Londres a la edad de 56 años, ambos músicos —tanto Korner como Mayall— considerados los padres del blues blanco rehaciendo, reinterpretando, reconstruyendo o creando a su manera el blues que ellos habían paciente y agudamente detectado de estos músicos negros de la Norteamérica salvajemente discriminada, blues que estos virtuosos de la guitarra encumbrarían encumbrándose ellos, cómo no, económicamente tras otorgarle, por fin, una música “folklórica” al mundo anglosajón que carecía de ella, aún, a mediados del siglo pasado.

—El blues trata, y siempre ha tratado, de esa cruda honestidad con la que expresamos nuestras experiencias en la vida, algo que todo confluye en esta música, también en las letras. Algo que está conectado con nosotros, común a nuestras experiencias. Para ser sincero, no creo que nadie sepa realmente qué es el blues. Simplemente no puedo dejar de tocarlo —declaró Mayall a The Guardian en 2014 en una afirmación tan cierta como pasmosa, ya que es común escuchar las apreciaciones del blues como si de veras bastante gente lo comprendiera—. ¿Qué tiene el blues que te atrapa, te reclama y nunca te deja ir? —se preguntaba Mayall, quien jamás, efectivamente, el blues lo dejara partir hacia otras atmósferas musicales.

John Mayall, pionero del blues británico. / Foto: Instagram oficial

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Mayall, en 1955, fundó aún en el Reino Unido el grupo The Powerhouse Four que antecediera a los Bluesbreakers, su banda icónica que, históricamente, es la que más músicos de alta estirpe han desfilado en ella, como Eric Clapton, Mick Taylor o Peter Green, siendo el primero de ellos el que grabara el disco que abriera el catálogo de más de medio centenar de álbumes que Mayall registra por su cuenta entre grabaciones de estudio y en vivo. Clapton participó con Mayall en 1966, a la edad de 21 años (Mayall contaba ya con 33 años), antes de que formara Cream y de que interviniera con The Yardbirds.

De las mismas entrañas musicales de Mayall salió, asimismo, el bajista Jack Bruce que fundaría con Clapton la ya referida Cream, y también Green, quien construyera luego la asociación Fleetwood Mac en 1967 en su primera etapa, la bluesera.

Mick Taylor abandonaría a Mayall para suplir al recién fallecido Brian Jones —a la edad de 27 años el 3 de julio de 1969— en la guitarra con los Rolling Stones.

Sin querer, la maquinaria musical de John Mayall fungía, ya, como una escuela, o base de entrenamiento, para numerosos músicos que se iban de a poco dispersando para hallar su lugar en otros sitios: John McVie, Larry Taylor, Tony Reeves, Steve Thompson, Gary Rowles, Aynsley Dunbar o Patty Smyth, entre varios otros, pasaron, de un modo o de otro —de manera transitoria o estacionados ahí durante un lapso considerable—, por la batuta de Mayall, quien jamás, en sus nueve décadas de vida, modificó tantito su estructura musical encaminada hacia el blues y sus vertiginosas variantes, como el jazz, dejando para la posteridad un clásico álbum con esa tesitura: el Jazz Blues Fusión, grabado en vivo en 1971 y publicado un año después.

Alguna extraviada crítica, por esto mismo, señalaba a Mayall como un faro de luz donde hacían puerto diferentes músicos en la espera de su propia definición para después buscar caminos separados. Craso error. Porque Mayall los ajustaba a su sonido, no al revés.

—Si analizas la historia del blues —reflexionaba Mayall en aquella entrevista con The Guardian en 2014—, encontrarás bandas formadas alrededor de los líderes de estas nuevas asociaciones musicales, tratando de hacer realidad el sonido que querían. Es decir, integraban una banda para representar lo que tenían en mente. El hombre principal escogía a los músicos para crear un sonido específico; yo tenía ciertas ideas y necesitaba salir y encontrar a las personas adecuadas para hacerlas realidad. Yo era un líder de grupo en ese papel tradicional, así como un frontman. Usaba mis oídos para elegir lo que pensaba que funcionaría. Visto en perspectiva y a largo plazo, supongo que las carreras de las personas involucradas muestran que logré elegir a gente muy especial.

The Bluesbreakers en 1966: John Mayall, Hughie Flint, Eric Clapton, John McVie. / Foto: Michael Ochs Archives.

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Como todo buen músico que se precie de serlo, los álbumes de Mayall suenan siempre a Mayall; esto es, sus composiciones son tan suyas que es posible identificarlo en cada una de sus creaciones. Las participaciones en su grupo, digamos, de Clapton, de Green o de Larry Taylor se escuchan mayallescas, válgase el adjetivo, a pesar de poseer Clapton, Green o Taylor sus particulares sellos distintivos, imprescindibles en sus propias asociaciones.

De ahí la importancia de los discos en vivo de Mayall, donde se refleja el poderío de su identidad proporcionándose un sonido peculiar, íntimo, sin importar la intervención de los otros profesionales de la música. Por eso discos como el ya citado Jazz Blues Fusion, de 1972, el grabado en Austin, de 1993, o el de la conmemoración de su setenta aniversario, de 2003, son obras insignes porque el tiempo no transcurría en la música de Mayall, que sonaba a sí mismo a pesar de que su música es blues puro: no se asemejaba al blues de Leadbelly ni al de Muddy Waters ni al de Hooker, sino siempre era el blues de Mayall, lo cual no fue nada sencillo de adquirir.

Los acompañantes en estas grabaciones se ajustan al sonido establecido por el director Mayall, no a su interés sonoro, lo que confirma la aseveración del compositor británico. Esta raíz identitaria conseguida por Mayall —radicado en Estados Unidos de ida y vuelta en los años setenta pero en definitiva a partir de la década de los ochenta— la detectamos desde sus primeros álbumes (incluso el que iniciara esta prodigiosa saga, el Blues Breakers de 1966, Clapton, que participa ahí, suena escandalosamente no a Clapton sino a Mayall, que ya es mucho decir), como el The Blues Alone, de 1967, donde John Mayall graba toda la instrumentación excepto las percusiones —a cargo de Keef Hartley—, incluido el diseño de la portada. Sus álbumes Find a Way to Care, de 2015, o Padlock on the Blues, de 1999, son muestras auditivas de su dominación musical donde es imposible no percibir a un avasallador músico con identidad propia: el blues, sí, se originó en la opresión clasista, mas es una parte, sin duda, primordial del sentimiento humano.

Mayall, y este subrayado es esencial en la nobleza de su formación social, jamás se acercó a la fama de algunos de sus ilustres discípulos, si bien esta falta de reconocimiento a su labor lo incomodaba, naturalmente, y no tuvo reparos en decirlo:

—Nunca he tenido un disco exitoso, nunca gané un Grammy y Rolling Stone nunca ha hecho un artículo sobre mí —declaró en una entrevista con el Santa Barbara Independent en 2013—. Sigo siendo un artista underground.

En ninguno de los libros de recopilación de entrevistas de la revista Rolling Stone, en efecto, contiene una conversación con John Mayall, ni la industria discográfica se ocupó de él considerándolo un posible Grammy (sí se lo otorgaron, por ejemplo, a Lennon o a Santana, cuyas ventas de placas sonoras eran apabullantes, y es sabido, y no estoy descubriendo el hilo negro en esta revelación, que los Grammy los reparte el emporio fonográfico), ni Clapton, vaya uno a saber sus motivos, lo invitó jamás a ninguno de sus festivales Crossroads.

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Partió de esta vida el pasado 22 de julio, cuatro meses antes de su onomástico número 91. Y Mayall es, fue, sin duda ninguna, un claro ejemplo de la reivindicación, o liberación, del alma musical.

Amor a la música

Redacción SdE / Agencias

Algunos lo llamaban el “padrino del blues británico”. Otros más lo consideraban el “abuelo”, también el “pionero”. Y sí: lo es. Lo era. El pasado 22 de julio, el músico John Mayall partió de este mundo. El blues, y sobre todo la música británica, ha perdido a una de sus figuras más emblemáticas. Y es que nadie hizo tanto, durante tanto tiempo, para mantener a flote el blues británico como John Mayall: impulsó infinidad de carreras, también publicó más de medio centenar de discos. Sí: los suyo fueron 90 años entregados en cuerpo y alma al género del blues.

Nacido en 1933 en Macclesfield, a la sombra de Manchester, John Mayall se jactaba así de sus peculiares orígenes: “La única razón por la que nací allí fue porque mi padre era un gran bebedor y allí estaba su pub favorito”.

Sin embargo, el que su padre fuera músico —tocaba la guitarra y el banjo— le benefició, ya que, rememoraba siempre, la discografía que tenía en sus estantes fue la banda sonora de infancia. Fue así que desarrolló un temprano amor por el jazz y el blues americanos, enseñándose a sí mismo a tocar el piano, la guitarra y la armónica.

A principios de los sesenta, el músico Alexis Korner, amigo de Mayall, le convenció para que se trasladara a Londres, donde empezó a reunir músicos para formar los Bluesbreakers, que terminó siendo un semillero de grandes músicos. Y es que Mayall tenía olfato para el talento ajeno: por su banda desfilaron los guitarristas Eric Clapton, Peter Green y Mick Taylor; los bajistas Jack Bruce y John McVie; y los baterías Mick Fleetwood y Aynsley Dunbar, entre otros más.

A Mayall se le atribuye haber ayudado a desarrollar la versión inglesa del rhythm and blues urbano al estilo de Chicago, que jugó un papel importante en el resurgimiento del blues de los años sesenta, durante la eclosión adolescente y desenfadada de la música pop de Reino Unido cuando The Beatles, The Rolling Stones o The Who tomaron el mando de las listas de éxito a ambos lados del Atlántico.

Tras trasladarse a Los Ángeles (EE. UU.), Mayall continuó liderando grupos y publicando discos durante los años setenta, haciéndose famoso por sus innovaciones en las que diluía el jazz, el rock y el blues. Se reiventó una y otra vez, en solitario o en compañía de John Lee Hooker, Steve Miller, Billy Gibbons o la guitarrista Carolyn Wonderland, con quien tocó asiduamente desde el 2018 hasta su retirada de los escenarios en el 2022. También grabó y colaboró con Joe Walsh, Steve Van Zandt, Alex Lifeson, Otis Rush, Billy Preston y Marcus King, entre otras figuras.

Conocido también por su armónica de blues y su forma de tocar el teclado, Mayall obtuvo una nominación al Grammy por Wake Up Call, que contó con los artistas invitados Buddy Guy, Mavis Staples, Mick Taylor y Albert Collins. Recibió una segunda nominación en 2022 por su álbum The Sun Is Shining Down. (Empero, nunca lo ganó). También obtuvo reconocimiento oficial en Gran Bretaña con la concesión de un OBE (Oficial de la Orden del Imperio Británico) en 2005. Y su álbum de 1966, Blues Breakers With Eric Clapton —conocido cariñosamente como “el álbum Beano”, pues en la portada original aparece Clapton leyendo el cómic británico es considerado uno de los mejores álbumes británico de todos los tiempos.

Un poco antes de retirarse de los escenarios, le preguntaron si seguía tocando para satisfacer una demanda o simplemente para demostrar que todavía podía hacerlo: “Bueno, afortunadamente la demanda está ahí. Pero en realidad no es por ninguna de esas dos cosas, es sólo por amor a la música”, indicó en una entrevista con Hawaii Public Radio. “Simplemente me reúno con los muchachos y jugamos un poco”.

“John era un maestro

Cantante, compositor, multiinstrumentista y líder de banda, John Mayall no sólo fue un pionero del blues británico, su influencia trascendió a otros ámbitos y ayudó de manera paralela a otros músicos. Y es que en Europa, no sólo en Inglaterra, el blues negro comenzó a ser escuchado por un público que no lo escuchaba en un Estados Unidos segregado racialmente:

“John era un maestro. Si no fuera por él y otros colegas británicos de su generación, que le dieron su toque personal al blues, muchos de los músicos negros de los Estados Unidos, como yo, todavía estaríamos viviendo el infierno que vivíamos antes”, dijo alguna vez sobre Mayall el gran BB King.

John Mayall en una imagen promocional de 2022.

A raíz de la noticia de su muerte, el mundo de la música y de la guitarra ha salido a rendir homenaje: “Se fue un gran pionero del blues británico”, dijo Mick Jagger, quien lo tuvo como referente cuando todo empezaba. “John tenía un ojo maravilloso para los jóvenes músicos talentosos, incluido Mick Taylor, a quien me recomendó después de la muerte de Brian Jones, inaugurando una nueva era para los Stones”.

Algo similar apuntaba otro virtuoso de la guitarra, también blusero: “Mayall era un tipo maravilloso que cambió el juego para todos nosotros”, escribió Joe Bonamassa. “Amaba a este hombre. Amaba su música. Cualquier chico blanco suburbano interesado en el blues de los años 60, 70, 80 ó 90 aprendió a tocar la guitarra con ‘el álbum Beano’. Fue un honor haberlo llamado amigo”.

Desde luego, también Eric Clapton le ha dedicado palabras a su mentor (a quien, por cierto, nunca invitó a sus famosos festivales Crossroads Guitar): “Quiero decir algunas palabras sobre mi amigo, John. Quiero agradecerte, principalmente, por rescatarme del olvido y Dios sabe qué. Yo era un joven, alrededor de los 18, 19 años… cuando decidí que iba a dejar la música”, dice Clapton en un video. “Él me encontró y me llevó a su casa y me pidió que me uniera a su banda, y me quedé con él y aprendí todo lo que realmente hoy tengo a lo que recurrir, en términos de técnica y ganas de tocar. El tipo de música que me encanta tocar. Hice toda mi investigación en su casa… en su colección de discos. El blues de Chicago en el que era tan experto”.

Clapton remata: “Fue mi mentor y también mi padre sustituto. Me enseñó todo lo que realmente sé y me dio el valor y el entusiasmo para expresarme sin miedo ni límite. Lo echaré de menos. Pero espero verlo al otro lado”.

Aunque injustamente poco reconocido por medios especializados y el establishment musical, antes de su muerte, John, el alma de The Bluesbreakers, pudo celebrar al menos una noticia: este año entrará finalmente en el Rock and Roll Hall of Fame.

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