A la mitad del camino
Marzo, 2022
“Este libro es un testimonio de lo alcanzado hasta ahora, de los desafíos pendientes y de cómo imagino que estará el país en 2024”, escribe el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en A la mitad del camino, su más reciente libro que ya circula bajo el sello de Planeta. “El gobierno que represento está enfrentando varios desafíos. Así como nos hemos comprometido a reducir la violencia y garantizar la plena tranquilidad pública, también estamos empeñados en alcanzar mejores niveles de desarrollo y prestigio en el concierto de las naciones; pero, siendo más humildes y sin tantas pretensiones, lo que deseamos de todo corazón es que al final de nuestro gobierno haya menos desigualdad, más felicidad y se mantenga siempre encendida la llama de la esperanza”. De este libro nos habla Vicente Francisco Torres (ensayista, narrador y profesor-investigador en la UAM-Azcapotzalco).
Escribo estas líneas porque siempre esperé el cambio que llegó con el actual gobierno. Hastiado de tantas corruptelas de panistas y priistas, vi con beneplácito el arribo de Andrés Manuel López Obrador. En poco tiempo ha hecho tantas cosas, que su libro A la mitad del camino (Planeta, 2021) da oportunidad de hacer un balance y apreciar el logro de las cosas que prometió en campaña y el día que tomó posesión como presidente de la república. Según sus palabras, ya ha sentado las bases para una transformación profunda. Yo también lo creo y lo deseo con esperanza, sin olvidar que el país y sus instituciones padecían una terrible descomposición que no podrá remediarse en solo un sexenio. Este libro es un recuento de lo hecho hasta hoy por el actual gobierno y una prospectiva de lo que espera en el resto del sexenio. De lo mucho que se dice en el volumen, mencionaré algunas cosas.
Las obras emblemáticas se están haciendo con presupuesto, sin contratar deuda y sin entregar concesiones. Ellas son el Tren Maya, el aeropuerto Felipe Ángeles, el programa del Istmo de Tehuantepec para articular puertos, trenes y vías terrestres de comunicación, y la refinería de Dos Bocas. También se están rehabilitando las seis refinerías que los anteriores desgobiernos dejaron chatarrizar y se adquirió, en su totalidad, la refinería de Deer Park (USA). Es inevitable recordar un hecho afrentoso, como tantos que heredó Felipe Calderón: prometió construir una refinería en el estado de Hidalgo y solo dejó una barda.
A pesar de la pandemia de covid-19 que azotó al mundo por dos años y que todavía estamos viviendo, el país no se derrumbó. Por el contrario, la llamada “Cuarta transformación” (4T) ha empezado a remontar todo el saqueo que propiciaron los gobiernos neoliberales, es decir, del sexenio de Carlos Salinas de Gortari al de Enrique Peña Nieto, que operaron con la consigna de entregar a ellos mismos y a particulares los bienes de la nación.
El robo de combustible —conocido como huachicoleo—, propiciado por los mismos directivos de Pemex, se ha reducido casi totalmente y se está acabando con los gasolinazos, tal como vemos en estos álgidos momentos de la crisis de Ucrania. También se están arreglando las plantas productoras de fertilizante y las hidroeléctricas que estaban abandonadas por los acuerdos legaloides que establecieron los prianistas con particulares y transnacionales.
La Reforma Administrativa eliminó 187 fideicomisos que beneficiaban a grupos de poder como empresarios, académicos e intelectuales. Se rescató al Conacyt, el cual antes repartía fondos a grandes empresas y a asociaciones académicas como el Foro Científico y Tecnológico que maniobró con dolo para agenciarse recursos públicos destinados a unos cuantos científicos. Del asunto ya no se ha dicho más.
Se creó la Guardia Nacional, que ha servido para tratar de pacificar el país y para dar servicio social. Como el presidente es el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, en lugar de utilizarlas para reprimir o para encomendarles tareas indignas, López Obrador les ha encomendado tareas que las ennoblecen. Ellos han sido los constructores del Aeropuerto Felipe Ángeles y han hecho las sucursales del Banco del Bienestar para la dispersión de los apoyos sociales y que muy pronto multiplicarán su tarea financiera. Cómo no mencionar las Universidades Benito Juárez, que funcionan en modestas edificaciones ubicadas en las regiones más apartadas para que doten a las comunidades de los médicos y demás profesionistas que requieran.
Después de una lucha contra las diez empresas que acaparaban la venta (en realidad eran coyotes, intermediarios) de medicinas, hoy se compran en el extranjero, con el apoyo de la ONU, aunque todavía no se resuelve el problema de la distribución.
Se amortiguó el pestilente negocio de los penales federales que suscribió en 2010 Genaro García Luna en contubernio con el genocida Felipe Calderón: los contratos de construcción y operación estipulaban que el gobierno debería pagar por cada recluso y como si estuvieran llenos los penales al 100 %. Por cada preso se pagan $4336 diarios, como si estuvieran alojados en un hotel de cinco estrellas. Después de una reunión con los propietarios, se redujo 15% el precio y se consiguió que, al finalizar los contratos, los penales pasaran a ser propiedad de la nación y no quedaran como propietarios los constructores. Además, el estado ya no estará obligado a pagarles los servicios de operación y alimentación.
Entre los actos y proyectos menos espectaculares está la creación de Gas Bienestar, que pretende controlar los abusos que las gaseras monopólicas hacían con la gente más desamparada. El penal de las Islas Marías fue transformado en centro de enseñanza ecológica y turística e, insólitamente, se creó el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, que se encarga de recabar todos los bienes y recursos incautados a los delincuentes, para rematarlos después. Las tandas del bienestar complementan el último proyecto mencionado porque reparten, entre las comunidades más desamparadas, los muebles, electrodomésticos y las toneladas de ropa que los delincuentes almacenaban, sin siquiera estrenar, en los gigantescos closets de sus mansiones.
Con sus reformas constitucionales y legales, fueron tipificados como delitos graves la corrupción, el robo de combustibles y el fraude electoral.
La 4T ha sido una revolución pacífica porque realizó cambios impensables en el régimen neoliberal o neoporfirista. Dejaron de pagarse los gatilleros a sueldo de diarios, estaciones de radio y de televisión, que se convirtieron en enemigos feroces y arietes de empresarios que siempre se beneficiaron de la condonación de impuestos. Los más notables intelectuales orgánicos —Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín— pasaron a formar parte de los detractores porque el gobierno dejó de comprarles miles de suscripciones de sus revistas (Nexos y Letras Libres) y miles de los libros que editan. Acusan al presidente de acabar con la libertad de expresión pero se dan el lujo de cubrirlo de injurias y nadie les dice nada. ¿Cuándo se había visto que a un presidente le mentaran la madre mientras descendía de un avión? Esto es así porque ya no lo acompaña un séquito de guaruras (ni el desaparecido Estado Mayor Presidencial, y, sobre todo, ya no tiene un avión particular y ostentoso; ahora viaja en vuelos comerciales, en clase turista, donde se transportan los mexicanos comunes.
Las conferencias mañaneras han sido una innovación porque propician un diálogo directo con los periodistas que reportean en la calle, los que indagan en archivos y no los que despotrican o leen boletines ante una cámara de televisión. Estos encuentros matutinos sirven para que el presidente exponga sus principios, informe sobre los logros de su gobierno y desmienta las notas falsas que periódicos, televisoras y estaciones de radio cocinan con total impunidad. Vistos sus conocimientos de historia, su experiencia adquirida en la lucha y el conocimiento minucioso que tiene del país, da cátedra desde Palacio Nacional y demuestra que es un estadista. Ni juntos todos los presidentes neoliberales tienen el conocimiento de México y su historia que posee AMLO. La ética y la moral tienen tanto peso en sus alocuciones que por momentos parece predicador; el padre Alejandro Solalinde se ha referido a él como un pastor laico.
El actual presidente tiene en gran estima la dignidad y la pericia política, mismas que han quedado manifiestas en su trato con Estados Unidos. Donald Trump lo miró con sorpresa y hasta con humor el día que, al insistir el norteamericano sobre la construcción del muro, AMLO le dijo que para qué se ocupaba de eso si la gente pasaba por túneles, como uno que acababan de encontrar y que corría casi debajo de una garita. Cuando el mismo Trump quiso declarar terroristas a los narcotraficantes, se echó para atrás porque México se inconformó argumentando que eso daba pie a intervenciones en países extranjeros. Nunca se repetirá el “comes y te vas”, del agachón y grandulón que traicionó a la gente; nunca otra expulsión como la del embajador de Corea del Norte que ordenaron desde USA; jamás otro Rápido y Furioso.
El presidente suele llamar neoporfiristas a los neoliberales porque repartieron a manos llenas el territorio nacional, tal como lo hizo el dictador, hecho documentado por Francisco Bulnes en El verdadero Díaz y la revolución. Madero y el maderismo están muy presentes en su pensamiento y en sus actos porque sabe que Madero no concretó su proyecto democrático porque no tuvo el apoyo de la gente, de la prensa ni de los intelectuales. Esto explica su aversión a los medios que se venden y a sus representantes más conocidos. No por un rechazo ciego sino porque los porfiristas y los neoliberales resultan sumamente parecidos. Como sabe que Madero no priorizó la demanda social, él se ha empeñado en crear becas y apoyos que le han concitado la simpatía de mucha gente, aunque los lectores de noticias y opinócratas que aparecen en radio y televisión han logrado convencer a muchas personas. ¿Cuántos mexicanos no se vacunaron porque creyeron que las cifras de la pandemia eran cosas del gobierno?
Cuando el actual presidente Joe Biden ganó la elección norteamericana, periodistas de éste y del otro lado estuvieron presionando al presidente mexicano para que felicitara a Baiden, antes de que la elección fuese calificada. AMLO aguantó hasta el momento adecuado, al contrario del presidente español que felicitó al espurio Calderón cuando apenas se acababa de robar la elección de 2006.
Para demeritar el cambio que ha llegado se dice que todo es lo mismo, que no ha parado la violencia y mil cosas más. Pero no se puede remontar fácilmente la cantidad de complicidades y cadenas económicas y políticas que generó el auge del narcotráfico auspiciado por empresarios, políticos y hasta periodistas.
Cuando el presidente de Bolivia, Evo Morales, fue derrocado por un golpe de estado, AMLO le encomendó a pilotos del ejército mexicano que fueran a rescatarlo. Esa acción la narra, mediante un informe, el titular de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena); es todo un relato de aventuras.
En este momento se da una lucha feroz entre los integrantes del INE, que fueron designados por los expresidentes corruptos y no por elección popular como supondría la naturaleza de sus funciones. Ciro Murayama y Lorenzo Córdova no quieren ni pueden entender —no les conviene, para eso los pusieron— que la revocación de mandato permitirá en el futuro a la gente deshacerse de los malos gobernantes como en su momento fueron Fox y Calderón, cuyos sexenios parecían no tener fin; eran una larga noche de robo y de sangre.
AMLO es dueño de una vitalidad impresionante. Hace giras, da conferencias, supervisa obras y escribe libros. Llegó a dignificar la tarea de los políticos. Si antes se pensaba que obtener un puesto permitía enriquecerse sin pudor, él ha dicho que el servidor público debe cambiar de miras y de ideales. El presidente tiene una ética casi evangelizadora, pero dudo que muchos de sus colaboradores e integrantes de su partido seguirán sus principios. Es más probable que los crean una chifladura que podrá hacerse a un lado cuando abandone la presidencia.
Ha habido errores, naturalmente, como la designación de funcionarios que pronto enseñaron el cobre, e incluso hay cosas que no entiendo, como que hayan pasado más de dos años y el conflicto de la agencia Notimex, tan necesaria en estos tiempos en que el gobierno es tan difamado, siga sin ser resuelto, a pesar de que Adriana Urrea, antigua líder sindical, ha aceptado los delitos que se le imputan, como múltiples viajes al extranjero con dinero público, y llevarse la información de Notimex para hacer un programa en la Bolsa Mexicana de Valores. ¿Qué razones hay para mantener a Luisa María Alcalde en la Secretaría del Trabajo si no está a la altura de los nuevos tiempos?