Donde te toque…
La ley no escrita reza que “cuando hay donde, no hay con quien”; y que “cuando hay con quien, no hay donde”. Pero los relatos que ahora compartimos con ustedes nos muestran que no hay que preocuparse ni por una cosa ni por otra, pues, en el primer caso, basta con estar atento, seguir los rumores que corren y tener ese gusto de no quedarse nunca con la duda para conseguir con quien, y, en el segundo, sólo hay que ser una persona de mente muy abierta, fetichista y sin miedo al peligro para encontrar siempre donde. A punto de celebrar el Día Internacional del Orgullo LGBT+ (el próximo 28 de junio), Luis Antonio Espinoza vuelve a hacer de las suyas con su estilo desenfado, alegre, sin inhibiciones y certero, como cuando nos mostró, hace ya un año, que 1+1 no siempre son dos…
En el panteón
Los cementerios son lugares a los que la gente teme ir, en especial de noche. Sin embargo, para algunas personas un panteón es el lugar perfecto para hincarse y pedir… aunque no necesariamente a la virgen. Mientras el día se va volviendo oscuro, los demonios se manifiestan, de modo que empieza a expresarse el lado malvado de nuestros pensamientos. Y no hay nada como los camposantos para crear un paisaje tenebroso y morboso a la vez. Son sitios que las personas de mente muy abierta ven de una manera fetichista y peligrosa. Las tumbas dejan de ser simples lápidas para convertirse en herramientas necesarias al momento de hacer travesuras con tu pareja. ¿Acaso las flores marchitas del lugar no liberan un aroma peculiar que va haciendo que las hormonas se apoderen hasta del espíritu más recatado? Practicar actividades, digamos, de adulto en los cementerios quizá resulte poco higiénico para muchos, pero es sólo porque no saben disfrutar de ese sazón que da el saber que estás haciéndolo con varias personas presentes, aunque sólo sea en cuerpo y no en alma. El silencio del lugar hace todo aún más cautivador. El sonido de las aves nocturnas y del viento que mueve los árboles se convierten en la música que lleva el ritmo de las caderas al momento de enterrar el tieso cadáver en lo más profundo del agujero. Tal vez un panteón no parece el lugar más cómodo para tales actos, pero sin duda el coito resulta más placentero cuando se libera la vida en un lugar donde predomina la muerte. Al terminar, como si nada hubiera pasado, uno puede salir del lugar sin rendirle cuentas a nadie, apenas queda rezar para que la próxima vez el muerto no sea el que esté arriba. Practicar este tipo de fetiches con tu pareja ayuda a fortalecer la relación, ya que permite que experimenten juntos nuevas experiencias.
La lavadora
Sus movimientos de un lado a otro y las vibraciones de forma ruda, por más loco que parezca, hacen que quien está puesto sobre la máquina sienta sus órganos de una manera más excitante. El sexo es algo que no está relacionado, para nada, con el acto mismo de lavar la ropa, pero uno nunca sabe cuándo es el momento en el que tu pareja te hará ver burbujas en el cielo. No lo puedes predecir ni planear, simplemente se da. Y punto. El sexo es una necesidad. El cuerpo la exige. Así como es una necesidad y una exigencia tener tu ropa en buen estado, oliendo a limpio y bien desinfectada. Si nunca habías imaginado que es posible hacer el chaca-chaca mientras realizas las tareas del hogar, créeme, te estás perdiendo de mucha diversión. Las posiciones y turnos sobre la lavadora pueden variar dependiendo de la cantidad de ropa que uno tenga sucia. Al momento del tallado más intenso las ondas producen un movimiento fluido, lo que provoca que uno y otro sientan los movimientos de las olas. El enjuagado sería el segundo round, ya que es lo mismo pero de una manera más suave. Para este momento ya cada quien sabe lo que tiene que hacer. Así que sólo es cosa de ponerse trucha y no perder el ritmo. Finalmente, llega el secado. Es éste el momento en el que la lavadora y tú están a punto de terminar. El ritmo se acelera y las caderas deben de hacer una mancuerna inseparable con las sacudidas del aparato. Cuerpo y máquina al unísono: si no se coordinan correctamente no habrá orgasmo (ni ropa limpia). Por seguridad (de ustedes y de la ropa recién lavada) recuerden usar condón en todo acto sexual, véanlo como si fuera el jabón de cada tanda. Y, así, le dirán a su pareja: sin jabón no hay espuma.
La enfermería
Gritos, jeringas, guantes de látex, gasas, curitas y vendas es lo que uno se puede encontrar en la enfermería escolar de cualquier universidad. Por ejemplo, en la mía. En apariencia, la enfermería está disponible para todos los estudiantes, pero hay algunas personas que exageran y la utilizan para una revisión semanal. Los rumores corren por los pasillos y los salones de la facultad, en los que se cuenta que el enfermero da chequeos especiales. Como no soy una persona a la que le guste quedarse con la duda, decidí investigar más a fondo. Alcohol, tijeras, bolígrafos y hasta una camilla es lo que miro al entrar. Tengo algo de miedo. La cita ya estaba planeada. El enfermero me recibe de una manera muy amable y cariñosa. Las buenas tardes no pueden faltar de mi parte y, luego de asegurar la puerta, sus indicaciones muy directas empiezan.
—Siéntate en la camilla y dime cómo te llamas.
Su voz de hombre hace que mis piernas empiecen a temblar. Él se da cuenta y las toca de tal manera que me hace sacudirme todavía más. Sus manos grandes auscultan suavemente mi pecho y al sentir mis intensos latidos se aproxima a mí hasta que su boca toca mis labios. En unos segundos, la cita médica ya se ha vuelto un encuentro casual en un lugar nada común. La camilla se extiende y su cuerpo robusto ya está arriba de mí. Sin pensarlo y sentirlo, me da vuelta y la inyección de vida es bien puesta dentro de mi cuerpo. Terminada la cita, el enfermero vuelve a su posición normal y me despide como todo un profesional. Abre la puerta con mucha amabilidad y me desea pronta recuperación. Al salir de la enfermería me siento más vivo: los rumores han sido despejados y las sospechas que tenía fueron confirmadas por mí. ¡Que mejor persona que uno mismo para recibir toda la vitamina en un cuarto de salud!