Lo horrible
Noviembre, 2025
Ya lo decía Woody Allen en Annie Hall: la vida está dividida en lo horrible y lo miserable. Y sí. En esta nueva entrega de ‘El Espíritu Inútil’, Pablo Fernández Christlieb se detiene en lo horrible, en esas imágenes que de pronto se quedan fija y de las que no hay manera de salirse. A quien se le aparece lo horrible, escribe, por más que le dé vueltas obsesivamente, no lo puede explicar. Y es que, al igual que los milagros, lo horrible no tiene explicaciones ni palabras. Lo horrible es así porque no tiene nada, no tiene causas ni intenciones. Basta mirar alrededor. Por ejemplo, este planeta está volviéndose horrible.
Una imagen que se queda fija, que no va para atrás ni para adelante, de la que no hay manera de salirse, que regresa idéntica una y otra vez en medio de la noche o en mitad del día: un niño ahogado en una alberca, un accidente en carretera, cachar a la pareja con otro, la sierra circular que le rebana los dedos al obrero, una rata entre las cobijas, la escena de una violación, la pared que se resquebraja en un temblor, las cámaras de gas del holocausto, un gol en contra en el último minuto. Hay ejemplos peores, porque como decía Orwell en 1984, cada quien tiene su Horrible preferido.
Es como un milagro al revés. Los demás opinarán lo que quieran, pero a quien se le aparece lo horrible, por más que le dé vueltas obsesivamente, no lo puede explicar, porque eso no tiene explicación, es decir, no hay nada que contar, no se puede narrar, porque lo horrible no tiene palabras, porque si las tuviera ya lo podría explicar.
Mal que bien, el mundo y la vida tienen un orden, alguna regularidad, cierta lógica, aquello que se sabe de dónde viene y aquello que se puede esperar. Pero esto es otra cosa: lo horrible se aparece como la ruptura, sin razones, del orden —por eso tiene algo de segunda ley de la termodinámica—, como si a la vida le empezara a brotar el olor de la muerte: morirse es normal: lo extraño de lo horrible es que uno anda vivo pero sintiendo los gusanos de la muerte. Es como si el mundo se plagara de cosas podridas, de cosas rotas, de la humedad fría de la tumba. Y no se puede arreglar ni mejorar ni superar, porque lo único que funcionaría sería lo imposible de retornar a antes de que hubiera sucedido para hacer que no suceda, pero forma parte de lo horrible la irreversibilidad del tiempo de la segunda ley.
Al igual que los milagros, lo horrible no tiene explicaciones. Lo que tiene intenciones (es decir, lo que hacen los humanos), y lo que tiene causas (es decir, lo que hace la naturaleza), eso sí se puede explicar, pero lo horrible es así porque no tiene nada, porque no tiene causas ni intenciones; quien sí se las encuentra, y por lo tanto todo le parece humano o natural, es porque no ha visto lo horrible, pero ya se le aparecerá. Por eso, a veces, a lo horrible se le ha denominado El mal, como si fuera una cosa, o El diablo, como si fuera alguien, pero eso es encontrarle una causa o una intención, que es encontrarle explicaciones.

Tampoco ayuda mucho decir que eso horrible que se ve son fantasías o imaginaciones o subjetivismos que se quitan con no pensar en eso, porque lo horrible tiene bastante de fehaciente, de indiscutible. Los cínicos —que a veces son los científicos o los religiosos— insistirán que no, o le encontrarán causas o intenciones, que es minimizar o abaratar los hechos, pero, por ejemplo, este planeta está volviéndose horrible, porque le aparece la imagen climática de un hemisferio lluvioso, encharcado, donde los huesos ya está lamosos en tiempo de aguas, mientras el otro hemisferio está incendiado, ardiendo, y los huesos tienen sed: casas arrastradas y casas arrasadas, y no hace falta vivir en ellas para saber que eso es horrible.
Negarlo, justificarlo, explicarlo, hacerse tonto, no es una respuesta ni una reacción sino que forma parte sustancial de esa misma horribilidad. Palestinos, palestinas, palestinitos aplastados en bola ante los ojos de todas las potencias civilizadas mirando para otra parte y haciendo geopolítica y otras estupideces, así, todo junto —los palestinos y las potencias— es exactamente lo horrible; y no habrá nada, ni siquiera el odio, que lo haga comprensible; y tampoco, no habrá nada en el futuro que nos quite a todos, que nos alivie, que nos reivindique, que nos resarza de lo que está pasando. Ni siquiera el perdón.
Técnicamente, según la teoría política, como dice Mariano Schuster en Le Monde Diplomatique, el fascismo (a diferencia de la derecha) tiene dos características: 1) una mística de la guerra, de que la guerra es el acto más glorioso del hombre, y 2) el modus operandi de lo arbitrario, de lo aleatorio. Desde el nazismo hasta el sionismo, desde Auschwitz hasta Gaza, parece que el fascismo tiene preferencia por lo horrible. ![]()



