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Ingenuos, solos y desnudos (el mensaje en la Pioneer 10)

Octubre, 2025

Cada época, nos provee del material mental del que disponemos para pensar y sentir en un tiempo y en un espacio sociales determinados, escribe Juan Soto en este nueva entrega. Eso queda en evidencia, por ejemplo, en nuestra forma de mirar. Inevitablemente vemos con los ojos de nuestros tiempos y de nuestra sociedad, pues lo que vemos no es independiente de nuestras creencias, pensamientos, ideas, mitos, tradiciones, costumbres o ritos. De ayer a hoy, no siempre son los mismos ojos. Por eso, nuestra mirada colectiva nunca es la misma. Mirar, de hecho, es mirar con el espíritu de la época. Es una actividad histórica y cultural.

El jueves 2 de marzo de 1972, la NASA lanzó al espacio una sonda no tripulada llamada Pioneer 10 desde la base de Cabo Cañaveral Florida. En julio de ese mismo año entró en el denominado cinturón de asteroides. En diciembre de 1973 tuvo su aproximación más cercana a Júpiter. En febrero de 1976 cruzó la órbita de Saturno. En junio de 1983 cruzó la de Neptuno. En marzo de 1997 se interrumpió el contacto rutinario con la sonda. Y en enero 2003 se recibió su última señal. Un intento de contactarla en marzo de 2006 fracasó. Esta fue la primera sonda destinada a salir del sistema solar. Hipotéticamente, se dirige hacia la estrella roja de Aldebarán, que forma el ojo de la constelación de Tauro.

Como si se tratara de una botella lanzada al mar con un mensaje dentro, a la sonda se le montó una placa con un ‘mensaje’ que, en el caso de ser hallado por una civilización extraterrestre lo suficientemente avanzada, pudiese obtener información acerca de nuestra existencia: acerca de quiénes somos —o éramos— y dónde estamos —o estábamos—.

Detrás del diseño del mencionado mensaje, dentro de esa especie de botella interestelar, estaban tres peculiares personajes: Carl Sagan, ese famoso personaje de la astronomía y divulgador científico; el ex director de The Search for Extraterrestrial Intelligence (SETI) y ex profesor de Astronomía de la Universidad de Cornell, Frank Drake; y la escritora y artista estadounidense Linda Salzman. Aunque el SETI no ha captado ninguna señal proveniente del espacio exterior hasta el momento, varias curiosas comunidades de científicos se siguen tomando muy en serio la posibilidad de que en algún momento puedan recibirla.

Sagan, Drake y Salzman se atrevieron a pensar que era importante informar a los posibles seres de otros mundos dónde estaba nuestro planeta. Y es probable que dieran por sentado que estos seres de otros mundos entenderían nociones como planeta. Partiendo de la suposición —muy humana— de que la física, la química y las matemáticas —terrestres— fuesen una especie de lenguaje universal —porque así se han construido discursivamente—, en diciembre de 1971 estas tres personalidades comenzaron a trabajar en un peculiar diseño de un conjunto de representaciones visuales del sistema solar, la sonda misma, la Tierra, el átomo de hidrógeno, 14 pulsares y los cuerpos desnudos de dos figuras humanas (una masculina y otra femenina). Esto dio como resultado la siguiente representación.

Placa de aluminio anodizado en oro colocada en el Pioneer 10.

Frank Drake imaginaba que “lo más importante para los extraterrestres sería saber cómo somos”, pero “que también querrían saber de dónde provenía el mensaje y cuándo había sido enviado, pues podían pasar millones de años antes de que fuera interceptado”.

Si no había visto la placa y todo lo que contiene (o contenía), mírela detenidamente. Trate de imaginar ¿qué quiere comunicar?, ¿qué dice? Trate de descifrarlo. Vaya más allá de la simple descripción de lo que ahí está representado. No obstante, se le advierte que será un poco difícil desvincular la imagen de lo que ha leído y se ha dicho de ella hasta el momento. Seguramente no podrá eliminar la ‘contaminación textual’ del todo de su forma de ver la imagen. Si es posible, muéstresela a alguien que se encuentre cerca y pídale que le diga ¿qué ve? Escuche con atención.

Para poder descifrar un mensaje como el de la placa de la Pioneer 10, primero habría que suponer que ahí, impreso, existe uno. Y debemos tomar con seriedad la idea de que no toda imagen es portadora de un mensaje. Es decir, antes de cualquier cosa tendríamos que reconocer que las imágenes de la placa forman parte de un mensaje que alguien, deliberadamente, puso ahí con alguna intención. No obstante, el reconocimiento de un mensaje implica, más que nada, contar con un utillaje mental —con un ‘aparato conceptual’ o ‘equipo mental’— que nos permita reconocerlo primero y descifrarlo después. Cada época, eso lo saben los psicólogos sociales decentes, nos provee del material mental del que disponemos para pensar y sentir en un tiempo y en un espacio sociales determinados. Para descifrar un mensaje, pues, requerimos de una forma de pensar basada en signos y convenciones como la nuestra.

Sin embargo, entre lo representado en la placa y lo que se quiso decir, hay un abismo. Sin tener nociones de orientación como las nuestras —arriba/abajo; izquierda/derecha; delante/atrás— ¿cómo se podría saber de qué manera debería colocarse la placa para poder descifrarla y entenderla? Para colocar la placa de manera correcta se requeriría de haber desarrollado coordenadas de referencia, organización y estructuración de la experiencia en el espacio físico como las nuestras que no sólo están vinculadas estrechamente con nuestro cuerpo, sino con nuestro medio ya que, como lo señalaron G. Lakoff y M. Johnson —autores del libro Metáforas de la vida cotidiana—, estas orientaciones espaciales surgen del hecho de que tenemos cuerpos de un tipo determinado y que funcionan en nuestro medio físico. Nuestra mentalidad y nuestras formas de representación visual están relacionadas íntimamente con el lenguaje y, obviamente, con las metáforas que nos ayudan a organizar nuestra experiencia en el espacio.

Además, para reconocer que en la placa hay un ‘hombre’ que está alzando la mano en señal de paz se requeriría de algo más que la inteligencia. ¿Cómo alguien que pudiese vivir fuera de nuestro sistema cultural podría saber que eso es un hombre levantando una mano en señal de paz? ¿Cómo alguien, ajeno a nuestro sistema de signos, podría saber que eso es una mano? ¿Cómo podría saber alguien, ajeno a nuestras prácticas culturales, que una mano alzada, de acuerdo con el contexto de la interacción, puede representar un saludo? Sagan contó que la mano derecha del hombre estaba alzada porque había leído una vez en un libro de antropología que se consideraba un ‘signo universal de buena voluntad’. Y parece que se tomó muy en serio lo de universal. Tan importante fue lo que leyó acerca del saludo como dónde lo pudo haber leído.

Ahora bien, existen muchas otras cuestiones muy interesantes. La mujer representada no saluda. Y debido a ello podría darse el caso de que los receptores del mensaje dedujeran, equivocadamente, que uno de nuestros brazos está doblado de manera permanente por el codo. El hecho de que fuese sólo el hombre el que llevara un saludo en señal de paz al espacio con su mano levantada, encendió ciertos debates, suscitó algunas preguntas y levantó ciertas suspicacias. Pero Linda Salzman dio una singular respuesta para justificar por qué sólo el hombre saludaba. Dijo que “el problema era que si ambos levantaban la mano, los extraterrestres iban a pensar que todos en la Tierra andamos con las manos levantadas”. Vaya trío de ingeniosos traductores.

Según confesó Sagan, algunas personas se sintieron ofendidas por la representación humana de los cuerpos desnudos en la placa. Contó que algunas de estas personas enviaron cartas a diversos diarios después de haber publicado el contenido de la placa.

Y no fue todo.

Imagen: archivo.

El Chicago Sun Times publicó tres versiones de la placa: en la primera el hombre aparecía completo, en la segunda apareció castrado, y, en la tercera, apareció desprovisto de signo sexual alguno. El Inquirer de Filadelfia publicó en su primera página la ilustración de la placa suprimiendo los pezones de la mujer, así como el ‘aparato genital’ del hombre. La primera página del Barb, de Berkeley, California, reprodujo la placa con una frase al pie: «¡Hola! Somos de Orange Country!».

Después de que diversos diarios publicaran el contenido de la placa, una carta enviada al Times de Los Angeles reclamó furibundamente: “¿No es ya suficiente que tengamos que soportar el bombardeo de pornografía con que nos abruman películas y las revistas gráficas? ¿No es ya suficientemente dañina, para coronarlo todo, que nuestros propios funcionarios de las organizaciones espaciales hayan considerado necesario extender esta suciedad incluso más allá de nuestro Sistema Solar?”.

Días más tarde, el Times publicó otra carta que iba en el mismo tono: “Ciertamente, estoy de acuerdo con todas aquellas personas que protestan por el envío de esos sucios dibujos al espacio. Creo que se debían haber suprimido los órganos de reproducción del hombre y de la mujer. Junto a ellos, debía de haberse dibujado una cigüeña con un pequeño paquete colgado del pico y descendiendo del cielo”.

¿No es curioso que la imagen de la placa pudiese haber sido considerada como un nuevo género del porno? ¿Pornografía espacial?

Como se ve, es claro que la recepción de un mensaje no es una cuestión pasiva, depende del conocimiento previo de las posibilidades como lo pensó el gran historiador de arte E. Gombrich.

Es evidente, también, que el saludo silente de dos cuerpos desnudos provocó más reacciones antes de llegar a su destino y no precisamente en sus potenciales destinatarios. Es muy probable que, hoy día, pocos habitantes de nuestro planeta consideren que la representación de las dos figuras humanas desnudas sea obscena y pornográfica. Es muy probable que, incluso quienes consideraron en aquel entonces que la placa era ofensiva, hayan cambiado de parecer. Inevitablemente nuestro modo de ver cambia con el tiempo. Inevitablemente vemos con los ojos de nuestros tiempos y de nuestra sociedad. Y no siempre son los mismos ojos. Nuestra mirada colectiva nunca es la misma.

Panofsky, ese brillante historiador de las ideas artísticas, dijo claramente que mientras creemos identificar los motivos sobre la base de nuestra experiencia práctica, pura y simple, realmente desciframos «lo que vemos» según la manera en que los objetos y las acciones son expresados por las formas, bajo condiciones históricas variables. Mirar es mirar con el espíritu de la época. Es una actividad histórica y cultural. Mirar es algo mucho más complejo que recibir estímulos visuales desde el exterior. Lo que vemos no es independiente de nuestras creencias, pensamientos, ideas, mitos, tradiciones, costumbres, ritos, etc. Hay una fuerte asociación entre lo que sabemos, lo que creemos y lo que vemos o lo que somos capaces de ver y de reconocer, como lo señaló atinadamente el crítico de arte J. Berger.

Este curioso mensaje que se envió al espacio y que no ha sido el único, es más bien una curiosidad cultural que nos permite entender cómo funcionan nuestros modos de ver el mundo y nuestras formas de comunicación. Este mensaje habla más de nuestros valores sociales y nuestro patrimonio cultural visto, eso sí, desde Occidente. Nos remite a formas muy particulares de cómo nos comunicamos y cómo nos representamos. Puede ser entendido, más bien, como un ahogado grito de desesperación frente a la soledad que podemos experimentar al vernos tan solos en un pequeño planeta en la inmensidad del Universo. Puede ser comprendido como una especie de reacción a la idea que tenemos de que lo más probable que nos vaya a pasar sea que nos vamos a extinguir.

Epílogo: y así, seguiremos viendo pasar objetos interestelares como Oumuamua, 2I/Borisov y 3I/ATLAS… imaginando que seres de algún lugar en el Universo harán contacto con nosotros… y nos quedaremos, ingenuos, solos y desnudos…

Nota: información más detallada de la sonda y la placa puede encontrarla en el sitio: https://science.nasa.gov/mission/pioneer-10/

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