Septiembre, 2025
Desde 1970, Lucio Espíndola (1935-2022) decidió dedicarse a construir muñecos, marionetas principalmente. Con ellas viajó de Argentina a México cuando tuvo que huir de la dictadura, a mitad de la década de los setenta, luego de un intento de apresarle. Aquí, no sólo decidió echar raíces sino que, junto con Lourdes Pérez Gay, también decidió consolidar su sueño de titiritero y fundó de nuevo en nuestro país su compañía Marionetas de la Esquina, la cual, en este 2025, cumple medio siglo de existencia. El periodista y crítico teatral Fernando de Ita le dedica estas líneas, a manera de celebración.
Se dice en el Génesis que Dios creo al hombre a su imagen y semejanza, y se dice en el teatro que el hombre creo al muñeco con la misma intención[1], de ahí que las primeras figuras antropomórficas aparecen en la prehistoria y proliferan en culturas tan antiguas como las de Mesopotamia y Mesoamérica. Escribo esto pensando en Marionetas de la Esquina.
Aunque fue en Argentina donde Lucio Espíndola fundó en 1974 Marionetas de la Esquina, cuya obra icónica, El circo, está celebrando en México sus 50 años de vida porque la dictadura militar mudó al titiritero de Buenos Aires a la Ciudad de México para toparse con Lourdes Pérez Gay, con quien hizo vida y obra para bien del teatro de muñecos, pues Lucio no sólo fue un virtuoso de su oficio y un innovador de las técnicas de construcción y manipulación de los muñecos, sino un ser generoso que compartió su virtud a manos llenas.

Cuando Marionetas de la Esquina se aposentó en la ciudad de Cuernavaca, el arte del títere estaba en declive si comparamos los años setenta con los tiempos de la familia Rosete Aranda que abarca gran parte del siglo XIX y la mitad del siglo XX, o si recordamos la epopeya educativa de los años treinta en donde grandes figuras del teatro, la música y la literatura participaron en las campañas didácticas de aquel país en construcción. Con todo, este Geppetto contemporáneo escribió 13 historias, construyó 400 muñecos y dio más de dos mil representaciones.
Lourdes Pérez Gay lleva en el apellido la inquietud intelectual y artística de una familia que ha destacado en el terreno del arte. Ex alumna de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, compartió desde 1977 los afanes de Lucio por darle a los títeres la mirada infantil en un mundo que comenzaba a mostrar las complejidades de las sociedades en desarrollo. Además, como hija del 68, Pérez Gay participó con Mariano Leyva en el grupo Mascarones, el cual, desde la ciudad de Cuernavaca, fue un referente del teatro político. Imagino que la bondad de Lucio cambió en ella la actividad política por la diligencia humanista en la que se sumergió como escritora, directora y promotora del teatro de muñecos, ganando diversos reconocimientos y creando también piezas icónicas como Historias en colores y Dibújame una vaca.

En el teatro lo complejo no es fundar una compañía, un grupo, un colectivo sino sostenerlo. 40 años como productora le enseñaron a esta activista del teatro para infantes que la tradición se conserva mejor en un nicho que a la intemperie, así que se dio a la tarea de buscar ese nido, ya en compañía de Amaranta, su hija, que para el 2014, año en que se abrió en Coyoacán el Centro Cultural La Titería de Marionetas de la Esquina, ella ya era una titiritera de cuerpo entero como autora, productora, directora y promotora de la tradición; una artista, además, que ha diversificado sus temas, sus materiales de construcción, su estética, pero conservando, como Marionetas de la Esquina, la humanización de los objetos, idealizados quizás en la representación de la infancia como la edad del asombro, de la bondad innata y la creación del mundo que nace cuando se le mira por primera vez.
Hoy que los bebés ya tienen en las manos su pantalla virtual, afanes como los de Marionetas de la Esquina se convierten, por oposición, en el testimonio de la habilidad humana para crear objetos a su imagen y semejanza. La IA puede hacer en minutos nuestra propia figura embellecida hasta la egolatría, pero jamás tendrá la huella del orfebre que talló aquel muñeco con sus manos, es decir, dándole cuerpo al objeto con su cuerpo y consciente o inconscientemente, con los sueños que puso al tallar, recortar, armar, vestir y definir el carácter de aquel muñeco. En una época donde la virtualidad está modificando positiva y negativamente la objetividad del sujeto, mirar en la infancia historias hechas a mano, será como ver un río cristalino, un cielo azul, una noche estrellada o una vaca pastando en medio del tráfico. Otro medio siglo para Marionetas de la Esquina.
Notas al pie
[1] Cuando maese Víctor Roura me invitó a escribir estas líneas, automáticamente me surgió la frase con las que inicio el artículo. Pensé que estaba inspirado y fue hasta que consulté la edición bilingüe que editó el INBAL en el 2010 sobre la edad dorada del títere en México, que me di cuenta de mi autoplagio porque con una frase muy parecida iniciaba mi colaboración para la extraordinaria edición del libro mencionado, y de otro dedicado a Rosete Aranda, coordinados por Marisa Giménez Cacho. Valga la aclaración para invitar a los amantes de la titería a consultar estos volúmenes que conforman un registro de altísima calidad sobre la historia del arte del muñeco, cuyas fotografías son espectaculares.Nota bene: el Centro Cultural La Titería está ubicado en Vicente Guerrero 7, esquina con Av. México y Xicotencatl, colonia Del Carmen, Ciudad de México. (marionetas.com.mx)