Agosto, 2025
Hasta el momento —que uno sepa— el fuera de juego en el futbol no ha ocasionado algún conflicto bélico en el mundo. Lo que sí se sabe —pues uno ha sido testigo— es que ha ocasionado de riñas pequeñas a riñas monumentales. Lo que también es verdad, es que, desde su implantación en 1925, el futbol tiene un aspecto que lo hace reconocible en cualquier parte del mundo. Controvertido y polémico, el también llamado fuera de lugar cumple 100 años. Muy a su estilo —con taquito incluido—, el periodista y escritor Víctor Roura conmemora la efeméride con estas jugadas literarias.
Se apunta que, históricamente, la regla del fuera de juego o de lugar en el futbol moderno se introdujo hace un siglo, sin existir una fecha precisa, en 1925. Dicho cambio se produjo “para reducir el número de jugadores que se quedaban cerca de la portería contraria y aumentar la cantidad de goles marcados”, se registra técnicamente para alimentar el movimiento deportivo en vista de que antes de este año se podía vislumbrar a delanteros que no salían nunca de las áreas de la arquería contraria.
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El portero, además de cuidar la arquería de los goles ajenos, es portero de noche en un condominio de reciente creación.
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El capitán del equipo atendía también, para completar el salario, como capitán en un lujoso restaurante.
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El entrenador sugirió la contratación de una judoteca como defensa central de su equipo de futbol.
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El extremo derecho era realmente un derechista extremado.
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El futbolista añoraba dar por terminada su carrera deportiva para dedicarse, aun sin haber estudiado previamente periodismo, a la crítica del balompié en la televisión.
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Un buen partido era, sin duda, la señorita que coreaba todos los goles en la porra futbolera.
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El futbolista pedía siempre los mismos tacos antes de entrar en la cancha: los de bistec sin cebolla, por supuesto.
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El árbitro arbitraba arbitrariamente todos los partidos de futbol.
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Adicto empedernido, el porrista renunció a la porra futbolera luego de percatarse de que nadie repartía porros durante los partidos.
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Por cuadragésima sexta ocasión, el futbolista estrelló en el larguero la pelota en un penalti pasando a la historia por su increíble hazaña deportiva.

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El locutor futbolístico no admitía ninguna expresión anglosajona en sus comentarios deportivos, de manera que al penal lo nombraba castigo, al gol lo llamaba anotación en la meta, jamás decía el castellanizado futbol sino balompié, la palabra soccer la ignora usando en su lugar el término asociación, etcétera.
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Nadie sabía que era gay, pero al futbolista siempre lo veían acariciarles con exageración las nalgas a los goleadores.
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Para estimular, según su perspectiva misógina, a las futbolistas portaba siempre un abrigo sin ropa interior durante los partidos oficiales para, mediante estrategias personalizadas, abrirlo ocasionalmente ante las chamacas cuyo director técnico era él mismo.
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La abuelita de un destacado futbolista fue contratada para tejer las redes de las porterías de su estadio.
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El antrogólogo estudia al goleador de forma integral, abarcando sus aspectos culturales así como sus orígenes, diversidad y evolución, se enfoca en entender cómo las sociedades futboleras se organizan y cómo se relacionan entre sí.
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Antes de jugar, el futbolista analiza y atiende, atentamente, su cuenta bancaria.
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El medio ofensivo se dedicaba en los partidos a ofender medianamente a sus rivales.
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Para evitar la discriminación, la Federación Deportiva emitió un comunicado donde exigía que todos los mediocampistas, de ahora en adelante, debían tener mediana estatura en los partidos de futbol.
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El futbolista, por su juego visiblemente primitivo, rudo y violento fue expulsado… del país.

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Para que la gente asistiera por fin a su estadio, los futbolistas idearon un uniforme consistente en un atractivo biquini de fosforescencia morada.
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El futbolista metía docenas de goles en cada partido… en el futbolito.
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Al futbolista sólo lo llamaban al cine para que filmara balones.
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El futbolista, acostumbrado a anotar los goles de cabeza, se alimentaba a diario de tacos de cabeza comiéndolos obviamente de cabeza.
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El futbolista no sólo dominaba con destreza el balón, sino también a todas las mujeres que lo admiraban.
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El futbolista, perfecto en los tiros desde la media cancha, había anotado ya cuatro autogoles en esa especialidad recibiendo no sólo el estupefacto arrobo de los aficionados, sino también de sus propios compañeros de equipo que desconocían, asombrados, las cualidades de tal proeza.