Octubre, 2024
Es biólogo de formación, pero prácticamente le ha entrado a todo: es caricaturista, pintor, músico, compositor, ha escrito novelas, cuento, poesía, teatro, libros didácticos, así como ensayos: lo mismo de música que de biología o sobre el idioma. En esta última faceta —la ensayística—, Federico Arana suma ahora un nuevo libro: ¿Quién teme a Naasón feroz?, en el que aborda al poderoso líder religioso de La Luz del Mundo —hoy ya condenado por abuso sexual. Escriben los editores en la contraportada: “Fruto del contubernio con la clase política, el señor Naasón era tratado como un rey o un dios, aunque, como suele ocurrir, llevaba una vida crapulosa, rodeado de lujos y con impunidad total. Autonombrado Apóstol de Cristo y Dios vivo, el fiscal de California y el FBI lo investigaban por pederastia, pornografía infantil, tráfico de personas y así hasta completar 26 delitos abominables. […] A pesar de las innumerables pruebas en su contra, la mayoría de los fieles sostienen la honorabilidad de este monstruo. Llevan razón los psiquiatras al diagnosticar a los iluminados como víctimas del Trastorno Psicótico Compartido”. Víctor Roura ha conversado con Federico Arana.
Federico Arana es, ya, no sólo una referencia literaria en México (Premio Xavier Villaurrutia 1973 por su novela Las jiras) sino también musical: roquero desde fines de la década de los cincuenta con agrupaciones como Los Sinners y en su última etapa lidereando la banda Naftalina, se ha conducido en estos terrenos, además de la docencia en la biología y como dibujante sagaz, con digna independencia y contrario al canon establecido de la sumisa pasividad y la tácita obediencia que dominara a los primeros rocanroleros mexicanos de la industria fonográfica. Narrador, dramaturgo, ensayista y poeta, Federico Arana tiene un nuevo libro, editado en España por Letrame (dispuesto primeramente en Internet), que seguramente hará estallar ampollas en la fe de numerosas personas que, aun contra las evidencias, claman por la inocencia de Naasón Joaquín García, director espiritual de la iglesia La Luz del Mundo y condenado el año pasado a más de tres lustros de cárcel por abuso sexual en California. El título del volumen es ¿Quién teme a Naasón feroz?, que ya comienza a circular en las librerías nacionales, si bien en la web ya está disponible.
Con Federico Arana (Tizayuca, Hidalgo, 27 de noviembre de 1942) mantuvimos esta conversación.
“No conozco a nadie capaz de sostener que en México se acabaron la corrupción y la codicia”
—El caso Naasón es un retrato, asimismo, del mexicano, que se niega a creer lo visible, quizá de ahí es que se crea en teoría que la corrupción ya es inexistente, que los sobornos son asunto del pasado, que la codicia está muerta y enterrada en México, ¿cuánto tiempo te tocó ilustrar literariamente esta cuestión, cómo la resolviste, por qué un ensayo, por qué no una novela?
—Pues simplemente los curas y pastores pederastas me parecen seres repugnantes que deberíamos sacar de la circulación por el terrible daño que causan, por cínicos, hipócritas, abusivos y fantoches, por esperpénticos, jactanciosos y faroleros. Parece que al respecto hay consenso, porque la prensa en general ha difundido mucha información al respecto, sobre todo El País, periódico que desgraciadamente ya sólo podemos leer en las pantallas.
“Esta iglesia que he llamado Luz del Globo sufre de las mismas torceduras y perversiones de todas las iglesias, empezando por la católica, y los responsables de sus crímenes no son los creyentes que, mal que bien, sí creen en Dios, sino la cúpula del poder que son hedonistas y no tienen otro dios que el dinero.
“No conozco a nadie capaz de sostener que en México se acabaron la corrupción y la codicia. Tener por dios al dinero no es sólo cosa de estas iglesias que aparecen como si fueran tacos del pastor. El mismo AMLO alegaba que en su gobierno estaba desterrada la corrupción, pero aceptó que ese es un rubro en el que falta mucho por hacer. Cuando Aguilar Camín o Krauze se quejan de falta de apapacho se refieren a que las ubres del gobierno han dejado de beneficiarles, de ahí la ferocidad con que lo atacaban, y si el tío Ritchie [o sea, Ricardo Salinas] se niega a pagar las millonadas que debe, aquéllos y éste están poseídos por la codicia.
“Empecé a escribir este libro hace dos o tres años. Nunca retengo las fechas, y para decidirme a hacerlo fue muy importante el programa Sectas de Ricardo Rocha, así como un libro misterioso que encontré en un tianguis: La Luz del Mundo / Un análisis multidisciplinario de la controversia que ha impactado a nuestro país (Revista Académica para El Estudio de las Religiones). Digo misterioso porque, estando respaldado por psiquiatras, antropólogos y sociólogos, no hay manera de saber quién lo publicó ni donde se puede acudir para conseguir más ejemplares ni trabajos complementarios ni nada. Obviamente entraron en pánico y decidieron eclipsarse porque conocen muy bien las venganzas que suelen ejercer contra sus detractores.
“Y no es una novela quizá por la revolcada que nos dio Javier Cercas al decir que ‘incurrimos en el ejercicio irresponsable de contar historias que jamás sucedieron’, porque somos unos ‘rompepelotas , unos egoístas sin escrúpulos que escribimos por el puro placer de escribir, por el propósito aguafiestas, gamberro y nihilista de formular preguntas sin respuesta que sólo sirven para complicar la vida a la gente’. También nos llama ‘bestias carroñeras que viven de la basura, de la discordia, del dolor, de la violencia y del infortunio’.
“No sé, pero me pareció que con los primeros apuntes sería más expedita la obra de teatro, pero también, pese a todo, quiero hacer la novela, aunque estoy hasta arriba de trabajo”.
“Según los psicoanalistas que han estudiado el fenómeno, sus fieles padecen del Trastorno Psicótico Compartido”
—Cuando apresaron al líder de La Luz del Mundo en Estados Unidos, la reacción en México fue de no creerse, ¿cómo un santo sería capaz de devorarse niños? Los que profesaban su doctrina simplemente no dejaron de creer en sus palabras de inocencia, lo mismo que ocurre en la aprehensión política. Si amas a un asesino, lo defenderás aun cuando no te haya matado a ti de milagro. La fe supera a la razón.
—Creo que a la palabra santo de tu pregunta le faltan las comillas. Este señor es todo lo contrario, un verdadero demonio pero, según los psicoanalistas que han estudiado el fenómeno, sus fieles padecen del Trastorno Psicótico Compartido (TPC), como lo padecieron los incondicionales de Stalin, del ‘Santo’ niño Anacleto, de Franco, de Maradona, de Trujillo, de Castro, de Pinochet… Este tipejo devoraba niñas, niños e incluso algunas adultas mujeres de sus incondicionales. En eso se parecía al Chivo Trujillo, y era idéntico a su padre y a su abuelo: los tres hacían lo mismo.
“Estoy hasta el cepillo de los editores mexicanos”
—Este libro (no sé el número de tu cronología bibliográfica, cerca del medio centenar, supongo) da cuenta de un escritor atento a su entorno social. Tu carta a López Obrador, aunque nunca respondida, puso el dedo en la llaga jamás vertida en los medios, ¿por qué no debe de hablarse de la censura y la represión priistas, en concreto de Luis Echeverría Álvarez? Este libro tiene que ser editado en España, ¿por qué no en el Fondo de Cultura Económica?
—No llevo la cuenta de mis libros, pero serán cerca de cuarenta: mucha deforestación. En cuanto a por qué en España y no en México te digo que estoy hasta el cepillo de los editores mexicanos. Tuve la gran suerte de que mi primer editor fue don Joaquín Díez Canedo, pero después la cosa se puso color de hormiga roja de fuego. Este libro se lo ofrecí a un editor de Penguin que me recomendó Fernando Rivera Calderón y que al principio fue amabilísimo hasta que un buen día tenía que someterse a una operación y me dijo que le pasaría el libro a una persona de su entera confianza. Y ahí se acabó todo. Nunca más volvió a contestarme el teléfono. ¿Qué ocurrió? Me temo que el congelamiento fue obra de su jefe, un elemento que siempre me vio con malos ojos porque estaba convencido de que las teorías conspiranoicas de su padre eran justas.
“En cuanto a la carta te digo que, en efecto, no hubo respuesta. Los roqueros mexicanos fuimos todos víctimas del Estado, la iglesia y las grandes empresas del entretenimiento y de la desinformación. Incluso tuvimos algunas bajas, aunque nada comparable con las matanzas perpetradas por Porfirio Díaz , Díaz Ordaz o Echeverría. Quizá sea porque la leyenda negra del rock ha quedado incorporada al inconsciente colectivo que, siendo de naturaleza universal, no admite salvedades.
“Pero mucho más importante que pedir perdón en nombre del Estado por las incontables tropelías y abusos de poder cometidos contra los rocanroleros mexicanos, sería pedirlo por la prevaricación que supone haber archivado prácticamente todas las denuncias por abusos sexuales de curas y pastores de diversas iglesias (y algunos expertos sostienen que en todas, incluso en las sinagogas) contra niños, niñas y en general personas desvalidas. Según Bernardo Barranco, cuando preguntó al presidente López Obrador cuándo iba el Estado a tomar medidas para terminar con estas atrocidades, el mandatario respondió que él no se metía con la iglesia, conducta compartida por el 100 por ciento de sus antecesores. El único consuelo que nos queda es que el gobierno de la Ciudad de México decretó imprescriptible la pederastia”.
“Parece que estos jerarcas están cortados con la misma tijera”
—Cultos como Palabra de Dios o Templo del Pueblo, en Estados Unidos, han exhibido no sólo la perversión de sus jerarcas, violando niñas y niños o asesinando a demasiada gente, como ocurre, aún hoy en día, en las sectas de diversas partes del mundo. El caso Naasón, como el de Maciel, pernoctan aún en las mentalidades envueltas en la fe cristiana, ¿cómo abordar literariamente esta ingenuidad social?
—Sí, parece que estos jerarcas (casi todos pederastas y violadores) están cortados con la misma tijera, al menos eso dicen los expertos. Por ejemplo, José Luis Miranda, fundador de la iglesia Creciendo en Gracia, más conocida por 666, se decía apóstol, dios vivo y todas las jaladas que una mente desquiciada pueda concebir, también logró extenderse por varios países y da la impresión de haberse inspirado en la Luz del Mundo, fundada hace 100 años.
“El angelito saldrá libre dentro de unos cuantos años”
—A pesar de estar ya preso, ¿habrá alguien que le tema al Naasón feroz?
—Por supuesto, porque, a menos que prospere la demanda federal por pornografía infantil, tráfico de personas y lavado de dinero, el angelito saldrá libre dentro de unos cuantos años. Además, si eres de armas tomar, siempre habrá quien te tema. Moisés Padilla, víctima de abuso de Samuel Joaquín, recibió más de sesenta puñaladas por haber denunciado los abusos del anterior apóstol. El pastor de Jiutepec, Morelos, por ejemplo. Cuando el monstruo se declaró culpable, este buen pastor pidió perdón a los miembros de su iglesia y salió huyendo con rumbo desconocido con toda la familia. Habían estado acosados por pelones armados y sabía de lo que son capaces.
“La honorabilidad literaria es rara avis in terra”
—Una reflexión más, Federico Arana, sobre la miseria contemporánea: el mundo parece no haber cambiado nada. ¿La honorabilidad literaria es tomada en cuenta socialmente o sólo una portentosa mafia cultural, sujetada de los hilos del poder económico, puede tener voz en las cúpulas administrativas?
—La miseria contemporánea es insondable. Tengo para mí que, diga lo que diga Julio Iglesias, el mundo no puede dejar de cambiar. Afganistán es un capítulo aparte. Pero mírales la cara a los prianistas otrora encaramados. Mira los cambios habidos en cuanto a la justicia para las mujeres. La honorabilidad literaria es rara avis in terra, no lo digo sólo por los sealtieles o los briceecheniques, sino por pecadillos detrás de los cuales suelen estar la vanidad y el dinero. Pero también existe el atenuante de la precariedad y la rapacidad de los editores y otras sanguijuelas. Y ya sabemos que las mafias, mafias son, y suele durarles poco el gusto. Por fortuna no hay mafia ni cúpula administrativa que pueda sofocar el talento por mucho tiempo. Ahí está el caso de Roberto Bolaño para demostrarlo.
“Imagino que al definirlo como nuestro gran enemigo se refiere a que nuestro Nobel de literatura, recurriendo a alguno de esos decretazos que obedecían ciegamente sus acólitos, lo hubiera borrado del ámbito de la decencia literaria. Me pregunto si eso de acólitos tendrá que ver con la rutina de moverle la colita”.