Septiembre, 2024
Se le ha acusado de vulgar, obsceno, pornográfico, poco riguroso, repetitivo, incluso, falto de talento. Sin embargo, el público lector siempre ha opinado un poco diferente. De hecho, 30 años después de su muerte, Charles Bukowski sigue siendo hoy uno de los autores más celebrados de las letras estadounidenses; también, uno de los escritores más influyentes e imitados de los últimos tiempos. Ya lo decía hace unos años el escritor Manuel Vilas: “Charles Bukowski es una especie de sarampión por el que todo escritor tiene que pasar. Es un autor único. Normalmente, su lectura se produce a los veintitantos años porque es el antisistema del mundo literario. Su poder de seducción es enorme”. Y sí. Nacido en 1920, Bukowski no se parece a ningún otro autor de su generación. Ahora que se han cumplido tres décadas desde su partida —falleció en 1994—, Víctor Roura recuerda al escritor.
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Hace treinta años, el 9 de marzo de 1994, moría el literato Charles Bukowski, irredento bebedor nacido el 16 de agosto de 1920 en Andernach, Alemania, quien en vida publicara 35 libros entre novela, cuento y poesía, aunque ya fallecido el número de ediciones aumentó considerablemente al sumarse varias colecciones con su prosa inédita.
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Shakespeare nunca lo hizo no había sido traducido al español. Anagrama, en versión de Laura Sanjuán y Jordi de Miguel, edita este libro de Bukowski en 1999 —un lustro después de su muerte—, prácticamente el último de los que por extrañas razones no había sido trasladado al castellano. Shakespeare nunca lo hizo es la crónica del viaje de Bukowski a Europa en su primera, y única, gran gira literaria que hiciera en vida el escritor alemán naturalizado estadounidense desde 1922.
“A fines de los setenta —apuntan los editores—, Charles Bukowski, santo patrón de los escritores bebedores, autor de algunas de las novelas y relatos más implacables y certeros sobre el gran sueño norteamericano devenido pesadilla, aún no era demasiado conocido en su país. Pero en Europa, que en muchas ocasiones ha demostrado ser más sabia con respecto a los grandes autores americanos que su propia tierra, el gran Hank ya era un escritor de culto. Y en la primavera de 1978, invitado por sus editores europeos, emprende una gira que comenzará en París y transcurrirá entre ríos de alcohol, y amenizada por algunos escándalos”, como el presentarse borracho “al programa cultural totémico de la televisión francesa: Apostrophe, lo sientan junto al psiquiatra que trató, o maltrató, a Artaud, y tras tocarle las piernas a otra invitada y decir algunas de sus terribles ‘boutades’, o verdades, acabará insultando al presentador, Pivot, que se niega a dejarlo hablar, y abandonará el plató estrepitosamente indignado”.
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Pero lo curioso de aquel caso es que Bukowski no se acordaba de nada al día siguiente.
Fue despertado por un crítico de Le Monde:
—Estuviste genial, cabrón —le dijo—; los demás ni siquiera sabían masturbarse…
—¿Qué hice? —preguntó Bukowski.
La borrachera había borrado todo de su cabeza. Su compañera Linda Lee, una bella mujer admirablemente comprensiva, tuvo que explicarle todo: “Le manoseaste la pierna a aquella señora —le dijo a Bukowski, quien cargaba una cruda insostenible—. Después empezaste a beber demasiado. Dijiste unas cuantas cosas. Eran bastante buenas, sobre todo al principio. Después el tipo que dirigía el programa no te dejó hablar. Te tapó la boca con la mano y dijo: ‘¡Cállese!, ¡cállese!’ Al final te arrancaste el auricular, tomaste el último trago y te largaste del programa”.
Bukowski oía arrobado a Linda Lee.
No se acordaba de nada. “Después, cuando llegaste a seguridad —continúa su compañera—, agarraste a uno de los guardias por el cuello de la camisa. Entonces sacaste la navaja y los amenazaste a todos. No estaban muy seguros de si bromeabas o no. Pero al final te echaron”.
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Dicho comportamiento tuvo sus secuelas. Invitados por un tío de Linda Lee en Niza luego de su estancia en París, el pariente se negó por completo a recibirlos en su casa. El tío bramaba contra Bukowski: fue uno de los más de 60 millones de espectadores que vieron el programa francés. El moderador era uno de los héroes del tío Bernard. Tuvieron que hospedarse, pues, en un hotel. Después partirían hacia Hamburgo, donde 1,200 personas esperaban impacientes en el auditorio al escritor para oírlo dar un recital literario, que nunca gustaron a Bukowski. Confiesa en la página 25: “Aún me disgustaban los recitales de poesía; me emborrachaba y me peleaba con la audiencia. Yo nunca escribí poesía para recitarla, pero eso ayudaba a pagar el alquiler. A todos los poetas que he conocido, y he conocido a muchos, les gusta recitar en público. Yo me daba cuenta de que siempre era el solitario, el inadaptado, pero mis hermanos poetas parecían ser muy extrovertidos, muy sociables”.
Once páginas más adelante enfatizaba: “Todo aquello que le interesa a la mayoría de la gente, a mí me deja completamente indiferente. Esto incluye una lista de cosas tales como: bailes de sociedad, subir a las montañas rusas, ir al zoológico, picnics, películas, planetarios, ver la tele, partidos de beisbol; ir a funerales, bodas, fiestas, partidos de baloncesto, carreras de coches, recitales de poesía, museos, rallies, manifestaciones, protestas, teatro infantil, teatro para adultos… No me interesan las playas, la natación, el esquí, las Navidades, el Año Nuevo, el 4 de Julio, la música rock, la historia del mundo, la exploración espacial, los perros caseros, el futbol, las catedrales ni las grandes obras de arte. ¿Cómo puede una persona que no está interesada en casi nada escribir sobre algo? Bueno, yo lo hago. Escribo sobre todo el resto: un perro perdido caminando calle abajo, una mujer que asesina a su marido, los pensamientos y sentimientos de un violador mientras le pega un bocado a una hamburguesa; la vida en la fábrica, la vida en las calles y las habitaciones de los pobres y los mutilados y los locos, mierda como ésta, escribo mucha mierda como ésta”.
El libro, que se lee en una sentada, como casi todos los volúmenes que escribiera Bukowski, incluye 88 fotografías de la gira que realizara Michael Montfort.
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A su muerte en 1994, Charles Bukowski dejó en su estela medio centenar de libros, pero también abundantes archivos de material inédito o publicado únicamente en revistas underground y periódicos de índole diversa. Anagrama, el sello editorial que se encargó de publicar casi toda su producción literaria, rescataría parte de ese material en Fragmentos de un cuaderno manchado de vino / Relatos y ensayos inéditos (1944-1990) (2009) y Ausencia del héroe / Relatos y ensayos inéditos (1946-1992) (2012).
Lo que sigue es una selección de frases y aforismos poco conocidos de Bukowski, extraídos de ambos libros:
⠀⠀1) Yo soy un fotógrafo de la vida, no un activista.
⠀⠀2) El mundo me ha dado forma y yo he dado forma a lo que he podido.
⠀⠀3) Si no podemos salvar el mundo, al menos sepamos lo que es, dónde estamos.
⠀⠀4) El hombre está hecho para la derrota.
⠀⠀5) Los hombres cambian, y el cambio no siempre es para mejor.
⠀⠀6) Cuanto mejor llega a ser un hombre más lo envidian y, a su vez, más lo detestan.
⠀⠀7) El artista debe estar siempre en movimiento, un paso por delante de los conformistas.
⠀⠀8) La poesía proviene de donde has vivido y como has vivido y de lo que te hace crearla.
⠀⠀9) A quienes mejor se les da la poesía es a aquellos que tienen que escribirla y seguirán escribiéndola sea cual sea el resultado.
⠀⠀10) Un hombre es capaz de llegar más lejos por cualquier poema que por cualquier mujer jamás nacida.
⠀⠀11) Creo que la cama es el invento más grande del hombre, la mayoría nacemos ahí, morimos ahí, follamos ahí, nos la machacamos ahí, soñamos ahí.
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Shakespeare nunca lo hizo (al igual que Fragmentos y Ausencia) confirma al escritor maldito, despreciado por la fina intelectualidad, rebajado por sus colegas literatos.
Bukowski jamás es mencionado en el mundo de la escritura (no es ninguna “referencia” cultural), pero paradójicamente su presencia es insoslayable en las letras contemporáneas. Su sinceridad (“a mí me disgusta mi propia cara, odio los espejos; nos equivocamos de camino en alguna parte, algún día hace mucho tiempo, y no podemos encontrar el camino de vuelta”) es abierta, natural, ajena a la impostación que impera en el orbe de la Literatura Seria.
Gran narrador, no necesitó de compadrazgos ni de amigos excelsos que lo citaran: Bukowski siempre se bastó a sí mismo.