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Siglo y medio del nacimiento de Pierre Souvestre

Ciento diez años después

Agosto, 2024

Nació en Francia en 1874 y partió de este mundo 39 años después, en 1914. Fue abogado y organizador de carreras de coches, también periodista y escritor. Junto con su amigo, el también francés Marcel Allain (1885-1969), Pierre Souvestre grabaría su nombre en la literatura, en la historieta y en especial en la cultura pop al crear a uno de los grandes genios criminales de todos los tiempos: Fantômas: una figura sombría, espectral, un hombre sin identidad, un maestro del disfraz, del robo, del secuestro y del asesinato. También, un fenómeno de masas, cuya popularidad trascendió estratos sociales y culturales. Ahora que se cumple siglo y medio de su nacimiento, y ciento diez años de su partida, Víctor Roura recuerda al autor francés.

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Nació en junio de 1874 en Plomelin, un municipio en Finistère, Bretaña, y murió 39 años después, en febrero de 1914 en París. Primero abogado, luego periodista y escritor, Pierre Souvestre es hoy reconocido y recordado por haber creado —junto con su amigo, el también francés Marcel Allain (1885-1969)— al genio del mal por excelencia: Fantômas.

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Dice John Ashbery —en Fantomas (Pierre Souvestre y Marcel Allain, Grijalbo Mondadori, 2000)— que “desde el momento de su publicación, en febrero de 1911, Fantomas (y las treinta y una novelas en torno al personaje que rápidamente le siguieron) fue un fenómeno” cuya imperecedera popularidad se debe al hecho de que, tal como ha acotado Louis Chavance, “los surrealistas lo aceptaron en su cenáculo”.

Ashbery, pese a que reconoce que como obra literaria “es francamente inferior”, apunta que “lo más sorprendente acerca de las historias de Fantomas es el abismo existente entre su poco refinado estilo, apropiadamente revestido de prosa vulgar, y la profunda huella que ésta deja en la obra de poetas y pintores. En fecha tan temprana como 1912 Apollinaire fundó la Sociedad de Amigos de Fantomas (SAF); en 1914 escribió en el augusto Mercure de France acerca de ‘esa extraordinaria novela, llena de vida e imaginación, escrita de manera poco convincente pero extremadamente gráfica. Desde el punto de vista de la imaginación, Fantomas es una de las obras más subyugantes que existen’. Y más tarde, Cocteau escribió sobre el ‘absurdo y espléndido lirismo de Fantomas’. Es cierto que Apollinaire y Cocteau estaban, en palabras de un crítico, ‘siempre temerosos de perder el tren’. Pero, ¿qué hay de espíritus más reservados como Max Jacob, miembro activo de la SAF, que escribió poemas sobre Fantomas; o Blaise Cendrars, que se refirió a la serie de Fantomas como ‘la Eneida moderna’, o Desnos, a cuyo poema ‘Fantomas’ puso música Kurt Weill? Por no hablar de Aragon, Colette, Raymond Queneau y Pablo Neruda, cuya admiración hacia el tremebundo héroe es bien conocida, como lo es la de los pintores Picasso, Juan Gris y Magritte”.

Portada original del primer libro de Fantômas (1911) (Wikimedia Commons).

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Todo ello resulta, sí, desconcertante, “ya que es fácil exponer —dice Ashbery— argumentos en contra del ‘absurdo y espléndido lirismo’ de estos relatos. Fantomas era una fleur du mal que se había abierto tardíamente en una parra cuyas raíces se hundían hasta mediados del siglo XIX y antes, si incluimos el periodo gótico y a antepasados como Melmoth y Manfred. Pero Fantomas no sólo es un personaje, sobrenatural o no, sino también un lugar, una atmósfera, un estado de ánimo: esta tradición se remonta asimismo a Eugène Sue y a sus Mystères de Paris (1842-1843), y a Ponson du Terrail (1829-1871), cuyo héroe, Rocambole, dio origen al adjetivo rocambolesco, que todavía se emplea para describir algo inverosímil. En Les Miserábles de Víctor Hugo hallamos los prototipos opuestos a Fantomas, mientras que el Maldoror de Lautréamont ha sido a menudo considerado el precursor de Fantomas, a pesar de que es improbable que sus autores, Allain y Souvestre, hubieran oído hablar siquiera de él”.

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A finales del siglo XIX el género de la novela de terror, “con París a menudo como telón de fondo, alcanzó nuevas cotas con escritores como Maurice Leblanc (Arsène Lupin), Gaston Leroux (Chéri-Bibi) y el asombroso, recién descubierto y apropiadamente llamado Gustave LeRouge, autor de obras tan morbosas como El misterioso doctor Cornelius y La guerra de los vampiros”.

Pierre Souvestre. (Wikimedia Commons).

Ashbery afirma, sin temor a equivocarse, que cualesquiera de estos escritores mencionados “son superiores a los señores Allain y Souvestre, incluso como fuentes de diversión popular. A pesar de todos sus crímenes, Arsène Lupin y Chéri-Bibi tienen su faceta compasiva a lo Robin Hood; ni siquiera El fantasma de la ópera de Leroux es un monstruo inhumano. Y está claro que los malos de LeRouge no tienen remedio, pero la atmósfera irreal de sus novelas atenúa el terror. Por el contrario, en Fantomas el terror casi se vuelve monótono. Realmente no posee ninguna cualidad positiva; la codicia y la venganza son sus principales motivaciones”.

Lo que maravilló a los surrealistas fue la aparatosidad de Fantomas, además de que el personaje “era algo más que la suma de las treinta y dos novelas de la serie original: era, ante todo, una imagen: la inolvidable imagen de un hombre enmascarado con una daga en la mano y alzándose meditabundo sobre París, tal vez inspirada en el famoso grabado de Félicien Rops: ‘Satán sembrando cizaña’. El artista, un italiano llamado Gino Starace, no cesó de diseñar ilustraciones escabrosas para la portada de cada novela, y sin duda contribuyó en gran medida a su éxito”.

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En México, la historieta de Fantomas prácticamente es una invención extendida de Gonzalo Martré (Hidalgo, 19 de diciembre de 1928), quien fuera el autor de los guiones de este personaje durante casi una década.

—¿Cuáles fueron las satisfacciones de escribir los guiones para la historieta de Fantomas?

—Estuve nueve años, de 1968 a 1987, haciendo los argumentos —responde el veterano escritor, autor de más de 60 libros entre ensayo, novela y relato—, mi jefe era Alfredo Cardona Peña, gran cuentista de CF y Fantasía, buen poeta también. Cuando Novaro entró en una etapa de liquidación fue nombrado Navarrete en vez de Alfredo Cardona y yo renuncié pues el tipo era un imbécil al cuadrado. No supo encontrar uno o más argumentistas que estuvieran a la altura de lo ya hecho.

Portada de Fantomas, la versión mexicana.

—¿Por qué escribir las historias de Fantomas?

—Por dinero, mi querido Víctor: en 1968 mis ingresos no eran abundantes (nunca lo han sido), había hecho un viaje a Europa y tenía una deuda con una agencia de viajes, ganar mil pesos cada 15 días abrió la posibilidad de pagar sin apremio económico. Así comencé con Fantomas, ya después la historieta me cautivó.

—Qué piensas de la inventiva de Souvestre?

—No fue Souvestre el único creador del folletín Fantomas, lo acompañó por igual Allain. ¿Qué pienso de ellos? ¡Que le dieron al clavo y que jamás pensaron que su personaje trascendería los 100 años!

—¿Qué te motivó a proseguir la fantasía literaria de estos autores franceses?

—Debemos de precisar, la fantasía literaria como tú lo llamas no fue creación mía sino de Guillermo Mendizábal, ¿qué lo motivó? Lo ignoro.

Pese a su noble modestia literaria, Gonzalo Martré es prácticamente el autor de Fantomas en castellano.

—No me gusta el plagio, no me gusta hacer caravanas con sombrero ajeno —dice Martré respecto a mi afirmación anterior—, lo he dicho innumerables veces: el creador de la historieta Fantomas fue Guillermo Mendizábal, yo tan sólo fui su seguidor, conservé su línea apegado a toda su parafernalia, le introduje algunos cambios que consolidaron su éxito y duré nueve años elaborando los argumentos; hubo muchos argumentistas de Fantomas, pero sólo uno con éxito rotundo que ya trascendió los 50 años: ¡yo!

“Así cómo cuando se cita al folletín Fantomas se adjudica a Allain y Souvestre, asimismo cuando se cite a la historieta Fantomas debe adjudicársela a Mendizábal-Martré”.

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