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“El progreso tecnológico no va de la mano del progreso moral”

En el 75° aniversario de la publicación de «1984», entrevistamos al periodista Dorian Lynskey para tratar de entender a Orwell en 2024

Mayo, 2024

Escrita entre 1947 y 1948, y publicada en junio de 1949, en este 2024 se cumplen 75 años de que viera la luz el clásico de George Orwell, 1984, una crítica demoledora contra los regímenes totalitarios. En esta entrevista con Dorian Lynskey —autor de El ministerio de la verdad, una especie de biografía de Orwell a partir de sus referentes a la hora de escribir 1984—, el veterano periodista británico habla sobre esta obra y su vigencia en un mundo que (nos) amenaza sin cesar.

El ministerio de la verdad (Capitán Swing, 2022) es un libro sobre otro libro, una especie de biografía de George Orwell a partir de sus referentes a la hora de escribir 1984. En él, el periodista Dorian Lynskey recorre «las múltiples vidas» del clásico de la literatura mundial, una de las obras más citadas de la historia y, a pesar de ello, una de las más desconocidas por su multiplicidad de matices y significados.

—Se cumplen 75 años de la publicación de 1984 mientras Europa vive una guerra dentro de sus fronteras y diferentes países advierten de una posible escalada bélica. ¿Se parece el mundo actual al que imaginó Orwell en su novela?

—Por un lado, lo estamos haciendo mucho mejor de lo que imaginaba, porque no vivimos en un mundo dividido en tres superestados totalitarios. Aunque la democracia está actualmente en retroceso, hemos visto una gran mejora con respecto a la situación de 1949. Pero 1984 era una advertencia, no una profecía, y sigue siendo un conjunto de herramientas útiles para comprender el crecimiento de tendencias antidemocráticas, incluyendo la vigilancia, la censura, la propaganda y la demolición del concepto de verdad objetiva.

“Ciertamente, ayuda a explicar la Rusia de Vladímir Putin. Pero es importante recordar que Orwell basó el mundo de 1984 en lo que ya había sucedido bajo los regímenes de Hitler y Stalin. Estaba explicando más de lo que imaginaba. Así pues, si Putin se parece al Gran Hermano en algunos aspectos, es en realidad porque se parece a Stalin”.

El periodista Dorian Lynskey.

—Recuerda en El ministerio de la verdad que Orwell afirmó que durante la guerra cada avance científico «acelera la tendencia que nos lleva al nacionalismo y la dictadura». ¿La actual carrera armamentista va en esa dirección?

—Orwell observó durante la guerra que la radio se utilizaba principalmente para hacer propaganda y que el avión se asociaba con el lanzamiento de bombas. Estos no eran inventos malvados en sí mismos, pero fácilmente se abusaba de ellos con fines bélicos y tiránicos. Hoy se podría decir lo mismo de Internet y de la inteligencia artificial: tienen el potencial de acelerar el avance hacia un mundo mejor, pero a menudo se utilizan para empeorar las cosas, ya sea mediante la desinformación online o para hacer la guerra con drones operados por inteligencia artificial. No es necesario ser tan escéptico respecto de la tecnología como lo fue Orwell para darse cuenta de que el progreso tecnológico no va de la mano del progreso moral.

—En el momento de su publicación, una parte importante de la izquierda no entendió 1984 y una parte de la derecha no se sintió interpelada, sino todo lo contrario. Hoy ocurre algo similar y esa novela es utilizada por derecha e izquierda para atacar al oponente. ¿Quién no comprende a Orwell?

—La mayoría de los lectores británicos entendieron que Orwell estaba satirizando el totalitarismo de Hitler y Stalin, pero muchos conservadores estadounidenses malinterpretaron 1984: pensaron que era un ataque a la izquierda en general, incluido el Gobierno laborista de Clement Attlee. Como socialista democrático, Orwell estaba tan molesto por esto que hizo declaraciones a la prensa para aclarar sus intenciones.

“Hoy en día, muchos conservadores siguen utilizando 1984 para criticar a la izquierda. Debido a que el libro es tan conocido, incluso para personas que realmente no lo han leído, se ha convertido en un arma útil para usarla contra cualquiera que no te agrade. Creo que es importante leer el libro y otros trabajos de Orwell para comprender lo que realmente estaba diciendo y no reducirlo a la categoría de un insulto barato o un cliché”.

—Hoy, la desaparición de la «verdad objetiva» parece haberse consumado y la extrema derecha tiene una gran capacidad para amplificar lo que Trump llama «hechos alternativos». Y estas formaciones se ven cada vez más reforzadas. ¿Hay una parte de la ciudadanía que necesita que le mientan?

—Orwell escribió sobre el totalitarismo en sus primeros trabajos académicos. Describía muchos fenómenos que aún no tenían nombre: teorías de la conspiración, pensamiento de grupo, sesgo de confirmación, etc. Durante los últimos 75 años, los historiadores y psicólogos han trabajado mucho para aclarar por qué la gente es tan susceptible a la desinformación. En 1984, la gente se ve obligada a aceptar las mentiras del Ingsoc porque, de lo contrario, serían arrestadas y torturadas. La deprimente realidad actual es que millones de personas que viven en democracias respaldarán voluntariamente las mentiras más escandalosas e ignorarán lo que Orwell llamó «hechos inconvenientes» si estos no sirven para respaldar sus prejuicios. No requieren la amenaza del Gran Hermano. Pero si lees los artículos periodísticos de Orwell, queda claro que él era consciente de esta tendencia en ese momento y no se habría sorprendido. Uno de sus mensajes subestimados es que todos deberíamos ser conscientes de nuestros propios prejuicios y de cómo distorsionan nuestra comprensión del mundo.

—Usted ha asegurado en X (Twitter) que “en los años noventa, los teóricos de la conspiración eran fascinantes, para bien o para mal. Ahora son personas increíblemente aburridas para quienes cada noticia es una bandera falsa o un complot deliberado”. ¿A qué se debe esta facilidad para difundir mentiras?

—Es una pregunta amplia e importante. Creo que una de las razones es que Internet ha permitido la difusión de información falsa y la construcción de comunidades online que efectivamente habitan en realidades alternativas.

“Otro es el colapso de la confianza en los políticos, los medios de comunicación y las instituciones públicas. Cuando las personas, instintivamente, no creen en las narrativas oficiales, se vuelven vulnerables a explicaciones alternativas, sin importar cuán extrañas o lógicamente inconsistentes sean.

“Un tercer factor es la forma en que los principales políticos y medios de comunicación, especialmente de derechas, han normalizado las teorías de conspiración y eliminado el tabú que las rodea. Como sociedad, debemos estar más alerta a las teorías de conspiración y no permitir que infecten más el panorama político”.

—Israel se ha convertido en una potencia tecnológica que exporta sus avances al resto del mundo. Según ha asegurado Amnistía Internacional, las autoridades israelíes utilizan tecnología de reconocimiento facial «para afianzar el apartheid» en Palestina. ¿Son las políticas israelíes discípulas de 1984?

—Hay elementos del comportamiento de Israel que recuerdan a 1984, pero se podría decir lo mismo de Irán, China, Rusia, Hungría, los Estados Unidos de Trump o muchos otros. Orwell modeló la «Franja Aérea 1» basándose en el estalinismo, pero la ubicó en Londres para enfatizar que ningún país es invulnerable a la tiranía. Su tema era el abuso de poder, y eso puede ocurrir en cualquier lugar.

Portada de una de las primeras ediciones de Nineteen Eighty-Four (1984), el clásico de George Orwell

—Si hubiese que encontrar hoy un escenario real para rodar 1984, ¿dónde encontraríamos el mayor parecido?

—Seguramente sería Corea del Norte, el régimen totalitario más duradero y cerrado del mundo. Está tan alejado del resto del mundo y ejerce tal poder sobre sus ciudadanos que la libertad de pensamiento y de expresión es imposible. Según mi propia teoría, un país en el que se puede leer legalmente 1984 no es el tipo de país que vemos en 1984. Corea del Norte supera esa prueba. Es una distopía de la vida real.

—Orwell siempre fue un defensor del llamado «socialismo democrático». ¿Hay esperanza en esta ideología 75 años después de la publicación de su novela?

—Orwell tenía una interpretación muy personal del socialismo democrático, lo que provocaba que a menudo discutiera con otros socialistas democráticos. Nunca logró encontrar a un político o un partido en ningún lugar del mundo al que pudiera aprobar plenamente. Pero, en el fondo, representaba la política de la izquierda no comunista: ni comunismo ni capitalismo de libre mercado ilimitado, con la misión de reducir la desigualdad económica sin sacrificar las libertades civiles. Su socialismo era más moral que ideológico. Valoraba la decencia, la justicia y la libertad. Sigo pensando que es un equilibrio admirable y alcanzable.

[Texto publicado originalmente en La Marea; es reproducido bajo la licencia Creative Commons — CC BY-SA 3.0]

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