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Emmanuel Carballo, una década después

El desafío de la entrevista

Abril, 2024

Nació en Guadalajara, Jalisco, en julio de 1929, y falleció en la Ciudad de México en abril de 2014. Fue narrador, poeta, ensayista, crítico literario, comentarista de radio y televisión, editor, investigador e impulsor de revistas y editoriales: no hay duda de la presencia incuestionable e influyente de Emmanuel Carballo en la cultura y las letras mexicanas. Considerado como uno de nuestros más importantes críticos literarios de la segunda mitad del siglo XX, ahora que se cumple una década de la partida, Víctor Roura recuerda al escritor jalisciense.

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Ochenta y cuatro años después de haber visto la luz primera en Guadalajara el 2 de julio de 1929, muere en la Ciudad de México, el 20 de abril de 2014, el crítico literario Emmanuel Carballo.

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En 1965 Emmanuel Carballo daba a conocer su libro Protagonistas de la literatura mexicana, en el cual incluía entrevistas a 19 escritores.

“El papel del entrevistador —escribió Carballo en el prólogo— es en sí incómodo para quien lo practica y desagradable para quien lo ve desde la acera de enfrente. Para mí equivalió a tratar de entender a otros tantos seres humanos famosos o en vísperas de serlo; excepcionales si se piensa que cada artista es un ‘caso límite’, es decir un hombre o una mujer que funciona mental y emotivamente con tal perfección o rareza que piensa, siente y se expresa como un ser único e irrepetible; quisquillosos porque tienen que soportar a un atrevido insaciable que penetra sin pudor ni urbanidad en sus secretos, debilidades y triunfos: los artistas son fáciles de agraviar u ofender con pequeña causa o pretexto. Además, el entrevistador es un aguafiestas, un tipo desagradable que en lugar de meter la nariz donde no lo llaman saca la pluma y el papel (o la grabadora) y apunta lo que es permitido escuchar pero no escribir. Una buena entrevista, por otra parte, principia donde termina el sentido común, la legítima conveniencia y se vislumbra la autenticidad. A sabiendas de que su papel es deslucido e ingrato, el entrevistador permanece fiel a su tarea por razones de orden moral: sabe que al llevar a cabo su trabajo pone en el platillo de la balanza que le interesa el peso de su intuición y experiencia. Si cumple este propósito, su indiscreción es discreta y su impertinencia puede ser considerada como una forma que adopta la cortesía. Por último, indiscreción e impertinencia deben surgir fatalmente, si aspiran a no ser mercenarias del amor y el deseo de llegar a la verdad”.

Emmanuel Carballo, poeta, narrador, crítico literario.

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Emmanuel Carballo, con su libro, redondeó de muchos modos la comprensión que del oficio literario se tiene desde entonces. Y otorgó a la entrevista (un concepto entonces meramente periodístico) un peso del que carecía: la ascendió a pieza literaria. En su mira pasaron los escritores del Ateneo de la Juventud como José Vasconcelos, Alfonso Reyes o Martín Luis Guzmán, Valle-Arizpe, Jiménez Rueda; del Grupo de los Contemporáneos como Carlos Pellicer, José Gorostiza, Torres Bodet o Salvador Novo; del periodo revolucionario como Rafael F. Muñoz o Ramón Rubín, y de la entonces nueva generación como Juan José Arreola y Carlos Fuentes. El volumen es, aún, importante. Porque, aunque pareciera una barbaridad, que lo es, los libros de entrevistas no son del agrado de los editores, renuentes a aceptarlos vaya uno a saber por qué complicadas maniobras razonadas del comercio librero. Pero hasta las instituciones culturales, que deberían no tener esos burdos prejuicios, o lacónicos pruritos —agrandados más aún durante el obradorismo—, se niegan a aceptar dentro de su catálogo los manuscritos que contengan entrevistas, sobre todo con escritores. El propio Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, dentro de su colección dedicada al periodismo cultural (ya desaparecida, pues la ahora Secretaría de Cultura ha dejado de hacer libros pasándole la estafeta al Fondo de Cultura donde Taibo II no publica, como los antiguos jerarcas priistas y panistas, a los que no quiere o no le simpatizan), rechazó un libro de entrevistas con escritores nada menos que realizadas por Agustín Ramos.

Por algo, Miguel Ángel Quemain tocó en vano diversas puertas editoriales proponiendo su grueso volumen de 26 entrevistas con escritores nacidos a finales de los años veinte y durante la década de los treinta (con la inclusión de José Agustín, 1944, “porque la frescura, rigor y vigencia de su propuesta literaria determinaron gran parte del nuevo rumbo literario mexicano”). Inútilmente. De no haber sido por Enriqueta Cabrera, directora entonces del diario ya extinto El Nacional —cuya vida pública fue de casi setenta años: de 1929 a 1998—, que se interesó formalmente por el asunto, y bajo su propia decisión se encargó de llevar a cabo el destino último del libro, fuera muy probable que el volumen hubiese dormido, por eternidades, el sueño de los justos oscurecido en un cajón de alguna oficina burocrática o en el estudio del mismo Quemain. El libro (intitulado Reverso de la palabra, El Nacional, 1996), con más de 400 páginas, contiene 26 entrevistas y es, de alguna manera, y acaso no siendo éste su objetivo, la continuación de aquel Protagonistas de la literatura mexicana que emprendiera Emmanuel Carballo. Y en este mismo rubro Myriam Moscona, en efecto, publicó en 1994 un bello libro con entrevistas a poetas, que inaugurara, hasta cierto punto, la ruta bibliográfica en una específica corriente literaria. Si bien el volumen de Emmanuel Carballo se ha reeditado varias veces (en 1986 en la segunda serie de la colección “Lecturas Mexicanas” de la Secretaría de Educación Pública con una sola novedad: la inclusión de Elena Garro para sumar 20 los protagonistas, y luego vuelto a publicar tanto en la Universidad Nacional Autónoma de México como en Alfaguara), continúa siendo una obra referencial.

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Y es cierto, también, que las entrevistas —como las de Carballo, o de Agustín Ramos, o de Quemain, o de Moscona— ya no pueden ser reproducidas, ahora, en los grandes diarios ya que éstos, todos, como uniformados, se han empeñado en acortar las palabras para darle prioridad a las imágenes, porque —según dicen los “expertos” en la materia— nadie quiere ya leer, realzando con esta teoría mercenaria (y desilustradora), aún más, trabajos como los de Emmanuel Carballo… aunque para remediar tales inconsideraciones ahora se hallan los portales digitales.

Hombre de poca obra (dos volúmenes poéticos, uno de cuentos y dos de memorias, más éste de entrevistas), el autor jalisciense pasó a la historia como un “severo crítico” precisamente por este libro de conversaciones, ya que, con el paso del tiempo, Emmanuel Carballo —ante tanto libro editado— se extravió en el orbe literario, ajustando su crítica nada más a los escritores que podía tener acceso.

Pero que sabía de lo que hablaba, cuando hablaba con los autores que entrevistaba, nadie lo duda, y por eso le temían.

—Usted no ha hecho modificaciones a la estructura del soneto —dijo a Carlos Pellicer—, pero su manera de crear imágenes, de inventar metáforas, su forma de adjetivar me parecen deslumbrantes.

—Le juro que no lo son —respondió, modestamente, Pellicer.

—Adjetivar con sustantivos no es frecuente.

—Bueno, eso…

—Eso no es una cosa pequeña…

—Sí, es una cosa pequeña. Adjetivar con sustantivos, por otra parte, no lo he hecho únicamente en los sonetos. Eso, lo digo con sinceridad, no es una aportación.

Le preguntó Carballo a Pellicer si le satisfacían los sonetos de su libro Práctica de vuelo.

—Creo que hay dos o tres que sirven —respondió el poeta tabasqueño.

—¿Cuáles?

—El soneto del arcángel Rafael tiene dos defectos importantes, pero es un buen soneto.

—¿Recuerda ese soneto?

—No me sé nada mío de memoria, con excepción de “Un pueblecito de los Andes”. Un día, a media mañana, López Velarde y yo nos encontramos cerca de la Casa de los Azulejos. Ramón me dijo, antes de saludarme: “Carlos, ¿en qué momento escribió usted ese poema?” Le respondí: “Ramón, ¿cuál?” “Ese, ‘Un pueblecito de los Andes’ ”, y me repitió de memoria como seis versos.

—¿Usted lo recuerda?

—Se me olvida el final.

Hoy, con las entrevistas de dos cuartillas (unos tres mil caracteres) que imponen las nuevas autoridades periodísticas, este tipo de entrevistas ya se extinguieron. ¡Y hay quienes “entrevistan” a los autores buscando respuestas de sus entrevistados en la Internet!

El escritor Emmanuel Carballo. / Foto: INBA.

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A diferencia de sus largas conversaciones, como poeta Emmanuel Carballo era breve, sustanciosamente lacónico:

Cuando oyes apertura democrática
Nerviosa
Cruzas una pierna sobre otra.

En su libro eso es todo (que publicó en 1972 en su propia casa editorial: Diógenes) reúne 167 textos, todos ellos de tres líneas en versos no silábicos: “En buena medida autobiográficos —escribe el propio Emmanuel Carballo de sí mismo en la contraportada de dicho volumen—, estos poemas, que en rigor integran un solo y extenso poema, reconstruyen las vivencias y experiencias de un hombre joven [entonces el autor contaba con 43 años de edad] que entregó al amor sus mejores capacidades y sus más definitivos entusiasmos”.

Cuando seas vieja, amiga,
Tú dirás adiós a las armas
Y yo sin novedad en el frente.

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