«El asesino»: o el curioso caso de un angustiado sicario encantador
Enero, 2024
En esta nueva entrega de ‘La Mirada Invisible’, Alberto Lima se detiene en el duodécimo largometraje de David Fincher. Con guión original de Andrew Kevin Walker basado en la serie de novelas gráficas homónimas del francés Alexis Nolent ilustradas por Luc Jacamon, El asesino —escribe aquí Alberto Lima— “es un thriller fino que cultiva de buena manera las posibilidades del sicario a sueldo en el cine como aparente máquina implacable y perfecta, pero que de tan humana, también falible”.
El asesino (The Killer),
película estadounidense de David Fincher,
con Michael Fassbender, Tilda Swinton, Charles Parnell,
Arliss Howard, Kerry O’Malley. (2023, 118 min).
Poseedor de una obra irregular, calificada como buena a secas, y tras firmar un contrato por cuatro películas con Netflix, el estadounidense David Fincher vuelve por sus fueros con El asesino —luego de dos interesantes pero no magníficas cintas (Perdida, 2014 / Mank, 2020)—, al prender una refulgente estrella al firmamento del subgénero de los filmes sobre asesinos a sueldo.
En la ciudad de París el asesino a sueldo (Michael Fassbender) prepara con denuedo y meticulosidad su siguiente encargo, mientras come hamburguesas de McDonald’s, escucha su playlist de The Smiths y en off repasa una serie de preceptos, cual mantra ineludible, a considerar durante cada golpe. Sin embargo, llegado el momento de limpiar al objetivo, un imponderable le hará fallar el disparo, dejar entonces el trabajo botado, y volver a su casa en República Dominicana, donde a su arribo se encontrará con que su pareja Magdala (Sophie Charlotte) ha sido víctima de un brutal ataque por parte de una bestia (Sala Baker) y una mujer descrita como un hisopo (Tilda Swinton), que la dejará malherida en el hospital. Ante ello, el asesino emprenderá una venganza-cacería contra todos aquellos que resulten responsables.
El decimosegundo largometraje de Fincher, basado en la novela gráfica homónima de los franceses Alexis Nolent y Luc Jacamon, y con guión de Andrew Kevin Walker, es un thriller fino y esmerado que cultiva de buena manera las posibilidades del asesino a sueldo en el cine como aparente máquina implacable y perfecta, pero que de tan humana, resulta también falible. Cimentada en una fotografía estilizada y sobria de Erik Messerschmidt, la cinta de Fincher es un vértigo disfrutable que se narra con soltura gracias a la madurez del director, donde se permite recurrir a una cerrada y audaz pista sonora que admite solamente once maravillosas piezas de la maravillosa banda de Manchester The Smiths, y juguetea con ellas sea en sonido diegético o extradiegético, según convenga. Y todo ello articulado en seis atractivos y firmes episodios de distintas tonalidades dramáticas, situados en seis ciudades distintas, pero siempre complementarios y enriquecedores (1. El objetivo; 2. El escondite; 3. El abogado; 4. La bestia; 5. La experta; 6. El cliente).
El monólogo interior que vertebra al filme remite a la cinta El verdugo condenado (Baron, 1961), ahora justamente venerada gracias a su inclusión en el catálogo de Criterion, pero también comparte el hieratismo y laconismo de El samurái (Melville, 1967), la disciplina rigurosa para asesinar de Ghost Dog / El camino del samurái (Jarmusch, 1999), y la protección filial a rajatabla dispuesta en El perfecto asesino (Besson, 1994).
Uso de nombres falsos provenientes de series de televisión gringas, modélicos sombreritos para acentuar el arquetipo cinematográfico del asesino a sueldo, compras exprés en Amazon, gags inesperados y divertidos —como aquel durante el feroz combate cuerpo a cuerpo que, en busca de un arma en la cocina, extrae un rallador de queso—; cine expedito, templado, con El asesino Fincher cumple una película eficaz y robusta.