Diciembre, 2023
La COP28, que se ha celebrado en Dubái, estaba llamada a ser una cumbre climática histórica y se ha quedado en una COP de transición. Tras la evaluación del Acuerdo de París, que dejaba claro que los Estados no van por el camino adecuado para limitar el calentamiento global en los 1,5 °C, en esta nueva cita las Partes debían acordar el primer Balance Global (global stocktake), es decir, las medidas que deben guiar a los países para reducir las emisiones derivadas de la quema de combustibles fósiles. Tras una intensa noche de negociaciones, los casi 200 países participantes en la COP28 llegaban a un acuerdo que mencionaba por primera vez la necesidad de «transitar para dejar atrás los combustibles fósiles» en el documento del Balance Global. Para muchos países, especialistas científicos, organizaciones internacionales y activistas climáticos, el texto final es poco ambicioso, ya que no marca una fecha límite para el petróleo, el gas y el carbón. Sin embargo, a pesar de que no ha sido con la contundencia que se reclamaba, por primera vez en la historia de las cumbres del clima hay una mención explícita sobre ellos. Durante la reunión del clima han surgido iniciativas en materia de transición energética, adaptación y financiación; repasamos algunas de las más destacables.
Crónica: la COP28 acuerda el principio del fin de los combustibles fósiles
Eduardo Robaina
Hay acuerdo en la COP28. La cumbre del clima de Dubái ha logrado cerrar el pasado miércoles el texto definitivo tras toda una madrugada de negociaciones. A pesar de que no ha sido con un lenguaje tan directo como reclaman algunos países, especialistas y organizaciones, por primera vez en la historia de las cumbres del clima habrá una mención explícita para acabar con los combustibles fósiles, principales culpables del calentamiento global y el consecuente cambio climático.
De esta cumbre salen multitud de acuerdos sobre diversos temas, como financiación, mitigación o adaptación. Pero el más importante y que actúa como documento de conclusiones es el Balance Global, un texto que será el faro de la acción climática durante la próxima década.
Eran las 7 de la mañana en Dubái cuando se publicaba el segundo (y definitivo) acuerdo. La presidencia de la cumbre, en manos de Emiratos Árabes Unidos como organizadora, tenía el reto de mejorar un texto cuya primera versión generó un descontento generalizado. Finalmente, la segunda propuesta ha sido la ganadora. Tanto los petroestados a favor de seguir usando hidrocarburos como quienes pedían su final (la Unión Europea, entre otros) han llegado a un punto común de entendimiento.
No obstante, parece que durante el plenario de aprobación, donde en un principio nadie se opuso a la propuesta de texto, no estaban presenten todas las Partes (los países). Anne Rasmussen, representante de Samoa que actuaba como negociadora principal de la Alianza de Pequeños Estados insulares (AOSIS), tomó la palabra para denunciar que el grupo no estaba presente en la sala cuando se pidieron objeciones antes de la votación. Sus quejas y comentarios únicamente quedarán registradas en el acta de la reunión.
El texto acordado por unanimidad no incluye de manera explícita la eliminación progresiva (phase-out) de los combustibles fósiles. Tampoco siquiera el otro concepto en disputa durante toda la cumbre (phase-down: reducción progresiva). Al final, en un intento de contentar a todas las partes, la presidencia ha recurrido a “transitioning away», un concepto nuevo hasta ahora en las negociaciones con el que se insta a una transición para alejarse del carbón, el petróleo y el gas.
La primera versión del texto —tachada de «insuficiente» e «inaceptable»— hacía referencia a «reducir» tanto el consumo como la producción de combustibles fósiles, “de manera justa, ordenada y equitativa, a fin de alcanzar el objetivo de cero emisiones netas antes de 2050 o en torno a esa fecha, de conformidad con los conocimientos científicos”.
Ahora, la nueva propuesta pide una transición hacia el abandono de los fósiles en los sistemas energéticos, de manera justa, ordenada y equitativa, «acelerando las medidas en esta década crítica». Es decir, además del cambio de «reducir» y transicionar hacia el fin de los fósiles, se reconoce la importancia de esta década para la acción climática.
Aun no siendo la redacción lo suficientemente dura como querrían algunos países, organizaciones y especialistas, es la primera vez en tres décadas de cumbres climáticas que los países acuerdan en un texto el fin de los combustibles fósiles. Actualmente, el carbón, el petróleo y el gas presentan el 80 % de la energía mundial y son responsables principales de que el planeta se haya calentado este año 1,46 °C respecto a la época preindustrial.
Otra de las diferencias respecto al primer borrador reside en el párrafo que sirve de introducción a las medidas dirigidas a los países. Si en el anterior se pedía a los implicados que «tomen medidas que podrían incluir» (ese «podrían» fue muy criticado por dejar a elección de cada uno qué acciones acometer), la nueva propuesta «insta» a las Partes a que «contribuyan» a los esfuerzos mundiales hacia la transición energética pero teniendo en cuenta las “diferentes circunstancias, trayectorias y enfoques nacionales». Además, como novedad se incluye una mención explícita al objetivo de 1,5 ºC y al Acuerdo de París.
Un aspecto llamativo de este texto introductorio es el verbo empleado en inglés: «calls on» (insta, pide, llama). En la jerga jurídica de este tipo de negociaciones significa más bien «invitación» o «petición», y supone el término más débil de todos los que se podrían usar en este tipo de peticiones. No obstante, la presidencia vio que era lo máximo a lo que podían aspirar ante el bloqueo continuo de países como Arabia Saudí.
“Recomendamos ser flexibles y antepusieron los intereses comunes a los propios”, comentó al inicio del plenario final Sultan Al Jaber, presidente de la COP28, ministro de Emiratos y presidente de la petrolera estatal, un cargo por el que ha sido criticado durante el último año.
Las ocho medidas para combatir el cambio climático
El texto aprobado recoge ocho planes de acción en metería de energía para frenar el aumento de la temperatura media global. Dentro de las medidas planteadas, el texto sigue sin mencionar directamente al petróleo y al gas, dos de los combustibles fósiles que contribuyen al calentamiento global. En cuanto al carbón, se pide «acelerar los esfuerzos hacia la eliminación progresiva de la energía de carbón unabated», es decir, aquel que cuente con medidas para reducir sus emisiones durante la quema. Se trata de una redacción distinta a la versión anterior, en la que se instaba a «reducir rápidamente el carbón unabated» y a «limitar la autorización de nuevas centrales de carbón unabated» (esto último ya no aparece).
También se pide «acelerar los esfuerzos a nivel mundial hacia sistemas energéticos de emisiones netas cero». Para ello, enumera una serie de acciones a implementar, entre ellas, las renovables, la energía nuclear y la producción de hidrógeno con bajas emisiones de carbono. Asimismo, se hace referencia a la captura y almacenamiento de carbono (tecnología aún sin probar a gran escala y muy costosa), aunque se le ha añadido una muletilla para dejar claro que sólo sería para «los sectores de difícil reducción».
Uno de los puntos más importantes del acuerdo es la llamada a triplicar la capacidad mundial de energía renovable y duplicar la eficiencia energética para 2030. En esta línea, se pide «eliminar lo antes posible las subvenciones ineficientes a los combustibles fósiles que no abordan la pobreza energética o las transiciones justas», reducir las emisiones de metano (aunque sin aportar fechas y objetivos), y «acelerar la reducción de emisiones del transporte por carretera a través del desarrollo de infraestructuras y el rápido despliegue de vehículos de emisiones cero y bajas».
Para Javier Andaluz, de Ecologistas en Acción, este nuevo texto, si bien mejora lo que había hasta ahora, es “muy pobre” e “inadmisible”.
El Balance Global propuesto apunta también que para limitar el calentamiento global a 1,5 °C «sin rebasamiento o con un rebasamiento limitado» se requieren «reducciones profundas, rápidas y sostenidas de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero del 43 % para 2030 y del 60 % para 2035 en relación con el nivel de 2019, y llegar a cero emisiones netas de dióxido de carbono para 2050”.
Más allá de las referencias a los fósiles, la nueva propuesta de Balance Global deja un importante cambio. A diferencia del anterior borrador, se ha eliminado la «invitación» para que el IPCC elabore para finales de 2026 un informe especial «con el fin de proporcionar una evaluación preliminar de los progresos realizados desde el primer balance mundial». El nuevo texto simplemente invita al panel de especialistas climáticos de la ONU a que «facilite información pertinente y oportuna para el próximo inventario mundial». (Fuente: Climática).
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Más allá del fin de los fósiles: todo lo acordado en la COP28
Aida Cuenca
La COP28 ha acabado tras dos semanas de intensas negociaciones. Toda la atención la ha tenido el Global Stocktake o Balance Mundial, la hoja de ruta que servirá para guiar la acción climática mundial. El documento, que contiene todos los elementos bajo negociación durante la cumbre, ha despertado reacciones ambiguas por ser un paso histórico pero con falta de ambición.
Según anunció la presidencia de la cumbre en el documento de conclusiones, «en el marco de la Agenda de Acción total de la COP28, se han movilizado más de 85.000 millones de dólares en financiación y se han lanzado 11 promesas y declaraciones que han recibido un apoyo histórico». Algunas de las iniciativas claves han sido en materia de financiación, adaptación y mitigación.
Sin embargo, después de la sesión de clausura, todavía quedaban textos por pulir. Finalmente, los ítems de la agenda de la COP acordados han sido 63, frente a los 31 que han sido pospuestos para futuras negociaciones, según el recuento de Carbon Brief. Aquí hacemos un repaso de algunos de los compromisos más importantes.
La Meta Global en Adaptación
La adaptación ha sido un tema clave en esta cumbre, sobre todo por reclamo de las naciones más vulnerables a las consecuencias climáticas. Lo acordado está incluido en el conocido como Meta Global en Adaptación o Global Goal on Adaptation (GGA). En Dubái, las Partes (los países) acordaron los subtemas a abarcar. Finalmente, fueron el agua, la salud, la alimentación, los ecosistemas, las infraestructuras, la erradicación de la pobreza y el patrimonio cultural.
Sin embargo, el texto final se recortó respecto a borradores anteriores y ahora carece de un lenguaje claro sobre los objetivos y plazos, sugiriendo así que esta parte del acuerdo se incluya en las discusiones sobre la Nueva Meta Colectiva Cuantificable (NCQG, por sus siglas en inglés), el nuevo fondo de financiación climática que funcionará a partir de 2025. Estados Unidos ha liderado la oposición a los avances sobre el dinero destinado a la adaptación.
Por ahora, no se indica cómo se ampliará la financiación y se ha pasado de un «compromiso» de cerrar la brecha de financiación de la adaptación a «tratar de reducir la brecha de financiación de la adaptación». En la versión previa, se «solicitaba» a los países del norte global que proporcionaran financiación a los países del sur global, así como a «tener en cuenta las prioridades y necesidades» de los países «especialmente vulnerables».
El texto final tampoco incluye los objetivos más específicos que se incluían en borradores anteriores: ya no se habla de cobertura sanitaria universal ni de garantizar que el 30 % de los ecosistemas se «mantienen, mejoran o restauran». En su lugar, se usan frases como «alcanzar la resiliencia» o «reducir los impactos».
Como parte positiva, el acuerdo mantiene el lenguaje sobre «adaptación transformadora» y «evitar la mala adaptación», lo que se considera un avance. Asimismo, pone en marcha un programa de trabajo de dos años para decidir los indicadores que se utilizarán para medir los progresos de cada nación y definir mejor el plan.
Transparencia frente a la quema de combustibles fósiles
Los Países Bajos encabezaron un grupo de 12 naciones que firmaron una declaración conjunta sobre la necesidad de eliminar progresivamente las subvenciones a los combustibles fósiles. Con este compromiso, las Partes firmantes prometen proporcionar más transparencia sobre la cantidad que gastan en subvenciones a los combustibles fósiles, a trabajar juntos para identificar las «barreras internacionales» que permiten que continúen las subvenciones y a establecer un «diálogo internacional» para facilitar su eliminación.
Asimismo, en esta COP se han puesto en marcha una serie de iniciativas energéticas para los sectores tanto público como privado para acelerar la transición: el Acelerador Mundial de la Descarbonización (Global Decarbonization Accelerator). Entre las promesas bajo este paraguas, hay dos relevantes.
La primera de ellas es el Compromiso Mundial por las Energías Renovables y la Eficiencia Energética, firmado por 132 países, que pretende triplicar la capacidad mundial instalada de generación de energía renovable hasta alcanzar al menos 11.000 gigavatios y duplicar la tasa media anual mundial de mejora de la eficiencia energética por encima del 4 % para 2030.
El segundo logro es la Carta de descarbonización del petróleo y el gas, suscrita por 52 empresas de combustibles fósiles y lanzada conjuntamente con Arabia Saudí. Este escrito compromete a gran parte de la industria a poner fin a la quema rutinaria de gas para 2030, «eliminar» las emisiones de metano y «realizar operaciones netas cero para 2050 a más tardar».
Entre las compañías firmantes se encuentran Shell, BP, Saudi Aramco y Adnoc, ésta última propiedad de Sultan Al Jaber, presidente de la COP28. Todas ellas representan más del 40 % de la producción mundial de petróleo. La iniciativa ha recibido críticas por centrarse en las emisiones asociadas a las operaciones y no a la quema de combustibles fósiles, que representan la mayor parte de las emisiones generadas.
El fondo de pérdidas y daños
El primer día se aprobó el esperado texto para el fondo de pérdidas y daños. Los países acordaron que el fondo, destinado a proporcionar ayuda económica a los países más azotados por las consecuencias de la crisis climática, tendría su sede en el Banco Mundial durante al menos cuatro años. Sin embargo, los países ricos (y los que más contribuyen al calentamiento global) no tienen ninguna obligación de subvencionar este fondo, aunque algunos ya anunciaron sus aportaciones ese mismo día.
En esta materia, se aprobó la Nueva Meta Colectiva Cuantificable (NCQG, por sus siglas en inglés), cuyos flecos deberán finalizarse durante 2024 y funcionará como sustituta a la meta de financiación que se estableció durante el Acuerdo de París, por el cual los países desarrollados se comprometieron a aportar 100.000 millones de dólares al año desde 2020. Este fondo ya está recibiendo las primeras críticas. La ONG Red Internacional de Acción Climática (CAN) mira con escepticismo el compromiso de la Unión Europea y denuncia que “no quiere asegurar fondos a largo plazo a aquellos afectados por el cambio climático”.
Otra decisión importante al respecto es dónde se iba a ubicar la Red de Santiago, una institución pensada en 2019 para proveer asistencia técnica a los países empobrecidos y más vulnerables al cambio climático. A pesar de las discrepancias iniciales entre los países del G77 y China, el organismo estará en un consorcio de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) y la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS). Aunque también se menciona la posibilidad de «explorar áreas de colaboración» con el Banco de Desarrollo del Caribe en el texto final, la otra opción discutida para la ubicación de la Red.
Al margen de los principales acuerdos, la COP28 ha finalizado con otras iniciativas, entre ellas:
Una declaración sobre agricultura sostenible. 158 países han firmado una Declaración sobre agricultura sostenible para comprometerse a reducir las emisiones de carbono del sistema alimentario incluyéndolas en sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN) y otros planes nacionales de acción climática.
Un compromiso de enfriamiento global. 66 países, entre ellos Estados Unidos, Reino Unido, Brasil, firmaron un nuevo compromiso para reducir las emisiones de los frigoríficos y el aire acondicionado en las próximas décadas. Las Partes se comprometieron a reducir las emisiones mundiales relacionadas con la refrigeración en todos los sectores en al menos un 68% para 2050, tomando como base los niveles de 2022.
Una declaración sobre clima y salud. Por primera vez en una COP, se dedicó una jornada a la salud. La edición acabó con la Declaración de los Emirates Árabes Unidos sobre Clima y Salud, firmada por 144 países, para acelerar el desarrollo de sistemas de salud resistentes al clima, sostenibles y equitativos. (Fuente: Climática).
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Una transición liderada por los ciudadanos frente a una COP28 histórica pero insuficiente
Fernando Valladares
Una vez más, la celebración de una cumbre mundial del clima (este año, la COP28) creó muchas expectativas y ha acabado con un documento final que deja a muchos desilusionados y a otros tantos francamente preocupados tras un parto agónico y varias demoras. Entre abrazos, los grandes líderes se despedían hasta el año próximo mientras concluían que se trataba de una “cumbre histórica”. Pero ¿hay motivos para celebrar? ¿Es realmente histórica?
Pasos en la buena dirección
Es la primera cumbre del clima en la que, por fin, se habla de eliminar los combustibles fósiles (o, como se incluiría en el documento final, “transitar para dejarlos atrás”).
En concreto se habló de abandonar el petróleo. Algo impensable, y por momentos muy polémico, en una cumbre celebrada en Emiratos Árabes, un país que basa un tercio de su economía en el petróleo, y presidida por Sultán Al Jaber, quien también preside un de las petroleras más grandes del mundo, la Abu Dhabi National Oil Company.
El acuerdo final de la COP28 envía una señal clara a los países, las empresas y los inversores de que el mundo está firmemente comprometido con la transición hacia una economía baja en carbono.
En el Día de la Naturaleza, el Uso de la Tierra y los Océanos de la COP28, que tuvo lugar el 9 de diciembre, 18 países respaldaron la Declaración conjunta de la COP28 sobre el clima, la naturaleza y las personas. Dicha declaración conjunta representa una nueva visión para alinear las agendas de las políticas del clima y de la biodiversidad y estipula que las naciones deben trabajar tanto a nivel nacional como internacional en torno al Acuerdo de París y al Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal.
Los líderes también han hecho una importante declaración sobre el sistema alimentario global con un compromiso que debe concretarse a nivel regional y local. Los 134 países que producen el 75 % de las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de los alimentos —que representan un 30 % de las emisiones totales— y consumen el 70 % de todos los alimentos a nivel mundial han acordado transformar los sistemas alimentarios en beneficio del clima, la naturaleza y las personas.
Importante también fue la incorporación de una sesión extensa completamente dedicada a los impactos del cambio climático en la salud basada en la visión del programa de las Naciones Unidas de One Health, Una Salud.
A pesar de las dudas y algunos retrocesos en la lucha contra el cambio climático, en parte debidos a la guerra de Ucrania, en esta COP se ha visto a una Europa unida y decidida a seguir liderando la mitigación del cambio climático.
Otros países como Estados Unidos acudieron a la COP28 con muchos deberes climáticos hechos. La Administración Biden llegó a Dubái con el viento a favor, gracias a las enormes inversiones climáticas incluidas en la Ley de Reducción de la Inflación y la ley bipartidista de infraestructuras.
Las aportaciones de otros países clave como China, India, Brasil y Rusia han sido discretas, pero al igual que en el caso de Arabia Saudí, no han entorpecido mucho las negociaciones.
El documento final contiene una extensa relación de lo que nos hace falta para mitigar el cambio climático y para adaptarnos a los impactos que ya está causando.
La COP28 nos ha dejado el compromiso de triplicar la capacidad instalada de energías renovables y de duplicar la eficiencia energética para 2030, de aumentar la financiación para los países en desarrollo, de reducir sustancialmente el metano y otros gases distintos del CO₂ y de acelerar el despliegue de una amplia gama de tecnologías de cero y bajas emisiones.
Los países deben presentar la próxima ronda de objetivos de emisiones, conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional (NCD), antes de la COP30 de 2025, y se espera que tengan en cuenta los resultados del inventario mundial presentado en esta reciente COP al hacerlo.
Falta de acuerdos vinculantes y sanciones
Aunque al fin se haya puesto en marcha un fondo de compensación por daños y pérdidas, las aportaciones de los países son, de momento, pequeñas: apenas rondan los 700 millones con las aportaciones de todos los países, una cantidad mil veces menor que la que países como Estados Unidos o Francia destinan a causas parecidas en su propio territorio. Los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial no terminan aún de concretar y orquestar los mecanismos financieros.
El primer balance mundial ha revelado lo mucho que queda por hacer. Si los compromisos adoptados nacionalmente se cumplen, lo que no está del todo claro, nos dirigimos hacia un calentamiento entre 2,1 y 2,8 °C respecto a la era preindustrial, en lugar de los 4 °C a los que nos encaminaríamos sin estos compromisos. Es decir, mejora la situación pero todavía nos mantiene muy por encima del límite de seguridad climática establecido en 1,5 °C.
El acuerdo de la COP28 revela que el proceso iniciado con el Acuerdo de París sigue vivo y ha superado un importante primer balance mundial, aunque con un aprobado raspado. Las emisiones globales no han dejado de crecer y en un mundo que requiere de estrategias a largo plazo hemos visto que en este caso lo que faltan son compromisos reales, concretos e inmediatos.
El principal problema de este documento y de las resoluciones alcanzadas en la COP28 es que no son vinculantes. Se deja a los países toda la libertad para hacer o no hacer, y no tiene ninguna sanción, no tiene ninguna consecuencia el que los países hagan más o hagan menos. Estas dos características hacen de este acuerdo, como los de las anteriores cumbres, un marco de referencia demasiado laxo para la situación actual con un cambio climático evolucionando a gran velocidad.
Además, se abre un paréntesis incierto y quizá no del todo afortunado sobre otras formas de energía menos intensivas en carbono o con poca huella ambiental, incluso abriéndole otra vez la posibilidad a la energía nuclear. Son puertas que se dejan abiertas pensando, probablemente, en futuros complicados.
El gas ha sido uno de los grandes beneficiados de esta cumbre porque se ve como la forma energética de transición por excelencia. Sabemos que el gas, aunque es mejor —en el sentido de las emisiones— que el petróleo y mucho mejor que el carbón, no es en absoluto la solución. Puede ayudar en la transición, pero en la forma en la que está escrito, el documento permite que los países, las empresas y las organizaciones puedan interpretarlo y aplicarlo de maneras muy distintas.
Una transición liderada por la gente
El documento final de la COP28 es el marco de acción para el desarrollo de los planes nacionales de cambio climático. Las acciones requeridas en esos planes, detalladas en el punto 28 de la resolución, demuestran la dificultad de concebir un futuro sin combustibles fósiles. Se deja espacio hasta para el carbón, para el que simplemente se proyecta una “reducción progresiva”.
Otro de los aspectos preocupantes de la resolución es su énfasis en soluciones tecnológicas porque consolida un modo de pensamiento tecnocrático que nos aleja de la necesidad de una transición negociada. La transición es social y política, y no hay soluciones mágicas (tecnológicas) que nos saquen de este atolladero. Aunque las tecnologías de eliminación y desarrollo de las emisiones de gases de efecto invernadero han avanzado en la última década, su implantación a gran escala es, todavía, algo lejano.
El texto propone una transición ordenada, justa y equitativa, liderada por gobiernos nacionales. Pero hay otras maneras de imaginar esa transición: una transición en la que lo que cuente no sea sólo lo que pase en una COP y lo que hagan las grandes petroleras, sino que sea una transición liderada por la gente, en sus vidas y en sus relaciones con los gobiernos y con el medio que nos rodea. Eso requiere narrativas que no vemos y estrategias que de momento no acaban de estar en la mesa.
Hay razones para alegrarse tras la COP28 pero, en general, hay más razones para preocuparse. Es, por tanto, momento de canalizar nuestra preocupación, desde la de la ciudadanía y los representantes políticos hasta la de los profesionales relacionados con la huella de carbono o con las estrategias para mitigar el cambio climático hacia soluciones concretas y rápidas, algo que no está en el documento de la COP.
Es clave que la ciudadanía apoye decisiones valientes por parte de representantes políticos que apuesten por medidas decididas. Es clave que demos también nuestro apoyo a aquellas empresas e iniciativas privadas que se embarquen en campañas realmente comprometidas con la descarbonización en su sector. Mitigar el cambio climático requiere de un enfoque concreto pero colectivo de la gran preocupación que todos y todas tenemos por un clima cada día más amenazado. (Fuente: The Conversation).
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[Eduardo Robaina y Aida Cuenca son periodistas de ciencia y medio ambiente. Estos textos fueron publicados originalmente en “Climática”, suplemento de la revista La Marea; son reproducidos bajo la licencia Creative Commons — CC BY-SA 3.0.]
[Fernando Valladares: profesor de investigación en el Departamento de Biogeografía y Cambio Global, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) / Fuente: The Conversation. / Texto reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons.]
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