Noviembre, 2023
Nació en Dolores Hidalgo, Guanajuato, el 19 de enero de 1926, y se fue de este mundo raro el 23 de noviembre de 1973. Se cumplen 50 años del fallecimiento de José Alfredo Jiménez. Conocido también como El Rey, El hijo del pueblo, El maestro de la composición, El patrono de las cantinas, o simple y sencillamente como José Alfredo, el guanajuatense fue, es y sigue siendo uno de los mejores compositores de todos los tiempos. Como apunta Víctor Roura en el siguiente texto: “Pese al medio siglo transcurrido, no ha habido otro compositor de su talante: cuidador de las palabras, melodista múltiple, ajeno a las perspicacias de la farándula, equilibrado poeta, legítimo y veraz bohemio”. Para sumarnos al homenaje nacional, aquí recordamos a don José Alfredo.
1
Nacido en Dolores Hidalgo, Guanajuato, el 19 de enero de 1926, José Alfredo Jiménez murió 47 años después, el 23 de noviembre de 1973 en la Ciudad de México. Pese al medio siglo transcurrido, no ha habido otro compositor de su talante: cuidador de las palabras, melodista múltiple, ajeno a las perspicacias de la farándula, equilibrado poeta, legítimo y veraz bohemio. Conmemoramos su partida recordándolo como poeta, no como el misógino o misántropo que gustan de endilgarle algunas asociaciones de grupos con vocación de estrecha vigilancia de género, que en lugar de mirar el canto como una reproducción de identidades populares lo aprecian, en el caso específico de este artista guanajuatense, como un grito de masculinidad exacerbada, lo cual, para comenzar, no es sino una insegura muestra de apócrifa melomanía.
2
Antes del año 1947, antes de abordar la música ranchera como coto identitario, José Alfredo cantó con Los Rebeldes, una agrupación que seguía el itinerario musical de la formidable agrupación cubana Trío Matamoros, mas para fortuna de los mexicanos José Alfredo sólo tuvo ahí un principio azaroso, pues luego de sus incursiones futbolísticas y la guaracha cumbiera se encaminó a lo verdaderamente suyo: la composición ranchera.
3
No sé si José Alfredo Jiménez, cuando hacía sus canciones, quería escribir en realidad poesía, pero casi lo lograba, o lo conseguía acaso de manera involuntaria, o completamente consciente. Por ejemplo, su pieza “Amanecí en tus brazos” es un endecasílabo a punto de ser perfecto:
Amanecí otra vez entre tus brazos, / 11 sílabas
y desperté llorando de alegría. / 11
Me cobijé la cara con tus manos / 11
para seguirte amando todavía. / 11
Te despertaste tú, casi dormida, / 11
y me querías decir no sé qué cosa; / 12, si suprime la “y” serían 11
pero callé tu boca con mis besos / 11
y así pasaron muchas, muchas horas. /11
Sin embargo, no tenía por qué ser un cantor silábico. Lo cierto es que era un cuidadoso con las palabras, y tuvo demasiados aciertos.
Te vi llegar
y sentí la presencia de un ser desconocido.
Te vi llegar
y sentí lo que nunca jamás había sentido.
Te quise amar
y tu amor no era fuego, no era lumbre.
Las distancias apartan las ciudades,
las ciudades destruyen las costumbres.
Te dije adiós
y pediste que nunca, que nunca te olvidara.
Te dije adiós
y sentí de tu amor otra vez la fuerza extraña,
y mi alma completa se me cubrió de hielo,
y mi cuerpo entero se llenó de frío,
y estuve a punto,
y estuve a punto
de cambiar tu mundo
por el mundo mío.
4
José Alfredo escribió un poco más de 200 canciones, y un buen porcentaje (¿un 50 por ciento, tal vez?) puede ser leído como poesía escrita (“entonces yo daré la media vuelta/ y me iré con el Sol cuando muera la tarde”, “árbol de la esperanza/ que vives solo en el campo,/ tú dices si no la olvido/ o dime si no la aguanto”), no como canción cantada. Una proeza, hasta este momento, no superada en el ejercicio lírico de la música vernácula. “El peor de los caminos” es un heptasílabo irreprochable:
Voy a morirme solo.
sin molestar a nadie.
Voy a morirme lejos
cuando mi amor se acabe,
Desesperadamente,
sin ley y sin destino,
le contaré a la gente
que fuimos dos amigos.
Entre mi amor y el tuyo,
dentro de nuestras vidas,
hay algo que aunque quieras
no puedo remediarlo.
Por eso me despido
llevándome conmigo
este cariño grande
que tengo que matarlo.
Voy a morirme solo
sin molestar a nadie.
Voy a morirme lejos
cuando mi amor se acabe;
escogeré del mundo
el peor de los caminos
y le diré a la gente
que no nos conocimos.
5
De muchas maneras, José Alfredo Jiménez le otorgó forma a la canción ranchera: pero, a diferencia de lo que se ha hecho posteriormente en el género, este cantautor incorporó al mariachi la responsabilidad literaria: ninguna canción suya desbarranca, como algunos de sus personajes. Además, incorporaba en sus contenidos su propia vida (experiencia personal, de la que carecen demasiados ídolos, aposentados en sus mansiones donde, por medio de agencias mercantiles, reciben no sólo millones de pesos sino hermosas mujeres u hombres, bebidas, droga, funcionarios…), con mirada aguda y sentido poético.
En 13 sílabas casi justificadas: “Se me acabó la fuerza de mi mano izquierda. Voy a dejarte el mundo para ti solita. Como al caballo blanco le solté la rienda, a ti también te suelto y te me vas ahorita. Y cuando al fin comprendas que el amor bonito lo tenías conmigo, vas a extrañar mis besos en los propios brazos del que esté contigo. Vas a sentir que lloras sin poder siquiera derramar tu llanto, y has de querer mirarte en mis ojos tristes que quisiste tanto…”
Y no, no hay machismo en esta letra, sino endurecido resarcimiento doloroso cuando se sabe que el amor, ¡ay!, ha llegado a su fin.
…
José Alfredo Jiménez: una vida de éxitos musicales
(Pável Granados*)
¿Qué tiene José Alfredo Jiménez (1926-1973) que no tiene nadie? ¿Por qué dejó de pertenecer nada más a su época y se convirtió en un patrimonio de varias generaciones? Cuando la canción ranchera se dedicaba a echar relajo de la vida y a extrañar la provincia lejana, apareció este compositor de Guanajuato, e hizo de este género un monólogo de profundidad existencial. Como decía Carlos Monsiváis: “Si en la cultura popular hay una zona de jactancia por el simple y fatigoso y relajiento afán de vida, ésa es la canción ranchera”. Las canciones de José Alfredo pueden servir para explicar al mexicano desde 1950 hasta ahora, en diferentes niveles. Sus versos se escuchan como sentencias antiguas, como frases definitivas. Sin duda, le atinó a algo muy profundo porque sus frases han entrado al habla común y se han repetido para explicar estados de ánimo: “Yo lo que quiero es que vuelva, que vuelva conmigo la que se fue”. Por sus canciones habla el destino, como cuando dice: “Pero ya estaba escrito que aquella noche perdiera su amor”. Fundamentalmente, José Alfredo andaba por el espíritu humano como un caballo por los prados. Y todo lo hacía con una retórica intensa y directa, completamente escenográfica, que vuelve indiscutible su impacto: “Quién no llega a la cantina exigiendo su tequila y exigiendo su canción”. Resume bien la musicóloga Yolanda Moreno Rivas el fenómeno que fue este compositor: “Faltaba, sin embargo, la presencia de un autor significativo para la total evolución del género ranchero: José Alfredo Jiménez. En el año de 1951 aparecieron sus canciones ‘Yo’, ‘Ella’ y ‘Cuatro caminos’. El paso que dio la canción ranchera en ese momento fue definitivo. Se trataba de un autor exclusivamente dedicado al género ranchero, pero que era capaz de aportar rasgos muy personales a la canción de la que sólo quedaba un molde exterior transmitido de boca en boca y de guitarra en guitarra. Aunque tuviesen razón quienes afirman que José Alfredo no modificó nada del género, habría que reconocer que aportó, además de un buen y armonioso sentido de la melodía, una fuerte carga emotiva que en ocasiones llegó a la expresión dolorosa y exageradamente patética”.
Entre 1950 y 1973, la vida de José Alfredo Jiménez consistió en veintitrés años de éxitos musicales, uno detrás de otro. A su lado se formó una generación de intérpretes que se especializaron en su repertorio. Eran voces potentes, sentenciosas, alegres y dramáticas: Lola Beltrán, Amalia Mendoza, Miguel Aceves Mejía, Pedro Infante, Chavela Vargas, Javier Solís y Lucha Villa. Es decir: una generación de artistas que cambiaron la naturaleza de la interpretación de la música popular. Antes se cantaba para mostrar la belleza de la voz, y a partir de entonces se comenzó a privilegiar la interpretación. Chavela Vargas con su voz era capaz de prensar un corazón como si fuera una uva. Ella misma dijo del compositor (en entrevista con Judith Calderón Gómez): “No era un mariachi, un cantante vulgar. No, él era muy señor, un poco como Agustín Lara, trataba a las mujeres mucho muy bien. Era feo, pero encantador con las mujeres. Vestía de café o de gris claro, camisa blanca, corbata bonita, con mocasines muy bonitos y oliendo siempre a loción. Le fascinaba la canción ‘Paloma querida’. Estaba enamorado de Paloma Gálvez. Después se enamoró de todas las mujeres del mundo y ya después no sabía a quién le cantaba ni pa qué”.
Su fama comenzó con la canción “Yo”, que le grabó Andrés Huesca y sus Costeños. Y a partir de entonces, no hubo quien no lo grabara. Las canciones de José Alfredo se cantaron en España, en Argentina, en Perú, y hasta puede decirse que se hicieron patrimonio del idioma español. Incluso, sus canciones superaron el ámbito de la canción ranchera: se les hicieron arreglos de guaracha, rumba, danzón y hasta los tríos como Los Panchos o Los Hermanos Michel grabaron sus canciones a ritmo de bolero.
José Alfredo no sabía tocar ningún instrumento, e incluso desarrolló una especie de superstición ante la sola idea de aprender. Era un artista que creaba letra y música de manera simultánea. Se imaginaba una melodía con letra y con un contenido deslumbrante. Al mismo tiempo, son canciones de gran complejidad pues son pequeñas obras teatrales, con una historia que se desarrolla en tres minutos. Los cuales son suficientes para presentar un personaje contradictorio: aquel que acepta la desgracia con una carcajada. En “La noche de mi mal”, el personaje recuerda la vez en que caminó solo por la noche de la despedida, luego de haber llorado desconsoladamente. Pero jamás habría de rogar: “Si yo te hubiera dicho no me dejes, mi propio corazón se iba a reír”.
En México hay tres artistas que han dejado la descripción profunda de una colectividad: Ramón López Velarde, Juan Rulfo y José Alfredo Jiménez.
(La información y las citas de esta nota fueron extraídas del libro Y sigo siendo El Rey, de Jesús Flores y Escalante y Pablo Dueñas. México, Sony, 2013.)
[*Nota bene: redactado por el investigador Pável Granados, este breve texto sirve de introducción al micrositio que la Secretaría de Cultura federal, a través de la Fonoteca Nacional, ha creado como parte del Homenaje nacional: 50 aniversario luctuoso de José Alfredo Jiménez, sitio web que incluye datos biográficos del cantautor y una selección musical comentada por el propio Pável Granados, así como un álbum fotográfico cortesía de José Alfredo Jiménez Gálvez: https://cultura.gob.mx/jose_alfredo/.]…
…
Un homenaje con más de 80 actividades
Solamente considerando la programación de la Secretaría de Cultura federal, son 83 las actividades que engloban el Homenaje nacional: 50 aniversario luctuoso de José Alfredo Jiménez. “Prácticamente todas las áreas de Cultura están participando”, señaló Alejandra Frausto, secretaria de Cultura, en una conferencia de prensa el pasado agosto. “José Alfredo es una institución cultural y a la vez siempre cercano al pueblo. Monsiváis lo llamaba el vocero de la lírica cantinera y el poeta de la desolación marginal”. Es importante señalar que la conmemoración-celebración comenzó desde inicios de septiembre pasado; sin embargo, el “platillo fuerte” está programado en la ciudad natal del cantor, Dolores Hidalgo, Guanajuato: del 22 al 26 de noviembre se realizarán ahí diversas actividades, entre serenatas en el mausoleo de José Alfredo, así como funciones de danza y ballet, proyecciones fílmicas y conferencias. Además, el 24 de noviembre será inaugurada la décimo cuarta edición del Festival Internacional José Alfredo Jiménez. Pueden consultar las actividades en la cartelera nacional México es Cultura: aquí.
…