Mi relación con el trauma y las películas de terror (I)
Agosto, 2023
En los noventa, mi mayor entretenimiento era sentarme frente al televisor y ver las películas que habían salido en el cine de los ochenta. Todavía soy una gran fanática, pero en esa época me emocionaba encontrarme nuevamente con Freddy Krueger, Chucky, Michael Myers y Jason, después vendrían otros asesinos como los distintos que aparecen en Scream. Ahora sobrevivo con lo que hay, la aventura de un terror donde el principal protagonista es lo sobrenatural, escribe Marcia Ramos en esta colaboración para Salida de Emergencia.
Cuando era niña solía creer que todo era desapercibido y que sólo quedaban palabras, sonidos y ruidos, pero sin un significado. Una carencia de sentido que permitía el olvido, y que cualquier dolor sería opacado por la sorpresa del primer beso, el trabajo, los amigos y el crecimiento. El arte es la máxima expresión del ser humano para nombrar lo que el vocabulario no puede adueñarse.
Uno de mis mayores miedos es ver a mi madre en un ataque epiléptico o, peor aún, ver a mi madre en una psicosis donde no encuentre rastro de ella; con esto me refiero a que las crisis producen amnesia e incluso pérdida de la conciencia.
En los noventa, mi mayor entretenimiento era sentarme frente al televisor y ver las películas que habían salido en el cine de los ochenta. Todavía soy una gran fanática, pero en esa época me emocionaba encontrarme nuevamente con Freddy Krueger, Chucky, Michael Myers y Jason, después vendrían otros asesinos como los distintos que aparecen en Scream. Ahora sobrevivo con lo que hay, la aventura de un terror donde el principal protagonista es lo sobrenatural.
El cine de terror me daba una aparente tranquilidad ante algo que era controlado: un final que expondría al villano o quedaría abierto para una secuela. La mayoría de las protagonistas que enfrentaban al villano resultaban victoriosas, y creo que eso me daba la seguridad que muchas veces carecía en mi vida.
El cine es sólo una muestra, una especie de semilla que plantea al espectador la oportunidad de volverse un voyerista en su lado más frívolo, pero también le permite casi experimentar el otro lado de la vida: la ilusión. Ese espejismo entre la realidad y la fantasía que puede convertir la experiencia de la vida en un limbo. Asimismo, resignifica el trauma en miles de posibilidades para expandirlo, disminuirlo, recrearlo, sostenerlo y, a veces, en su momento más terrible, revivirlo.
El trauma es un concepto, según el psicoanálisis, inacabado. Desde la perspectiva de Paul Laurent Assoun se relaciona con el cuerpo y la angustia, pero lo aborda desde el estudio del sentimiento de perjuicio. Para Freud, es la vivencia incomprendida que se manifiesta a través de confrontación con la sexualidad. Desde mi experiencia representa la ausencia de la percepción en una situación donde el cuerpo y la mente no se encuentran preparados para dar un significado. Por lo cual, siento una gran atracción por las películas de terror ya que, a través del gore, los elementos sobrenaturales, la tortura y la manipulación, encuentro una confesión que me dice no estoy sola.
Ver una sala de cine llena en la proyección nuevamente de El exorcista me alivia para no juzgarme tan severamente en mis contemplaciones sobre lo que significa estar sano mentalmente. Me hace sentir acompañada por otros que, como yo, encuentran satisfacción o risa en lo debería ser más tenebroso que la realidad. Escuchar sus conversaciones, gritos y ver los saltos del asiento, me ayuda a recordar que estamos más vivos que zombis.
En los noventa mi madre había tenido muchísimos trabajos, siempre tan preocupada por no ser descubierta con una enfermedad que no sólo le impedía desvelarse, también manejar. No sólo era una mujer en sus treintas sino una sin estudios universitarios y con poca ayuda económica. Su primer ataque epiléptico fue en la adolescencia, y el más grave fue el que ocasionó una serie de heridas adentro de su boca y piernas. Todavía pienso si cicatrizaron o sólo es como el humo que queda atrapado debajo de la lengua porque le teme a las alturas. Sufrió la perdida de su hermano y padre cuando era muy joven y se casó con su primer novio, mi padre. Antes de escribir este texto le pregunté a mi madre si me daba permiso porque odiaría lastimarla, y creo que todo viene del mismo título: el trauma.
Cuando iba en la primaria, ella no tenía amigas, mentía descaradamente en las solicitudes de empleo, donde incluso un posible embarazo era un crimen. Imaginar a mi madre exponiendo su condición era como decir en voz alta que había cometido un crimen. Por las mañanas, ella siempre estaba enojada y era lógico: si por las noches una orquesta toca todos los instrumentos musicales al mismo tiempo en tu cabeza, tu humor no será el más idóneo.
Además, ahora que soy una adulta entiendo que el humor también depende de los días y de todo lo que significa un nuevo amanecer. Nunca me cuestionaba el esfuerzo que le implicaba trabajar porque, para mí, ella parecía de acero. Ahora entiendo que sólo una fuerza nos motiva a ponernos de pie y esperar que todo sea de la mejor manera. Recuerdo que nunca la vi desayunar, pero cuidaba su rostro con una mascarilla de avena y miel.
En mi adolescencia, la juzgué de superficial, pero ahora que yo hago lo mismo, entiendo la exigencia que existe sobre los cuerpos de las mujeres y el envejecer. Aunque considero que también era su forma de recibir amor. No fue hasta unos años que reconocí su miedo a subir de peso, las arrugas y la propia piel. Todo lo anterior lo relaciono con las películas de La abuela, Los huéspedes, Relic / Herencia maldita e incluso X, una de las películas más comentadas en 2022; todos ellos filmes que retratan la experiencia de la vejez y la sensación de extrañeza por el propio cuerpo y el del otro. Se aborda la sexualidad y la capacidad de los seres humanos para tener deseos y sentimientos que van más allá del físico. Asimismo, se muestra la ausencia de empatía por los otros y el anhelo de ser más allá de un cuerpo. El cuidado que ponemos en los otros y cómo se refleja en algunas ocasiones en el abandono de uno mismo. El cine de terror me ayudó también a comprender que la sensibilidad crece a la par que la oscuridad invade de a poco la sala y sólo se escucha la respiración de quienes atentos esperan salir asustados.
Y en todo esto sigo encontrándome y reflexionando sobre mi madre. Continuará…