Junio, 2023
Celeste Saulo, la actual responsable del Servicio Meteorológico Nacional de Argentina, ha sido elegida nueva secretaria general de la Organización Meteorológica Mundial. Por primera vez en sus 150 años de historia, el máximo organismo en materia de tiempo, clima y agua estará dirigido por una mujer. Eduardo Robaina ha conversado con ella.
La carrera profesional de Celeste Saulo (Buenos Aires, 1964) está llena de hitos. En 2014, se convirtió en la primera mujer en dirigir el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) de Argentina. En 2018, logró ser la primera vicepresidenta de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Y, a partir del 1 de enero de 2024, Saulo será la primera mujer en acceder al máximo cargo de la OMM.
En sus más de 150 años de historia, salvo en una ocasión, la OMM ha estado siempre dirigida por hombres europeos. Por tanto, Celeste Saulo será también la primera persona de América en ocupar la secretaría general del mayor organismo mundial en materia de tiempo, clima y agua.
Doctora en Ciencias de la Atmósfera, la mayor parte de su carrera ha transcurrido como docente e investigadora de la Universidad de Buenos Aires y como investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Ahora, sustituirá al meteorólogo finlandés Petteri Taalas tras ocho años como secretario general de la OMM. Lo hará, al menos, durante el mandato de 2024-2027, después de obtener el respaldo de 108 de los 193 países miembros durante el Congreso Meteorológico Mundial celebrado a principios de junio, donde se impuso a las candidaturas de China, Suiza y Curazao.
Unas semanas después del nombramiento, y ya de vuelta en Argentina, Celeste Saulo nos atiende por teléfono con las ideas muy claras y un mensaje de agradecimiento: “Quiero saludar a la comunidad hispana e iberoamericana, que fue la primera que salió a apoyar mi candidatura como secretaria general”.
—Ahora que ya han pasado unas semanas desde el nombramiento, ¿cómo se siente?
—El tiempo ayuda a ir decantando. Lo que queda es el enorme orgullo, la alegría y el agradecimiento a los países que me dieron su apoyo y la enorme responsabilidad que implica este cargo. Me siento agradecida, honrada y preparada para encarar este desafío.
—Me imagino que tendrá muchas ideas que poner en marcha en cuanto acceda al cargo. ¿Cuál es la medida más ambiciosa que le gustaría ver materializada durante su mandato?
—En realidad, los que toman las decisiones soberanas en relación a la Organización Meteorológica Mundial son los países, y en este último congreso decidieron (entre ellos Argentina, mi país) priorizar la iniciativa de generar alertas tempranas para todos los países y personas. Esa es la iniciativa más importante que va a encarar la organización en los próximos cuatro años. Implica un esfuerzo enorme si partimos del hecho de que actualmente el 50 % de los países no poseen sistemas de alerta temprana, y la mayoría de ellos son los menos desarrollados y los que tienen mayor grado de vulnerabilidad. Por lo tanto, va a implicar un gran esfuerzo colectivo.
“Hay otras iniciativas importantes, como la de promover el programa que permita monitorear las emisiones de los gases de efecto invernadero. Ampliando esa red de monitoreo tendremos una voz autorizada e independiente respecto a qué está pasando con las concentraciones y con los distintos componentes de los gases de efecto invernadero. Y, por último, se ha decidido priorizar el estudio, seguimiento y medición de los glaciares y de las zonas polares debido al riesgo de derretimiento de cuerpos de hielo que impactan en el acceso al agua dulce, que es un bien preciado para toda la humanidad”.
—Menciona usted la enorme brecha que existe en adaptación y, en concreto, en los sistemas de alerta temprana. ¿Cómo se trabaja para reducir esas desigualdades?
—Es una de las prioridades de la OMM. Una de las cosas fundamentales es, por un lado, conseguir el apoyo de los donantes, que pueden ser Estados miembros o venir por otras vías. Esto está encaminado. Hay dos programas importantes de la OMM para canalizar los fondos que provienen de manera extrapresupuestaria con un fin específico. Es cierto que hay que fortalecerlos, pero no es sólo una cuestión de recurso material, también es una cuestión de recurso humano. Y es aquí donde yo apunto fuertemente al tema del codiseño y la coconstrucción con los países. Más allá de las limitaciones que puedan tener los países en desarrollo o menos desarrollados, ellos son quienes están sobre el terreno, son quienes conocen sus vulnerabilidades, son quienes conocen sus comunidades. Trabajar con ellos me parece una parte central del éxito de un programa de estas características. Es imposible pensar que desde el mundo desarrollado uno va a exportar una solución al mundo en desarrollo. Hay que facilitar los medios para fortalecer las capacidades locales de ese mundo en desarrollo. Y por ahí va la cosa.
“Fortalecer las capacidades de los servicios meteorológicos e hidrológicos de los países menos desarrollados y de los pequeños Estados insulares es parte de una estrategia que creo que no sólo va a contribuir al desarrollo de alertas tempranas, sino que va a ayudar a que esos países tengan otras herramientas de adaptación, como por ejemplo la provisión de servicios climáticos y otras cuestiones que pasan por los servicios meteorológicos”.
—En sus 150 años de historia, la OMM ha estado siempre liderada por hombres europeos. Con usted se rompe esa tendencia. Ya era hora de aplicar otra visión del mundo, ¿no?
—Sí, salvo por un secretario general nigeriano [Godwin Obasi], que estuvo 25 años al frente de la organización, la OMM ha estado dirigida siempre por hombres europeos. Con lo cual, mi nombramiento es una doble novedad: una persona del continente americano y mujer.
“Creo que tenemos una enorme oportunidad. Por supuesto, no tengo la pretensión, por ser argentina, de entender todo el Sur Global, pero estoy segura de que tengo más argumentos, por ser parte de ese Sur Global, para trasladar la voz y las cuestiones que surgen en los países en desarrollo, en los menos desarrollados y en los pequeños Estados insulares. No me voy a cansar de repetirlo: todos tienen sus matices, tienen muchas cuestiones que priorizar y proponer, y no siempre son escuchados. Es necesario canalizar esas voces, escucharlas y tener en cuenta sus preocupaciones”.
—Estamos en una década transcendental, y es importante saber trasladar esa urgencia. ¿Cree que se está comunicando correctamente la crisis climática?
—En términos de comunicación siempre se puede mejorar. Pero no creo que debamos pensar únicamente en temas de comunicación. Hay que acceder a todos los niveles de decisión, de educación y de actuación para que la acción climática realmente se acelere.
“La comunicación, per se, es una relación con la sociedad a través de la cual tratamos de introducir un cambio. Un cambio que se concibe en un contexto de crisis; en este caso, de crisis climática. Tenemos que producir un cambio y ese cambio nos compete a todos y todas. La tarea recae, pues, en los grandes tomadores de decisión, los Estados, las corporaciones globales… y de ahí para abajo. Cada uno en su rol, desde su lugar, para llegar hasta el fondo, hasta los distintos niveles educativos, hasta los colegios. Hay que hacer llegar el mensaje de que es realmente necesario, imprescindible y urgente actuar ya. De que no hay tiempo para grandes debates. Todos, desde nuestra posición, podemos hacer eso. Aunque, por supuesto, cuanto más alto es el manejo de poder de un individuo, más alta es su responsabilidad”.
—Greta Thunberg acaba de terminar su etapa escolar, y con ello, sus manifestaciones de los viernes. ¿Cómo valora el legado de la activista sueca?
—Ha hecho un enorme trabajo para visibilizar un problema con mensajes llenos de contundencia y fortaleza. De alguna manera, inspiró a muchos jóvenes para abrazar un compromiso con esta causa.
“Creo que una sociedad comprometida es la base para un cambio. Una sociedad que se desprende de los problemas o pretende mirarlos a través de una pantalla no va a ningún lado. Necesitamos una sociedad activa, consciente y, si se quiere, disruptiva. En este sentido, Greta hizo un aporte enorme.
“Hablamos mucho, discutimos mucho, planteamos muchas propuestas, los países debaten en las COP… pero la realidad nos muestra que hay pocos cambios concretos, por ejemplo, en términos de la cantidad de dióxido de carbono emitido. Entonces, evidentemente hay un desacople entre lo que estamos observando, lo que los países enuncian que están haciendo o quieren hacer, y la realidad de un planeta que responde con procesos físicos que son evidentes”.
—El negacionismo climático lleva unos años al alza. Al mismo tiempo, estamos asistiendo a una nueva corriente que es el retardismo, es decir, si bien no niegan el cambio climático, intentan hacer todo lo posible para restarle importancia y retrasar cualquier acción. ¿Cómo deberíamos abordar estos discursos, o cómo lo haría usted?
—Vuelvo a decir: una sociedad comprometida es la única respuesta a grupúsculos que intentan detener la acción. No dejan de ser grupúsculos. El tema es cuánta entidad le damos a esos grupos.
“En muchos campos se dan estos discursos negacionistas o de odio que no contribuyen absolutamente a nada. La realidad es que no hay ninguna contrariedad en adoptar acciones para la preservación del clima. No hay contraparte negativa. Entonces, ¿por qué alguien decidiría no actuar? ¿Solamente por cuestiones económicas? Creo que hay que desnudar los discursos que invitan a la parálisis, a la inacción o a la negación, y decirles qué perderían por actuar”.
—El tema económico suele ser una de las principales excusas.
—Bueno, pero entonces eso hay que denunciarlo. No podemos, calladamente, aceptar que los intereses económicos de unos pocos definan el planeta de todos.
—Pero las cosas están subiendo de tono… Por ejemplo, en España la agencia meteorológica estatal (AEMET) y sus integrantes están siendo acosados por negacionistas, conspiranoicos y perfiles extremistas. ¿Cómo ve eso, se está extendido a otros países?
—Sí, lo veo extendiéndose. Sigo en las redes a nuestros colegas de la AEMET, a quienes respeto profundamente. Esta experiencia que están viviendo provoca una gran preocupación. Estamos atacando al mensajero.
“Me parece espantoso que, como sociedad, tengamos ese tipo de reacciones. Es completamente retrógrado. Esto se instala en una cultura donde la inmediatez y el anonimato que ofrecen las redes hacen perder de vista las grandes causas sociales y éticas, que son primordiales para nuestra existencia. Así que, por supuesto, hay que denostar a quienes actúan de esa manera porque no contribuyen a nada. Cualquier mensaje destructivo es destructivo en general.
“Cuando se instala un mensaje destructivo, lo destruye todo. No destruye selectivamente, destruye los valores más importantes de una sociedad. Uno de ellos es el respeto; en este caso, el respeto hacia nuestros hombres y mujeres de ciencia”.
—¿Está la OMM al tanto de este aumento de la hostilidad y de los mensajes de odio?
—Antes hablaba usted de la comunicación. Aquí la comunicación tiene un rol. No puede ser que pocas voces muy malintencionadas tengan más prensa y espacio que muchas voces bienintencionadas. Hay algo que estamos haciendo mal.
“La OMM tiene, por supuesto, una responsabilidad sobre esto. Los medios de comunicación también. Y la sociedad en su conjunto. Es decir, nosotros [la OMM] tenemos que salir a proteger a los servicios meteorológicos e hidrológicos, respaldar su acción y salir a denunciar los intereses ocultos o poco transparentes que hay detrás de acciones que denuestan el trabajo de instituciones que llevan más de 100 años trabajando, y gracias a esas instituciones hoy sabemos lo que sabemos. No sólo respecto al cambio climático; podemos tener un pronóstico o una alerta temprana para resguardar y proteger a nuestra sociedad cuando se da un fenómeno severo, ya sea una ola de calor, una tormenta severa, un periodo de sequías… Entonces, esa parte no la estamos valorando. ¿Qué está pasando con eso? Me parece que tenemos que salir todos a responder. La Organización Meteorológica en primer lugar”.
—Por terminar con la AEMET, sus profesionales se quejan de falta de recursos para hacer un mejor trabajo interno y comunicativo. Da la sensación de que no se valora lo suficiente a las agencias meteorológicas. ¿Es un problema puntual o habitual?
—Es un problema generalizado. A la Organización Meteorológica Mundial le preocupaba esto primero en los países menos desarrollados, ya que era donde menos apoyo había para llevar a cabo las tareas de los servicios meteorológicos e hidrológicos. Y ahora nos encontramos con este efecto dominó negativo, donde todos los servicios meteorológicos del mundo (los menos desarrollados, los países en desarrollo y eventualmente también países desarrollados) ven dificultades para sostener sus presupuestos, mejorarlos o ponerlos en consonancia con la demanda de estos tiempos.
“Es un problema muy serio. Y es importantísimo que comprendamos, como sociedad, que cuando los países suscriben objetivos comunes globales (como los Objetivos para el Desarrollo Sostenible, el Marco de Sendai para la reducción del riesgo de desastres o el Acuerdo de París), detrás de esa suscripción, cada gobierno se gira para mirar hacia el interior y ver qué y quiénes se encargan de esas tareas. Cuando los gobiernos se dan vuelta, tienen que encontrar a los servicios meteorológicos e hidrológicos fortalecidos. Porque la reducción de riesgos de desastres es inviable si uno no tiene un buen sistema de alerta temprana y un buen servicio meteorológico e hidrológico. La transición energética a una energía limpia es inviable si uno no tiene una buena medición y un buen pronóstico sobre viento, sol y lluvia, que son las bases para las energías limpias. Pensar en esas agendas y objetivos globales desacoplados del fortalecimiento de los servicios meteorológicos e hidrológicos es un error, y creo que ese es uno de los temas que hay que priorizar en el debate. Es decir, no es que todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible se vayan a cumplir con un servicio meteorológico, no quiero trasladar esa idea. Lo que quiero decir es que hay agencias dentro de cada país que tienen roles específicos. En particular, los servicios meteorológicos e hidrológicos podemos contribuir de manera considerable a lograr muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible si tenemos la financiación adecuada”.
—La semana pasada terminó la Conferencia de Bonn y en cinco meses arranca la COP28. Por primera vez en la historia, estará dirigida por el jefe de una gran petrolera. ¿No cree que la presencia de estos actores resta credibilidad y lastra los posibles avances?
—Creo que es parte de lo que han acordado los países. En este sentido, como agencia, la Organización Meteorológica Mundial es una espectadora. La razón por la cual los gobiernos optaron por elegir un país u otro es algo que se me escapa. Yo creo, en cualquier caso, que siempre se está a tiempo de tomar decisiones contundentes para adaptarnos y mitigar el cambio climático, para hacer efectivas las ayudas económicas acordadas. Que se reúnan donde quieran, pero que hagan efectivo todo esto. Si no, vamos a seguir teniendo reuniones declarativas pero no vamos a tener resultados.
—Este mes de junio, por primera vez, se superó durante unos días la barrera de 1,5 ºC. Aún queda mucho para dar por vencido ese umbral del Acuerdo de París, pero no tanto como pensamos.
—Para que se haga una idea: en muchos lugares de Argentina, en mayo, la temperatura estuvo casi 3 ºC por encima de los valores de referencia.
“Obviamente esto son fluctuaciones, no quiere decir que sea el promedio establecido. Pero son picos que van a llevar a la media a elevarse. Si uno tiene más picos cálidos que fríos, la media se va a ir elevando. Y esto es lo que nos está diciendo la situación del último mes. En general, todo es preocupante. Las anomalías en las zonas polares y particularmente en el Polo Norte son inmensas”.