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El buen periodismo es el que pasa por menos esquemas: Manuel Blanco

Un cuarto de siglo después...

Junio, 2023

Nació en la Ciudad de México, el 27 de octubre de 1943; murió en Mérida, Yucatán, el 6 de junio de 1998. Hace cinco lustros se iba de este mundo Manuel Blanco: ensayista, narrador, periodista, crítico de danza, editor y, sin duda, uno de los grandes cronistas mexicanos. Nieto del general revolucionario Lucio Blanco Fuentes, se inició en el periodismo desde 1969, dirigió las páginas culturales del periódico El Nacional de 1970 a 1988, publicó siete libros y colaboró en la realización de otros más. Figura importante en la cobertura periodística del Festival Cervantino, Manuel Blanco ejercía el periodismo cultural con gran maestría. En sus crónicas, por ejemplo, reflejaba a cabalidad el vivir y el sentir diario de los pobladores del entonces Distrito Federal. Víctor Roura aquí lo recuerda.

Dos años antes de su expulsión

Hace justo un cuarto de siglo, el 6 de junio de 1998, se fue de esta vida Manuel Blanco, a sus 54 años de edad (nacido en la Ciudad de México el 27 de octubre de 1943), distanciado de sus amigos, al lado de su hijo Lucio quien radicaba en ese momento en Mérida, ciudad donde ocurriera su deceso.

Manuel Blanco había ejercido el periodismo cultural a partir de 1969, de manera plural, en EL Nacional, el entonces periódico del partido político en el poder (donde dirigía, desde 1970, la sección cultural) del cual fue injustamente despedido al apropiarse, la intelectualidad orgánica, de aquel diario a la llegada de Carlos Salinas de Gortari a la Presidencia de la República en 1988, hace tres décadas y media… convertido en Milenio el 1 de enero de 2000 vendidas sus instalaciones a la iniciativa privada.

Sólo le faltaban diez años de vida a Manuel Blanco, temporada última que vivió alojado en la sección cultural de El Financiero a falta de otro espacio que lo amparara en su ya alicaído oficio (le habían amputado una pierna por problemas de irreparable salud).

La siguiente entrevista con Manuel Blanco la sostuve con el periodista en el mes de septiembre de 1986, dos años antes de que fuera vilmente expulsado de El Nacional, charla que publiqué en el número 3 del periódico cultural Las Horas Extras, que también yo dirigía, plática que discutimos mucho Manuel Blanco y yo por haberse, él, contenido demasiado al estar sujeto a posibles reprimendas del PRI, entonces partido anclado en el poder político, dueño finalmente de ese medio de comunicación para abrogarse los derechos informativos a su conveniencia, que Manuel toreaba con delicado ímpetu periodístico. Se decía que era el único jefe de una sección cultural que atendía desde un bar (el Salón Palacio, que se ubicaba en la esquina del periódico), razón por la cual es el autor de una irrebatible frase: “Evita la cruda, permanece bebiendo”, que por lo menos en él se hizo latente.

Manuel Blanco. / Ilustración: Ezquerro.

“La creación es individual

Dice que así como hay un nuevo tipo de periodismo cultural que tiende más hacia la profesionalización, existe sin duda el otro que refleja las carencias del medio.

—Eso implica que también haya un periodismo muy complaciente, chambista, oportunista, mediatizado en su totalidad…

Corta sus palabras cuando ya lo ha expresado todo.

—Los últimos años se han encargado de transformarla, en parte —continuaba Manuel Blanco en una plática realizada hace ya un cuarto de siglo—. Me atrevería a afirmar que actividades como el Festival Cervantino han contribuido mucho a cohesionar a un grupo importante de reporteros culturales. Los ha hecho no sólo compañeros, sino también amigos. Convivir casi un mes entre ellos, en una ciudad distante de la capital, les ha enseñado a trabajar juntos. Así se aprende que la información es intercambiable, que no es exclusiva. Que la información es colectiva…

—Pero al estar frente a la máquina de escribir…

—¡Ah, claro!, pero precisamente cuando digo que la información es colectiva, quiero decir que la creación es individual. Y esta tarea solitaria se debe, sobre todo, a los lectores…

—También, al escribir, el periodista se halla ante ciertas limitaciones.

—En todo caso son limitaciones de tipo cultural. Si un compañero no lee periódicos, si no lee literatura en general, si no va a los espectáculos, si no se interesa por la danza ni el teatro, por mucho que tenga su trabajo periodístico va a tener diversas fronteras. Y cada día hay más compañeros que no leen ni un libro.

“Ninguna escuela es capaz de formar a un periodista si no lleva a la par
su trabajo concreto en las redacciones”

—Mucha improvisación.

—Así es. Pero también digo lo contrario. También hay más gente, para nuestra suerte, que sí se prepara…

—Pero la improvisación es común denominador en las redacciones.

—Sí, pero quienes la practican simplemente no van a poder con su trabajo. Eso es muy cierto. Por eso es tan difícil formar a los reporteros en este campo. En las redacciones de los periódicos se sigue pensando que el sector cultural lo puede cubrir cualquier reportero.

—¿Es necesaria, entonces, una especialización?

—Por supuesto.

—Pero las escuelas prácticamente están alejadas de los conceptos prácticos de los medios…

—Ahí sí no tengo idea, aunque creo que ninguna escuela es capaz de formar a un periodista si no lleva a la par su trabajo concreto en las redacciones. A lo mejor se oye drástico, pero es la experiencia que yo tengo.

—Es decir, la práctica.

—Pues la práctica ha sido nuestro único alcance. Y es una desgracia, ya que las escuelas deberían estar para eso. Para la formación periodística. Pero no es así.

“El periodismo no es un juego”

—Hay otros problemas. Tampoco hay los espacios suficientes…

—Las páginas de los diarios y de los suplementos culturales han sido muy útiles, porque han trabajado muchos años con base en colaboradores. Ese es un camino de formación. El caso que tengo más a la mano es el del suplemento “La Revista Mexicana de Cultura” de El Nacional. Juan Rejano [cuyo 120 aniversario natal se cumple el próximo 20 de octubre siendo el español, fallecido en la Ciudad de México a los 72 años de edad el 4 de julio de 1976, el primer hacedor de suplementos culturales en México, antes que Fernando Benítez] ha sido el formador de varias generaciones. Ahí trabajamos en forma paralela Xorge del Campo [1945-2008], Humberto Musacchio [1943], Jesús Luis Benítez [1949-1980], René Avilés Fabila [1940-2016], Gerardo de la Torre [1938-2022]…

—Esa es una forma de crear foros.

—Sí, es un camino, pero no creo que sea el único. Ya debe avanzarse hacia la profesionalización del reportero. Esto es, el reportero debe ser reportero, trabajador de su redacción. El periodismo no es un juego. Y a la larga se ve quiénes son los que respetan su oficio.

—Tampoco se aprecian estímulos para el trabajo del reportero. Y no hablo de factores económicos.

—Un estímulo podría ser el de publicar en una revista muy acá. Puede ser el único. Pero son estímulos que finalmente no lo son. Con el paso del tiempo se puede apreciar que escribir en revistas de prestigio sólo conlleva a figurar en la lista personal el elemento de la distorsión, porque los periodistas se la empiezan a creer y no hacen sino dirigirse a un camino de tipo intelectual muy encerrado, sectario.

—Ese camino lo han seguido muchos periodistas novatos…

—Y asimismo han entorpecido sus pasos. Hay compañeros jóvenes que quieren escribir como Monsiváis o como Zaid. Y sácalos de ahí. Es un problema, porque todavía no aprenden a escribir o a redactar una información y ya quieren ser poetas o promesas de la literatura antes de aprender el a-b-c. Es un problema, porque son bloqueos mentales. Yo creo que debe buscarse un periodismo realmente abierto. Más abierto incluso a las expresiones populares de la cultura. Observar los conciertos de rock, los de la música sonera, cronicar las fiestas de barrio. Y eso no se hace seguido.

“En El Nacional en el curso de quince años me censuraron dos notas”

—En la sección de cultura de El Nacional [que Manuel Blanco dirigía en aquel 1986] han participado innumerables escritores…

—Sí. La idea básica es no ser sectario [y acaso por eso lo corrieron, a don Manuel Blanco, porque la mafia cultural, que llegó a apoderarse de ese periódico al comenzar el salinato, donde se hablaba y se exaltaba siempre a un mismo grupo cultural]. Estar abierto a todas las manifestaciones de la cultura. Y a todas las opiniones de esa cultura. Nos ayudó que durante muchos años nuestra planta fuera de colaboradores. Hubo una época en que teníamos a más de cuarenta para una sola plana. Esa fue una buena experiencia. Una buena escuela. Fue el ejemplo que nos dejó Juan Rejano. Pero desde hace tres años [es decir, desde 1983] trabajamos con base en reporteros. Y para ello requerimos de otro método, igualmente valioso. Ahora se trata de que se formen los reporteros. Es un paso más adelante. Los colaboradores escriben en el suplemento de los domingos; su información, por lo tanto, es menos inmediata.

—¿Qué hay de la libertad de escritura?

—Para comenzar, creo que es una cosa que se conquista. Que cada quien hable de lo que sabe. Debo decirte que en El Nacional no hemos tenido censura. La verdad. La censura ha sido prácticamente inexistente. En el curso de quince años me censuraron dos notas. De una no me acuerdo. De la otra, perfectamente. Era una nota intrascendente sobre un nuevo libro de Carlos Fuentes. Hice la reseña. No decía absolutamente nada. Ningún problema, sólo que por esos días Fuentes había renunciado a la embajada de París como protesta por la designación de Díaz Ordaz como su homólogo en España. Así de simple.

—Pero ahora eres tú el que decide la información…

—Sí, ya se me ha dejado la jerarquía, toda la autoridad…

—Sin embargo… aún existen tabúes en la prensa.

—Depende del medio en que trabajes. Tengo la experiencia de Excélsior. Ahí me censuraron, hará unos cinco años, porque no se puede hablar de Televisa. En El Nacional hay dos tabúes: el Presidente de la república y la Virgen de Guadalupe. Eso me lo dijo el primer director reconocido, Alejandro Carrillo. Mire, señor Blanco, escriba lo que usted quiera, sólo no mencione ni al Presidente ni a la virgen. Me lo dijo un poco bromeando, pero tenía un sentido exacto.

“Si no conoce el periodista las viejas formas, ¿cómo las rompe?”

—¿Tu experiencia con varios hacedores de la escritura De la Onda puede reflejarse en el periodismo?

—Yo creo que nada. A algunos les dio libertad. Los que escribimos barbaridades con el tiempo fuimos aprendiendo. Rejano nos publicó varias de ellas. Lo que pasa es que Rejano era un maestro: tenía sentido crítico, sabía cuándo impulsar a cierto joven. Desde otro punto de vista, yo creo que la generación De la Onda dejó muy pocas cosas. Periodísticamente, casi cero.

—¿Dónde acabó esa forma desenfadada de decir las cosas?

—No. Nada. Yo creo que la forma escritural es en la actualidad mucho más libre, más trabajada. Tiene razón Monsiváis cuando ve más adelante el surgimiento de una pequeña generación de periodistas. Si lo observamos individualmente no creo que haya ninguna relación directa con la Onda, ni con el jipismo, ni con la droga, ni con el rock…

—¿Nada?

—Muy poco. O por lo menos en mi experiencia periodística no es muy visible. Pero no dudo que alguna gente se haya formado por una escasa influencia de esa Onda…

—Hay quienes trabajan el periodismo cultural bajo esquemas…

—Yo creo que no debe haber nada de eso. El buen periodismo es el que pasa por menos esquemas. Pero el periodista necesita conocerlos. Si no conoce las viejas formas, ¿cómo las rompe? Además, creo que estamos escribiendo para la gente. Y al hacerlo, a la vez, lo estamos haciendo para nosotros mismos. Va aparejado. Pero en principio hay que escribir para el lector. No para el ego. Ni para los amigos. Así no se vale…

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