Mayo, 2023
Edith Hall es una prestigiosa clasicista británica. Formada en Wadham College (Oxford), está especializada en literatura griega antigua e historia cultural, y es experta en la obra de Homero. Autora y editora de más de diez libros sobre el mundo antiguo, ya circula su nueva obra traducida al español: La senda de Aristóteles; se trata de una actualización del pensamiento artistotélico y cómo emplearlo hoy en día, dos mil cuatrocientos años después, para cambiar nuestra vida. La periodista María Ramírez ha conversado con ella, con Edith Hall.
La profesora y escritora Edith Hall describe su encuentro con Aristóteles —cuando era una veinteañera— como una revelación que la salvó. Hija de un pastor protestante, dice que dejó de creer en la religión y no encontraba orientación ética hasta que, como estudiante de Filosofía de la Universidad de Oxford, descubrió la eudemonía, el estado de serena felicidad que, según Aristóteles, consiste en cultivar el potencial individual cuidando de sí mismo y de la comunidad. Hall lo cuenta en La senda de Aristóteles (Anagrama, 2022), un best-seller sobre cómo aplicar la filosofía aristotélica a la vida cotidiana contemporánea. Hoy la autora es una de las helenistas clásicas más prestigiosas y premiadas del Reino Unido y también más activas: da clases, escribe libros, asesora a compañías teatrales y ha fundado un proyecto en la Universidad de Durham llamado Aristóteles más allá de la academia para mostrar el impacto diario del filósofo que ella rastrea en cuentos infantiles y hasta en anuncios de tomates (aunque, como recuerda, esta fruta no llegó a Europa hasta muchos siglos después de Aristóteles).
—¿Qué busca ‘Aristóteles más allá de la academia’?
—Soy una académica que siempre ha intentado abrazar al público. No veo ningún sentido a las universidades si no compartimos nuestras ideas. Y me apasiona mucho el tema porque ahora muy poca gente recibe orientación de la religión sobre cómo comportarse. En Reino Unido, menos del 30 % de las personas dicen creer en “un dios”. Y eso incluye a todos nuestros musulmanes, hindúes y judíos.
“¿Cómo les enseñas a tus hijos ética cuando nadie cree en ninguna regla religiosa en absoluto? Aristóteles me ayudó enormemente cuando yo era una veinteañera. Y he tratado de enseñárselo a mis hijos, e incluyo en ‘hijos’ a mis cientos de estudiantes en los 35 años que llevo enseñando. ¿Qué hacer en circunstancias simples como tener que tomar una decisión? ¿Cómo elegir amigos, comunicarse bien o pensar en la muerte y el sufrimiento? Los antiguos griegos tenían cinco escuelas filosóficas diferentes que intentaban responder a estas preguntas de diferentes maneras: además de los aristotélicos, los platónicos, los estoicos, los epicúreos y los cínicos. Para mí, con mucha diferencia, el más moderno, relevante y útil siempre ha sido Aristóteles porque es muy práctico”.
—¿Más que otros filósofos modernos?
—Creo que la mayoría de las éticas prácticas modernas reconocerán la deuda que tienen con Aristóteles.
“Yo siempre me estoy preguntando, ‘¿qué diría Aristóteles en esta circunstancia?’. Mi esposo, mi agente y mis hijos se reían de mí y me animaron a escribir el libro. Me ha sorprendido la acogida mundial. Claramente hay una sed enorme de lo que yo llamo ética secular. Creo que la mayoría de la gente sabe que te hace más feliz tratar de ser buena persona, que es lo que dice Aristóteles; es decir, que el mejor camino hacia la felicidad es ser la mejor versión posible de uno mismo. También encaja mucho mejor que cualquiera de las otras antiguas escuelas seculares con los modelos posfreudianos, porque Aristóteles estaba convencido de que somos animales. Así que es ridículo decir que el sexo, disfrutar de tu cuerpo, la emoción o cualquiera de nuestros impulsos instintivos sea malo. Lo que tenemos que hacer es aprender a moderarlos, regularlos, trabajar con ellos, pero no decir que son malos. Casi todas las demás escuelas filosóficas antiguas que alimentaron con tanta fuerza el cristianismo dicen que el sexo es malo, que tenemos un alma racional y debemos luchar contra las emociones, luchar contra el cuerpo. Es dualismo. Y creo que esto es inútil”.
—¿Cómo descubrió Aristóteles?
—Yo me crié en una familia cristiana muy estricta. Mi padre es un pastor protestante. Y a los 13 años, me di cuenta de que no creía ni una palabra de la religión. Fue muy traumático para mí.
“Tuve 10 años muy malos. Una adolescencia terrible. Me acostaba con todos, me drogaba, fui horrible con la gente. Había desechado el cristianismo y no podía responder a la simple pregunta de por qué debo tratar de ser una persona moralmente buena si no hay otra vida, si no hay un dios providencial que me castigue si soy mala.
“Todo lo que nos dice el capitalismo es que lo importante es ganar, tener más dinero que los demás. En realidad, nos está dando muy malas lecciones morales y nos está dando una imagen falsa de la felicidad, que se reduce a ser muy rico.
“Sólo cuando leí a Aristóteles entendí que ser buena persona te hará más feliz. Vi un argumento con el que podía trabajar. Había una razón positiva. Es como una batería dentro de ti. Así que incluso si las cosas van terriblemente mal, incluso si lo pierdes todo, incluso si terminas en la cárcel, seguirás siendo un poco más feliz si sabes que lo estabas intentando. Tendrás más serenidad”.
—¿Por eso tiene éxito Aristóteles ahora?
—Es una receta muy simple, pero parece haber tocado una fibra sensible con personas de todo el mundo. La senda de Aristóteles ha vendido 100.000 copias o así, y ha llegado a Rusia y China.
“Creo que la gente siempre ha sabido lo importante que es Aristóteles porque tenía opiniones sobre la política, la metafísica, cómo tratamos a los animales o la ecología. Y, en lugar de decir que eres una mala persona porque te enfadas mucho o comes demasiado, trata de ayudarte. Esto es muy moderno y puede encajar con todas las formas de psicoanálisis y psicoterapia. No puedes ser un fanático religioso y ser aristotélico, pero sí puedes ser religioso porque la ética secular encaja bien para sociedades híbridas multirraciales y multiétnicas. Si podemos ponernos de acuerdo en las reglas principales sobre cómo tratar a la gente, da igual que vayas a tu mezquita o a tu iglesia. Las reglas más importantes son simplemente la decencia humana”.
—¿Aristóteles ayudaría con los debates sobre la libertad de expresión y el discurso de odio?
—Nos vendría muy bien. Tenemos nuevos problemas sobre los que no escribió, pero tenía el tipo de intelecto que saboreaba los problemas.
“Esto es algo generacional. Mis hijos y mis alumnos realmente no valoran la libertad de expresión. En mi generación (nací en 1959) queríamos ser libres. Cuando nací, no había píldora, ser homosexual era ilegal, todavía estábamos en una moralidad estilo McCarthy de posguerra. La libertad lo era todo para nosotros. Pero para mis hijos, no lo es. No se sienten seguros. Piensan que la libertad de expresión que yo valoro tanto pondrá en peligro cualquier tipo de derecho de las minorías. Lo que necesitamos es más diálogo sobre esto.
“No sé lo que diría Aristóteles. En la Atenas democrática, que amaba (cada vez que tenía que irse él regresaba tan pronto como podía), decía que la democracia es el mejor sistema. Y en la Atenas democrática, el derecho de los ciudadanos a expresar sus pensamientos era absolutamente cardinal. Si algunos decían cosas estúpidas y desagradables, serían derrotados porque era una democracia, pero en realidad no serían silenciados. Y creo que deberíamos dejar que la gente con puntos de vista estúpidos y extremos los diga mediante el desarrollo de una sociedad que sea lo suficientemente fuerte para resistirlo”.
—¿Y las críticas a Aristóteles por justificar la esclavitud o la discriminación de las mujeres?
—Soy de la vieja izquierda. Pero hay gente en la nueva izquierda que quiere echar a muchos de los grandes filósofos del mundo porque no tienen puntos de vista progresistas del siglo XXI sobre las minorías o las mujeres. Esto es catastrófico. Si dejamos de leer toda la historia de la humanidad, estamos perdidos.
“En el caso de Aristóteles, son sólo dos o tres frases en un libro (cuando escribió dos millones de palabras). Piensa, como todos los demás griegos antiguos, que la esclavitud está bien y que las mujeres son menos inteligentes que los hombres. Hay varias maneras de responder a eso.
“Una de ellas es que en una sociedad con patriarcado, si no educas a las mujeres, y esto es lo que quieren los talibanes en Afganistán, empiezan a ser estúpidas. Si las mujeres luchan por el poder en una sociedad donde no lo tienen, empiezan a ser horribles con otras mujeres. Se trata del patriarcado destruyendo la personalidad femenina. Si a eso le sumas la nula educación… Aristóteles era un empirista, miró a su alrededor, así que vería a mujeres muy estúpidas o manipuladoras porque no tenían derechos reales. Y me temo que probablemente fue lo mismo con muchos esclavos. Si sólo los golpearon desde la infancia, los separaron de sus padres y no los educaron, Aristóteles vería personas que no creía aptas para la ciudadanía.
“El otro argumento es que también dice que toda constitución política necesita constantemente revisarse a sí misma y cambiar frente a nueva evidencia o mejor argumentación. Si estuviera sentado aquí con nosotras, lo convencería porque tenemos los datos científicos que muestran que la inteligencia no se limita a los hombres blancos”.
—¿Hay una percepción positiva de la cultura clásica griega? Cuando en un panel tras la representación de la obra ‘Casandra’ de la ucraniana Lesia Ukrainka usted mencionó la herencia griega en Ucrania, la audiencia aplaudió, aunque fuera también en oposición a Rusia…
—Todos queremos raíces. Todo el mundo quiere una genealogía para su cultura. Las personas quieren sentir que están en contacto con muchas generaciones. Los ucranianos estaban allí antes que los rusos, cuando Kiev era el centro, pero la lucha por una historia anterior, cuando ha sido eliminada constantemente por el imperialismo ruso, se remonta a cientos y cientos de años. Es diferente para británicos o españoles. Los ucranianos han tenido que luchar incluso para hablar en su propio idioma. Así que creo que la historia de la herencia griega es más valiosa para ellos en cierto modo.
“Los antiguos griegos eran personas terribles en muchos sentidos. Y soy la primera en admitirlo porque he investigado toda la vida sobre esclavos, obreros o mujeres en la antigua Grecia. Pero también lograron producir una cultura asombrosamente hermosa en artes visuales e inventaron todas las formas literarias que usamos ahora: biografía, historiografía, teatro, retórica, novela.
“No es porque fueran biológicamente superiores. Como escribo en mi libro Los antiguos griegos, creo que es porque eran gente de mar y vivían en todo el Mar Negro y el Mediterráneo, hasta donde estaban los fenicios. La cultura de los griegos estaba en contacto con más pueblos que otras. Se les daban bien las lenguas y absorbieron la sabiduría colectiva del antiguo Mediterráneo y Mar Negro. Simplemente pasó. No estoy diciendo que fueran racialmente superiores: eran culturalmente híbridos y por eso eran tan brillantes. Tomaron las matemáticas de los babilonios; la medicina de los egipcios; la metalurgia de los escitas; el alfabeto y los barcos de los fenicios. Eran un canal.
“He leído literatura china antigua, india antigua y mesopotamia, y sigo creyendo, aunque los jóvenes digan que soy una imperialista eurocéntrica, que la mejor literatura del mundo está en griego antiguo”.
—Aristóteles ha sido utilizado por políticos de izquierda y de derecha, ¿dónde lo situaría usted?
—Centro-izquierda, pero tenía algunas vetas muy conservadoras en el buen sentido. Quiero decir, conservador con una C minúscula en el sentido de cuidar lo que era bueno y floreciente de la civilización.
“Eso me gusta bastante. Quiero una revolución completa en lo que respecta al capitalismo. Pero todavía voy a la iglesia a veces. No creo una palabra, pero encuentro muy reconfortante el ritual de ir con otras personas, mis vecinos, la comunidad, a decir esas viejas palabras. Y él hizo lo mismo. No creía en absoluto en dios ni en el más allá, pero escribe que ir al templo es algo bueno.
“Respecto al capitalismo, los antiguos griegos sabían (él y Platón estaban de acuerdo en esto) que la clave era el grado de desigualdad. Algunas personas son más inteligentes que otras. Algunas personas serán más capaces y montarán un buen negocio. Pero los antiguos griegos establecieron que la proporción en una comunidad feliz financieramente nunca debe ser más de uno a cinco.
“Es decir, si gano 100.000 libras al año y le pago a la señora de la limpieza menos de 20.000, ella me odiará. Los griegos dicen que es la máxima brecha posible sin crear una sociedad infeliz. Ellos habían resuelto esto. En cambio, Aristóteles dice que no funcionará si todo el mundo tiene exactamente lo mismo, es más práctico que otros filósofos… Eso es lo que me hace decir que ciertamente es de centro-izquierda”.
—¿El uso de los clásicos se percibe como elitista? Boris Johnson los citaba a menudo…
—En Reino Unido, sólo puedes estudiar latín y griego en escuelas privadas. Sin embargo, puedes (y he estado liderando una campaña sobre esto) estudiar cursos en lo que se llama civilización clásica o historia antigua o incluso filosofía con textos traducidos.
“Se necesitan muchos años de arduo trabajo para dominar el latín y el griego, y en Reino Unido sólo lo hacen los que van a colegios privados (donde no van el 93 % de nuestros niños). Pero más que aprender esos idiomas, es mucho más importante ser educado en la civilización. Boris Johnson metía constantemente citas en latín y griego para demostrar que era de una familia muy rica que podía ir a una escuela privada. He estado luchando contra esa reputación de clásicos toda mi vida. Johnson ha hecho retroceder mi campaña porque la gente ahora tiene más prejuicios y asocia los clásicos con la escuela privada, elitista y de ricos cuando eso es sólo un accidente de la historia.
“En Dinamarca, la civilización clásica es una materia obligatoria. En secundaria, cada estudiante pasa dos años leyendo los grandes como Platón y Sófocles en danés. También hacen obras de teatro. Esto es obligatorio porque alguien ilustrado en 1913 dijo que, aunque los daneses no tienen una herencia clásica porque el Imperio Romano nunca llegó a Dinamarca, les interesaba como parte de Europa. Fue una cuestión europea colectiva”.
—¿Debería ser parte de la educación el proceso de toma de decisiones con tiempo y verificación que describe Aristóteles?
—Desde luego. Es muy útil y en la era digital estamos perdidos. A nadie se le debe permitir tomar una decisión sin al menos una noche para pensar en ello. Definitivamente es algo que necesitamos.
“Hay que acostumbrarse a decir ‘necesito tiempo para pensarlo’. El Oráculo de Delfos funcionó tan bien no porque las profecías fueran ciertas, sino porque, si una ciudad quería ir a la guerra en la antigua Grecia, siempre quería la autoridad del Oráculo de Delfos, pero era muy difícil conseguir una cita. El oráculo sólo funcionaba 60 días al año y había que pedir cita con meses de antelación. Y se tardaba días en llegar hasta allí a caballo o en barco. Cuando llegabas allí, probablemente habías olvidado por qué querías ir a la guerra en primer lugar. Por eso funcionó, porque ralentizó todo”.
—¿Pero cómo seguir el proceso de Aristóteles en un mundo híper-acelerado como el actual?
—Con una respuesta predeterminada, “muchas gracias, necesito tiempo para pensarlo”. Y si alguien no te da tiempo para pensarlo es un matón que presiona. La respuesta tiene que ser deliberada, en el sentido de pasar por varios puntos y hablar con expertos.
“Las cosas están cambiando. En nuestra universidad ya se dice que no tenemos que abrir los correos electrónicos después de las cinco de la tarde. La gente está empezando a luchar por un espacio así. A menudo tomamos una decisión rápido cuando no hay necesidad de hacerlo, cuando en realidad no hay prisa”.