«Araña sagrada»: fundamentalismo, misoginia y feminicidios sin rodeos
Mayo, 2023
Con guión basado en un hecho real ocurrido en Irán en los primeros años del siglo XXI, pero vuelto ficción por el propio director Ali Abbasi en colaboración con Afshin Kamran Bahrami, Araña sagrada es un thriller espeluznante muy alejado de las convenciones hollywoodescas, nos dice Alberto Lima en esta entrega. Rodada con crudeza y sin ambages, el tercer filme del cineasta iraní-danés deja al descubierto el fanatismo religioso, la misoginia institucionalizada, así como una sociedad que ha perdido todo tipo de empatía hacia la mujer.
Araña sagrada (Holy Spider), película de Ali Abbasi
coproducida por Dinamarca, Alemania, Francia, Suecia, Jordania, Italia;
con Zar Amir-Ebrahimi, Mehdi Bajestani, Arash Ashtiani, Sina Parvaneh,
Nima Akbarpour, Mesbah Taleb, Maryam Taleb. (2022, 118 min.)
En una reciente entrevista con Ali Abbasi, concedida a la revista inglesa Sight and Sound, el cineasta iraní-danés plantea el siguiente postulado a propósito de su nueva cinta: “Una de las cosas que realmente queremos hacer (con Araña sagrada) es devolver el cuerpo a las mujeres. Los principales medios de comunicación británicos nos han acusado de ser explotadores, pero algunas de las personas que pensaban que intentábamos vender boletos mostrando la violencia contra las mujeres quizás empiecen a darse cuenta ahora de que es la realidad lo que están viendo. Cuando se trata de ese tipo de brutalidad, no se puede ser poético o metafórico. Hay que ser directo”.
En el polo masculino sucede que en el Irán actual el albañil, padre amoroso, juguetón y veterano de la guerra con Iraq Saeed (Mehdi Bajestani), vuelto asesino serial y bautizado por la prensa como la Araña Asesina —sin parentesco dramático con el Harry Powell de La noche del cazador (Laughton, 1955)—, asume la misión sacra de limpiar las calles de la ciudad sagrada de Mashhad realizando cacerías nocturnas de prostitutas locales. En el polo femenino, la brava, entrona y valerosa periodista Rahimi (Zar Amir-Ebrahimi) arriba a la ciudad para investigar y escribir sobre los feminicidios, con ayuda del colega periodista residente Sharifi (Arash Ashtiani), quien es receptor de los mensajes telefónicos diurnos del asesino una vez cometido el crimen, con la ubicación del cadáver incluida. Durante la investigación, Rahimi deberá enfrentar la condescendencia y posterior acoso del oficial de policía Rostami (Sina Parvaneh), quien está encargado del caso; el desinterés manifiesto de la propia policía por resolver los asesinatos pese a las pistas evidentes; la postura pasiva, políticamente correcta y monolítica del Cadí (Nima Akbarpour) ante la clara división en la opinión pública que suscita la figura del feminicida. Ante ello, la misma Rahimi irá más allá ante el desdén de quienes deberían implicarse en los hechos de sangre, y devendrá como carnada para intentar capturar al criminal, con las consabidas consecuencias que se desatarán por ello.
Con guión basado en un hecho real ocurrido en Irán entre 2000 y 2001, pero vuelto ficción por el propio director Abbasi en colaboración con Afshin Kamran Bahrami, Araña sagrada es un thriller espeluznante muy alejado de las convenciones hollywoodescas, que expone con fidelísima crudeza las terribles condiciones de pobreza y drogadicción que enfrentan las prostitutas iraníes, y cuyo tono y andamiajes se muestran desde el violento prólogo misógino que culmina con el primer feminicidio del filme. La fotografía glacial de Nadim Carlsen, en conjunto con la oscura música compuesta por Martin Dirkov, sirven para describir y enfatizar la vampírica periferia de la ciudad de Mashhad, en donde esas mujeres, humildes e indefensas, ejercen su oficio al acecho del fanatizado asesino serial que las estrangula hasta embotarles los ojos valiéndose del hiyab que ellas mismas visten, en tanto la avezada Rahimi se topa con todas las paredes posibles para hallar al culpable, mientras la justicia avanza a paso de tortuga.
El nervio que pellizca la cinta de Abbasi es la nefasta cultura de la misoginia sistemática, institucionalizada en un Estado falocrático y patriarcal, donde la mujer desempeña un rol meramente doméstico si bien le va. En este sentido, es precisamente el personaje disruptivo de la periodista Rahimi quien desnuda la pasividad y lentitud de un sistema de justicia no sólo desdeñoso hacia las mujeres asesinadas, sino además, dada su condición de prostitutas, las trata como ciudadanas de segunda clase al grado que incluso —a ojos de la opinión pública— los crímenes de la Araña no son vistos como tales, sino como actos heroicos. Ante ello, será entonces el carácter vibrante de Rahimi, que ostenta uñas pintadas de pies y manos, que fuma y cultiva una feminidad a ultranza contra el acoso del policía Rostami o la cerrazón ideológica del Cadí, quien con navaja en mano se expondrá a sí misma como la periodista de Aullido (Dante, 1981), el policía infiltrado en Cruising (Friedkin, 1980), el ambicioso periodista internado por voluntad propia en el manicomio de Delirio de pasiones (Fuller, 1963) o la prostituta de Vestida para matar (De Palma, 1980), y a la brava se arriesgará a cazar a la Araña en su propia telaraña, jugándose literalmente el pellejo y posteriormente su reputación como periodista.
Esas incursiones nocturnas culminarán en el entrecruzamiento del asesino y la periodista, con un juicio cuyo resultado será poco alentador, ya que los huevos envenenados de misoginia incubados por la Araña ya han sido fecundados, tal y como lo prueba la estremecedora secuencia final —registrada en video por la propia Rahimi— con el hijo de la Araña, el jovencito Ali (Mesbah Taleb), quien como si fuese el vástago de un prominente futbolista o actor famoso, a cámara confiesa que es posible que busque emular las heroicidades del padre, pero que sólo el tiempo lo decidirá, mientras replica paso a paso la mecánica mortuoria que la Araña empleaba con sus víctimas, en este caso representada por su inocente hermanita Khadijeh (Maryam Taleb).