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Las ocho décadas de Raphael

El originario de Linares en sus propias palabras.

Mayo, 2023

Nació en la española Linares, en mayo de 1943. Posiblemente su nombre real ya muy pocos lo recuerden, pues desde hace más de 60 años dejó atrás el nombre de Miguel Rafael Martos Sánchez y adoptó el de Raphael. Desde su fichaje por Philips Records y la asunción de la “ph” en su nombre artístico para el edición de sus primeros sencillos a principios de los años sesenta, ha acumulado 84 trabajos desde el inicial Raphael (1965) hasta el más reciente Victoria (2022). Reconocido como el rey de la balada romántica, el cantante y actor español llega a las ocho décadas de vida. Víctor Roura nos habla de él…

Las vueltas al mundo

Y sigue siendo aquel quien, probablemente, cada noche es perseguido. Porque incluso hasta entrevistadores aún se creen el culto y buscan la minucia pormenorizada para exaltar la figura, como en la ocasión en la cual, durante una conferencia de prensa, irrumpió la pregunta definitiva, certera, decisiva, conmovedora, que llenó de orgullo a la reportera con tan flamante (yo diría flagrante) interrogativa:

—¿Cuál ha sido la vez que más ha llorado en su vida?

Entonces, Raphael se vio preocupado ante un cuestionamiento tan severamente tajante declarando que no ha sido una sola vez sino muchas las que ha llorado en esta vida nuestra. Pero, sí, determinaba una, crucial: la llegada de su hijo Jacobo.

—Fue un llanto de felicidad —dijo.

Y no se detuvo ahí la cosa.

—¿Se siente todavía popular en México? —preguntó alguien.

El cantante español se vio seguro de sí, no había ninguna duda en sus palabras y sí mil sonrisas para el recuerdo. Entonces contaba Raphael con la mitad de sus ocho décadas que justamente las cumple este 5 de mayo, donde en el año 1943 vio la luz primera en la española Linares.

—Esta es la temporada más fuerte que estoy haciendo desde mi llegada a México —respondió.

Y ahí estaba plasmada su popularidad. Desde 1967, año en que visitó por primera ocasión nuestro país para ofrecer prácticamente el primer concierto masivo en México ocurrido en la Alameda Central a un costado del Palacio de Bellas Artes en la capital mexicana, hasta el día de hoy no ha perdido seguidores, y el disco Dios los cría, del argentino Andrés Calamaro producido en 2017, es una señera exhibición vocal de Raphael quien a sus siete décadas y media de vida intervino en una pieza monumental mostrando su aún potente voz.

Sucesos de ver para creer, aunque aclaraba que “antes era un chiquillo” y ahora que le había dado más de veinte vueltas al mundo, adquirida más experiencia, más soltura, más prestancia, factores que en el pasado desconocía, con mayor razón sentía más seguridad en sus dichos.

Todo ello le había acarreado más tranquilidad, resumía.

Raphael. / Foto: Twitter oficial del cantante.

Conociendo tardíamente a un astro

Como se acostumbra en estas fiestas de la prensa rosa, no faltó la indirecta, clásica, que por natural no deja de ser fastidiosa, pero que a Raphael pareció hacerle lo que dicen que el viento le hizo a Juárez: le preguntaron sobre sus “maneras” en el escenario (que ahora pudieran pasar de ofensas a la equidad de género), sobre sus gesticulaciones, sobre su “comportamiento” tan especial suyo, a lo que respondió:

—Bueno, eso nace con uno. Son desplantes andaluces. Míos. Porque si se pudieran aprender, habría muchos Raphaeles. Son cosas de temperamento.

Y ya estuvo.

Pareciera que los entrevistadores quisieran ratificar una a una sus palabras. Que se repitieran para constatar su peculiaridad.

Habló Raphael sobre su casa en México, donde residía aproximadamente cinco meses de los doce que tiene el año.

La minucia es necesaria.

Había que saber todo. Hablar claro. Dijo que le gustaba vivir aquí por la posición geográfica de México. Así no tenía que cruzar el charco a cada momento, pues su vida artística era activísima.

—Cuesta mucho trabajo ser una persona muy definida, como yo lo soy —dijo.

Por lo tanto, “no se puede cambiar ya de estilo. Evolucionar, siempre; cambiar, nunca. Innovaciones sí hago, pero eso es evolución”.

Luego asentó que no quería “ser culpable de nadie, no quiero ser responsable de nada”, respecto a esa gran cantidad de españoles intelectuales muy difundidos en México.

—Cada quien busca su camino —subrayó.

Pero sí aclaró que en aquella actualidad era muy fácil cruzar el Atlántico para triunfar en América, lo que en su tiempo el propio Raphael no hacía, pues él empezó primero por Oriente Medio y Francia y Rusia e Italia e incluso Estados Unidos, concretamente Nueva York, así que cuando llegó a nuestras tierras él ya era una “estrella” desde 1961. Como quien dice, conocimos a un Raphael tardíamente: seis años después.

“El dinero es necesario hasta que logras obtener bastante
como para no preocuparte más de ello”

Y le dimos nuevamente la oportunidad de reiterar sus posiciones sabidas: los predecibles entrevistadores de las conferencias de la vida rosa deseaban saber si era, ¡ay!, “un romántico”. Y Raphael, presto, respondió inmediatamente que sí, en efecto, era, es, “un romántico” pero exclusivamente en los momentos en que él, ¡vaya predispuesta afirmación!, deseaba serlo. Y repentinamente se habló de la luz, de la marmaja, de la plata, del dinero, diciendo que, por lo menos él, ya no tenía ningún problema, que dejó de tenerlo desde hacía mucho tiempo.

—El dinero es necesario hasta que logras obtener bastante como para no preocuparte más de ello —dijo un renovado Perogrullo.

—¿Todavía tienes cuerda para, digamos, dos años siguientes? —preguntó un reportero con indiferencia.

—No sólo para un par de años sino para veinte, por lo menos.

Su “éxito” depende “de mis ganas de trabajar”. Y una afirmación feliz:

—Cantaré hasta que Dios quiera.

Dijo previsiblemente que estaba preparado tanto para “el éxito como para el posible fracaso”:

—No soy soñador —recalcó el irrefrenable soñador Raphael.

Que de todas formas si no hubiera subido los escalones del triunfo, no habría sucedido nada, según el español:

—El mundo no se acaba ahí —dijo de nuevo Perogrullo.

Y sobre los medios de comunicación:

—Apoyan al artista, pero cuando es bueno… —dijo, pero todos sabemos que no era cierto, que se apoya a todo aquel artista lanzado desde las plataformas económicas solventes que salpicaban a la prensa rosada.

No creía, Raphael, en los artistas “inflados por la promoción”, que eran, para su infortunio, la mayoría de sus colegas, si bien esto no lo dijo el originario de Linares. Pues, para él, ¡eso no existía! Cuando se es bueno, se triunfa. Y se recibe el apoyo de todo el mundo. De la prensa, de la radio, de la televisión.

Sí, cómo no.

Raphael en una imagen promocional. / Foto: rlm

“Yo nací bailando”

—Los medios son muy necesarios para el que es bueno —razonaba.

Dijo que los que son malos pronto sucumben.

—¿Sabe bailar? —le preguntó un ansioso reportero.

—Anoche fui a una fiesta y la gente quedó sorprendida con mis bailes. Es que yo nací bailando.

Acerca del triunfo socialista entonces reciente en su España:

—No va a influir en nada en el medio artístico. Igual decían cuando murió Franco, que iba a sentirse un cambio. Pero no. Seguimos en lo mismo.

Comentó que la gente que se oponía a Franco, cuando éste murió en noviembre de 1975, “¿dónde estaba? Esa gente se acabó”.

Según Raphael, eso no tiene nada qué ver con los buenos artistas:

—Hay una leyenda absurda sobre Franco —dijo—. ¿Que había censura? Una persona inteligente sabe esquivar la censura —aseveró, acaso con desconocimiento severo sobre la política.

—¿Milita en algún partido político? —le preguntaron.

—Sólo en el Club de los Martos, mi familia. Porque la militancia política únicamente conlleva a varias decepciones —comentó de nuevo Perogrullo.

Además, la música para Raphael sirve sólo para distraer. La llamada “música de protesta” para él no es música ni nada.

—Entonces, ¿qué opinión le merecen Carlos Mejía Godoy o Pablo Milanés o Silvio Rodríguez? —entonces pregunté.

—Son muy interesantes, aunque sigo pensando que la música es para distraer.

“Toda época tiene su moda”

La música es sólo para entretener, como la de los niños, como esa ola infantil musical de los ochenta que emergiera productiva, y radiantemente distractora, de las profundidades de la industria mediática, que Raphael acepta gustosamente.

—Hay que dejar que se diviertan los chiquillos, a su modo —comentó.

Aunque canten cosas pasajeras, fugaces, añadió.

—Toda época tiene su moda —sentenció solemnemente.

Y esto mismo lo diría numerosas veces en los años por venir, porque un artista como Raphael —y esto no lo digo con fastidio sino por ser una certeza aprehendida a lo largo de los años— tiene que vestirse siempre con las mismas palabras para ser bien visto y apreciado en el mundo donde ha elegido radicar: haber asistido a una sola conferencia de prensa ofrecida por Raphael fue como haber capturado en definitiva el futuro declarativo del artista porque, que yo sepa, no ha dicho nada nuevo respecto a su carrera y su proceder musicales.

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