Entrada y Salida
Pueril ocurrencia
Cuando la mujer le dijo que ya no lo quería, el hombre respiró aliviado: él tampoco la amaba, sólo se comportaba regido por una vieja responsabilidad adquirida, actuaba de acuerdo a un mecanismo rebosado de engranajes faltos de aceite, llevado por una idea cuya teoría había quedado en el olvido. Sin embargo, se hizo el ofendido. Y ella no tuvo más remedio que desdecirse, lamentando su pueril ocurrencia. Y ambos se tomaron de la mano nuevamente para caminar con una sosegada turbación uno distante del otro.
La brevedad de un destello narrativo admirable.
Habitual ya, en la prosa de un escritor con mayúsculas, como lo es Víctor Roura.