ArtículosCristal de Aliento

Más verdad que la verdad misma

Aunque hace unos días se conmemoró el Día Mundial de la Poesía, aquí en «Salida de Emergencia» no quisimos dejar pasar la oportunidad para celebrarla...

Marzo, 2023

El filósofo y poeta libertario francés Jean-Marie Guyau lo dijo hace un siglo: “La poesía es más verdad que la verdad misma”. Y sí: la poesía nos invita a recorrer caminos desconocidos; nos descubre, además, cosas de nosotros que nosotros mismos ignorábamos. Por eso, y por su inutilidad en un mundo utilitario, hay que celebrarla. Aunque hace unos días se conmemoró el Día Mundial de la Poesía —la decisión de proclamar el 21 de marzo como la fecha oficial fue aprobada por la UNESCO en 1999—, aquí en Salida de Emergencia no quisimos dejar pasar la oportunidad para celebrarla, porque, como ya lo dejó escrito Jorge Luis Borges en esas bellas líneas llamadas “Otro poema de los dones”: “Por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema,/ por el hecho de que el poema es inagotable/ y se confunde con la suma de las criaturas/ y no llegará jamás al último verso/ y varía según los hombres”… Así, para unirnos a los festejos, hemos preparado esta breve antología.

Un poema para el final del siglo
Czeslaw Milosz (1911-2004)

Cuando todo estaba bien
Y el concepto de pecado había desaparecido
Y la tierra estaba lista
En paz universal
Para consumir y disfrutar
Sin dogmas y utopías,

Yo, por razones desconocidas,
Rodeado por los libros
De profetas y teólogos,
De filósofos, poetas,
Buscaba una respuesta,
Frunciendo el ceño, gesticulando,
Caminando de noche, refunfuñando al amanecer.

Lo que me oprimía en demasía
Era un poco vergonzoso.
Hablando de ello en voz alta
No mostraría ni tacto ni prudencia.
Podría incluso parecer un agravio
En contra del bienestar de la humanidad.

¡Ay de mí!, mi memoria
No quiere dejarme
Y en ella, la vida comienza
Cada una con su propio dolor,
Cada una con su propio morir,
Con su propia turbación.

¿Por qué entonces la inocencia
En playas paradisiacas,
Un cielo impoluto
Sobre la iglesia de la higiene?
¿Será porque eso
fue hace mucho?

A un hombre santo
—Así dice un cuento árabe—
Dios le dijo con maldad:
“He revelado a tu pueblo
Cuán gran pecador eres,
Ellos no te podrán alabar.”
“Y yo”, contestó el devoto,
“Les he descubierto a ellos
Cuán misericordioso eres,
Ellos no se preocuparán por ti.”

¿A quién recurriría
Con asunto tan oscuro
De dolor y también de culpa
En la estructura del mundo,
Si ninguno aquí abajo
O allá arriba en las alturas
Puede abolir
La causa y el efecto?

No piensen, no recuerden
La muerte en la cruz,
Aunque cada día Él muera,
El único, el siempre-amado,
Aquél que sin necesidad alguna
Consintió y permitió
Existir a todo lo que es,
Incluyendo las garras de tortura.

Completamente enigmático
Enredo imposible.
Mejor dejar de hablar aquí.
Este lenguaje no es para personas.
Bendita sea la jubilación.
Vendimias y cosechas.
Aun si nadie
Tiene la serenidad garantizada.

Gente chiflada
Charles Simic (1938-2023)

Estos días sólo los pájaros y los animales
están cuerdos y merece la pena hablar con ellos.
No me importa esperar a que un caballo
deje de pastar y me escuche.

Incluso un árbol es mejor compañía.
Un roble orgulloso de sus ramas
cargadas de hojas demasiado corteses
como para dirigirse a un extraño con más que un susurro.

Un cuervo sería un buen amigo.
Ése al que le he echado el ojo
me conoce bien, pero ahora se
ha entretenido con algo que ha encontrado

en el patio de mi vecino, al examinar
la tierra chamuscada donde
hace años solían deambular una docena de gallinas
y un gallo que cacareaba todo el día.

Todo me ha sido arrebatado
Anna Ajmátova (1889-1966)

Todo me ha sido arrebatado: el amor y la fuerza.
Mi cuerpo, precipitado dentro de una ciudad que detesto,
no se alegra ni con el sol. Siento que mi sangre
congelada está.

Burlada estoy por el ánimo de la Musa
que me observa y nada dice,
descansando su cabeza de oscuros rizos,
exhausta, sobre mi pecho.

Sólo la Conciencia, más terrible cada día,
enfurecida, exige cuantioso tributo.
Y para responder, me cubro el rostro con las manos,
porque he agotado mis lágrimas y mis excusas.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀(Sebastopol, octubre de 1916)

Geometrías
Alberto Szpunberg (1940-2020)

Hasta la línea recta, que no existe, se cansa
de insistir en ser lo que, por cierto, no es:
advierte, aunque ya es tarde, que ella misma
se cierra en un círculo inabarcable, fantástico,
que por natural naturaleza es horizonte:
la línea recta, inventada para atravesarlo todo,
es ajena a la curva de una mano que encrespa
el remolino de los cuerpos en sí íntimos:
condenada a padecer eterno el infinito,
su oculto deseo, lo sé, es el punto final.

A veces me irrita…
Isabel Fraire (1934-2015)

a veces me irrita darme cuenta de que escribir está lleno de
trampas
aprender a escribir es aprender a manejar trampas
y forjar las propias trampas lo que se llama genio

¿cómo entonces hablar
de la misión sagrada del poeta
o tonterías por el estilo?

el arte es artificio

poco después de escritas estas líneas
como un súbito milagro
constato con sorpresa
que el sol como un mago que se divierte
comienza a jugar con los reflejos
de mi pluma
trazando círculos de luz sobre la sombra del muro
que crecen y decrecen se abren y se cierran
dibujando espirales
de reflejos
irisados

como si de pronto una espectral cola de pavorreal
se presentara
a burlarse de mí
sugiriéndome irónica
que el sol es un mago que hace trampas

Palabras para Julia
José Agustín Goytisolo (1928-1999)

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Poema de amorosa raíz
Alí Chumacero (1918-2010)

Antes que el viento fuera mar volcado,
que la noche se unciera su vestido de luto
y que estrellas y luna fincaran sobre el cielo
la albura de sus cuerpos.

Antes que luz, que sombra y que montaña
miraran levantarse las almas de sus cúspides;
primero que algo fuera flotando bajo el aire;
tiempo antes que el principio.

Cuando aún no nacía la esperanza
ni vagaban los ángeles en su firme blancura;
cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios;
antes, antes, muy antes.

Cuando aún no había flores en las sendas
porque las sendas no eran ni las flores estaban;
cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas,
ya éramos tú y yo.

Me basta así
Ángel González (1925-2008)

Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría
un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,

si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día,
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo, mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas…
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.)

Carne de mi amante
Ángela Figuera (1902-1984)

Mármol oscuro y caliente
tallado en músculo y fibra.
Carne de mi amante, carne
viril y prieta de mi vida.
Suave y blanda entre mis dedos;
fuego bajo la caricia.
Dulce y sabrosa a mis labios
como una fruta mordida…
Carne de mi amante, carne
tan mía como la mía.

Tu piel
Idea Vilariño (1920-2009)

Tu contacto
tu piel
suave fuerte tendida
dando dicha
apegada
al amor a lo tibio.
Pálida por la frente
sobre los huesos fina
triste en las sienes
fuerte en las piernas
blanda en las mejillas
y vibrante
caliente
llena de fuegos
viva
con una vida ávida de traspasarse
tierna
rendidamente íntima.
Así era tu piel
lo que tomé
que diste.

El centro de la mandala
Cecilia Vicuña (1948)

Besarte no es la solución
que me penetres y langüetees
¡no es una solución!
Mirarte ha llegado a ser más íntegro
que besarte
un beso es poco para mí
un coito es demasiado poco
un coito no sabe contener ni expresar
ni satisfacer mi sentimiento de ti
La vida y la muerte se anudan
y desarman en ti.

Tú me quieres blanca
Alfonsina Storni (1892-1938)

Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada .

Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua,
Habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

Asombro
Cristina Peri Rossi (1941)

«Enséñame», dices, desde tus veintiún años
ávidos, creyendo, todavía, que se puede enseñar alguna cosa

y yo, que pasé de los sesenta
te miro con amor
es decir, con lejanía
(todo amor es amor a las diferencias
al espacio vacío entre dos cuerpos
al espacio vacío entre dos mentes
al horrible presentimiento de no morir de a dos)

te enseño, mansamente, alguna cita de Goethe
(«detente, instante, eres tan bello»)
o de Kafka (una vez hubo, hubo una vez
una sirena que no cantó)

mientras la noche lentamente se desliza hacia el alba
a través de este gran ventanal
que amas tanto
porque sus luces nocturnas
ocultan la ciudad verdadera

y en realidad podríamos estar en cualquier parte
estas luces podrían ser las de New York, avenida
Broadway, las de Berlín, Konstanzerstrasse,
las de Buenos Aires, calle Corrientes

y te oculto la única cosa que verdaderamente sé:
sólo es poeta aquel que siente que la vida no es natural
que es asombro
descubrimiento revelación
que no es normal estar vivo

no es natural tener veintiún años
ni tampoco más de sesenta

no es normal haber caminado a las tres de la mañana
por el puente viejo de Córdoba, España, bajo la luz
amarilla de las farolas

no es natural el perfume de los naranjos en las plazas
—tres de la mañana—

ni en Oliva ni en Sevilla

lo natural es el asombro

lo natural es la sorpresa

lo natural es vivir como recién llegada

al mundo

a los callejones de Córdoba y sus arcos

a las plazas de París

a la humedad de Barcelona

al museo de muñecas

en el viejo vagón estacionado

en las vías muertas de Berlín.

Lo natural es morirse

sin haber paseado de la mano

por los portales de una ciudad desconocida

ni haber sentido el perfume de los blancos jazmines en flor

a las tres de la mañana,

meridiano de Greenwich

lo natural es que quien haya paseado de la mano

por los portales de una ciudad desconocida

no lo escriba

lo hunda en el ataúd del olvido.

La vida brota por todas partes
consanguínea

ebria

bacante exagerada

en noches de pasiones turbias

pero había una fuente que cloqueaba

lánguidamente

y era difícil no sentir que la vida puede ser bella

a veces

como una pausa

como una tregua que la muerte

le concede al goce.

A ti, dentro de un siglo
Marina Tsvetáyeva (1892-1941)

A ti, que nacerás dentro de un siglo,
cuando de respirar yo haya dejado,
de las entrañas mismas de un condenado a muerte,
con mi mano te escribo.

¡Amigo, no me busques! ¡Los tiempos han cambiado
y ya no me recuerdan ni los viejos!
¡No alcanzo con la boca las aguas del Leteo!
Extiendo las dos manos.

Tus ojos: dos hogueras,
ardiendo en mi sepulcro —el infierno—
y mirando a la de las manos inmóviles,
la que murió hace un siglo.

En mis manos —un puñado de polvo—
mis versos. Adivino que en el viento
buscarás mi casa natal.
O mi casa mortuoria.

Orgullo: cómo miras a las mujeres,
las vivas, las felices; yo capto las palabras:
“¡Impostoras! ¡Ya todas están muertas!
Sólo ella está viva.

Igual que un voluntario le ha servido.
Conozco sus anillos y todos sus secretos.
¡Ladronas de los muertos!
¡De ella son los anillos!”

¡Mis anillos! Me pesa,
hoy me arrepiento
de haberlos regalado sin medida.
¡Y no supe esperarte!

También me da tristeza que esta tarde
tras el sol haya ido tanto tiempo
y he ido a tu encuentro,
dentro de un siglo.

Apuesto —dice él— que vas a maldecir
a todos mis amigos en sus oscuras tumbas.
¡Todos la celebraban! Pero un vestido rosa
nadie le ofreció.

¿Quién era el generoso? Yo no: soy egoísta.
No oculto mi interés si no me matas.
A todos les pedía cartas,
para por las noches besarlas.

¿Decirlo? ¡Lo diré! El no-ser es un tópico.
Y ahora, para mí, eres ardiente huésped.
Les negarás la gracia a todas las amantes
para amar a la que hoy es solo huesos.

Un arte
Elizabeth Bishop (1911-1979)

El arte de perder se domina fácilmente:
tantas cosas parecen empeñadas en perderse,
que su pérdida no es ningún desastre.

Perder alguna cosa cada día. Aceptar la angustia
de las llaves de la puerta perdidas, de la hora malgastada.
El arte de perder se domina fácilmente.

Después practica perder más lejos y más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas
viajar. Nada de todo esto te traerá desastre alguno.

Perdí el reloj de mi madre. Y, ¡mira!, voy por la última, o
quizá la penúltima, de tres casas amadas.
El arte de perder se domina fácilmente.

Perdí dos ciudades, las dos eran preciosas. Y, aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue ningún desastre.

Incluso habiéndote perdido a ti (tu voz bromista, un gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable:
el arte de perder no es tan difícil de dominar,
aunque pueda parecer (¡escríbelo!) un desastre.

Razones del ausente
Darío Jaramillo Agudelo (1947)

Si alguien les pregunta por él,
díganle que quizá no vuelva nunca o que si regresa
acaso ya nadie reconozca su rostro;
díganle también que no dejó razones para nadie,
que tenía un mensaje secreto, algo importante qué decirles
pero que lo ha olvidado.
Díganle que ahora está cayendo, de otro modo y en otra parte del mundo,
díganle que todavía no es feliz,
si esto hace feliz a alguno de ellos; díganle también que se fue con el corazón vacío y seco
y díganle que eso no importa ni siquiera para la lástima o el perdón
y que ni él mismo sufre por eso,
que ya no cree en nada ni en nadie y mucho menos en él mismo,
que tantas cosas que vio apagaron su mirada y ahora, ciego, necesita del tacto,
díganle que alguna vez tuvo un leve rescoldo de fe en Dios, en un día de sol,
díganle que hubo palabras que le hicieron creer en el amor
y luego supo que el amor dura
lo que dura una palabra.
Díganle que como un globo de aire perforado a tiros,
su alma fue cayendo hasta el infierno que lo vive y que ni siquiera está desesperado
y díganle que a veces piensa que esa calma inexorable es su castigo;
díganle que ignora cuál es su pecado
y que la culpa que lo arrastra por el mundo la considera apenas otro dato del problema
y díganle que en ciertas noches de insomnio y aun en otras en que cree haberlo soñado,
teme que acaso la culpa sea la única parte de sí mismo que le queda
y díganle que en ciertas mañanas llenas de luz
y en medio de tardes de piadosa lujuria y también borracho de vino en noches de lluvia
siente cierta alegría pueril por su inocencia
y díganle que en esas ocasiones dichosas habla a solas.
Díganle que si alguna vez regresa, volverá con dos cerezas en sus ojos
y una planta de moras sembrada en su estómago y una serpiente enroscada en su cuello.
Y tampoco esperará nada de nadie y se ganará la vida honradamente,
de adivino, leyendo las cartas y celebrando extrañas ceremonias en las que no creerá
y díganle que se llevó consigo algunas supersticiones, tres fetiches,
ciertas complicidades mal entendidas
y el recuerdo de dos o tres rostros que siempre vuelven a él en la oscuridad
y nada.

Hombre de México (fragmento)
Aurora Reyes (1908-1985)

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀I
Algo oscuro ha pasado por el cielo de México.
Está herida la tierra
y en los labios del viento
silba el agudo filo de antigua profecía.

El horizonte ahoga un paisaje de alas
ceñido en ondulantes anillos de serpiente.
¡Águila deshojada!
Un sueño de poetas llora un sueño de héroes.

Algo ha sabido el agua de litorales libres;
la nave de la espuma
hace viajes de alarma entre azules y grises.

Inmóviles metales conspiran en la sombra.
Batallones de arboles manifiestan sus brazos.
La noche vigilante se apresta para el alba.

¿En dónde estás creciendo, silencioso gigante?
¿Qué paisaje florece distancia en tu mirada?
¿Qué sombras te transitan? ¿Qué verdades te hablan?

Nutrido de hambres públicas,
de olvidos de ceniza,
de espinas colectivas,
de muchedumbres-lágrimas.
¡Ya levántate y surge!
Ya congrega y trasciende
esta imposible angustia panorámica.

Múltiple voz eleva sus hojas verticales
clamando por el fruto maduro de tu frente.
¡Desolada bandera! Otra vez Patria suave…
Ya vienen otra vez los mercaderes.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀II
Ya vienen a llevarse tu riqueza,
tus cándidos tesoros,
tu color solferino,
tu morado rabioso
y únicos en el mundo, los ojos de tus niños

Se acabarán tus pueblos de gardenia,
tus provincias de nardo,
tus novias de amapola,
tu cempasúchil de oro
y los intensos campos de tu flor madreselva.

Ya no tendrás esquinas con vueltas de cilindro,
ni jardines de mantos,
ni ventanas de celo,
ni serenata tierna.
Ni habrá más lotería de cartoncitos.

Apagarán tus júbilos de cohete y chinampina,
la deslumbrada luz de tus “castillos”,
aquella verde danza de tu ancestral amiga
y tu alucinación de maguey líquido.

Se romperá el hechizo de tus sirenas,
centro de zapateado y conquián,
los irisados gallos de las peleas
y los viernes de cábala y copal.

En mecánico ritmo tornarán la armonía
del ardiente prodigio que modela tu mano,
la magia de tu lenta caricia, la alegría
de los florecimientos de tu amor artesano.

Tus veneros de azul serán cegados
en el color caliente de tu sangre.
Envolverán en dólares tus huesos
y en humo celofán tu joven aire.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀III
Escucha cómo crecen las tinieblas del odio,
oye cómo caminan los desiertos del hambre,
cómo construye firmes paraísos la fiebre
y murmura cuchillos la prisión de la sangre.

Ven a ver cómo lloran las escuelas.
¡Qué cielos de amargura filtran las vecindades!
Las mujeres con alma de montaña
amasan en su rostro silencios vegetales.

Ven a cumplir tu entero destino, sombra clara;
te invocamos anónimo y auténtico,
hermano sin ayer y sin mañana.
¡Ven a morirte, Hombre de México!

Te espera la impaciencia,
los encuentros te buscan,
arden las multitudes,
se queman las palabras.
Surge ya, ¡capitán de la angustia!
Te llama la voz verde de las cañas.

Related Articles

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button