Febrero, 2023
El efecto espejo funciona, necesitamos más referentes femeninos en los libros de texto, visibilizar las contribuciones de las mujeres en ciencia en los medios de comunicación y asegurar su presencia en grandes proyectos y en premios científicos, escribe en este ensayo la investigadora María Mayán. Mostrémosles a nuestras niñas que ellas también pueden ser capaces de conseguir todo aquello que se propongan.
La Organización de Naciones Unidas (ONU) aprobó en diciembre de 2015 declarar el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, con el fin de promover la igualdad de género en el ámbito científico y tecnológico.
El 11F es una oportunidad para visibilizar las contribuciones de las mujeres científicas en el mundo, reconocer su talento y promover vocaciones científicas. También para visibilizar esos obstáculos que a día de hoy todavía nos impiden utilizar todo el potencial humano para crecer como sociedad y ser capaces de aportar soluciones a grandes retos a los que nos enfrentamos, como ha sido la pandemia de la covid-19, de la que hemos salido en buena medida gracias al talento y trabajo previo de dos grandes referentes: Katalin Karikó y Sarah Gilbert.
El género femenino representa la mitad de la población mundial y por lo tanto somos la mitad de su potencial. Sin embargo, la forma en la que han vivido nuestros ancestros ha condicionado cómo nos juzgamos en el contexto actual.
A pesar del cambio cultural y socioeconómico que han sufrido las sociedades modernas en los últimos 30 años, el rol público apenas ha cambiado, y las nuevas generaciones de hombres siguen teniendo las mismas pautas de empleo que sus padres y abuelos, con tasas de ocupación altas durante todo su ciclo vital, pero sin el papel sustentador principal en el entorno familiar.
En este sentido, la sociedad se ha adaptado de forma más rápida en el ámbito privado donde los hombres empiezan a participar de forma activa en las tareas domésticas y cuidado de menores y familiares dependientes. No obstante, las cifras de implicación todavía no son las deseadas. Por otro lado, en el ámbito público, el mercado del trabajo sigue anclado en patrones del pasado, contribuyendo a la desigualdad de género en las relaciones laborales.
Una conciliación no equilibrada
La corresponsabilidad es el camino y una conciliación no equilibrada es uno de los problemas que deberíamos solucionar desde el entorno laboral, para poder hacer uso de todo el potencial humano y lograr sociedades más sostenibles, justas y pacíficas. Hay que humanizar el trabajo mejorando las condiciones, incluidas las de conciliación. Necesitamos de medidas que permitan los cuidados familiares y que un embarazo no suponga una barrera en la carrera investigadora. Pequeños gestos como guarderías en los centros de trabajo o ayudas económicas estratégicas podrían ayudar a mejorar los datos que manejamos.
Las mujeres se merecen el mismo salario por el mismo trabajo, este tipo de medidas no sólo ayudan a valorar por igual el trabajo que hacen mujeres y hombres, también podrían ayudar sin duda a combatir las tristes cifras de acoso y de violencia contra la mujer, que por desgracia no es ajeno al ámbito científico y tecnológico.
Sesgos de género que condicionan decisiones
Una de las barreras más relevantes que las mujeres tenemos que abordar a lo largo de nuestra vida laboral son los sesgos de género y estereotipos que condicionan las decisiones que se toman tanto a nivel personal como cuando estamos evaluando un contrato o un proyecto de investigación. Son influencias de la educación y mensajes que recibimos, y que entre todos y todas debemos combatir de forma consciente.
Existen numerosos estudios publicados en revistas científicas de prestigio como Nature o Science que demuestran el efecto de los sesgos y roles de género en la carrera científica o en la ínfima presencia de las mujeres en libros de texto, puestos de liderazgo, en premios de prestigio o coordinando grandes proyectos de investigación. El estudio más famoso es el estudio realizado en la Universidad de Yale con un curriculum idéntico que demuestra la diferencia de oportunidades que existe entre llamarse John y Jennifer.
A pesar de los datos, existe una percepción de que en unos años se alcanzará la igualdad, o que las cifras están mejorando. Esa percepción probablemente se deba a que durante estos últimos años se habla más de la desigualdad en el ámbito STEAM (Science, Technology, Engineering, Arts, Mathematics) y se visibilizan las problemáticas actuales.
Los datos empeoran
En cambio, los datos demuestran que no sólo no se esperan mejoras en los próximos años, sino que los datos están empeorando. El 11F es necesario, pero se precisan acciones concretas y medidas políticas que fomenten la igualdad de oportunidades. Empezamos, por primera vez en 20 años, a perder mujeres en las primeras etapas de la carrera investigadora.
Fomentar la educación en igualdad de género y asegurar que hombres y mujeres tengan la misma representación en puestos de liderazgo y toma de decisiones no es regalar nada a las mujeres, es promover de forma activa la igualdad de género en la carrera científica y en el ámbito laboral.
Tenemos un problema, con lo que debemos intentar informarnos, buscar los estudios y ahondar en ellos, y concienciarnos para poder trabajar juntos en soluciones.
Hoy en día debería parecernos raro una foto en la que sólo salgan hombres y no haya representación femenina. El efecto espejo funciona, necesitamos más referentes femeninos en los libros de texto, visibilizar las contribuciones de las mujeres en ciencia en los medios de comunicación y asegurar su presencia en grandes proyectos y en premios científicos. Mostrémosles a nuestras niñas que ellas también pueden ser capaces de conseguir todo aquello que se propongan. Romper las barreras sociales y el techo de cristal es un trabajo que tenemos que hacer entre todos y todas.